Siguiendo con esta camándula de anécdotas
puntuales esta vez los conduciré a través del universo de algunas
manifestaciones del sincretismo cultural.
Se denomina sincretismo al proceso cultural en el que dos tradiciones, culturales
entremezclan, conciliando sus contenidos diferentes. Generalmente se da en
términos de fusión y asimilación, obteniendo así un producto cultural
totalmente nuevo, aunque con signos más o menos evidentes de los iniciales.
Este viaje lo haremos a través de dos
historias que nos contaba mi madre en aquellas calurosas tardes de verano que
olían a frutos de tapaculos, a estiércol de ganado seco y café pilado. Eran
días largos, no por que la claridad durará más horas, sino porque el calor los
hacia trascurrir despacio y pesadamente y porque el ajetreo de la cosecha de
café y la presencia de tanta gente en los meses de temporada se veía remplazada
por la bulla de las chicharras y por la calma asfixiante de los julios, como
los llamaban los viejos.
Nosotros los chigüines esperábamos la tarde y el momento en el que mi mama[1] recogía la cocina, lavaba el nixtamal y apagaba el fuego. Luego salía y se sentaba en el corredor de la casona y miraba hacia la loma del potrero de El Cerro, como lo llamaba mi papa. Miraba como los pinos se mecía al compás de ese viento tímido de la época seca, sacaba de su delantal su paquete de cigarrillos Royal, sus fósforos y “encendía un recuerdo” como diría Zitarrosa.
Melba y yo nos acercábamos y le pedíamos
que nos contara un cuento. Ella decía que no se sabía muchos. Nosotros sabíamos
que era verdad porque siempre nos contaba los mismos. Era un poco triste para
mí porque mis dos otras hermanas estaban en el pueblo en la escuela y sólo
venían para semana santa o los feriados largos.
De esas historias que nos contaba mi mama
me acuerdo de los nombres de tres: “La Pancha, la Panchita y la Panchona” “Tres
Ojitos” y “Estrellita de oro”. De la primera no me acuerdo siquiera de un
pedacito. De la segunda mi hermana Melba la conservó hasta que se le olvidó (y
no es broma) y la última sólo me acordaba de ciertos pasajes, sobre todo de una
palabra “el mangual”.
De la primera historia aun no he encontrado
referencias ni el texto. De las otras dos pude averiguar que “Tres Ojitos” es
la versión que mi madre recuperó por tradición oral del cuento de los hermanos
Grimm y que se llama “Un ojito, Dos Ojitos, Tres Ojitos” y el otro, es un
antiguo cuento español conocido como “Estrellita de oro”. Este último es la
versión española de “La Cenicienta”, un cuento antiguo de la tradición europea
que Charles Perrault, los Hermanos Grimm y Giambattista Basile hicieron
perdurar en papel y que Walt Disney terminó prostituyendo más tarde.
Van a dejar a la vaca sin cola (Refrán español que se aplica cuando el afán de repartir algo, resulta perjudicial).
-
Mama, cuéntenos un cuento.
-
¡Y
que les voy a contar pues! Si sólo se me unos poquitos
-
Cuéntenos
el de tres ojitos, a la Melba le gusta.
-
Vaya
pues, pero me vua a terminar el cigarro y vuir a buscarme una taza de café.
Se fue para la cocina y regresó con una
taza de café, y dos platos con la mitad de un plátano asado abierto con
mantequilla de costal en medio.
-
Bueno
les vua contar el cuento. Cómanse el plátano…
Había una vez una mujer que tenía tres
hijas. La mayor se llamaba Un Ojito, porque tenía un solo ojo en medio de la
frente; la segunda, Dos Ojitos, porque tenía dos, como la gente humana; y la
tercera, Tres Ojitos, porque tenía tres, uno de ellos en medio de la frente. Y
como la segunda no era distinta de la demás gente, sus dos hermanas y su mama
no la querían. Ella no era única y le decían:
-
Vos
con tus dos ojos no servís ni para sacar un perro a mear, sos ordinaria, no sos
como nojotras.
Y, así, la rechazaban eran malas con ella
y la obligaban a usar vestidos rotos y para comer no le daban más que las sobras.
Y la molestaban lo más que podían.
Un día en que Dos Ojitos se había ido al monte
a cuidar su vaquita, estaba sentada a la orilla del caminito, llorando a mares.
Lloraba y lloraba y ya de tanta lágrima que había echado ya había como dos
charcos de agua en el suelo. Solo faltaban los bumbulunes.
********* Todos reíamos. ************
¡Pobrecita! su mama y sus
tales hermanas la habían mandado sin comer y estaba que se la llevaba
candangas del hambre. En una de esas, levantó los ojos y vio a su lado a una mujer, que le preguntó:
-
Dos
Ojitos, ¿Qué le pasa mija, por qué llora?
La cipotilla le contestó:
-
¿Ay
doña, cómo no voy a estar llorando? No ve que soy fellita, porque tengo dos ojos
como toda la otra gente, mi mama y mis hermanas no me quieren, me tiran en un
rincón, me ponen vestidos viejos y sólo me dan de comer lo que les sobra. Hoy,
como no sobró nada, no me dieron nada de comer y tengo una hambre perra.
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-
Pobrecita
¿vaa Melba? ¿Vos cres que le van a dar de comer?
-
Shhhhh
¡ Callate oí a mi mama!
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Entonces le dijo la viejita:
-
Ya
no llore mija, yo le voy a enseñar unas palabras mágicas para que consiga
comidita.
Sólo tiene que decir esto hablándole a su
vaquita:
"Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; sírvame la mesita."
Y de repente tendrá delante de usted una
mesa, bien servida con montón de comida sabrosa (platanitos fritos con
mantequilla, frijolitos fritos, carne asada, frutas y todo…) va poder comer
hasta llenarse, pero que no te valla a dar indigestión, recordá que la gula es
pecado. Y cuando ya estés llena y que ya
no ocupes la mesa, entonces vas a decir:
"Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; quite la mesita."
Y la mesa va a desaparecer.
Y con eso la viejita se jue
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-
Mama
¿para onde se jue?
-
Allí
agarro para El Calentadero, por aquel camino…
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Dos Ojitos pensó: Será verdad eso. Bueno, si no pruebo no voy a
saber. Entonces miró a la vaquita que comía zacate y le dijo:
-
“Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; sírvame la mesita."
Apenas dijo eso, miró en frente de ella
una mesita cubierta con un mantel blanquito, y encima, un plato con su
cuchillo, trinche y cuchara, todo de plata. Había también carne todavía humeante,
como si acabara de salir del asador y un montón de cosas. Dos Ojitos rezó la
oración más chiquita que se sabía (como la de San Jorge o la de San Isidro). Se
puso a comer.
Ya cuando estaba llena dijo las palabras
que le había enseñado la viejita.
- "Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; quite la mesita."
Y en dos patadas, la mesita se hizo humo
con todo lo que había.
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-
Puchica, dice mi mama, que bueno juera tener una cosa así para cunado tu papa llega con
hambre y que no he hecho el almuezo.
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Bueno… Cuando regresó a la casa en la
tardecita, con el baldecito de leche y la vaquita, encontró un guacal con tucos
de tortilla jucos y cuajada de ayer que le habían dejado sus hermanas, pero no le
hizo caso porque ella había comido bueno.
Al día siguiente, se jue de nuevo con la vaquita,
sin pararle coco las sobras que le habían puesto para el desayuno.
Al principio, las hermanas no le hicieron
caso a eso y pensaron que se la pasaba comiendo juanitas y moras en el monte.
Pero el asunto se volvió a repetir seguido y entonces se pusieron ojo al cristo
y dijeron:
-
¡Jum,
esta chugüina nos está fregando, siempre deja la comida, cuando antes se
zampaba todo lo que le dejábamos. De seguro se está bebiendo la leche o se ha
encontrado una guaca de guineos.
Y allí jueron con el pito y la caja…
-
Mama,
fíjese que esa mica de Dos Ojos no se come la comida.
-
Nojotras
creemos que se está bebiendo la leche. O será que doña Caya le da de comer….
-
Pérense
un ratito, les dice la mama. Para averiguar lo que pasa, vos Un Ojito la vas a acompañar
mañana y la vas a vigiar a ver qué es lo que hace o si alguna gente le trae de
comer y de beber.
En
la mañanita, turbito, cuando Dos Ojitos se iba a ir, se le acercó la hermana mayor
y le dijo:
-
Mi
mama me dijo que juera con vos a cuidar la vaca; ella quiere saber si la cuidas
bien.
Pero Dos Ojitos entendió el menjunje y la
carambola de las otras mujeres. Llevó a la vaca a un buen potrero y le dijo:
-
Vení,
Un Ojito, sentémonos aquí; te voy a cantar una canción para que descansés.
Un Ojito, como era como la melcocha, estaba
cansada de caminar y del sol perro que hacía; se sentó, y su hermana se puso a
cantarle:
-
“Arru
ru ru rú dormite un ojito,
Cabeza de ayote…
Si no te dormís,
Te come el coyote”
Le cantó la canción hasta que la otra,
cerrando su único ojo, se quedó dormida. Cuando Dos ojitos vio que su hermana se
durmió y que dormía a ronquido y pedo y que no podría descubrirla, dijo:
- "Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; sírvame la mesita."
Y se sentó, comió y bebió hasta quedar
como alforja templada. Luego volvió a decir:
- "Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; quite la mesita.”
Y ra ra cataplun plun plun, todo
desaprecio.
Dos Ojitos despertó entonces a su hermana
y le dijo:
-
Un
Ojito, vámonos que ya es tarde, hay que ir a encerrar la vaca. Vos decís que
venias a cuidar la vaca y mírate… roncando como perol de tamales en hervor.
******************Nos reimos*********************
-
Venite,
le dice, vámonos para la casa.
A la hora de la cena Dos Ojitos no probó
bocado.
Un Ojito no pudo decir a su mama porqué su
hermana no quería comer y le pidió perdón, diciéndole que se había quedado
dormida en el potrero.
Al siguiente día, la doña le dijo a Tres
Ojitos:
-
Esta
vez sos vos la que vas a ir, esa patastona de Un Ojito no sirve para estas
cosas; fijate bien que es lo que hace esa mona viaja de Dos Ojitos, y si
alguien le trae comida, yo no me la trago que aguanta hambre.
Así pues, Tres Ojitos fue a ver a Dos Ojitos en el rincón donde
estaba y le dijo:
-
Mi
mama me dijo que juera con vos a ver si llevas la vaca onde hay zacate. Dice
que la mira flaca.
Pero Dos Ojitos, como no era hija de
vieja tonta, supo que se la querían echar en gallina y acepto. Llegando al
potrero en donde había montón de ese zacate calinguero que da buena leche. Le
dijo a su hermana:
-
¡Púchica
parecés tomate!
Y es que esa Tres Ojitos parecía pelota
de cuajada. Era redonda y blanca por que no salía a agarrar sol.
-
Sentémonos,
le dice Dos Ojitos, te voy a cantar una canción para que descancés.
La chibolona se sentó, cansada de caminar,
y Dos Ojitos volvió a cantar la cancioncita aquella:
-
“Arru
ru ru rú dormite Tres Ojitos,
Cabeza de ayote…
Si no te dormís,
Te come el coyote”
Y siguió cantando, sólo que de las ganas
de comer se equivocó y en vez de decir Tres ojitos decía Dos Ojitos.
-
“Arru
ru ru rú dormite Dos Ojitos,
Cabeza de ayote…
Si no te dormís,
Te come el coyote”
Pues como esas cipotas no eran normales,
a Tres Ojitos se le cerraron dos ojos y se le quedaron dormidos; pero el
tercero, y como Dos Ojitos se equivocó, el otro se quedó despierto. Pero la
pelota de cuajada mañosa lo cerró y se hizo la dormida, y lo habría y cerraba
de vez en cuando para vigiar a Dos Ojitos. En ese fregar pudo ver todo el perendengue de
Dos Ojitos.
Cuando Dos Ojitos creyó que la otra ya
estaba socada, dijo el echizo:
- "Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; sírvame la mesita."
Y comió y bebió hasta quedar como matate
de ciego. Luego volvió a decir:
- "Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; quite la mesita.”
Y pulungún, todo se jue.
Pero resultó que la hermana vio todo,
pero siguió haciéndose la dormida.
Ya en la tardecita, Dos Ojitos se le
acercó y le dijo:
-
¿Despertate
Tres Ojitos?
-
¡Mira
que facha!
-
¡Te
mandan a cuidar la vaca y vos roncando como el carro de Tito Viernes!
-
Vaya,
amunus, pa la casa.
Cuando llegaron a la casa, la mesa estaba
servida y en la mesa del fogón el guacal con las tortillas duras y lo frijoles
jucos para Dos Ojitos, que ni siquiera los vio y se puso a hacer otra cosa.
Entonces, allá fue Tres Ojitos con la
chira de chancho y el pito y la caja…
-
Ya
sé por qué está mona fellisima no come. Bueno, si come, pero es porque esa vaca
es bruja. Fíjese mama que allá en el potrero esta carenaipe le habla a la vaca
y les dice:
- "Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; sírvame la mesita."
Y la vaca le aparece una mesa
con un montón de cosas buenas, viera; hasta de esos algodones de la feria le
sale y hasta botellas de naranjita tropical.
Esta mona come y luego le vuelve
a hablar a la vaca y le dice:
- "Vaquita, vaquita, por la virtú que usté tiene y la que Dios le ha dado; quite la mesita.”
y todo se hace humo. Yo lo vi
todo con estos este ojo que se van a comer los gusanos.
Esta mona cara chancleta me durmió con
una canción, pero solo se me durmieron dos ojos y el otro vio todo. ¡Esa vaca
es bruja!
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-
Mama
¿y era cierto que la vaca era bruja?
-
¡Que
cipote mas papo! Dice Melba ¡No ves que era la viejita la que le había enseñado
las palabras!
-
Si,
¿pero porque decía vaquita?
-
¡Que
mono más preguntón! ¡Callate mejor, a ver si mi mama termina el cuento!
-
Si
¡Pero dice vaquita!
-
¡Shhhht!
-
Bueno
mijitos si no se callan no sigo, dice mi mama.
-
¡Mira!
¡Verdá que te dije! Dice Melba.
***************************************************************************
Entonces la vieja, la mama, llamó a Dos
Ojitos y la rgaño:
-
¿Aja
cipotilla mañosa, parece que te las das de gran cosa con esa vaca bruja, vos
crees que yo soy bajada con vara? Ya se lo que hacés con esa vaca y ya vas a
ver lo que te va a pasar. Andá traeme esa vaca.
Dos Ojito fue y trajo la vaca.
La vieja tal por cual, agarró un cuchillo y mató
la vaca.
**************************************************************************
- ¡Melba!
- ¿Qué?
-
Que
tonta esa señora ¿vaa? Ya no va tener leche, ni cuajada, ni mantequilla.
-
¡Que
mono pa’ fregar!
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Cuando la doña mató la vaca, Dos Ojitos
salió de su casa llorando a moco tendido… triste y se fue a arrimarse a llorar
a un poste donde amarraban la vaca. Entonces se le apareció la viejita otra vez,
y le dijo:
- ¿Y ahora mija? ¿Qué me la pasa?
-
¡Hay
Doña! - respondió la muchacha -. No ve que mi mama mató mi vaca que me daba de
comer y que daba de comer a mi mama y a mis hermanas. Además, era mi única
amiga.
Entonces le dijo la viejita:
-
Dos
Ojitos, te voy a dar un consejo porque sos buena gente: Decile a tus hermanas y
a tu mama que te den la cola de la vaca muerta, y enterrala en frente de tu
casa. Vas a ver te va a traer suerte. Y pluff la viejita se fue.
Dos Ojitos volvió al patio de la casa, en
donde las mujeres destazaban la vaca y les dijo:
-
Ustedes
son malas, mataron a mi vaquita y de esa vaquita no voy a comer ni el bofe, yo
solo quiero la colita de la vaca de recuerdo.
-
JAJAJAJAJAJAJAJA…
La cola… no te digo que es dunda esta cipota.
Le cortaron la cola a la vaca y se la
tiraron. Tomá allí está tu cola.
La cipotilla agarro la cola la envolvió en
hojas de guineo secas y en la noche la enterró como le había dicho la viejita.
Al siguiente día, en la mañana, cuando se
despertaron y mandaron a Dos Ojitos a barrer el patio, se quedaron sesereques,
con los ojos pelados como saracucucos, cuando vieron aquel palo tan bonito que había
nacido de nada. Era un palo hermoso, con hojas de plata y frutas de oro. Pero
ni en tierra santa se había visto un palo como ese. El palo de zapote de doña
Luisa y los naranjos de Emilio López eran nada, comparados con ese palo. Nadie sabía
cómo había salido allí aquel palo, de un día para otro. Sólo Dos Ojitos sabía
que nació de la cola de la vaca que ella había enterrado, allí, en el mismo
punto onde nacido el palo.
****************************************************************************
Yo que ya sabia que era el oro, después
de que me cayó el ñango de ocote en la cepa, le pregunto a mi mama.
-
¿Mama,
esas frutas se comen?
-
¡Púchica
este cipote si pregunta! Dice Melba.
-
Pues
fíjate mijo que no se, no le pregunté a la viejita. Responde mi mama.
-
¡Ay,
jeula! ¿Entonces usté conoce a la viejita?
-
¡Ya!
Que no ves que mi mama va dejar de contar.
-
No
mijo, no la conozco, solo Dos Ojitos la conoce.
-
¡Ah,
bueno!
Entonces sigo.
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La vieja turuleca de la mama cunado vio
el palo, dijo a Un Ojito:
-
Subite a ese palo vos y bajame unas frutas de
esas.
Trepó la chavala al palo; pero en cuanto
trataba de cortar una de las frutas de oro, la rama se le apartaba, y lo mismo
pasaba cada vez que quería cortar una fruta.
Entonces la vieja caretortilla bien brava
le dijo a Un Ojito:
-
Bajate
diay, mica vieja inútil. Y vos Tres Ojitos, subite vos. A ver si con esos tres
ojos ves mejor esas frutas.
Tres Ojitos se subió al palo, pero le salió
la venada careta; por más que mirara alrededor suyo, las manzanas de oro no
estaban.
-
¡A
la grande! Dice la vieja, pues voy yo, estas chigüinas no sirven, son pura agua e
masa.
Pero lo mismo. Cada vez que creía agarrar
uno de las frutas, se encontraba con la mano llena de aire. Y bien brava, se bajó
y le dijo entonces a Dos Ojitos:
-
Anda
vos patas de gallina culeca, a ver si vos podés.
Las hermanas se pusieron a burlarse de
ella.
-
Jajajaja,
patas de gallina culeca jajaaja… se reían y señalaban a la hermana.
-
¡Qué
vas a poder vos, si andas toda cacreca!
Dos Ojitos se treparó al palo, y las
manzanas de oro ya no se fueron, más bien, así nomás se desgajaban y caían en
su delantal. La nana se las quitó todas, y Un Ojito y Tres Ojitos en vez de tratar
mejor a la hermana, la trataban peor, por envidiosas, porque miraban que sólo ella
podía conseguir las frutas.
Un día estaban las cuatro mujeres
sentadas debajo del palo, entonces vieron que se acercaba un jinete. Montaba un
caballo negro bien jarciado, llevaba una pistola al cinto rodeada de tiros, un
sombrero de pelo unas botas de San Marcos de Colón y se le miraban los dientes
de oro. Era preparado, como decía don Pedro Sosa.
¡Uyy! Aquellas mujeres cuando vieron al
hombre, le dicen a Dos Ojitos.
-
¡Vos
pasmada! Andá metete al bunque onde te escondemos cuando hay visita, para que no
nos de pena.
La cipotilla se metió al cajón, pero se llevó
con ella unas cuantas frutas que acababa de cortar.
Cuando el hombre, bien educado, llegó, resultó
que era el hijo de un hombre rico y hacendado que tenía sed y buscaba agua.
Pero la sed se le hizo humo cuando miró aquel palo tan bonito. Entonces, dijo a
las dos hermanas:
****************************************************************************
-
¡Oy
mama! Ese hombre a de haber sido uno de los hijos de don Goyo Zelaya. Mi papa
dice que ese don tiene mas pisto que mi abuelo.
-
¡Que
cipote tan papo! No ves que es un cuento, onde has visto vos gente con tres
ojos. Con uno sí. Mira aquel, Roque Chele, que trabaja con mi papa solo tiene
un ojo es tuerto. Pero tres…
-
¡Ahhh!
-
¡Bueno
Cipotes! ¡Tengan juicio!
Entonces el hombre se baja del caballo y
pregunta:
-
¿De quién es este palo tan bonito? Por una de
sus ramas daría lo que me pidieran.
Tres Ojitos y Un Ojito contestaron que el
palo era de ellas y de la mama, y que iban a quebrar una rama para dársela.
Las dundas se forzaban como burros
cargados; pero nada. Las ramas no se quebraban y les daban chilillazos y tortazos
en la cabeza.
El hombre las miraba riéndose porque el
asunto era chistoso y les dijo:
-
Qué
Raro, que, si el palo es de ustedes, no le puedan ni siquiera cortar una hoja.
Pero ellas seguían diciendo que el palo
era de ellas.
Mientras se obstinaban hablando casulla,
Dos Ojitos, desde adentro del bunque, dejo caer unas dos frutas de las que había
llevado. Las frutas se fueron de rodadas hasta las canillas del hombre. Dos Ojitos
ya estaba hasta el tronco de enojada por todos los malos tratos de sus hermanas.
Cuando el jinete vio las frutas, preguntó, asorocado, de dónde habían salido
aquellas animalas. Tres Ojitos y Un Ojito le respondieron que tenían una
hermana, pero que no la enseñaban porque sólo tenía dos ojos, como la demás
gente corriente.
***************************************************************************
- Que mujeres más tontas, como que no sabían que el jinete también solo tenía dos ojos. Apunta mi mama.
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El hombre insultado que se sintió, les
gritó que quería verla:
-
¡Salí,
Dos Ojitos! Gritaron las turulecas de las hermanas.
La muchacha agarro valor, salió del bunque
con un montón de hojas de guineo pegadas en el pelo y el los chilincos que
llevaba.
El hombre cuando la vio se quedó con la boca
abierta y con unos ojos más pelados que los de Norma Mondragón “pelándole el
ojo don Tito”. Pero no fue porque parecía el horasquil de montaña, más bien
porque la muchacha era bien bonita. Y
tartamudeando como Pantaleón Mendoza le dijo a la muchacha:
-
Seseguuuramente
vovos ppopodés cocortarme uuna ramama dese papalo.
-
¿Cómo
no? Le contestó la cipota, claro que puedo, pues el palo es mío. Se subió al
palo y facilito cortó una rama con un tunquito, con hojas y frutas y se las dio
al jinete.
Entonces el jinete dijo:
-
A
ver muchacha… ¿Qué es lo que querés que te dé?
-
¡Ay!
- Contestó la muchacha – Viera como sufro aquí. Aquí aguanto hambre y miserias porque,
aunque el palo es mío, mis hermanas y mi mama no me dan nada y solo paso
trabajando desde la mañana hasta la noche. Yo lo que quisiera es irme de aquí. Lléveme
con usted yo le voy a servir de sirvienta y voy a trabajar para usted si me da
de comer y un cuartito onde dormir y un sueldito para comprarme ropita. Así voy
a estar alegre.
Entonces el jinete montó en su pelenque y
le ayudó a Dos Ojitos a subirse al anca de su caballo y se la llevó a la
hacienda de su papa. Al ver que el Muchacho
se llevaba a Dos Ojitos, las dos hermanas se pusieron más envidiosas, pero se consolaron
diciendo: "De todos modos, nos queda el palo maravilloso, y aunque no
podamos hacer nada con él, todos los que pasen por aquí se van a parar contemplarlo. Van a tocar a la puerta de la casa y hasta marido vamos a
encontrar."
Pero, a la mañana siguiente, el palo había
desaparecido y, con él, todas las ilusiones de las hermanas envidiosas.
Cuando Dos Ojitos llegó a la hacienda, la
mama del jinete la vistió y la alimentó bien. Como era trabajadora y hacendosa
la mamá la hizo jefa de las trabajadoras y le dio un cuarto y le pagaban. El
don la mandó a la escuela.
Un día cuando Dos Ojitos se asomó a la
ventana de su nuevo cuarto, vio con mucha alegría que, escondido entre los palos
de la montañita de enfrente, se encontraba el palo mágico. El palo la había
seguido.
Como ya Dos Ojitos vivía bien, empezó a tener
carnitas y colorcito, se puso más bonita y el muchacho se enamoró de ella y se
terminaron casando. La muchacha vivió feliz por bastante tiempo. El muchacho le
hizo una casa bien bonita en el cerrito onde estaba el palo.
Un día llagaron a su casa dos mujeres bien
pobrecitas que pedían limosna. Dos Ojitos, cuando las miró, reconoció a sus
hermanas por los ojos. Pero estaban más peladas que la vara de un cuete y todas
sarnosas (parecían perros caratosos) y vivían de pedir de casa en casa, como la
Pabicha del pueblo.
Dos Ojitos las atendió como se debe, las trató
bien y las curo y las mando a cambiarse y a bañarse por que olían como el
Terris cuando come mortorio. Las hermanas admiradas por como se portaba la
hermana que tanto habían maltratado, cambiaron se arrepintieron y se quedaron
viviendo con ella.
Por eso mijitos, uno entre hermanos no
hay que ser malos. Nadie es distinto. Unos son blancos, otros negros; otros
gordos, otros flacos, unos feos y otros bonitos, pero todos tenemos corazón y cuando
vamos al purgatorio allí las pagamos todas… Las buenas y las malas.
Colorín colorado... este cuento se ha
acabado.
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- ¡Pérese mama! ¿Y la viejita?
- ¡Y dale! Que no ves que ya es tarde, hay que ir a dormir.
-
¡Ve!
Yo quiero saber que se hizo la viejita.
-
Mijo,
usted por estar hablando y queriendo saber cosas ni el plátano con mantequilla
se ha comido. Y la viejita... pues se jue para otro lado a ayudarle otra muchacha.
No ve que en este mundo hay un montón de gente que no tienen nada.
-
¡Ta
bueno pues! Ojalá le ayude a los cipotes de Enriqueta la de Cosme y a los de Beto
Aguilar.
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Así termina este cuento que nos contaba
mi mama en aquellas tardes calurosas de los julios. En la próxima, les cuento
la de Estrellita de Oro y otras anécdotas puntudas.
[1] En todo el texto se omite la tilde de papá y mamá, porque toda la
vida así llamábamos a nuestros padres. Mi papa y mi mama.