lunes, 22 de noviembre de 2010

Oraciones, Cuentos, fantasmas y agüizotes: volumen 2 (el gato negro)

Siguiendo la línea de mis escritos sobre el folklore y las tradiciones de nuestra tierra centroamericana, les quiero dejar hoy una serie de párrafos en donde les hablaré de un amigo de infancia. Pero no puedo comenzar a hablarles de ese amigo sin antes introducirles a ese universo místico y prohibido de la magia negra.

Todos los que hemos vivido en la campiña alguna vez hemos oído hablar de gente que practica la brujería. Algunos de esas gentes se han apropiado libros o fragmentos de libros susodichos mágicos, libros prohibidos a los que, antaño, sólo los iniciados tenían acceso.

¿Quién no ha oído hablar de la famosa oración del gato negro o de la oración de Monserrat o de pociones hechas con el hueso del pene de ciertos animales, o de ritos hechos con gallinas negras o con cabras negras? Todos esos hechizos, por así decirlo toman sus orígenes en libros como El libro de San Cipriano, o en
El Gran Grimorio del Papa Honorio, o en Las Clavículas de Salomón, o en La Biblia Satánica de Anton Szandor LaVey, entre otros. O en tradiciones milenarias que no tienen origen preciso. Ya en otro texto les hablé del moco de jolote y otras friegas que toman su origen en prácticas o ritos precolombinos.

Los libros prohibidos de hechicería siempre estuvieron al margen del común de las personas, la iglesia en su afán protector de la fe se encargó de quemarlos, perseguirlos y utilizarlos par infundir miedo a los feligreses ávidos de historias y de hechos sobrenaturales. Sobretodo en una época en donde la televisión, Internet y el correo electrónico no existian.



Pero siempre hubo marginales que decidieron esconder obras preciosas a sus ojos. De la misma manera en que yo escondía El breve diccionario de sociología Marxista de la Colección 70 o El pequeño ejercito loco de Gregorio Seltzer. así otros escondieron esos libros que ahora se pueden encontrar sin problema en red.

Bueno, ese amigo de quien les quiero hablar, era uno de esos iniciados. Nació en los años 1960 en la misma aldea que yo. A temprana edad perdió a su padre y fue criado por su madre y su abuelo quien en otros tiempos había sido soldado del General Carias.

Lo conocimos en mi casa porque mi padre, un hombre de muchas iniciativas y siempre listo a ayudar al desvalido, lo acogió como trabajador al igual que sus hermanos cuando aun era un niño.

Cuenta mi papa que este gallo llego por la primera vez al la casona de la montaña una mañana del mes de enero. Mi papa estaba en el corral donde el ordeñaba sus vacas y, desde lejos, Cantarranas (El nombre verdadero lo omitiremos por ahora, pero seguro que algunos de mis lectores sabrán de quien hablo. Por ahora le llamaremos Cantarranas) le gritó:

- Don Joche, manda decir mi mama que le venda una botella de leche.

Mi papa le contestó:

- Ta bueno pues, vení pasame la cumba para que te la llene.

- ¡Güevos! le dice Cantarranas, mi mama me dijo que no juera meter las patas onde estaban esos animales. Me dijo que me podían joder.

- Ve hombré, le dice mi papa, acercándose donde estaba el amigo este, si no entras al corral te vas a ir sin leche.

Mi papa sabía que las vacas no le harían ningún daño. Eran vacas mansas y dóciles. Al mismo tiempo, mi papa necesitaba un muchacho que le ayudara en sus quehaceres cotidianos puesto que en ese tiempo sólo tenía sus tres hijas, el raquítico de yo no había visto aun la luz del sol.

- ¡Güevos! yo no entro allí, le dice Cantarranas.

En lo que menos esperó se encontró dentro del corral, mi papa lo tomo en sus brazos y lo metió. El chigüín lloraba y maldecía a mi papa.

Mi papa le lleno la cumba y le dijo que no le costaba nada, que se la llevara, y que si quería otra que volviera mañana.

Al día siguiente no fue él quien vino sino su madre, hecha una furia.

Desde que mi papa la vio supo que una camándula de insultos se aproximaba.

- ¡Buenas doña! le dice mi papa ¿viene a buscar su cumbita de leche?

- Cómete una carretada de la que comió Torres viejo pendejo, le dice la doña, vos, viejo hijo de la setenta mil pares de zapatos, ¿crees que a todos nojotros nos parió una vaca? Mis hijos no han nacido en un corral como vos, mis hijos se han criado…

- Mire doña, le dice mi papa, antes de siga con su retahíla quiero decirle que lo que hice ayer sólo fue para probar a tu hijo. Ese güevoncito es fuerte y puede serte útil si deja que yo le enseñe a trabajar. Su marido ya no está, dejalo que venga y que se acostumbre. Si le gusta lo voy a ocupar como arriero.

- Ya te dije viejo maldito que mis chigüines nos van a crecer oliéndole el culo a tus vacas.

- No te digo que va a pasar su vida en el corral sólo te digo que puede aprender y de algo le servirá después. Entre tanto, pasame tu cumba que te la voy a llenar.

Los días siguientes fue Cantarranas quien vino a buscar la leche, efectivamente, poco a poco fue entrando al corral y terminó ayudándole a mi papa en las labores de ordeño y cuidado del ganado. Aprendió a montar, a fletar con mulas y a ganar un salario como todos los otros trabajadores. Siempre fue rebelde, cotestón, mal bosaleado y autónomo. Cuando cogió alas se fue a descubrir otras tierras. Por allí volvió hecho todo un hombre cuando yo tenía unos 14 años. Casado y hasta donde le seguí la pista, tenía 3 hijos donde uno de ellos, Jaimito, tenía su mismo carácter.

Cuando regresó, mi papa lo contrató y lo puso à cargo de la compra de café ya no ganaba salario sino que cobraba comisión. En eso trajines yo lo acompañaba y fue así como supe que en sus andanzas había aprendido algunas cosas que, al chigüín que era yo en ese entonces, daban miedo.

Cantarranas, según él y personas de la aldea donde nací, controlaba ciertos poderes que la permitían volverse invisible, trasformarse en mono, conquistar mujeres y otras prácticas esotéricas. Era temido y respetado por todos y, al mismo tiempo, un jugador compulsivo. Podía dejar todo su dinero en una jugada de dados o de naipes y en eso las brujerías que sabía no le ayudaban de mucho.

Durante nuestros viajes de compra de café platicábamos de toda cosa. Yo le hablaba de política y del hecho de que habían injusticias pero que también habían esperanzas. Pero mi trabajo de concientización caía al lado cuando él comenzaba a hablar de sus dones y de sus aprendizajes de hechicero.

Casi en cada aldea por la que pasábamos tenia una movida, una mujer que se derretía ante sus miradas de matarrata, como decía don Félix Cachaza. Alguna gente se apartaba del camino cuando lo miraban pasar.

Un día le pregunté:
- ¿por qué la gente te tiene miedo, vos?

- No se, respondió.

- Mira vos, le digo yo, por allí la gente dice que sos brujo. El otro día el compa Andrés me dijo había pasado por el pozo de la Tina la de Mundo ya de tardecita. Tina estaba allí y se pusieron a platicar. De repente, un mono comenzó a pasearse de rama en rama y a hacerles muecas (aclaro que en esa región de mi país no hay monos). Tina ni se asustó y lo único que le dijo fue – Mire Andresito, ese es su compa Cantarranas que nos quiere asustar. Cuando Tina le dijo eso, el mono se fue y dejo de joder.

Con una sonrisa esquinera, Cantarranas respondió.

- ¡Esos son papos!

- Bueno le digo yo ¿pero eras vos o no?

- Mira, me dice, te voy a contar una cosa pero no se la digas a nadie. Si lo contás eso va jugar en mi contra y me puede pasar algo.

Yo también era miedoso y le prometí de nunca decir nada. Sin embargo con el paso del tiempo Cantarranas se hizo cristiano y ferviente practicante, por lo tanto creo que ahora no le pasará nada.

- Bueno, le digo, no te preocupés, no le voy a contar a nadie.

- Mirá, me dice, cuando me fui a vagar por Olancho, conocí un jodido que tenia unos libros de magia negra y, como vos, yo no paraba de hacerle preguntas. Un día me dice: vení que te voy a enseñar algo.
El tipo me enseño el libro infernal, el libro de San Cipriano. Con ese libro me enseño unos cuantos pases.

- Aja ¿y que te enseño?

- Entre otras cosas me enseño a hacerme invisible, a conquistar mujeres y otras cositas.

- Hacerte invisible, esas son puras pajas tuyas para hacerme miedo.

- ¡No jodas! me dice, ¿si no me crees pa que putas me preguntás?

- Calmate hombre, le digo yo, es que eso de hacerse invisible es difícil de tragárselo.

- En el libro de san Cipriano me dice hay varios encantos que se hacen con un gato negro y uno de esos es el que te permite de hacerte invisible.

- ¿Y vos lo hiciste?

- ¡Si! y te digo que es vergueado, tenés que tener güevos. Porque te podes hacer loco haciendo el rito.

- Haber contame, le digo yo.

- Mira, me dice, yo lo hice en la montañita entre la finca de tu abuelo y las propiedades de Pancho Romero. Allí no va nadie y es pijiado que alguien te encuentre.
Tenés que encontrar un gato negro, me dice, negrito, sin una pizca de blanco. Lo tenés que engordar bien durante 7 meses, después, al séptimo mes cuando la luna esta llena te vas al lugar del ritual.

Tenés que llevar un a chalina fina de seda negra, un cuchillo virguito de crucero, una olla o tinaja tamaña pipa y un espejo nuevo en el que no te ayas visto, un haz de ocote fino rojito y leña de corazón de roble bien sequita. Si no tenés leña de roble podes utilizar otra clase de leña de palo duro, Trotón, encino, guayacán, quebracho, por ejemplo.

Bueno, una vez en el puesto prendés el fuego lo atizas y pones la olla con agua y la haces hervir y esperás hasta las doce de la noche. A las doce en punto te haces una heridita con el puñal y le hechas unas gotitas de tu sangre al agua. Después, agarrás el gato, que tenés en un costal de manta, y lo zambullís vivo en la olla. Allí tenés cuidado de que no te aruñe porque si te aruña te lleva el diablo. Allí esperas y seguís atizando el fuego hasta que los huesos se del gato se separen de la carne, cuando esto pase sacas los huesos y los ponés sobre la chalina, al mismo tiempo pones el espejo en el suelo al lado de los huesos, te apucuyas y cuando los huesos aun están calientes comenzás a ponerte los huesos uno por uno en la boca, pero preparate.

Aquí comienza lo bueno. Cuando te comenzás a poner los huesos en la boca el aire se pone fuerte al punto que puede apagar el fuego y comenzás a oír los maullidos de todos los gatos negros que han sido sacrificados por otros. Al mismo tiempo, recordá que te estas viendo en el espejo, pero lo que ves no es tu cara sino que todos los ejércitos de diablos que desfilan ante vos. Si tenés güevos y aguantas, en determinado momento te meterás uno de los huesos que hará desaparecer todas las imágenes del espejo, aun tu cara. El espejo no refleja nada. Cuando esto pase sabes que tenés el hueso que querés. Agarralo envolvelo en un pañuelo y metételo a la bolsa. El resto de los huesos y todo lo demás enterralo y andate de allí.

Ami se me ponían los pelos de punta, pero al mismo tiempo me daba gusto oír esas cosas. En le fondo sabía que eso formaba parte del la cultura de mi país. No obstante, siempre me pregunté si lo que Cantarranas me contaba era cierto, o si simplemente se trataba de inventos para hacerme miedo y hacerle miedo a la gente. Una cosa es cierta, Cantarranas practicaba sus ritos y sabía dominar ciertos aspectos de las tradiciones de brujería circulantes en América Latina desde hace siglos.

Un día pasábamos con Cantarranas al ladode una cantina del otro lado del río Conchagua. Allí, se encontraban un cachimbo de hombres bebiendo guaro y jugando naipes. Cantarranas me dice:

- Perate voy a ver si puedo jugar una mano.

- ¡no jodas! No gastés tu pisto en esa pendejada. Antes de jugar, comprale comida a tus hijos.

- Hombre, me dice, tenés razón, pero vamos a echarnos un fresco.

Nos bajamos de las mulas y desde que nos bajamos los otros hombres que estaban allí comenzaron a hacerle guasa a Cantarranas.

- Aquí esta el brujo
- Vení jugá con nosotros, te vamos a pagar una juca
Cantarranas repondia:

- Hoy no muchachos no tengo pisto.

Uno de los presentes, un tal Chepe Fajardo le dice:

- ¡No jodas cantarranas! ¿Qué putas te pasa hoy? Tas aguachento. Si no tenés pisto yo te doy 50 pesos, me los acabo de ganar herrándole las mulas a Canacho. Pero me tenes que probar primero que sos brujo y que te sabes las del uñudo.

- ¡No! Le dice Cantarranas, las cosas que se no son para venderlas y mucho menos para ganar pisto con bolos como vos.

- No seas Culero, le dice Chepe, si sos hombre tenés que hacerlo.

Los otros hombres comienzan a uchar a Cantarranas.

- Dale hombre, mostrale a ese jodido que las podés.

- Aquí todos sabemos quien sos, sólo ese papo es el único que quiere perder su pisto.

- Hacete mono o desparece para que se le quite la jodedera este.

Chepe lo urgaba tambien.


- Mirá, le digo yo, te dije que no viniéramos aquí.

- Callate, me dice. ya vas a ve como se las pongo estos pendejos.
Hombre Chepe, le dice, te voy a dar gusto. Primero dale los 50 pesos a Dario y luego te vas a buscar afuera un tuco de cascajo de unas 20 pulgadas de largo.

- Ta bueno pues, le dice Chepe.

Chepe me dio los 50 pesos y se fue a buscar la piedra.

Entretanto al interior de la cantina el silencio era uno de catedral al medio día.
Cuando Chepe regresó con la piedra, Cantarranas le dice:

- Tas seguro que me queres dar esos 50 pesos.

- Claro le dice Chepe de todos modos no te los vas a ganar porque ni brujo sos. Esas pendejadas que dicen de vos son puras pajas. Yo me meo en los brujos.

- Bueno, venite para acá le dice Cantarranas. Dame la piedra y ponete de espaldas a mí.

Chepe obedece y lo hace.


- Ahora abrí las piernas, le dice.

Silencio total en la cantina…


Cantarranas introdujo la piedra entre las piernas de Chepe y comienza a rezar una retahíla en una especie de glosolalia que nadie entendió. Teniendo la piedra con una mano comenzó a suspender a Chepe. Los pies de Chepe estaban a unos 50cm del suelo cuando empezó a gritar.

-¡Brujo hijueputa! bajame de allí. Ya te creo, bajame.

Cantarranas no paraba y lo iba subiendo más y más hasta que los pies de Chepe se encontraron a un metro del suelo. Cantarranas lo tuvo allí durante más de un minuto y no parecía ni hacer fuerza. La cantina se vació y las doñas comenzaron a rezar y sacar sur ramitas de ruda.

Cantarranas salió del trance y bajo a Chepe diciéndole:

- ¿Y ahora me crees?

Chepe con unos ojos de vaca viendo pasar el tren le respondió.

- Brujo pendejo, te ganaste los cincuenta pesos ya no te acerqués a mi ni a mi familia.

- Te recuerdo, le dice Cantarranas, que vos me pediste que hiciera eso, sólo tenías que dejarme en paz.

La cantina volvió a llenarse de nuevo y nosotros continuamos nuestro viaje en silenció yo quedé completamente impresionado.

Como les dije antes yo perdí contacto con Cantarranas. Me fui a estudiar a la capital pero el recuerdo de este brujo me siguió toda mi vida. Un día decidí de verificar si en realidad esas oraciones y sortilegios existen de verdad. Hice una investigación rápida sobre los sujetos de conversación que entreteníamos con mi amigo y encontré algunas pistas.

Para comenzar me pregunte ¿quien era san Cipriano?

Existen varios y dos de ellos son confundidos. El primero es el San Cipriano de Cartago. Este último
“nació hacia el año 200, probablemente en Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. En 248 y fue elegido obispo de Cartago. Al arreciar la persecución de Decio, en 250, juzgó mejor retirarse a un lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey. Algunos juzgaron esta actitud como una huida cobarde, y Cipriano hubo de explicar su conducta. Unos años después, en la persecución de Valeriano, Cipriano no huyó, fue primero desterrado y luego, llamado del destierro, vuelto a juzgar y decapitado en el año 258.

El segundo es San Cipriano de Antioquia a quien se le atribuye el librito de Cantarranas. Poco se sabe de este santo y lo poco que se sabe viene lo pone en relación con otra santa, Santa Justina. Lo poco que se encuentra en las enciclopedias viene supuestamente de una compilación de tratados sobre la vida de los santos llamada el Flos Sanctorum donde según parece padre jesuita Pedro de Ribadeneyra en 1599-1601, publica datos biográficos de este Santo.

Según la edición del libro de San Cipriano que se encuentra en la biblioteca digital de la Universidad te Toronto, encontramos que “
San Cipriano es Nacido en Antioquia, entre Siria y Arabia, de padres muy ricos y poderosos, venció todas las artes mágicas hasta la edad de 30 años en que se convirtió a la religión de Cristo. Dejó escritos infinidad de libros de hechicería, producto de sus muchos conocimientos y de las propias maravillas que ejecutó en su época de mago, y que causaron la admiración de todas las gentes” (Jonás Surfino (traductor): El libro de San Cipriano, Monasterio del Brooken. Año de Gracia, 1001, Nueva edición mexicana sin, fecha. Pagina 11).



Este Cipriano se convierte al cristianismo se hace obispo y muere a manos de los persecutores de los cristianos. A notar que es coetáneo del primero.

Así pues, la primera pregunta consigue respuesta.

Ahora me quedaba otra pregunta. ¿El ritual descrito por Cantarranas es en verdad uno de los descritos por San Cipriano?



Salvo algunas variantes probablemente regionales o simplemente para acentuar el carácter horrifico de la cosa, el ritual de Cantarranas sigue casi al pie de la letra las instrucciones del libro.

Según el libro de Cipriano la cosa va como sigue:

“MAGIA DE UN HUESO DE LA CABEZA DE UN GATO NEGRO
Pon a hervir un caldero de agua con leña de vides blancas (vid, uva blanca) y de sauce, y cuando vaya a romper el hervor mete dentro de ella un gato negro, vivo, dejándole cocer hasta que se aparten los huesos de la carne (Deberá tenerse el gato metido en un saco o en una cesta bien atada para zambullirlo). Realizada esta operación, sácanse todos los huesos con un paño de hilo y colócase la persona que está haciendo esta suerte delante de un espejo, metiéndose hueso por hueso en la boca hasta que la imagen de la persona que realiza esta operación desaparezca del espejo, lo que supondrá que ese es el hueso que tiene la virtud de hacer invisible a la persona que lo llevare en la boca. Cuando quisiereis ir a alguna parte sin ser visto os meteréis el hueso en la boca y diréis:
‘Quiero estar en tal parte por el poder de la magia negra.’
Es de advertir que no hay necesidad de introducirse en la boca todo el hueso para hacer la prueba del espejo, basta apretarle un poco con los dientes”. (Jonás Surfino (traductor): El libro de San Cipriano, Monasterio del Brooken. Año de Gracia, 1001, Nueva edición mexicana sin, fecha. Pagina 149).

Así pues una practica milenaria del viejo mundo sigue probablemente vigente en nuestros días.
Nunca sabré si Cantarranas había leído el libro pero si es cierto que por la vía de la tradición oral se pueden transmitir conocimientos de generación en generación.

Si nota que los gatos negros comienzan a desaparecer en su vecindario, no me eche la culpa. En otras páginas les contaré otros hechizos que me transmitió Cantarranas.

Saludos y que disfruten.

lunes, 8 de noviembre de 2010

¡Ojo con el moco de chumpe!

Advertencia este texto contiene frases y contenido que podrían afectar el pudor de ciertas personas. Recuerde el uso del computador debe ser supervisado por los adultos.

La riqueza del idioma español hablado en América Latina es hermosa y extensa. Para denominar el mismo objeto o ser, existe una infinidad de palabras. Tomemos como ejemplo un animal típico de nuestra región mesoamericana, el pavo.

Los aztecas llamaban al guajolote Uexolotl (guajolote, gran monstruo). Meleagris gallopavo. Ue: grande; xolo: monstruo; tl: animal. “Monstruoso animal grande”. Fray Bartolomé de las Casas, en sus muy famosas Crónicas de la Conquista, lo llama “gallo de papada” y dice que es un ave de muy buen comer y es la mejor de todas las carnes.

La deformación de la palabra azteca ha pasado de HUEXOLOT a guajolote, jolote. Más al sur (sur de Guatemala, Honduras Nicaragua y Costa Rica) se le llama chumpe, chompipe, chompe. Estas últimas variantes nos vienen de la lengua chortí, en donde este animal se denomina chumpi (turkey (chumpe) o arak chumpi (domestic turkey)
. en cuanto al moco del jolote en chortí se le llama chumpi'te.




El jolote tiene la cabeza roja, sin plumas y sobre su pico crece una prolongación carnosa que cuando hace la danza de apareamiento cae sobre su pico como un trompa de elefante en miniatura, el moco. El jolote vive durante mucho tiempo y cuando tiene algo más que un año le nace en le pecho un mechón de pelo, oiga bien pelos no plumas, este es lo que la gente llama la barba del jolote.

Estos dos elementos, la barba y el moco del jolote, entran en juego en las tradiciones que a continuación les describo. Las tracciones mesoamericanas ligadas al cultivo de la tierra ponen al jolote como un elemento importante de la fertilidad. Sin embargo en otras tradiciones el jolote también puede ser asociado a prácticas mágicas.

En el centro de México, por ejemplo se acostumbraba degollar a un guajolote frente al hogar cuando éste se inauguraba. La sangre era rociada por las cuatro esquinas, el techo y los lados de la puerta; se desplumaba al ave, se la cocinaba y se la consumía ofrendando una parte a los dioses.

En Honduras, los grupos Lenca del sur-occidente, en sus practicas religiosas de preparación de campos de cultivo, conocidas como ceremonias de compostura, se acostumbra también degollar un jolote y rociar las esquinas del altar con la sangre del animal que, como en México, será cocinado y consumido por los miembros de de la comunidad implicada en la ceremonia (ver Anne Chapman: Los hijos del copal y la candela. Universidad Nacional Autónoma de México, 1992).

El pavo no dejo de tomar importancia en otras culturas. Así, éste es el animal típico de la fiesta de acción de gracias en los Estados Unidos o el plato de predilección en las fiestas de navidad en América del Norte.

En las prácticas mágicas relacionadas con el jolote, una de las más conocidas es la del poder que tiene el moco de guajolote de volver los hombres impotentes. Así mismo, el poder que tiene su barba como antídoto a ese problema. Una cita interesante con respecto a la impotencia viene y su relación con el jolote nos viene de “El diccionario de medicina tradicional mexicana” que dice así:

En el México prehispánico, la impotencia era reconocida por sus dos manifestaciones, la retención del semen y la ausencia de erección, cuyas causas eran consideradas fisiológicas y mágicas. Las primeras correspondían a la retención del semen, bien fuera por un susto durante el acto sexual o porque en el transcurso de las fantasías nocturnas no se llegaba a la eyaculación. En cuanto a la falta de erección, respondía generalmente a causas mágicas; para provocarla (la falta de erección) daban de comer o beber el “moco de guajolote” para que “no pudiera armarse el miembro gentil”.

La citación no es extensa y es por eso que les voy a contar una historieta que pone en relación un amigo para el que trabaje como conductor cuando tenía unos 18 años y las consecuencias del poder mágico del chompipe.

Este señor era muy mujeriego y siempre tenía por allí una movida, un desliz, y de vez en cuando se encontraba en situaciones embarazosas debido a su debilidad ante la tentación. Don Nepomuceno, aprovechaba cualquier apagón para tocarle las nalgas a la trabajadora o cualquier domingo de fiesta para echarle el cuento a alguna muchacha.

En una de tantas, el don le dio albergue a una familia monoparental donde la María, la jefa de familia, era una mujer hermosa y evidentemente al gusto de don Nepo.

Don Nepo, que vivía en el pueblo y que iba a su plantación de vez en cuando, comenzó a hacer sus viajes más frecuentes y a quedarse a dormir mas seguido en su hacienda de la montaña. Yo lo iba a dejar en su camión y el me mandaba de vuelta al pueblo con la orden de venirlo a buscar la semana siguiente.

Tal parece que las relaciones entre don Nepo y la María eran de una pasión verdaderamente tórrida. Según dicen las malas lenguas y l amia que no se queda atrás, ellos lo hacían a toda hora y en todo lugar. Una vez lo hicieron en la cocina. Según dicen, se tumbaron en el suelo y en la caída aplastaron un pato que por casualidad pasaba por allí. De eso me acuerdo porque cuando fui a buscar a don Nepo me esperaba una sopa de pato muy buena.

Bueno, las pasiones de don Nepo duraban ya un cierto tiempo y él se sentía en la gloria, el súmmum del éxtasis por decirlo así. Con el paso del tiempo don Nepo decidió que era tiempo de salir a cazar. Las cosas con la María iban bien pero era tiempo de buscar nuevas aventuras. Así pues, se puso manos a la obra.

Pero don Nepo no contaba con la astucia de María.

Don Nepomuceno, un hombre simpático, sonriente, bromista y pelador de dientes, se volvió calmo, hablaba poco y su cara reflejaba una gran preocupación. Se puso a fumar de noche y no dormía… su situación era desesperada.

- ¿Y que le pasa don Nepo? Le prguntaba yo
- Nada mijo, me decía, las deudas, el precio del café, usted sabe cosas de agricultor.

Pero yo me decía que algo estaba pasando. Don Nepo sólo estaba bien cuando estaba en la montaña a lado de la María.

Un buen día don Nepo me dice:

- Prepárese mijo vamos a ir a dar una vuelta donde un amigo mío que vive del otro lado del cerro La Pelona.

- Y que va ir a hacer a ese verguero don Nep, allí no hay ni moscas.

- Mire mijo, allí no hay ni moscas, pero vive allí un hombre que se las sabe todas, las de él y las ajenas.

- Déle pues, ¿Cuándo nos vamos?

- Mañana en la mañana, pero no le diga a nadie donde vamos.

Así fue… En la mañana salimos del pueblo hacia el cerro La Pelona.

Allí pues, llegamos a una casucha humilde pero limpia donde vivía un viejito sólo y sin otra compañía que sus gallinas caparazones de cuzuco y un perro flaco.

- ¡Buenas amigo! saludó don Nepo.

- ¡Buenas don Nepomuceno! ¿Qué lo trae por aquí?

- Mira muchacho, me dice, anda échate un fresco allá donde la Paula y me venís a buscar dentro de una hora.

Dentro de una hora regresé don Nepo estaba radiante de felicidad.

- Putala don Nepo ¿Qué putas le pasa? parece que vio a su ángel de la guarda.

- Mire mijo lo que le voy a contar es un acosa de hombre. No se la cuente a nadie pero es que me habían dado agua de culo (la expresión agua de culo viene de otra tradición relacionada con la impotencia y la sumisión del hombre hacia una mujer).

En realidad, don Nepo no me dio detalles pero yo quede con la intriga y tuve que esperar algunos meses para conocer el resto.

De regreso de La Pelona pasamos por donde otro amigo de don Nepo, Nayo Mendoza.

- ¡Buenas Nayo!

- ¡Jueputa, jodido! Si es Nepomuceno Castro ¡la mera verga!

- Si hombre, aquí visitándolo.

- Y en que puedo servirle don Nepo.

- Mire amigo, tengo aquí un problemita, pero usted tiene la solución en sus manos y sin ninguna dificultad usted puede ayudarme.

- Diga nomás don Nepo.

¿Su señora cría jolotes verdad?

- ¡Si!

- Quiero que me venda un jolote macho que tenga barba y que tenga un poco más de año y medio.

- ¡No joda! ¿y ese es su gran problema?

- ¡Perece que no he acabado! Mire yo no me llevo al jolote. El jolote se queda aquí en su casa. Lo tiene que poner aparte y no deje que machuque a las jolotas y que se mezcla con los otros. El mes próximo cuando la luna esté tierna, mátelo en la noche, córtele la barba y entiérrelo no se lo coma. Yo voy a pasar a recoger la barba que usted va poner en un pedazo de manta limpia.

- ¡Pucta non Nepo! ¿y es que ya se hizo brujo?

- No Nayo, es un problema de hombre. Si me hace ese favor se voy a pagar bien.

En aquel tiempo un Jolote costaba 50 pesos y don Nepo le ofreció a Nayo 150 pesos.

- Bueno pues, le dice Nayo, pase el mes que viene, ay le voy a tener la papada.

- Ta bueno pues, le dice don Nepo.

Yo entre tanto, seguí con la intriga.

Un día estoy con un fregado que se las daba de brujo y que se sabía unas cuantas oraciones. Del timbo al tambo y entre fresco y fresco, le pregunto al fregado.

- Oime, vos que te las das de brujo, que es esa papada que las mujeres les dan agua de culo a los hombres.

- Son puras mierdas, me dice ¿Porque me preguntas eso?

- No, es que un don que yo conozco, le digo, me dijo que a el le habían dado agua de culo y fuimos a ver un don a La Pelona. Después fue a comprar una barba de jolote donde otro gallo y bueno pues…

El Fregado comienza a reírse y no lo podía parar.

- No jodás, me dice, a ese don no le dieron agua de culo. Le dieron moco de chumpe.

- Que es babosada pues le digo yo.

- Mira me dice, cuando una mujer quiere amarrar a un hombre, o sea, que quiere que él en la cama sólo funcione con ella. Ella mata un jolote en luna llena, la corta el moco lo cose con una serie de cosas que yo no conozco y le da la sopita al marchante como si nada.

El cliente la encuentra buena, se la toma y después la purrunga le queda como moco de chumpe y sólo se le para con la mujer que le dio el juguito, pero no le funciona con ninguna otra. Pero eso sólo las hechiceras lo pueden hacer. ¡Puta madre! a ese don le salió la venada careta.

- Y la barba del jolote para que sirve pues?

- Ese es el antídoto, el contra, pero no es cualquiera el que lo conoce.
Mi abuelo Román decía que esa papada había que tostarla molerla y bebérsela. Pero mezclada con otros perendengues que yo no conozco.

Así pues, cuando el mes siguiente cuando la luna estuvo tierna, don Nayo cumplió con su palabra. Non Nepo fue a buscar la barba del jolote y se la llevo a su casa.

En una de esas me dice:

- Mijo, mañana nos vamos para Danlí tengo que ir a ver a un hombre que conoce de remedios y va a curarme de la papada que le conté.

Pues al día siguiente nos fuimos donde un don que practicaba las artes ocultas y que curaba maleficios. Allí llegamos, don Nepo entro el la casa del señor y se quedo allí algo así como dos horas. Al rato regresó y me dice:

- Ahora si mijo ya la cosa está buena.

Don Nepo recupero su talante original. Las risas volvieron y su labor de faldero continuó.

Bueno, esta historia es verdadera y se las cuento para que vean como una tradición milenaria se ha transmitido hasta ahora. Así como es bueno comerlo en nacatamales, el pavo está rodeado de toda un aura de poder que no refleja su fealdad y su estupidez.

Así pues, si siente que de repente no prende ni de cuesta abajo, si siente como si le tiemblan las tabas y que ya no le funciona el animalito, si se siente desanimado lento y sin ganas de hacer lodito. No compre Viagra consígase una barba de jolote y valla busque al señor esotérico de Danlí. Al mismo tiempo si su mujer mata un jolote, fíjese bien onde pone el moco, no valla ser que lo amarre. Porque como decía mi papa “la belleza se hizo para admirarla y para tocarla cuando es posible”

Saludos

sábado, 9 de octubre de 2010

Alfredo Zitaroza y La cantata del pueblo

Hace mucho tiempo, en los años 1980, un amigo me regalo un casete que contenía una obra colectiva de Alfredo Zitarrosa y otros artistas: la Cantata del Pueblo
Obra monumental y vigente 40 años después de su aparición y de su desaparición.



Esa obra es un elogio al hombre y a la mujer que luchan por la construcción de una tierra nueva donde el pensar distinto no sea una amenaza a la integridad de la persona o del grupo que intenta hacer el cambio.

40 años después.

En 1969, Zitarrosa y un grupo de artistas del Uruguay, Yamandú Palacios y el director Amanecer Dotta, entre otrtos, montaron la obra Cantata del pueblo. La obra tuvo éxito y se difundió por toda América - hasta en Honduras donde recopilé mi casete. Sin embargo, la represión en el Uruguay durante los 70 hizo que los originales de la obra desapareciesen (esto según la información obtenida de La fundación Alfredo Zitarrosa en 2008) y consecuentemente, encontrar esta en la actualidad era mas difícil que encontrar una aguja en un pajar.

Dadas esas circunstancias en 2009 me permití de convertir mi vieja cinta en formato MP3 y ponerla en la red dividida en 6 segmentos que corresponden à la obra de origen. La calidad de sonido no es tan buena pero el propósito es de ver si aquellos que tienen discos polvorientos en sus sótanos, los saquen y hagan reaparecer obras de tan bello contenido.

Y como decía una amiga española “a falta de pan las tortillas son buenas”

Sigan el vínculo "Cantata del pueblo" descarguen el Zip y disfruten!!!

Aqui otro vínculo "Canto nuevo"

Un abrazo

viernes, 20 de agosto de 2010

Un espíritu Chocarrero a tiros se espanta

De nuevo al ataque.
Por allí en algún rincón de mis memorias me encontré una historia un poco polvosa, sin embargo, con la risa que me dio al recordarla, todo el polvo se fue de una sacudida.

Bueno, primero les presentare los personajes y el contexto de la perra.

En este asunto intervienen:
Don Marco Antonio Tercero Molina. Este respetable señor es oriundo de San Marcos de Colón. Hijo de Don José María Tercero el mejor amigo de mi abuelo.

Por allí entre parientes, Don Toño o Toñito, como popularmente lo llama la gente, es compadre de mi papa, varios de sus hijos son ahijados de mi papa. Don Toño, tenía unas tierritas que colindaban con las de mi papa y en tiempos de cosecha de café él venía del pueblo para hacer la cosecha. Llegaba siempre a la casona de la montaña entrada la noche y con él, ciertos trabajadores quienes en general eran parte de su familia. Así fue como conocí a Reinaldo, Santiago, Chemita, Neto y otros.

Don Toño tiene una particularidad; siempre se vistió como un verdadero paisano: Sombrero ancho de palma, pantalones amplios, camisa holgada, y un machetón tres clavos de la marca Collins en bandolera. Otra particularidad de don Toño, es su educación innata y autodidacta, su lenguaje, como dice el mismo, es humilde pero florido. Así pues desde que asomaba en la cuestecita de la casona ya comenzaba a saludar:
- Buenas nooches compadre, buenas noches comadre.

Ya mi papa decía:

Bueno mujeres pongan el cafecito que el compa Toño está llegando.
Buenas noches compadre, que sorpresa de verlo.

Y respondía don Toño:

- Bueno pues, como ve, las vicisitudes de la vida nos obligan en ciertas circunstancias a tomar decisiones que no concuerdan necesariamente con los planes establecidos con antelación. No embargante, el camino de las labores nos obliga a movilizarnos para recolectar ese grano precioso que nos permite de pasar un tiempo sin pedir los empréstitos a las instituciones de financiamiento….

- Y como quedo la familia por el pueblo, le preguntaba mi papa.

- Muchos recuerdos, muchos recuerdos. Respondía don Toño

Ya descargábamos las mulas con los calaches del compadre y las mujeres le preparaban un cuarto a él y a sus acompañantes.

Ese trajín duró desde aproximadamente 1972 hasta que Toñito vendió sus tierras en los años 1980 a Virginia Rico.

Ya en otro escrito les contare más a cerca de don Toño.

El otro personaje de la historia es mi papa. Este no necesita presentación solo tienen que leer el blog y sabrán quien es.

Neto Tercero es otro personaje que interviene en esta anécdota. Este es sobrino en segundo grado de consanguinidad de don Toño. Neto es de mi misma edad y para esa época teníamos alrededor de 16 años. Neto era un chigüin alirusado, medio chele y pelo parado, tenía los dientes medio salidos y hablaba medio chifladito y muy rápido. No se por que digo era, aun esta vivo. En todo caso, Neto era chistoso y siempre estaba listo a hace bromas. Neto es otro más, al igual que otros personajes de esta historia, que debido a los conflictos políticos en nicaragua, se vio desplazado en Honduras.

Ramón Mendoza (Monchito), era en esa época un solterón empedernido. Mi mama lo había contratado para que le ayudara ha fabricar queso en el, pueblo. Al final se encontró trabajando en la montaña donde se amachinó con Juanita la de Mingo Duarte. Moncho era otro que siempre estaba listo a hacer cualquier tontera por tal de hacer reír la gente. Al momento de la historia trabajaba como cortero de café en la plantacioncita de mi papa.

Doña María Martínez, una señora muy devota, y buena amiga de don Toño. Ella admiraba mucho à don Toño y siempre le ayudaba en la cosecha de café. Se sabía todas las novenas y los rosarios de memoria y siempre andaba con ella una camándula bendecida por el capitán Barahona.

Esa vez estaba también Eva, la segunda hija de Toñito y otros trabajadores de los cuales no recuerdo el nombre.

No podemos olvidar los personajes que dan origen a esta anécdota. Se trata de la familia Carrasco. Ellos eran: Doña Marta Bonifacia, Juana (Juanita la hija de la doña), Marta, Jorge, José y Fernandito (los hijos de Juana). Esta familia vino a honduras como consecuencia de los desplazamientos causados por los combates entre la Contrarrevolución Nicaragüense y el Ejército popular Sandinista. Doña Marta y su marido Beto Carrasco, habían sido trabajadores de mi abuelo y mi papa los conocía y es así que las señoras se encontraron viviendo en la casona de la montaña. Esas doñas eran supersticiosas y creían en todo tipo de espantos y brujerías.

Bueno Vamos a dejar las presentaciones y les voy a contar la pasada.

Durante los meses calidos, las visitas a la plantación no eran frecuentes, en todo caso para mí. Yo estaba en la escuela secundaria y era sobre todo mi papa quien iba a supervisar los trabajos. Durante esos periodos, solamente las doñas y ciertos trabajadores vivían en la casona de la montaña.

Una vez, la Juanita vino a la casa del pueblo toda asorochada y con los pelos de punta diciendo que un espíritu chocarrero no las dejaba dormir. Ella aseguraba que desde que apagaban las luces el espíritu comenzaba a tirarles piedras y terrones de adobe. Ella decía que ya no encontraban que hacer; que el ajo, el agua bendita y las oraciones no daban ningún resultado. Ella decía que posiblemente era el espíritu de su último hombre que la andaba espantando por que de repente le quería transmitir un mensaje del mas allá.

Mi papa medio incrédulo como el era le decia:

No mija, esa es cabeza que te han metido y tronco que te han dejado. No hay tales espíritus. Esos deben ser ratones. Tome estos cinco pesos y cómprese unos cubos de matarrata, y ya va ver como se le van los espíritus.

La Juana respondía:

Las tres divinas personas, sagrado corazón de Jesús y el santo niño de Atocha. No es con Matarratas que esa brujería se va a ir.

Y mi mama:

Son puras papadas esas. Yo viví en esa casa casi 15 años y nunca oí nada. El único que nos dio un susto fue Rogelio Merlo una semana santa. Esos tontos de mis hijos creían que era el Judío errante.

Bueno, si no creen decía la Juana voy a ir a ver al padre para que me de mas agua vendita y palmas ventitas para poner cruces en todas las esquinas del cuarto. Y ya se iba desilusionada porque nadie le creía su historia.

Bueno, ya entrado el mes de noviembre, cuando la cosecha de café comenzaba, Nosotros, los hombres de la casa nos preparábamos para ir a pasar los meses de noviembre diciembre y parte de enero en la montaña.

En mi caso particular, ese año, tenía unas ganas de ir solo por curiosidad del tal espanto.

Al llegar a la casona, después de haber arreglado el material para comenzar la cosecha, me dirigí a la pieza donde dormía la familia Carrasco. Mi sorpresa fue enorme cuando vi en cada esquina de la pieza, una buena cantidad de cabezas de ajo, cruces de palma bendita, vasos de agua vendita y estampas de santos con sirios encendidos al pie.

Ya entro en la cocina y le pregunto a Juana:

¿Aja Juanita, y le siguen tirando piedras?

¡Hummm...! no paran, a pesar de todos los santos y el agua bendita que les he puesto.

Así quedo la cosa.

La primera semana pasó. Yo me desvelaba sólo por ver u oír si alguien o algo tiraban piedras.
A parte la sinfonía estereofónica de ronquidos y pedos de doña Bacha y de mi papa nunca oí nada.

¿Y entonces juanita, las piedras?

Alabado sea el señor. Desde que ustedes vinieron nada de piedras.

La segunda semana pasa y mi papa y yo bajamos al pueblo el fin de semana.
De regreso a la montaña. Juanita estaba en todos sus estados.

No pudimos dormir anoche, nos dice, Viera el piedrero (sic) que nos cayó anoche.

Le digo a mi papa: ¿Usted cree en eso papa?

El viejo me responde: Mirá yo no creo ni dejo de creer, pero yo creo que son vivos los que tiran piedras. Los muertos están muertos.

Cuando mi papa me dice eso una chispita se encendió en mi cabeza de adolescente y comencé a fraguar un plan.

Allá un día en la tardecita el chuchito de Juana comienza a ladrar. Y un poco a lo lejos oímos los silbidos y los gritos de un arriero de mulas.

Mi papa que se fumaba su Royal en el corredor de la casa me dice:

Ese debe ser el compa Toño que viene a cortar su cafecito.
¡Juanita! Ponga el café por allí viene Toñito Tercero y hay que recibirlo.

Efectivamente. En pocos minutos vimos aparecer las mulas de don Toño.

Buenas noches compadre, etc., etc.

Mis ideas se volvieron mas claras cuando vi que don Toño traía con él a Neto, doña María Martínez, Eva y otras dos personas.

Le digo entonces a mi papa:

Papa, ahora que don Toño esta aquí me iré a dormir al tabanco con la mozos.
Mi cama se la puede dar a su Compadre y la otra pieza a las mujeres para que tengan mas intimidad, sobre todo ahora que Evita esta con doña Maruca.

Hombré, dice mi papa, Ta bueno así vamos ha hacer.

Ya las mujeres habían hecho el café y doña Bacha y Juana ya se habían encargado de contarles la historieta de las piedras a doña María y a Eva quienes se morían de miedo.

Pasaron así varios días. Yo continuaba durmiendo en el tabanco con los trabajadores y platicando con Neto. A veces en la tardecita nos íbamos juntos a chupar caña al cañal del viejo y en una de esas le digo:

Neto ¿usted ha oído la historia de que tiran piedras en la casa?

¡Si! me dice Neto, doña María no duerme del miedo.

Mire compa, le digo, esas son puras papadas. Yo me duermo tarde y me despierto en la noche para ver si oigo eso y yo no he oído nada. Y desde que llegamos con mi papa las doñas dicen que no oyen nada.

Yo he pensado en algo, pero si se lo digo no le diga a nadie.

Déle pues, me dice Neto.

Mire, le digo yo, yo les voy a dar un susto a esas viejas para que se les acaba la jodedera con esas piedras.

¿Y que va a hacer pues? Me dice Neto.

Hoy en la noche voy a arrancar un pucho de terrones de adobe y se los voy a tirar. Lo mas que puede pasar es que mi papa se de cuenta y me pegue una cachimbiada o que sea chistoso y que el tal espíritu desaparezca.

Los ojos de Neto brillaron de un brillo metálico, se frotó las manos y me dice:

Yo le ayudo.

El clavo, le digo yo, es que Moncho duerme con nosotros y no se si nos denunciaría.

Cuéntele a él también, me dice Neto.

Y Le cuento a Moncho.

Moncho me dice que no va decir nada pero que el no tira piedras porque no quiere perder el trabajo.

Bueno pues, esa noche esperamos que todos los candiles fueran apagados y que la sinfonía de ronquidos empezara.

Mi papa fue el primero en roncar, siguió doña Bacha, dona María y así sucesivamente.

Esperamos un poco y le digo a Neto, Hey compa ta listo
¡Si! Me responde Neto.

Bueno pues, cada uno agarramos un terrón de adobe y lo tiramos en la pared de la pieza donde dormían las Carrasco.
¡Pafff! ¡Paff! Los dos terrones que se estrellan en la pared.

Los ronquidos se paran de un solo tiro y los rezos comienzan automáticamente.

La Juana se despierta ya toca las tablas que dividían su cuarto y el de mi papa y su compadre.

Ya oimos nosotros que le dice a mi papa:

¡Don Joche, don Joche, ya oyó!

Si mija, le dice mi papa, ya oí.

Entre tanto si hacer ruido yo le dejo ir cachimbazo.

¡pafff! El terrón se estrella

Ya doña María se había despertado y unía sus oraciones a las de las carrasco junto con Eva.

El traqueteo de mandíbulas era como oír las maracas del conjunto La Escupitina.

No prendan la candiles, les susurra mi papa y luego dice:

¡Jumm, tirate otra hombré!

Yo le doy un codazo a Neto y les dejamos ir dos terrones de un solo toque.

¡Jodido compadre levantémonos! Por aquí anda un pendejo que nos quiere asustar.

Ya las mujeres habían encendido los candiles y Neto, Moncho y yo fingíamos estar asustados como el resto de la gente.

Mi papa saca su pistolita 22 y le dice al compadre de sacar su tres clavos.
Vamos a salir compadre y le vamos a dar un susto a ese condenado.

Yo voy a ir primero le dice mi papa.

Mi papa sale por la por la puerta seguido de don Toño.

Doña María, bien intencionada levanta el candil y entre dos salves le dice a don Toño:

¿Le aluzo Toñito?

Sagrada pasión de Cristo Marillita, le dice don Toño, esconda ese candil y no pare de rezar.

Ya mi papa estaba afuera disparando con su pistola.

¡pen, pen, pen! Los tiros.

Toñito detrás de mi papa con su tres clavos cinchoneando los postes ¡Chililín, chililín…!

Sígalo compadre, le decía mi papa, por allí va… y ¡pen, pen, pen! Los tiros y ¡Chililín, chililín…! El tres clavos.

Agárrelo que le pasa cerquita le decía Toñito.
Perece que estoy cargando el cuete, le contestaba mi para, dispárele usted con el machete, le decía.

Parate allí, hijo de lucifer, le decía Toñito, no nos obligés a utilizar la coerción o la premeditación y la alevosía o la ventaja. En nombre de la ley de los hombres y de la ley mosaica dictada por nuestro grande y poderos señor; transeúnte, semoviente, te ordeno que te parés o haré justicia con mi tres clavos como San Miguel Arcángel la hizo con su espada. Y ¡Chililín, chililín…! El tres clavos.

Ya mi papa había cargado su cuete y jalado los otros 6 tiros al mismo tiempo se había acercado de su compadre para calmarlo y decirle que era tiempo de entrar el ser se había escapado.

Ya entran en la casa los dos viejos, cansados con el resuello agitado de tanto correr y de tan buena actuación.

¡Jodido! Dice mi papa. Ese jodido no vuelve a venir aquí.

Toñito entra también con un puñado de terrones en la mano y dice:
Mire aquí encontré este puchito de terrones al lado del horno de hacer pan, allí agarraba las municiones para tirar, ese tal por cual.

Entre tanto neto y yo hacíamos un esfuerzo sobre humano por no reír. El plan había funcionado de maravilla y con la ayuda inesperada de los compadres.

Bueno, así pues todos regresamos a nuestros aposentos y la durmia continuó.

Allá unas tres horas mas tarde el perro comienza a ladrar, y alguien le da un puntapié.

Mi papa se despierta y despierta al compadre.
Le hace signo de no hacer bulla, toma su revolver, abre la ventana con cuidadito y se coloca al lado de la ventana. Con el rabillo del ojo hecha un vistazo hacia fuera y mira un hombre parado frente a la ventana.
Mi papa le dice al hombre:

¡No te movás, si te movés te quemo!

No, don joche le dice el hombre, no me tire, soy Venancio, hijo de don Albino.

Venancio, un esquizofrénico, que se paseaba en la noche por todas las casas de la aldea y esa noche ya cansado de su paseo nocturno había decidido de buscar un lugar donde dormir.

…y que querés, le dice mi papa.

Dormir, responde Venancio.
Bueno allí en el corredor esta el tabanco de los aparejos, subite allí y dormite deja de andar jodiendo gente.

Nancho se subió al tabanco, mi papa le quito la escalera y así termino nuestra agitada noche.

Al día siguiente don Joche y Toñito eran los héroes de la situación.

Las candelas el agua bendita, los ajos y el espíritu chocarrero desaparecieron y mi papa supo que yo había lanzado los terrones solamente en 2005. Neto y Moncho habían bien guardado el secreto.

Hasta la próxima.

viernes, 7 de mayo de 2010

Era el Cadejo o el perro del vecino

En la misma línea de relatos, miedos y supersticiones, les entrego hoy la leyenda de el Cadejo.
Un Cadejo es un animal legendario de la región mesoamericana, extendida entre las zonas rurales e incluso urbanas de Centroamérica. Se dice que es un mítico perro (o dos perros) que generalmente se le aparece a quienes deambulan a altas horas de la noche. Este animal mítico se le atribuye poderes misteriosos.

Según la definición encontrada en la enciclopedia en línea el cadejo se presenta de diversas maneras según las regiones. A continuación les entrego la caracterización del Cadejo según Wikipedia.

Representaciones del Cadejo.

Las diferentes versiones de la leyenda en Centro América describen a un cadejo blanco y uno negro; benigno y maligno respectivamente. La leyenda del Cadejo es posiblemente el vestigio de una creencia precolombina que supone que todo humano posee un animal de compañía (un alter ego que el la tradición mesoamericana se conoce como Nahual). El Nahual es el doble del hombre, de tal manera que la enfermedad o la muerte del primero conllevan la enfermedad o la muerte del segundo. La creencia supone la existencia de un animal compañero para cada hombre.

Es de aclarar, que ninguna relación directa ha sido establecida entre el Cadejo y el Nahual. Así, el artículo de Wikipedia continua…

Dicho animal acompaña al hombre en todos sus viajes solitarios por la noche; y en la versión de dos cadejos, el blanco lo protege y lo defiende contra los malos espíritus encarnados en El Cadejo negro, color tenebroso que simboliza la muerte, o sea, el mal en todas sus manifestaciones.

La versión de mi infancia viene de muchos relatos contados por los campesinos que trabajaban en la pequeña plantación de café de mi papa. Otro relato de este animal proviene de mi mama que asegura haberlo visto por lo menos una vez.

En las variantes de la leyenda que del Cadejo de la región sur de Honduras existe efectivamente dos Cadejos, el Negro y el blanco. Los dos malos porque no son el producto de la creación divina del buen Dios. Sin embargo, el Negro es aun más malo que el blanco. Este último casi nadie lo ha visto pocos son los que se han enfrentado a ese animal.

Existe en las explicaciones del comportamiento del Cadejo una dicotomía que nos recuerda ciertos comportamientos humanos. En gran parte el comportamiento del cadejo es como una moraleja de la lealtad y la traición. Un cadejo blanco por ejemplo, puede ser tu compañero y ser completamente inofensivo. Por otro lado si aun por accidente lo atacas se puede convertir en une bestia horripilante malvada y poco fiable.

Si continuamos nuestra descripción de nuestro Cadejito, nos damos cuenta que este en la variante del sur de Honduras, se aparece sobre todo a loa jinetes que se pasean en altas horas de la noche y durante las noches de luna.

La descripción que Zacarías Gutiérrez y Santos Hernández hacían del cadejo, describían un animal pequeñísimo en forma de perro. Ese, según ellos, es blanco (o negro segun el caso) y pachón y lo que hace la diferencia entre un perro y otra cosa es que tiene los ojos rojos como fuego y la cola está completamente desproveída de pelo y de carne. La cola es simplemente una cadena de huesos que se entrechocan al ritmo del trote del animalillo. Ese tableteo óseo previene al caminante de la presencia del espectro. En los caninos ese animal aparece al lado o delante de los jinetes y los acompaña o les obstruye el camino durante el camino hasta la casa.

Mi papa decía que el cadejo blanco es una verdadera compañía y que por ningún motivo hay que espantarlo tratar de darle golpes con las riendas o siquiera insultarlo. Si se hace eso el animalito gentil se convierte en un verdadero monstruo que toma formas horripilantes capaces de volver loco al más valiente de los valientes.

El cadejo negro, según el testimonio de los campesinos nunca aparece al lado de los jinetes. Este aparece de frente y le propósito es de inmovilizar el caballo o la mula con el fin de atacarse al jinete. La manera de inmovilizar la cabalgadura es pasando entre las patas del caballo, comenzando por las patas de adelante. Al pasar así entre las patas del caballo, este queda completadamente inmóvil y por más que uno espuelee al caballo este no se moverá. Una vez inmóvil el Cadejo negro se monta en ancas y hace ver las peores visiones de horror al jinete.
Decían los viejos que si atacabas al blanco, además de hacerse enorme éste se te maneaba el palenque y te dejaba allí plantado toda la noche y por nada ni nadie te podías mover ni bajarte del animal hasta la salida del sol.

De todos los que me contaron historias del Cadejo, sólo mi mama tuvo loa osadía de atacarlo. Mi mama era un tipo de mujer que, según ella, le gustaba el jolgorio. Iba a las fiestas montada en la mula pedorra de mi abuela. Aclaro que era la mula la pedorra. Ella también comerciaba con productos agrícolas, maíz y frijoles entre otros. También era rezadora y pertenecía, según ella, a la orden de los laicos franciscanos. Aun cuando iba a los bailes siempre andaba fajada la cuerda de san Francisco, que había bendecido el padre Urcuyo. Esa cuerda aun está en el viejo baúl de mi mama y tal parece que cuando muera habrá que enterrarla con ella. Esa cuerda según dicen es poderosa. Ella la protegió de las malas tentaciones hasta los 33 años cuando una vez que fue al pozo se le olvido ponérsela y le apareció el diablo. Éste llevaba por nombre José Izaguirre. El resto de la historia usted ya la conoce.

Bueno, según el relato de mi mama, ella venía de El Anonal de un fandango. Al pasar bajo el palo de guanacaste del panteón de San Pedro, el mismo que supuestamente cubre la sepultura de mi bisabuela, ella vio salir de allí un perrito blanco que se puso à caminar al lado de su mula. Cuando ella vio eso, lo único que se le ocurrió fue sacarse la cuerda de san Pancho. Una vez fuera se la anudo en la mano para no perderla y le pidió al animal que se fuera. El animal siguió caminando sin tomar en cuenta las palabras de mi mama.

Mi mama sabía que ella estaba protegida por el poder del Bendito. Esta doña tenía una armadura divina que ni el mismo diablo hubiese traspasado. Además de la cuerda tenía la Magnifica del cristo negro de Esquipulas, un escapulario con la oración del caminante y un rosario con perlas negras que había traído de sus romerías a El Sauce y a Ciudad Antigua. Además un crucifijo que había mandado hacer con una cadenita de oro que le había dado mi abuela.

Bueno, haciéndole confianza a todos esos perendengues, ella le pidió de nuevo al Cadejo que se fuera. Según ella le dijo que ella no necesitaba compañía que ella tenia suficiente con todos sus talismanes y que el poder de Dios estaba con ella. El perro pendejo no le hizo caso. Entonces mi mama como era güevona y mujer de pelo en pecho, se decidió a pasar a la acción. Bueno como no haces caso, le dijo, aquí te va… y le suelta el primer riendazo con la cuerda de San Francisco. El animalillo no tuvo tiempo de reaccionar y convertirse en el monstruo que mi mama esperaba. Del riendazo que le pegó hizo levantar una nube de polvo de la piel del animal. Este último se metió al monte y mi mama pico la mula al trote hasta llegar a la casa de mi abuela.

Nunca sabremos si en realidad era el Cadejo o el perrito blanco del vecino pero mi mama jura que era el Cadejo y que no le hizo nada gracias al poder divino de sus talismanes.

Mi papa y los trabajadores de la plantación, menos religiosos y más apegados al orden tradicional del combate contra los sobrenatural, Decían que la mejor manera de protegerse contra ese espanto era de lo mas simple. Un buen jinete siempre lleva un sombrero. Mi papa decía que un jinete destapado se parecía a una purrunga y nunca permitió que yo o mi hermano montáramos sin sombrero.

Otro elemento de la parafernalia del jinete es le machete envainado y bien afilado. La pistola es en muchos casos también es parte de ese equipaje. Muchos vaqueros se pasean también con sal en las bolsas del pantalón. La sal protege a estos de las garrapatas y les ayuda muchas veces a atraer las vacas y las mulas que se esconden en los matorrales.

Todos esos elementos son efectivos contra el poder del Cadejo. Mi papa decía que cuando se agarra un camino solitario y si se tiene temor de encontrarse con un espanto, el jinete sólo tiene que ponerse el sombrero lo de atrás para adelante y problema resuelto. Eso es algo así como la medicina preventiva. Sin embargo, si el cadejo le manea la mula, el mejor remedio es llevar lo más frecuentemente un limón. Entonces saque su limoncito córtelo con su machete y muerda la hoja del machete. Allí nomasito la mula comienza a moverse y el cadejo se desvanece. Después de eso, decía mi papa, sólo le queda picar la mula y si se olvidó ponerse el sombreo como le dije antes, hágalo y vera que llegara con bien. Cuidado! no muerda el machete del lado del filo porque si es bocón, su boca se le puede hacer más grande.

Así pues termina este relatillo que como ve da una visión un poco diferente de la que generalmente se encuentra en Internet. Busquen relatos y compruébenlos con loa viejos. Transmítanlos, esos cuentos forman parte de nuestro patrimonio cultural.

Si alguien conoce la leyenda de la chula le agradecería me la transmita necesito cotejarla con la mía… un abrazo

lunes, 19 de abril de 2010

La otra España : Mocedades

Mi hija de 12 años ganando un concurso de canto el viernes pasado


Le Monde Est Stone: Luc Plamondon

La segunda canción del concurso­... Todo un éxito!!!



miércoles, 7 de abril de 2010

El Judío errante y los tamales pizques

Pues aquí les va otro de los miedos de mi infancia. Esta leyenda nos viene directamente de Europa.

El judío errante es una figura de la mitología cristiana. La leyenda relata que un personaje judío (su caracterización concreta varía según las versiones) negó un poco de agua al sediento Jesús durante el camino hacia la Crucifixión (como si el pobre Cristo hubiese tenido tiempo para pedir agua), por lo que Éste lo condenó a «errar hasta su retorno». Por tanto, el personaje en cuestión debe andar errante por la Tierra hasta la Parusía (la segunda venida de Cristo).

A menudo se ha visto en el judío errante una personificación metafórica de la Diáspora judía, interpretando desde el punto de vista cristiano, que la destrucción de Jerusalén habría sido un castigo divino a todo el pueblo judío por la responsabilidad que algunos de ellos tuvieron en la crucifixión de Jesús; razón por la que se considera una leyenda de origen o naturaleza antisemita.

Como pueden ver, en la introducción del vasto articulo de Wikipedia, se habla únicamente del carácter de la leyenda. Sin embargo, en la versión del Judío errante de ni niñez este individuo no tenía nada que ver con el judío presentado en el artículo. Su viaje por el atlántico le doró u poco más la piel y la convirtió en una historia sincrética donde se mezcla maíz y tradición cristiana.

En la versión de mi mama, el Judío errante se paseaba por los caminos y aparecía sobre todo en Semana Santa. Mi mama decía que era harapiento y que castigaba a los niños que no obedecían a los papás en tiempo de cuaresma y de semana santa. Si rompíamos el ayuno sin pedirle perdón al señor corríamos el riesgo de ser secuestrados y desaparecidos por el judío errante. Ahora ya nadie se acuerda de él porque su trabajo de desparecer y secuestrar lo han agarrado los chafas y los paramilitares.

Bueno, comentario aparte, cuando nosotros nos comíamos los marañones a escondidas de mi mama, le pedíamos perdón a Dios por haber caído en la tentación. Y diosito como es bien cachimbón siempre no escuchó y el Judío errante nunca vino por nosotros. Es decir, que un marañón comido con devoción en Semana Santa, no es pecado.

Mi mama decía también que el viernes santo en la noche había que dejar algo de comer en la cocina. Así, si el Judío pasaba podía comer algo y seguir su camino. Nosotros le preguntábamos:

¿y como sabe usted que es el Judío errante el que se comió la comida de la cocina? ¿Quién le dice a usted que no es Tituy Aguilar quien vino en la noche a comerse los tamalitos pizques que le dejó en el molendero?

Ustedes son unos sacrílegos, nos decía, no ven que esas son cosas misteriosas que sólo el poder de Dios puede explicar. Además, el Judío errante cuando pasa pega unos gritos que te hacen tener frío hasta en los huesos. Grita fuerte como si lo estuvieran mal matando. Esos son los gritos que le provocan el peso de los pecados que arrastra desde el principio de los siglos. No sean malcriados que si no se los lleva.

Pues nosotros en la noche ni dormíamos esperando oír los gritos del Judío errante. Teníamos miedo pero nos quedábamos despiertos para ver si oíamos algo pero nunca pasó, salvo una vez.

Un día, un viernes santo de no me acuerdo que año, nos quedamos despiertos y a eso de la una de la mañana oímos aquellos gritos.

¡Epa! ¡Yo soy hombre!
¡Yo tengo güevos de machetearme con el mero uñudo!
¡A yo me jiede la vida!
¡Viva el partido Nacional, hijos de puta!

Y aquella gritazón.

Nosotros con miedo, ¡ay mama, ahí viene el Judío errante!

Verdad que te dije que no había que comer brejetas, ahí viene ese hombre.

Los gritos se aproximan de la casa, aquí aclaro que nadie nos había dicho que lengua hablaba el judío o que tipo de gritos hacia.

Mi papa que dormía como un trozo no se despertó hasta que mi mama lo despierta y le dice que pare la oreja.

Y ustedes cipotes cállense, no hagan bulla.


A nosotros nos tronaban las tabas del miedo.

Luego, el judío pregunta:

¿Don joche, tiene una tortila que me de?

¡Ay mamita, los tamalitos de la cocina!

¿Y quien es pues? dice mi papa, que ya había sacado su mohosa.

Papa, le decimos nosotros, no ve que es el Judío errante.

¡Hum, cuál Judío ni que mierda! dice el viejo.

¡Viva yo! gritaba el hombre afuera.
¡Viva Ramón Ernesto Cruz!
¡Muera Modestón!

¿Bueno hombré y vos quien putas sos? pregunta mi papa.

¡Soy yo Rogelio Merlo, que aquí estoy con hambre y bien mamado!
¡Yo soy hombre jodido……!

Bueno hombré, si sos tan hombre anda a la cocina. Allí en el tablón hay unos tamales, comete unos cuantos y te sentás allí en la silla del corredor y te dormís, deja de andar desvelando gente.

¡Putala jodido, si todos los liberales jueran como Joche Izaguirre yo …!

Amigo, al siguiente día nos levantamos tempranito y Rogelio aun dormía en el corredor de la casona.

Desde ese día tomábamos el ayuno más en serio porque mi mama nos dijo: Ya vieron, esta vez era Rogelio, pero nadie sabe la próxima vez.

sábado, 3 de abril de 2010

Cuidado con el Judío errante

Semana santa, como dice la compa Mirna Urquía, debería ser una semana para reflexionar, no en la señales del cielo únicamente, sino en las de nuestro pueblo y su realidad. “Hipócritas que no miras las señales de la tierra por estar observando las señales de los cielos” (Mateo, 16:3).
Para ayudarles un poco a esa reflexión tan necesaria les contaré unas cuantas historietas de mi infancia en tiempos de Semana Santa. Esas anécdotas posiblemente les harán retroceder a un tiempo donde las tradiciones aun estaban más vivas y poco matizadas por la carrera incontrolable de la tecnología.
Compartiré con ustedes dos períodos de mi infancia que recuerdo con nostalgia. Mis años en la montaña y mis años de escuela en el pueblo. Y sobretodo un episodio vivido en el barrio El Calvario, o el barrio de los calvos, como le llamábamos nosotros.

La montaña.

Ya canso diciendo donde nací, pero no todos los que visitan este blog lo leen desde el principio. Nací en una aldea cafetalera del municipio de El Paraíso, en el sur oriente de honduras. En esta aldea en los tiempos de Semana Santa era tiempo muerto. La cosecha de café había terminado. Era el tiempo de las chapias de las plantaciones y el número de trabajadores en la casa era reducido.

Mi papa se iba al valle de Jamastrán a preparar tierras para sembrar maíz y frijoles y seguido nos quedábamos solos con mi mama en la casona de la Montaña.
La Semana Santa era menos complicada y más aburrida que la Navidad. Hacía calor, las garrapatas abundaban las vacas se escondían en los lugares más difíciles de encontrar y donde hacia menos calor. Por también ese período tenía sus lados buenos. Las chicharras no paraban de cantar los jocotes estaban sazones y los mangos suficientemente grandes para comerlos con vinagre cominos y sal.

Para Semana Santa, mi mama preparaba tabletas de dulce de leche, mermelada de cáscaras de Naranja agria, rosquetes y tamales pizques. También ponía una chicha de cáscaras de piña a fermentar y nos daba de vez en cuando un guacalito diluido con agua para que no nos emboláramos. Pero todo eso había que ganárselo y eso formaba parte de lo aburrido de la Semana Santa.

Mi mama, religiosa como ella era en esos tiempos, pasaba toda la semana a decirnos que teníamos que reflexionar respecto al comportamiento con nuestros semejantes. Las peleas eran prohibidas y los castigos dos veces mas grandes que de costumbre.
Yo en esos días, allá por 1972, me ponía contento porque mis hermanas mayores que estaban en el pueblo venían a pasar vacaciones con nosotros. Mi hermana Yelba, quien se ocupaba mucho de mí, venía y con ella la felicidad de poderse bañar en las pilas del beneficio de café.

Bueno, los días más difíciles de Semana Santa eran el jueves y el viernes santo. El jueves Mi mama preparaba la tradicional sopa de pescado seco. Aun tengo en mi boca ese sabor único de la sopa de mi mama. El asunto es que aun si la sopa era buena, no teníamos derecho de comer mucho, la gula es un pecado capital, sobre todo en Semana Santa. Los dulces, los rosquetes y la chicha desaparecían de la casa. Era jueves, era el día del suicidio de Judas, de la captura y penitencia del hijo de Dios. Entonces, había que comenzar a sufrir con él.

El viernes, día de penitencia. Todos teníamos que ayunar desde la mañana hasta la crucifixión, algo así como hasta las 2:00 pm. Sólo teníamos que tomar agua. Pero como decía Chespirito, mi mama no contaba con nuestra astucia. Detrás de la cas había un palo de marañón que en general tenía algunos frutos maduros. A escondidas nos íbamos y nos subíamos al palo, con miedo porque mi mama nos decía que era pecado hacer eso y que si desobedecíamos nos iba a llevar el judío errante. También nos decía que si nos andábamos subiendo en los palos que nos podíamos caer y quebrarnos una pata porque el señor era poderoso. ¡Güevos, más poderosa era el hambre!

A las dos de la tarde ya nos llamaba y nos decía: Vengan cipotes para acá. Vamos a rezar.

Y comenzábamos una retahíla de oraciones que ya ni me acuerdo.

Después de haber ayunado, los tamalitos pizques, la sopa de pescado y hasta la chanfaina de la mujer de don Yeyo Oliva, nos parecía el mejor manjar del mundo.

Algo que no les he dicho es que el viernes no teníamos el derecho de hacer una serie de cosas.
¡No corran! si corren están corriendo sobre le espalda mutilada del señor
¡No coman! si comen están comiéndose al señor
¡No insulten! si insultan están insultando al señor
¡No claven! si clavan están clavando al señor
¡No tiren piedras! si…
¡No…!

Les aseguro que al final del día, aun si sabíamos que Cristo había sido crucificado estábamos bien contentos que Pilato se haya lavado las manos.

El domingo la tristeza del verano se mezclaba con la tristeza del final de las vacaciones y la partida de mis dos hermanas. Sabía que no las vería durante semanas o meses. Suerte que tenía mi hermanita Melba, mi hermano José Alberto y mis amigos Cayo y Toño que nos ayudaban con las tareas de todos los días.


El pueblo

No pude escaparme de la migración urbana. Mis papas eran un poco aliruzados y visionarios. Aquellos que han leído las entrevistas que hice con mi padre y mi madre se han dado cuenta que el nivel de instrucción de ambos no era grande. Sin embargo, mi papa se dijo siempre que el le daría educación a sus hijos. Así pues, por allí en 1974 tuvimos que irnos a vivir a la ciudad. Mis dos hermanas mayores comenzaban su escuela secundaria. Dos muchachotas casi adolescentes a las que había que cuidar de las tentaciones de la ciudad. Por otro lado, mi mama comenzaba a sentirse culpable de haberlas mandado a estudiar al pueblo sin haber estado con ellas.

Esa mudanza vino a cambiar toda la dinámica de nuestras vidas. Mi mama se vino a vivir con nosotros al pueblo y mi papa y mi hermano José Alberto se quedaron cuidando de las plantaciones y casi no los veíamos. A mí me hacia mucha falta mi hermano, quien nunca me regañaba y siempre estaba listo a ayudarme en las tareas difíciles que me imponía mi papa.

Bueno, el asunto es que las semanas santas las pasábamos ya en el pueblo. Mi papa venía y me llevaba ala procesiones y a las misas. Allí el tiempo pasaba más rápido y las relaciones entre la religión y mi persona comenzaron a deteriorarse, pero igual la Semana Santa era especial. La comida era la misma lo único que cambio fueron los amigos y las aventuras.

Después de haber vivido un tiempo en la cas de mi padrino Moisés, en la parte noroeste del pueblo, tuvimos que cambiar de casa. Nos pasmos a vivir al barrio El Calvario exactamente en la calle que llevaba de la iglesia al cementerio. Allí nos teníamos al corriente de todo aquel que se moría en el pueblo porque obligatoriamente el entierro tenía que pasar en frente de la casa.

En Semana Santa no podíamos faltar ninguna procesión todas pasaban en frente de mi casa. Las que más me gustaban eran las del domingo de ramos. Toda la gente, los campesinos de los alrededores bajaban de los cerros con palmas tiernas de coyol para hacerlas bendecir por el Capitán ¡Oups! ¡Perdón! Por el cachureco, El Padre Barahona, que en paz descanse.

La otra que me gustaba era la del siguiente domingo. Las carreras de San Juan. En esa, cuatro personas cargaban corriendo la estatua de San Juan desde la iglesia hasta el Cementerio y viceversa, siete veces creo. Los pobres Julia Gallo y Ximeno Salgado que era unos de los que cargaban el santo sudaban la gota gorda. Eso me gustaba porque era bonito ver el santo balancearse sobre las espaldas de los corredores. Además en la noche era noche de fiesta, Cristo había resucitado.

Mi mama continuaba sus prácticas en privado. Mi mama había sido fiestera, bailadora, celebradora de la palabra y cuantas cosas más. Sin embargo, cuando llegamos al pueblo era difícil de hacerla salir. Un día jueves de Semana Santa, yo tenia como 10 años, le digo a mi mama: Mama, vamos a ir a la procesión.

Yo no voy allí, me dice.

Claro que va a ir, le digo yo, por que usted sólo nos vive hablando de Dios y ni a la iglesia va. Mire a doña Maruca y a Chela la de Tito, todos los domingos van a misa y usted nada.

¡Va Pues! me dice, vamos a ir.

Ya en la noche como a las siete, me puse el uniforme de la escuela y le digo a mi mama, bueno mama nos vamos.

Ya llegamos a la iglesia. La procesión sale y nos vamos por la calle del cementerio. Al llegar a la esquina de done don Manuel Sánchez, el Capitán Barahona (Carajo siempre se me olvida que era cura) decide de doblar a la derecha.
Yo me las arreglo para llevar a mi mama cerca de donde va el cura para que escuche bien la homilía. El cura usaba un parlante como el que tenia la radio 11 de junio de la FUR en la UNAH.

Allí iba el cura…
Dios te salve María… Madre misericordiosa…


Y cantando con su voz de pito rajado.

Por los tres clavos que te clavaron
Y las espinas que te punzaron
Perdónales Señor.

De repente, en la cola de la misa…

Pen… Pen… Pen… tres tiros de 38.

La gente comienza a correr y a empujarse y aquel verguello. Yo lo único que miro es un Bus de la empresa EMTRAORIENTE que estaba estacionado en frente de la casa de Miguelito Sevilla. Y agarro a mi mama de la mano y me la llevo a esconder detrás del bus. Allí oíamos al padre Barahona:

Por el poder de Cristo, no corran no empujen banda de sacrílegos.

De pronto, no so oye más la voz del cura. Mi mama temblando de miedo la pobre, ella pensaba que era el fin del mundo. El puto bus se movía como si la tierra estuviera temblando. Los chigüines llorando, las mujeres gritando…

Cuando la masa de gente paso y que todo parecía mas en calma, mi mama y yo salimos de detrás del bus y miramos el producto de la tragedia. Los santos tirados en el suelo. La virgen María media desnuda con la cabeza para abajo. San Juan con la cabeza quebrada, un completo desastre.

Mientras tanto en ceca de la esquina de la casa de doña Chepita Idiaquez, el cura sermoneando con palabras no tan católicas que digamos ya tratando de desenredarse de los alambres del parlante que tenia enredados el la sotana y en la cuerda que le servia de cinturón.

Bueno, le digo a mi mama, y ahora que hacemos.

Yo me voy pa la casa, me dice, y nadie me hacer venir otra vez a las procesiones.

Y en realidad, creo que fue a la única vez que mi mama fue a una procesión.

¿Y que fue lo que paso ese día? Yo nunca supe con exactitud pero tal parece que una muchacha casada se fue a la procesión y por allí un mozo comenzó a echarle el cuento. La chava comenzó a coquetear también. Alguien fue al estanco donde estaba el marido y le dijo que su mujer estaba haciendo de la suyas y de las del otro. El bolo se va y constata por sus propios ojos el hecho, saca su tizón y tira los tres tiros. La gente comienza a correr, al bolo lo agarraron los chafas y de la mujer y el dandy quien sabe lo que paso.

El próximo año les cuento la vez que un doctor del pueblo medio ateo, salió desnudo a insultar al padre en plena procesión. Mientras tanto, que vuestras vacaciones hayan sido menos agitadas que la procesión de 1976, un abrazo fraterno.

viernes, 26 de marzo de 2010

Escoba lisa, camándulas, escapularios y toma tu teta que soy tu nana.

Bueno, siguiendo la misma vena de los sustos, miedos y espantos de ni niñez, les contaré una historia que es parte del patrimonio cultural mesoamericano. Se trata de la Segua.
En todos los países centroamericanos, sobretodo aquellos bajo la influencia mesoamericana circula la leyenda de La Segua. Llamada también Siguanaba o Siguamonta en Guatemala, El Salvador y Nicaragua y Costa Rica. En Honduras es conocida como la Segua o la Sucia.

A continuación les entrego el artículo de la enciclopedia en línea Wikipedia para luego entregarles la versión hondureña de la segua.

La Siguanaba, es un personaje de la mitología de Guatemala y de El Salvador (se les olvidó Honduras). La leyenda de la Siguanaba tiene un origen común y esta relacionado con la leyenda de la Cegua de Nicaragua y Costa Rica.

La Siguanaba (del quiché Siguan barranco, abismo Waná Hermana y B'a Espectro) es un ser mitológico en forma de mujer fantasma de hermoso cuerpo, que al mirarla de cerca tiene el rostro de una yegua; siendo un ser que se les presenta a los hombres que son infieles.

Según el relato cultural, aparece regularmente en las áreas donde no hay mucha infraestructura, especialmente en los basureros y barrancos, a donde lleva a los hombres enamorados de ella y los hace caer haciendo que pierdan la vida y el alma a favor de ella. Es parte importante del folklore y mitología guatemalteca y salvadoreña.

La palabra Siguanaba viene del nahuat cihua que es mujer y nahual que equivale a espíritu, fantasma, alter ego. En esta versión, la aparición se presenta como una bella joven que atrae a los hombres cerca del agua y cuando los tiene a su alcance se transforma en una visión horripilante.
Contenido

La historia

Originalmente llamada Sihuehuet (mujer hermosa), tenía un romance con el hijo del dios Tláloc, del cual resultó embarazada. Ella fue una mala madre, dejaba solo a su hijo para satisfacer a su amante. Cuando Tláloc descubrió lo que estaba ocurriendo maldijo a Sihuehuet llamándola Sihuanaba (mujer horrible). Ella sería hermosa a primera vista, pero cuando los hombres se le acercaran, daría vuelta y se convertiría en un ser horrible.

El dios la condenó a vagar por el campo, apareciéndose a los hombres que viajan solos por la noche. Dicen que es vista por la noche en ríos, lagos así como en otros lugares con agua, lavando ropa y siempre busca a su hijo el Cipitío, al cual le fue concedida la juventud eterna por el dios Tlaloc, como sufrimiento para ella.

La leyenda de la Siguanaba

Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los Don Juanes que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece generalmente en cualquier estanque de agua en altas horas de la noche, o a orillas de ríos según otras versiones. La ven bañándose con guacal de oro y peinando su hermoso cabello negro con un peine del mismo metal, su bello cuerpo se trasluce a través del camisón.

Dicen las tradiciones que el hombre que la mira se vuelve loco por ella. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta un barranco. Enseña la cara cuando ya se lo ha ganando, su rostro se vuelve como de muerta y putrefacto, sus ojos se salen de sus cuencas y se tornan rojos como si sangraran, su antes tersa y delicada piel se torna arrugada y verduzca, sus uñas crecen y suelta una estridente risa que paraliza de terror al que la escucha.

Protección

Para protegerse de este ser y no perder su alma, se debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios. Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consistirá en hacer un esfuerzo supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y luego halárselo. Así la Siguanaba se asustaría y se tiraría al barranco. Otras versiones también dicen que debe agarrarse de una mata de escobilla, y así, cuando ella tira de uno, al agarrase la víctima de la escobilla, ella siente que le halan el pelo. Esta última práctica es más efectiva, ya que es el antídoto propio que contrarresta el poder maléfico de esta mujer mágica.

Un método funcional al observar a una mujer en el río sin saber si es la Siguanaba, consistiría en gritar tres veces seguidas: "No te vas a ir María pata de gallina"; si es la Siguanaba se asustará y se lanzará al barranco, si no era ella solo te dirán que sos un loco.

Otro sitio interesante a consultar es, http://leyendas-nicaraguenses.blogspot.com/2007/05/la-mocuana.html. En donde Edgar Escobar Barba, un investigador nicaragüense, nos da también una descripción de la Siguanaba y la asocia a la región de Estelí sobre el nombre de la Mocuana.

La versión de Honduras

En este texto les voy a contar la historia de la Segua haciendo uso de los testimonios de personas que la ha visto y que inclusive han jugado con ella.

Primera quiero aclararles que la versión hondureña de la Segua difiere un poco de aquella propuesta en los textos de Wikipedia y otros textos en Internet. Las descripciones anatómicas de la Segua parecen más consecuentes con la realidad indígena que las descripciones propuestas anteriormente. Los lugares de aparición del espectro son también más consecuentes con las prácticas amorosas de nuestros campesinos y nuestros tunantes.

Como les decía, yo conocí tres personas que me contaron haber visto a la Segua. Los tres eran nocheadores serenateros y mujeriegos. El primero es mi papa.
Él cuenta que cuando estaba joven, cuando vivía en San Pedro del Norte de Potrero Grande, una noche se fue a serenatear, con Arnulfo Corrales, Pedro Mantequilla y otros mozos del pueblo. Por allí, ya tarde en la noche decidieron de irse por la cuesta que bajaba de donde mamita Juana a la casa de Balto Centeno pasando por la quebradita que estaba al fondo. Allí había un pozo donde las muchachas del pueblo iban a lavar ropa, nixtamal, halar agua para las cocinas, etc. Ese pozo era también el lugar donde los hombres hacían sus primeros pasos en las conquistas amorosas.

Mi papa cuenta que el método no era nada complicado. El hombre vigiaba a la muchacha, se fijaba cuando es que la marchanta iba al poso, cuando estaba acompañada y cuando iba sola. Una vez fijado el itinerario, el chavo se escondía en u matorral y cuando la muchacha llegaba al pozo, el jaño le empezaba a tirar piedritas. Si la muchacha era indiferente a las piedras el chavo insistía hasta obtener una reacción de la muchacha. Así pues, al obtener una reacción el hombre salía del matorral y comenzaba a hacharle el cuento. Si la muchacha aceptaba los avances del muchacho el jale comenzaba. La muchacha ya no iba al pozo nada más que a jalar agua.

Bueno el caso, como diría mi papa, es que los serenateros al acercarse al pozo, vieron una hermosa mujer peinándose y acariciándose el pelo en el pozo. Uno de los serenateros que tenía las hormonas en revolución decidió enamorarla y según mi papa comenzó:
¡ay amorcito que linda questas!
Mira mamacita, si aceptas mis palabras te aseguro que ya no vas tener necedad de venir al pozo. Yo te voy a pagar aunque sea las luces.
Mi encanto célico flor de palanca, no te pongas tímida, échame una miradita anque se sella.

Y seguía caminando más rápido para acercase a la muchacha.

Los otros menos excitados que el primero, se dan cuenta que hay algo que no es normal. Es tarde en la noche, las muchachas del pueblo están durmiendo y consecuentemente…

¡Hey hombré! Le comienzan a gritar
¡No te dejes engañar, que eso no es mujer, es la Segua…!


Demasiado tarde. La mujer ya había comenzado a moverse hacia los potreros de mi abuela Juana. Y el hombre comienza seguirla… y allí va…

Nosotros, dice mi papa, comenzamos a seguir al hombre gritándole, venite hombre que si segís te va a llevar putas. Y nada amigo, el hombre no se paraba y corría cada vez más rápido siguiendo al espectro.

Allá vos, dice mi papa, nos cansamos de seguirlo y nos paramos a esperarlo. De todos modos no había manera de pararlo. Y allí nos quedamos en el monte, esperando.
Allá al rato el hombre regresa, todo raspado, arañado por las espinas de zarza y de carbón y hediondo a mierda de gallina y temblando… con fiebre.

Amigo, ya lo agarramos nosotros, lo fuimos a lavar al pozo y lo fuimos a dejar a la casa. A ese lo jugó la Segua. Tuvieron que lavarlo con agua de escoba lisa y rociarlo con agua bendita.

Cuando ya se compuso, dice mi papa, le preguntamos. ¿Y diay hombré que putas te pasó la otra noche?

Y el hombre contesta. Miren hombré, yo a la que vi en el pozo fue a la fulana. Pero esa era la Segua. La seguí y cuando ustedes se pararon ella también. Ella se dio vuelta y comenzó a echar un tufo caballo, sacó una teta bien fella y comenzó a decirme ¡toma tu teta, toma tu teta que soy tu nana! Hasta allí llego el enamoramiento. Me entro un miedo de las once mil putas y me las pelo de huida y allí me agarraron ustedes.

Bueno amigo, dice mi papa, hay que tener cuidado cuando se pasa de noche cerca de los pozos, esos lugares son los preferidos de la Segua.

En esta historia no hay ninguna descripción de la Segua. El amigo de mi papa no le vio la cara solo la teta y el perfume fecal. Sin embargo ella coincide con la segunda historia la que me contaba mi amigo de infancia, Juan Cuchilla.

Juan es un hombre que ahora debe tener unos 52 años. Él creció prácticamente en la casa de mis padres ayudando en las labores agrícolas. Durante un tiempo cuando llegó a los 15 años, lo perdimos de vista. Su Cuñado y su hermana Licha se habían ido para Olancho y Juan los había seguido. Más tarde apareció hecho todo un hombre y había desarrollado otras habilidades. Se las daba de comerciante, tahúr y se conocía unas cuantas oraciones que un día se las voy contar. Alguna gente le tenía miedo porque decían que era capaz de convertirse en mono. Aunque a decir verdad no necesitaba mucho maquillaje.

Bueno, Juan, él había no sólo visto a la Segua sino que había hecho el amor con ella.
Decía que en cierto momento caminando por una montañita llego a un pozo. Y allí estaba la mujer, delgadita de cintura, abultadita del pecho, con unas caderas que para que le escribo si mañana llego, un pelo largo y negro y bueno todas las características de una mujer digna de la portada de una revista Vogue.

Pero yo no era pendejo, dice Juan, en ese verguero las mujeres eran escasas y casas no habían nada cerca. Entonces, me puse a pensar ¿Hummm..., que putas hace esta mujer aquí?
Y me acuerdo allí nomás que mi agüelito Román Ramos me había dicho que la Segua siempre les aparecía a los tunantes o a los hombres solteros y yo era los dos. Y además yo siempre andaba mi protección una oracioncita de Monserrat.

Ya me acerco del pozo.

La mujer me mira, esa mujer era fellísima.Olía a mierda de gallina de esa que parece cachaza, no tenia nariz, la boca era agujero redondo y negro y solo tenia un ojo. De remate cuando ella me vio todo lo bonito que tenía se le jué. Bajé la vista un poquito más para abajo y mire que tenia una sola chiche toda caída y floja. Iba a comenzar a decirme que ¡tomá tu teta! Cuando me tiro al suelo boca arriba. Ella se viene encima de yo y la pesco de la nagua y del pelo y la revuelco.

¡Olvídese! Hay que ser hombre para hacer eso.

Ya cuando la revolqué, se para y sale corriendo gritando ¡tomá tu teta, tomá tu teta!
Yo me quede allí aguantando aquel tufo pero diciéndome yo mismo que agora no habría mujer que se me resistiera porque me había revolcado con la Segua...


Como ven, la descripción de la Segua que nos da Juan no tiene dada que ver con la cara de yegua que propone el artículo de Wikipedia. Su carácter es más humanoide que el espectro propuesto por la versión Guatemalteca. Es de aclarar también que si la historia es de origen Nahuatl, el caballo (la cara de yegua de la Segua) viene a incorporarse como un elemento sincrético, puesto que bien sabemos que los equinos no forman parte del universo zoológico de cultura prehispánica.

La última historia me la contaba Hilario, un puntero que mi papa contrataba para hacer el dulce de rapa en la Finca. Hilario venía de la Unión, una aldea situada al noroeste de El Palo Verde. Hilario era en ese tiempo un hombre de unos 50 años, Liberal de cepa y se alardeaba de haber sido amigo cercano de los hermanos Herrera, mas comúnmente conocidos como los Piña. Él poseía un machete con la cacha de cuerno de buey que decía había pertenecido a Tulin, el menor de Los Piña.

Hilario el también había tenido su experiencia con la Segua. El escenario de la aparición es siempre el mismo. Hilario se jactaba de haber sido un buen mozo y de haber sido faldero.

Un día, nos contaba Hilario al resplandor de le chumacera del horno de cocer el jugo de caña, me voy a parrandear. Después de haber bailado y chupado cususa con güevos, me regreso pa la casa. Allí tenia que pasar por una quebradita un poco escura onde las mujeres siempre iban a lavar ropa. Dende que comencé a bajar la cuesta sentí un frillito en el espinazo. Que putas me pasa, me dije yo. Ya mestoy poniendo cagado como si no juera hombre. Y sigo bajando la cuestecita.

Cuando llego al pozo cerca de la quebrada, vello una muchachona bien bonitilla. La quedo viendo, y como estaba medio a verga me digo yo “bueno Layo aquí te toco la chance. Las mujeres que salen de noche a lavar ropa saben a lo que se atienen”

Y me voy quedito. Ella esta de espaldas sólo se le miraba la espalda, el pelo y el fundamento. Tamaño animalón el que tenia. Bueno pues hay voy despacito y cuado ya estoy cerquita le digo. ¿Entonces mamacita que decís si nos hacemos un solo bojote?
Pues, ella sigue lavando y no me contesta.
Y le digo yo ¿bueno pues, qué te pasa que no me respondes, te comieron la lengua los ratones?

Y no me contesta…

En eso se me viene pegando un frillazo en el lomo y los hijares me comienzan a temblequear. La juma de la cususa se bajó diun solo pijazo y me recuerdo que andaba en la bolsa un escapulario de la virgen de potrerillos. ¡Ay papita! Allí nomacito lo agarro y le digo a la tal mujer. ¡Vos no sos deste mundo cabrona! Pero con yo no podés.

Guarizama en una mano y escapulario en la otra le digo por el poder de Dios y el de la animas del purgatorio dejame pasar.

Aquella mujer bonita comienza a echar un tufo a puro mortorio se da vuelta y me enseña la cara que no se le miraba porque el pelo se le había hecho un solo charral y se caca la teta del vestido que ya eran puros andrajos y comienza a carcajearse y a decirme a yo : ¡Tomá tu teta, Tomá tu teta que soy tu nana!

Que te la chupe tu madre, maldecida le digo yo y le enseño mi escapulario. La maldecida cuando sintió el olor a bendito se jue corriendo y se perdió en el monte, dejando detrás aquella tufalera.

Hilario concluyo su historia diciéndonos que siempre es bueno andar un machete de buen acero y si tiene crucero mejor es. También nos dijo que no es de más andar un crucifijo una medallita o algo divino, un puño de sal, un diente de ajo o algo a lo que el malo le tenga miedo.

En cuanto a mi, que al momento del historia de Hilario tenia algo así como 15 años, les aseguro que no dormí muy bien esa noche y el medio kilómetro entre el trapiche donde dormía Hilario y la casona donde yo dormía con mi papa me pareció una eternidad. Suerte que andaba la Magnifica una oracioncita que mi mama me había comprado en El Sauce, en Nicaragua cuando había ido a ver el Cristo Negro.

La próxima les cuento el Cadejo.




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