lunes, 6 de diciembre de 2021

La Parábola de los muleros


Dario Izaguirre.

Dos muleros que vivían en No sé Dónde. En No sé Dónde los días se multiplican por años.

En No sé Dónde, las mulas tienen historia, en No sé Dónde, los muleros y las mulas son de apellido pueblo.



De No sé Dónde salieron dos muleros hace diez y seis días, con sus mulas cargadas de esperanza. Las mulas iban aparejadas con aperos de valentía, lomillos y albardones de coraje, jáquimas de humildad y sudaderos de orgullo y no me olvides. Esta vez a los muleros de a pie y descalzos les habían dado jarcia retobona y montura de cambio.

Iban felices. Avanzaron tres días y en un pasaje de descanso los asalto una banda de ladrones de túnicas rojo y azul. Les robaron las jarcias y parte de la carga. Pero los muleros defendieron sus cargas, aunque varias mulas perecieron en el asalto. Otros muleros de a pie quisieron ayudarlos, pero varios sucumbieron en el asalto, los mataron; a otros los hicieron esclavos de la mentira, de la propaganda, el soborno y el tráfico ilegal.

Nuestros muleros siguieron camino con mulas maltrechas, heridas y cansadas. Siguieron camino, curando chimaduras y heridas, porque aún quedaba mucha carga de esperanza. Durante días avanzaron sorteando escoyos hasta que el quinto día después de su partida, los volvió a atacar una banda de lobos. Las mulas fueron de nuevo heridas y la carga de esperanza se volvió más pesada. Pero las mulas y los muleros, cansados y enfermos, siguieron su camino. La esperanza es pesada, pero hay que llevarla a destinación y repartirla.

Siguieron y cuatro días más tarde, después del ultimo asalto, fueron otra vez asaltados por una banda de turcos que tenían negocio en una casa azul, con empleados de caites y del mismo origen que los muleros. Traicioneramente ofrecieron estos un descanso a los muleros. Con todo y riesgos y a sabiendas de lo matreros que eran los de la casa azul, los muleros aceptaron el trato.

Esta vez el descanso les costó caro. Mientras se dormía, les volvieron a robar y de la recua maltrecha perdieron a las mulas más débiles y las matreras que se dejaron obnubilar por los pastos azules se escaparon.

Los muleros, al final, lograron reanudar el viaje con su carga de esperanza y otra vez, cuatro días después de haber escapado del traicionero albergue, volvieron a caer en la trampa de los bancos y los morados políticos que ofrecieron agua y refugio. El agua estaba envenenada y el refugio lleno de toda clase de plagas. Pero nuestros Muleros resistieron hasta que cuatro días mas tarde llegaron a un valle en donde el peligro se podía prever de lejos, aunque el camino era aun incierto. Las mulas ya eran pocas y la carga pesada.

Se sentaron.

¡compa! ¿qué hacemos ahora? No nos quedan muchas mulas, aunque las que nos quedan son las mejores. Estamos enfermos…

¡Hermano! Mire allá viene una gente.

¿Quién será, compa?

La gente se aproximaba lentamente, pero con paso seguro. Cuando lograron vislumbrar las caras, vieron que eran familiares y amigos, traían una mula descansada.  Esa gente había oído de los asaltos y de los percances de los muleros y se dijeron que había que ayudar a entregar la carga.

¡Mire compa! Son los primos, los vecinos, la gente del pueblo los que vienen.

¡Hermano! Pero solo traen una mula.

¡Y eso que!

Mire, usted se acuerda lo que decía el Tata. Él decía que si la trocha es larga hay que aligerar la carga ¡Pues así se tiene que hacer!

Mire, la mula nueva y sana no puede con toda esta esperanza. Pero si la cargamos con lo mejor de la carga, ella puede ser la puntera de la recua. Las otras, ya más ligeras, la seguirán más rápido y si cada uno de nosotros, muleros amigos y parientes también cargamos con un costal. La carga será más ligera y, aunque la trocha sea larga, justos podemos llegar y repartir la esperanza.

Hermano, usted tiene razón. Nos faltan aún cuatro días, pero esa mula sola no puede con toda la carga.

Pusieron en práctica la estrategia del mulero mayor y emprendieron de nuevo el viaje, alegres, con cargas compartidas cada cual según su capacidad.

Allí van los dos muleros, las mulas maltrechas se recuperan, los compañeros se regocijan de ver a sus muleros con vida y la mula nueva punteando la recua.

Que bonito retrato… Creo que llegarán… y lejos. 

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