jueves, 6 de diciembre de 2018

La odisea de un ánima sola IV


Nota: Para ver las partes 1, 2 y 3 de esta saga, por favor ir al menú lateral y comenzar con las entradas del 1, 3  y 4 de diciembre.

 

Julio y el Mulín


1986, la contra continuaba haciendo sus fechorías tanto en territorio hondureño como nicaragüense.  Mi pueblo hervía de contras, Colaboradores Hondureños y refugiados.
Ciertos jóvenes hondureños se metieron como mercenarios a la contra, es el caso de Yuca y Vicente, el primo del Chele, un cipote de 11 años que se fugó de su casa para convertirse en niño soldado. También había otros que conducían los carros de la Contra transportando armas y pertrechos, es el caso de Rafael, Cristo de Lata y de otros que eran atraídos por los dólares que manejaba la Contra.
La Contra, como decía antes tenía, puestos de vigilancia en los caminos de la Montaña. A veces abandonaban esos puestos para posicionarlos en otros lugares. Allí abandonaban ciertos pertrechos que la gente del campo recuperaba (Tablas de madera, carpas y otras cosas). La historia que les voy a contar es una que tiene que ver con el abandono de uno de los puestos de vigilancia de la Contra en el camino hacía las Dificultades.

Julio


Julio es el segundo hijo de 4 de don Bernardo Mendoza (Nayo) y de Doña Rosa Arriaza. Julio nunca le gustó la escuela y se dedicó a seguir a su viejo en sus actividades agrícolas. Nayo era un maestro en arte de hacer bloques de dulce de rapadura, aserrador de madera y hachero de primer grado. Julio desarrolló una musculatura de hierro a pesar de su corta estatura y como su padre se dedicó a ser leñador y trabajador agrícola. Durante el periodo de cosecha de café se enrolaba como cortero en las haciendas cafetaleras alrededor de la aldea de Los Granadillos.

El Mulín


Desgraciadamente, no tengo información sobre él y por informaciones de mi amigo Javier Mendoza, el hijo de don Tavo, supe que se llamaba Toño Ortiz. Era era originario de la ciudad de El Paraíso y que su apodo venia del hecho que era fuerte y musculoso. El Mulín había hecho su servicio militar. Había sido reclutado y hecho su servicio en el sexto batallón de infantería. Salió de baja y como la mayoría de los chafitas después de su servicio, se encontraban sin trabajo y con complejos de superioridad y hasta negando sus orígenes y negándose a volver al campo. Esto último no ocurrió con Mulín, quien durante la temporada de café se fue a vivir donde don Nayo y a trabajar en lo que fuera.

Las Granadas


Junto con Julio, el Mulín consiguió trabajo en una finca de café de los Zelaya, en los Volcancitos. Tenían que caminar dese Los Granadillos hasta los volcancitos y en su trayecto tenían que pasar por un lugar en una montañita propiedad de doña Regina Lardizábal en donde la Contra había instalado un puesto de vigilancia. Allí, ellos por curiosidad fueron a ver el puesto abandonado y encontraron dos granadas de fragmentación.

El hecho


Un día, allá por 1987, yo regresaba de la finca de mi padre hacia el pueblo en un viejo Jeep que tenía mi padre que yo conducía. Pasando en frente de la casa de don Juan Mondragón, el hermano de Nayo, vimos varias gentes que nos hacían señal de parada, el cacharro iba cargado y mi papa me dijo: seguí vamos cargados.
Llegamos al pueblo y descargamos el carro y estábamos ya descansando cuando llegó don Gustavo Mendoza, quien era el Juez de Paz del pueblo, a pedir la colaboración de mi viejo para que lo transportara a Los Granadillos.
Mi viejo le preguntó para que quería transporte. Don Tavo le dijo que algo había pasado y que había un muerto en las propiedades de Nelly Mendoza.
Bueno pues, me dice mi papa, prepárate que nos vamos con don Tavo.
Fuimos a la gasolinera pusimos combustible y mientras lo hacíamos un transportista que venía de la montaña que conocía a don Tavo y le dijo que allá lo estaban esperando que había un muerto y un herido por la explosión de una granada. 
Bueno, ya nos fuimos con don y en la entrada del pueblo nos encontramos con otro transportista que traía al herido. El herido era Julio.
Don Nayo y la señora venían en el carro. Don Nayo, se cambió de carro y se regresó con nosotros.
Llegamos al lugar del hecho, donde ya el ejército estaba presente. Un teniente dirigía las operaciones y no quería dejar que los civiles se aproximaran al lugar. Don Gustavo se impuso y pasó y me dijo seguime me vas a asistir en el levantamiento del acta.
Llegamos al punto exacto y había un pelotón de militares recogiendo los pedazos de carne y los restos de un cuerpo completamente destrozado. La cara era irreconocible, su tórax y su vientre completamente desechos. La explosión paso bajo un gran roble y las hojas del roble estaban cubiertas de humo, sangre y restos de carne. Alrededor había miembros anatómicos, dedos, dientes, etc.
Don Tavo después de una acalorada discusión con el teniente del ejercito obtuvo que los militares pararan de contaminar la escena del hecho para él, don Tavo, hacer el peritaje y la reconstrucción del hecho.
El hecho es que por haber sido una explosión de granada el chafa decía que eso era un caso de la autoridad militar. Don Tavo argumenta que los implicados son civiles y que por consecuencia era un caso civil.
Se llamaron como testigos a don Nayo primero para estableces la identidad del muerto y más luego a otros familiares para corroborar que los dos muchachos no estanban implicados en nada que tuviera que ver con actividades militares.
Nayo nos dijo que se trataba de Mulín. Y que el hecho había pasado de mañana cuando estos se iban a trabajar a los volcancitos. También nos dijo que eso fue un accidente tonto.
Declaró que Julio y Mulín, el día anterior, yendo a trabajar habían ido a escurcar el puesto abandonado de la contra en la montañita y que habían encontrado dos granadas de fragmentación. Las recogieron y las pusieron en la mochila de Mulín. De regreso a la casa en la tarde, Mulín le dijo a julio que estallaran una y lo hicieron en una zona de bosque sin peligro. Mulín habiendo sido militar, sabía como funcionaban las granadas y no pasó nada.
Cuando llegaron a Los Granadillos, los cipotes babosos se pusieron a hacerle miedo a la gente con la dicha granada, don Nayo les dijo a los dos bichos que dejaran de joder con eso y que pasaran por el puesto militar de El portillo, el día siguiente y la entregaran al oficial al cargo.
Como es evidente ellos no hicieron caso. Él día del accidente decidieron estallar la segunda granada. El mulín a cargo de hacerla estallar le dijo a julio que se quedara un poco retirado que el iba a hacerlo. Algo sucedió y la granada se escapó de las manos de Mulín explotando y destrozando al individuo e hiriendo a julio con varias esquirlas en el pecho.
Julio herido se regresó a su casa y en el camino ya encontró a Nayo que venia a ver lo de la explosión. Sacaron a Julio hasta la carretera para trasladarlo al pueblo para ver un médico.
Una vez el levantamiento de testimonio hecha, el juez dispuso que la familia podía levantar el cuerpo o lo que quedaba de él. Don tavo les preguntó que qué querían hacer y las familias dijeron que lo querían velar un poco en la casa de su hermana antes de enterrarlo en el cementerio de Conchagua. Él los autorizó.
La familia les pidió ayuda a los militares para levantar el cuerpo y los militares no aceptaron arguyendo que no tenían camillas ni bolsas de plástico ni material. 
Yo viendo eso se me ocurrió una idea y me dije:  Si agarramos dos sacos de los que utilizábamos para transportar café y les cortamos las esquinas y hacemos pasar dos trancas de roble rectas a través de los agujeros haciendo que las bocas de los sacos se encontraran en medio y luego poniendo unos travesaños a la altura de los agujeros y luego costurarando con cabuyas las dos bocas juntas, pues tendríamos una camilla.
Sin decir nada llamé a uno de los familiares y fuimos a buscar sacos en el carro y cabuyas. Le expliqué la cosa y el tomo un machete y cortó dos robles jóvenes y derechitos. Hicimos la camilla en las barbas de los militares que ni cuenta se dieron por estar alegando con el juez que estaba bravo por la falta de colaboración de los chafas.
Los familiares comenzaron a poner los restos mortales de el Mulín en la camilla.
El teniente que estaba ocupado respondiendo al Juez se vira y pregunta: 

¿Quién hizo esta mierda? Refiriéndose a la camilla.

El muchacho que me había ayudado me señala. 

El oficial se dirige a mí y me dice: 

¿Vos hiciste eso?

Si, respondí yo.

¿Y dónde aprendiste a hacer esto?

No aprendí, nadie me enseñó, solo se me ocurrió.

¿Se te ocurrió, así nomás, como milagro?

Pues sí, sólo un poco de lógica, le dije.

¿Cómo te llamás?

Ya le di mi nombre.

¡Papeles!

Le doy mi tarjeta de identidad.

¿Tas seguro que nadie te ha entrenado?

¡Si!  Respondo.

¡Si teniente! Se responde.

Ya las patas comenzaban a temblarme diciéndome este cabrón ya me va a hacer clavo.
Entre tanto don Tavo ya había terminado de escribir su informe y recogido las firmas de los testigos y de los miembros de la familia. Me llama y me dice:

Nos vamos, vamos a ir a recoger a tu papá y a Nayo que están abajo.

El teniente dice:

¡Este no se va! Va detenido para interrogatorio.

Don Tavo se vuelve a encachimbar y le dice ¿y ahora cuál es tu problema?

Es que este elemento hizo una camilla para el muerto y eso no es normal. Eso solo se aprende en los entrenamientos militares.

¡Puta! Y si se aprende en los entrenamientos militares ¿Por qué no la hicieron ustedes? ¿Y usar la cabeza también se aprende en los entrenamientos o solo se necesita ser inteligente para usarla? Le dice don Tavo al oficial.

Entréguele la identidad al muchacho, es mi asistente y yo respondo.

El chafa ante el argumento de don Tavo, me da la identidad y yo livianito me escurro al lado de don Tavo y nos fuimos.
Pasamos por la clínica, una de las clínicas del pueblo, el juez fue a ver a julio quien confirmó lo que Nayo había contado.
Así termina este triste episodio. Una tragedia humana provocada por la irresponsabilidad de los elementos de la Contra y la ingenuidad de dos jóvenes que nos sabían medir las consecuencias de sus actos.
En lo que me concierne, pasé varias semanas durmiendo mal figurándome las imágenes de aquella carnicería.
Aquí los dejo, Abrazos.

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