Hola
amigo!
¡Pútala!
Hace ya raro no lo miraba, es que usté se pierde.
¡Maginese!
desde que lo llevé por la ruta de las dificultades que no se asoma.
¡Celina!
Mirá muchacha, andá poniendo el café y andá donde Tiódula y comprate unas
rosquillas y nos pasteles de raya. ¡Ah! Y de paso le comprás un número de la
Diaria aquí al amigo. Dice que soñó con un elefante rosado en bicicleta. ¿Qué
crees vos que es eso, Celina?
Mire usté,
yo en eso no me meto. Pero a según el esqueleto que tiene pegado allí doña
Flora y lo redondo de las ruedas de la bicicleta y lo redondo del elefante, ya
tenemos allí tres ceros y si le ponemos las 4 patas del elefante y la trompa dese animal ya tenemos 5 palitos,
lo que nos da 3 ceros un cinco y los dos ojos del animal otros dos ceros , tonces mire veya yo
creyo, poco más o menos vaa, que si carculamos bien, así como quien dice le
podríamos pegar al 55 porque los ceros no sirven solo se cuentan.
¡Va pues! Andá
a ver si le das suerte aquí al amigo.
Mire amigo,
esa Celina es caballa para interpretarle los sueños.
Esperemos el
cafecito.
Le cuento
que hemos tenido pérdidas importantes aquí en el pueblo. Perdimos a don Abelino
Galindo, Anita Vallejo, don Toñito Tercero, ¡Ah! Y mi querido amigo Alexander
Moncada.
Mire, ese Alexander era hombre de pelo en pecho. Mire, yo lo conocí
cuando aún era un cipote. Él era el hijo mayor de don Lucas Moncada y doña
Chinda Arriaza. Con su padre aprendió a lidiar con mulas y bueyes aprendió a cultivar
la caña de azúcar y a muy corta edad aprendió a darle punto a la miel y hacer
buena panela. Aun me acuerdo yo tenía unos 5 años cunado Alexander tenía unos
17, mi papá lo contrató como puntero para cosechar la caña de azúcar. Mi papá lo trató como si fuera su hijo en
resumen pasamos unos momentos hermosos al lado del fuego del horno. Chande,
como cariñosamente lo llamaba mi padre, fue reclutado por el ejército y
obligado a hacer su servicio militar. Su disciplina y su entrega lo llevaron
pronto a ser miembro de la guardia presidencial. Retirado del ejército
Alexander decidió superarse y se inscribió en el colegio nocturno y creo que terminó
sus estudios de Perito Mercantil y Contador Público. Creó una familia y, sin
abusar de alardes, creo que fue un hombre ejemplar a pesar de los defectos que
como humano pudo tener. Así lo recuerdo… ¡Un gran amigo!.
Pero bueno,
Ya volvió Celina. Huele pijudo ese café de allí de donde Pedro Masa.
Hablando de Alexander,
me acordé de algunas historias que pasan allí en los granadillos, la aldea
donde vivían doña Chinda y don Lucas.
Mire amigo,
en este pueblo en los años 30 y 40 vinieron mucha gente del sur de Honduras.
Morolica, Choluteca, San Marcos de Colón, eran los pueblos de origen de muchos
de los pioneros de El Paraíso. De allí venían los Molina Corrales, los Mendoza,
los Rodríguez, los Rivera de Las Selvas y otras familias. De estas familias,
los hermanos Mendoza (Juan Benito y Antonio Benito Mendoza) fueron personas
como diría la Tina Gómez «tenían la Gran Bretaña en la cabeza».
Don Juan
Benito tenía un tractor de oruga, sembró café, crio ganado y cuantas cosas más…
¡Ah!.. Puso un cine, allí donde Neto Tábora tenía su tienda, allí en frente de
la escuela María Garay. Parece que se armaban unos berrinches cuando traían películas
de vaqueros y que los indios y John
Wayne apuntaban hacia el público. La gente se tiraba al suelo y los que tenían
pistolas agarraban a balazos la pantalla (una de la sábanas blancas de don
Juan).
Don Juan Benito
era el padre de un chorro de hijos. Nelly, Idalia, Mirtala, Joaquín, Julio Notier,
Felipe Nery, Juan de Dios y tal vez otros que no conocí. Algunos de estos
fueron políticos y según me acuerdo Notier fue uno de ellos, él fue alcalde de
El Paraíso pero se vio implicado en una balacera y hubo que emigrar a Tegucigalpa.
Allí lo conocí mientras yo estudiaba en los años 1985-1990.
Don Antonio,
(don Toño) fue coronel de cerro en la filas de Chema Reina y tenía su esposa
Doña Juana Mondragón. Estos señores, a diferencia de don Juan, eran menos
acaudalados, pero tenían una fortuna de hijos. Juan, Bernardo (Nayo),
Estanislao (Tano), Alduvín, Neptalí, Antonio (Toñín), Prisca, Priscila, Yolanda
y Yolinda (Las Chachas) y otra que vivía en Danlí de la cual no recuerdo el
nombre. Don Toño tenía sus vaquitas, su finquita de café y la señora criaba
jolotes, gallinas de guinea y horneaba pan dulce. Muchos decían que doña Juana
no se la comía vacía, usted entiende.
Mire compa,
se acuerda que cuando fuimos por el camino de Las Selvas, le dije que era inevitable
el no pasar a visitar a don Toño y doña Juana, pues así era. Desde que pude
montar en ancas de una mula y que podía acompañar a mi papá al pueblo, era
obligación pasar a saludar esos dones. Yo era cantador, y mi papa me ponía a
cantar rancheras cuando pasábamos por allí. Pues me ganaba un pan con café y a
veces un banano de los que mantenía don Toño en un bunque.
Después, ya
adulto y cuando bajaba sólo por el camino de La Jilguera, siempre bajaba a
saludar a don Toño. Me encantaba platicar con él, siempre tenía algo que
contarte. Desde cómo hacer un látigo con una verga de toro hasta consejos para
mantenerse en buena salud. Él decía que « la
cáscara guarda al palo »* y decía:
« Mire mijo yo no entiendo esos que se
van p'al pueblo y que comienzan a bañarse todos los días. Eso es pendejada.
Mire el cabo de este machete de taco ¿lo ve? Está liso y desgastado. ¿Por qué?
Pues porque de tanto joderlo se desgasta. Pues así es el cuero de uno. Más lo restriega con el paste, más se jode. Mire
yo, yo me baño una vez al año, en el verano, cuando la luna esta sazona. Si me
baño en luna tierna me lleva la gran puta, paso enfermo todo el año, pero en
luna sazona no. »
* Expresión popular de Honduras que hace referencia al hecho de que la corteza protege al árbol. En ese sentido, don Toño explica que es malo quitarse la costra muy a menudo.
¡Pues mire amigo! Ya sabe, la cáscara aguarda al palo.
Si volvemos
a asunto de los dos hermanos, don Juan y don Toño, ellos tenían una
característica común aparte de ser hermanos. Eran joviales, ocurrentes y tenían
la capacidad de hacer reír a cualquiera. Te contaban las cosas y las exageraban
de tal manera que uno se quedaba con la boca abierta. Una de las ocurrencias de
don Juan Benito, es la de la vaca pintada.
Ocurre que
don juan tenía una empleada doméstica, la cual no era muy productiva. Don Juan
la observaba y decidió entonces ponerse manos a la obra para hacerla menear el
totoposte.
Mija, le dice un día, mirá, te he visto trabajar y me parece que podrías dar más. Así que he
pensado que si te levantás más temprano, si le ayudás a mi mujer a hornear,
barrer y todo eso, en lugar de estar sentada pelando los dientes con don Tito,
te voy a recompensar para año nuevo. Te voy a regalar una vaca pintada y allí
verás vos que haces con ella.
La muchacha
ante la expectativa de poder ganarse una vaca pintada se esmeró de tal manera
que al final del año todo el mundo no desperdiciaba momento para elogiar sus
artes en el manejo de la casa. Llegado el fin de año, el primero de enero, la
muchacha se va a ver a don juan.
Don Juan, le dice, se
acuerda usted que me prometió darme una vaca si mejoraba mi actitud.
¿Pues cómo no? claro que me acuerdo y lo
prometido es deuda.
Diciendo
esto, don Juan abre la gaveta de su escritorio y saca un papel con una vaca
dibujada seguramente por una de sus hijas y pintada con lápices de color. Y se
la extiende a su empleada.
Aquí tenés la vaca pintada ¿verdad que es
bonita?
La muchacha
creo que se llevó el chasco del siglo, pero aprendió a trabajar.
Según
contaba mi papa esos dos hermanos cuando se encontraban se daban duelos de
quien contaba la mentira más grande y hoy he decidido, mientras nos echamos
este cafecito, de contarle uno de esos duelos entre don Toño y don Juan.
¡Pútala
Juan, esto está perro de caliente! Eso me acuerda cuando freía huevos en las
piedras calientes del rio Torondano allá en la Botijas. ¡Carajo! Qué tiempos
aquellos…
A mí Toño,
este verano cabrón me recuerda cuando iba
dejar ganado de San Marcos a la ferias de San Miguel en el Salvador. ¡Púctala!
Que ganadal el que llevaba, bien me acuerdo de aquella novillada que llevé
aquella vez.
¡Qué
cantidad de animales! eran tantos que la fila comenzaba allí en San Francisco y
no se le daba fin hasta llegar a Choluteca. Que bonito todo aquel ganado… me
tomaba dos días ir a ver al puntero y regresar a la cola.
Mira Toño
esa vez San Marcos de Colón se quedó vació, tuve que contratar a todos los
hombres disponibles y a las mujeres para que nos dieran de comer en el camino.
Hacia un solazo perro y tuvimos que pararnos allí en el rio Choluteca a aguar
el ganado. Aquellos novillos comenzaron a beberse el agua… tucún, tucún, tucún, tucún, tucún… bebieron tanta agua que des de
entonces ese río pendejo está casi seco. Y seguimos pues…
¡Mirá! vos
no me vas creer, pero como decía Lencho Piojo, lo dentra… sale. Y diay pues, no
ves que al llegar a la frontera había allí una cañada seca pero había una
sombrita. Pues le dije al puntero. Cuando lleguemos a aquella cañada, pará la
partida vamos a descansar.
Pues
llegamos a la dicha cañada. Ya las mujeres se pusieron a cocinar, después de
que matamos un novillo para todos.
Pues como
los novillos se habían bebido casi toda el agua de rio Choluteca, allí en esa
cañada pasaba una quebradita pingue, y
el ruidito de la corriente como que les estimuló las ganas de mear a los
novillos. ¡Hijueputa! ¡y no ves que comienzan a mear aquellos animales!. Y mea
que mea y mea que mea... y aquel joder. Mearon tanto que la quebradita comienza
a hacerse más grande, más grande y más grande al punto que se hizo un rio
tamaña verga. Y allí está ese rio, Guascorán le dicen ahora y sirve de frontera
entre El salvador y Honduras.
Y eso es
nada, cuando ya vamos llegando a San Miguel me baje del caballo para ir a pedir
agua en una casa. Cuando me bajo, un perro cabrón sale corriendo de adentro de
la casa para morderme y yo me quedo helado, no sabía que hacer… y lo único que
se me ocurrió fue de estirar la mano. El perro venía a toda velocidad que mi
mano entró hasta el fondo del animal allí le agarre las tripas hale la mano la
sacudí y lo voltee al revés cono si fuera un calcetín. Casi me muerde el
pendejo pero se lo llevó putas.
¡Jodás Juan!
esa es cabeza que te han metido y tronco que te han dejado. Esa bruta no te la
crees ni vos mismo.
¡No jodás
Toño! Vos crees que son mentiras las que te cuento. Lástima que ya se murió mi
abuelo y vos como estabas chiquito ni te acordás.
Mira Juan,
yo no sé si es verdad, pero lo que si te voy a contar es que una gran parte de
la fortuna de la familia Somoza en Nicaragua me la deben a mí.
¡Jodas Toño,
y esa mierda?
Pues mirá…
Un día, por allí
me dijeron que uno de los hijos de Toño Midence, tenía buena mano p'a sembrar
Yuca. Y yo como no creo en eso de tener buena mano me dije. ¡Son putadas! ya
les voy a demostrar yo que es lo que se debe tener para sembrar la yuca. Bueno
p'a sembrar la yuca lo que se necesita es tener una rajadura para meterla, pero
de la yuca que te hablo es la verdadera porque la otra yuca la mejor luna para
sembrarla es la luna de miel.
Así pues, me
jui al pueblo y le pedí a Joaquín Suazo un almanaque Bristol. Me puse a ver los
movimientos de la luna y me dije… el mejor día para sembrar la yuca era el que
escogí.
Y le digo a
Juan, mi hijo, venite Juan vamos ir allí al sitio de la Danta y vamos sembrar
un palo de yuca.
Y así fue...
Sembramos el
palo de yuca en un plan y allí creció aquel palo… bonito con unas hojas que ¡púctala!
no te podes imaginar, con una sola hoja podías envolver un queso entero. Y de
las ramas secas sacamos cargas y cargas de leña para el fuego y el horno de
Juana.
Pues ya vino
el tiempo de cosechar la yuca. Pues comenzamos y que sorpresa la de todos… no
ves que aquella yuca era enorme…. Tamaña pija era aquella yuca. Me fui al
pueblo y allí donde Neto Tábora compre unas palas y unas piochas y comenzamos
con los cipotes a echar verga. Lencho Molina me prestó unas mulas y con las
mías comenzamos a sacar yuca… Pijazos de yuca sacamos… ves todas esa cañadas
que van de allí de la Danta y esas de la Vicinia pasando por la Jilguera, San
Antonio de Conchagua hasta llegar a Mozonte… pues por allí pasaba esa yuca. Les
vendimos a toda Honduras y hasta a los negros de Belice. Pero el clavo fue
cuando la yuca llego a la frontera. Pues que ya los mucos no querían que
siguiéramos sacándola porque decían que ya eso era tierra de Nicaragua y para
evitar un pijeo allí dejamos la papada. Ya Somoza se metió en el pedo y cerró
la bocamina de lado de Honduras y ya puso su gente a escarbar del lado de Nicaragua
y allí va aquella yuca amigo… Por allí me di cuenta después que los Somoza
habían puesto una fábrica de almidón y que lo están exportando a lo Estados
Unidos ¿y de donde crees vos que sacan la yuca par el almidón? Pues de mi yuca…
¡No Jodas!
¡Pútala Toño!…
entonces por eso era que te miraba todo blanco. Yo pensé que era que me estabas
robando la cal del potrero de los Terreritos.
¡Pues ya vez
que no!
Oíme vos Juan ¿no
y haz ido a tirar venados últimamente?
¡No! se han
escaseado los venados. Es que ahora ay se lleva Beto pelón y Luis Coloradilla
con unos galgos y se los han mamado casi todos con el tal club de caza y pesca. Pero yo he visto los animalitos que cazan… ¡Uy!
¡Si eso da lástima! Unos venaditos todos raquíticos con no más que dos puntas
de ramazón. Venados eran los que cazábamos
nosotros allá en el sur. ¡Jueputa! Que animales…
¿Vos Toño,
te acordás de los horcones que tenía mi casa allá en el sur?
¡Si! ¿Eran
de guayacán verdad? Eran bonitos tenían un color como crema con café.
Mirá, ya te
voy a contar la historia de esos horcones.
Con este
Camilo el hermano de tu mujer que estaba chigüin, nos fuimos a tirar (cazar)
pues allí andábamos… de arriba abajo buscando animales. Una codorniz por aquí,
otra por allá, hasta que llego el medio día. Ya nos sentamos a comer… y no ves
vos que de repente unos palos secos que estaban frente a nosotros se empiezan a
mover y la lomita donde estábamos sentados comienza a hacer unos ruidos fellos
como de tripas pero fuerte y aquellos ruidos y los palos moviéndose…
¡No Jodás! Le
digo a Camilo...esto es el puro diablo… y la loma comienza a moverse también y
sentimos como que se va levantando. Y se levanta amigo y nos tira a la mierda.
Caemos al suelo y nos damos cuenta que sin saberlo nos habíamos subido a
almorzar en el lomo de un hijueputa venado.
Y le digo a
Camilo, mirá cipote este animal. ¡Jodido!
Le digo aquí esta nuestra suerte. ¿Pero cómo lo cazamos? las balas de los
rifles no le harían ni cosquillas, le digo yo…
El animal era
tan grande que ni nos había visto ni sentido. Y se me viene una idea y le digo a Camilo. ¿Camilo trajiste el
hacha?
¡Si don
juan! me dice.
Bueno le
digo yo, mirá la única manera de que nos quedemos con este animal, es derrengándolo.
Le vamos a cortar los cuerdones de las patas de atrás se va caer y allí después
lo terminamos. A la cuenta de tres le das el vergazo vos con el hacha y yo con
el machete.
¡Va pues! me
dice Camilo.
A la una, a
las dos y a las tres… y ¡guamblán! los pijazos. Y cae el animal derrengado y
hecho una furia pero no podía caminar. Se cansó
ya allí lo degollamos y lo vaciamos.
Y no me lo vas a creer, pero los palos secos que se movían eran la ramazón
del vanado. Y en las ramas había cinco jicotes (abejas de miel), tres suncuanes
y dos jimeritos. Allí lo dejamos y me fui a traer mozos para descuartizar el
animal. Pijazos de carne la que sacamos
y algo así como un barril de miel. Con la cera de las colmenas hicimos una
cachimbazada de candelas. El cuero del animal era tan grueso que con una sola
correa te hacías una pialera. Por último, de las ramas del venado saque un par de
horcones para la casa nueva que estaba haciendo. Así que esos horcones, de
guayacán… ¡Ni mierda! De pura ramazón de venado eran
La carne de
aquel animal era buenísima, sobre todo con guineos chatos o cuadrados.
¡Carajo Juan!
y quien te va creer esa perra, pero ni con flores…
¡Jodas Toño
y vos con tu yuca! Bien que me la querías meter ¿verdad?
Pues
hablando de guineos cuadrados (chatos), te voy a contar la historia de cuando
yo trabajaba en una hacienda en Nicaragua. Allí una cachimbada de trabajadores,
y dormíamos en unos galpones enormes. Había allí vaqueros, cortadores de café,
chapeadores, muleros, cortadores de caña de azúcar y cuantas cosas más.
En esa hacienda había una cocina, una galera en
donde comíamos la ración, que era un puño de arroz, un puño de frijoles y dos
guineos cuadrados cocidos. Los tales cocineros, cocían un montón de esos
guineos en unos perolones tamaña verga. Los hervían y los dejaban allí en los
peroles durante varios días. Cuando los comíamos recién cocidos eran buenos,
pero a veces los dejaban tanto tiempo que se ponían lisos.
Pues un día,
me dice el patrón que tengo que ir a sabanear un torete que se había perdido.
Entonces, paso por la cocina y la mujer ya agarró una servilleta y me puso un
rimero de tortillas, un puño de sal envuelto en una tusa, un puño de frijoles,
y dos guineos chatos. Cogí la riata,
llamé los perros y me fui a sabanear. Pasé toda la mañana busca que busca aquel
animal y nada…
Allá al
mediodía me senté en una montañita para almorzar.
Saqué el
almuerzo del morral, puse la servilleta en el sombrero y la abro. Lo primero
que hice fue querer agarrar uno de los guineos… ¡no jodas! No ves que cuando lo apretó en la mano para
pelarlo el hijueputa estaba tan liso que salió disparado como taco e pipa,
recto abajo por aquel la cuesta. Los perros cuando oyen el zumbido que hizo
aquel chato, salieron corriendo detrás de él y pelelén, pelelén… aquellos
perros.
¡pútala!
Digo yo, me voy a comer el resto del almuerzo y me senté a comer. Terminé el
almuerzo me bebí un poco de agua del cumbo, me paré y me puse a divisar desde
la loma, a ver si miraba el novillo y nada, sólo oía a los perros latir y latir
y los ladridos se acercaban a mí y al mismo tiempo un zumbido. En eso miro a los perros que venían con la
lengua de fuera siguiendo al zumbido… y aquella mierda….
¡No Jodás!
No ves que el tal zumbido era el guineo que venía de regreso. El pendejo chato
había agarrado tanta velocidad bajando la cuesta que al llegar al barranco del
otro lado de la quebrada, pegó el pijazo en una piedra, rebotó y salió
disparado para arriba a toda verga.
Cuando lo vi
llegar solo tuve el tiempo de agacharme y aun así me tiró el sombrero a la
mierda, el chato pasó por sobre mi cabeza y comienza a caer y los perros
detrás… pues en la caída el tal chato agarró más velocidad y cae, cae y de
repente miro al novillo que pega el brinco y sale d'un charral dando unos bramidos perros. Y sale
corriendo para la hacienda.
¡Jueputa! No
ves que el chato en la caída fue a parar directamente en el culo del animal y
por eso fue el toponazo de aquel novillo.
Pues yo
llamé a los perros y me regresé a la hacienda. Llegado allí, el patrón bien
contento me felicitó por haber encontrado el animal, pero ¡güevos que le conté
la historia del guineo!
¡Jodido
Toño! Anantes que no te mató ese guineo pendejo.
Pues si…
Pues, mirá
Toño ya me voy. Tengo que llegar temprano al pueblo, hoy presentan una de
vaqueros y a ver si no hay balacera.
¡Va pue!
Saludame a la cuñada y la mujer de la vaca pintada.
Así amigo
termina el duelo de los hermanos Mendoza, que en paz descansen.
¿Y a usted
le gustó el cafecito?
Pues venga
cuando quiera, por allí tengo otras cuestioncitas que contarle.
Espero que
el número que le sacó Celina le de suerte.
Y a ustedes
pues, les recuerdo que la cascara guarda al palo.
Espero verlos pronto de
nuevo.
¡Un abrazo!