Pues aquí les va otro de los miedos de mi infancia. Esta leyenda nos viene directamente de Europa.
El judío errante es una figura de la mitología cristiana. La leyenda relata que un personaje judío (su caracterización concreta varía según las versiones) negó un poco de agua al sediento Jesús durante el camino hacia la Crucifixión (como si el pobre Cristo hubiese tenido tiempo para pedir agua), por lo que Éste lo condenó a «errar hasta su retorno». Por tanto, el personaje en cuestión debe andar errante por la Tierra hasta la Parusía (la segunda venida de Cristo).
A menudo se ha visto en el judío errante una personificación metafórica de la Diáspora judía, interpretando desde el punto de vista cristiano, que la destrucción de Jerusalén habría sido un castigo divino a todo el pueblo judío por la responsabilidad que algunos de ellos tuvieron en la crucifixión de Jesús; razón por la que se considera una leyenda de origen o naturaleza antisemita.
Como pueden ver, en la introducción del vasto articulo de Wikipedia, se habla únicamente del carácter de la leyenda. Sin embargo, en la versión del Judío errante de ni niñez este individuo no tenía nada que ver con el judío presentado en el artículo. Su viaje por el atlántico le doró u poco más la piel y la convirtió en una historia sincrética donde se mezcla maíz y tradición cristiana.
En la versión de mi mama, el Judío errante se paseaba por los caminos y aparecía sobre todo en Semana Santa. Mi mama decía que era harapiento y que castigaba a los niños que no obedecían a los papás en tiempo de cuaresma y de semana santa. Si rompíamos el ayuno sin pedirle perdón al señor corríamos el riesgo de ser secuestrados y desaparecidos por el judío errante. Ahora ya nadie se acuerda de él porque su trabajo de desparecer y secuestrar lo han agarrado los chafas y los paramilitares.
Bueno, comentario aparte, cuando nosotros nos comíamos los marañones a escondidas de mi mama, le pedíamos perdón a Dios por haber caído en la tentación. Y diosito como es bien cachimbón siempre no escuchó y el Judío errante nunca vino por nosotros. Es decir, que un marañón comido con devoción en Semana Santa, no es pecado.
Mi mama decía también que el viernes santo en la noche había que dejar algo de comer en la cocina. Así, si el Judío pasaba podía comer algo y seguir su camino. Nosotros le preguntábamos:
¿y como sabe usted que es el Judío errante el que se comió la comida de la cocina? ¿Quién le dice a usted que no es Tituy Aguilar quien vino en la noche a comerse los tamalitos pizques que le dejó en el molendero?
Ustedes son unos sacrílegos, nos decía, no ven que esas son cosas misteriosas que sólo el poder de Dios puede explicar. Además, el Judío errante cuando pasa pega unos gritos que te hacen tener frío hasta en los huesos. Grita fuerte como si lo estuvieran mal matando. Esos son los gritos que le provocan el peso de los pecados que arrastra desde el principio de los siglos. No sean malcriados que si no se los lleva.
Pues nosotros en la noche ni dormíamos esperando oír los gritos del Judío errante. Teníamos miedo pero nos quedábamos despiertos para ver si oíamos algo pero nunca pasó, salvo una vez.
Un día, un viernes santo de no me acuerdo que año, nos quedamos despiertos y a eso de la una de la mañana oímos aquellos gritos.
¡Epa! ¡Yo soy hombre!
¡Yo tengo güevos de machetearme con el mero uñudo!
¡A yo me jiede la vida!
¡Viva el partido Nacional, hijos de puta!
Y aquella gritazón.
Nosotros con miedo, ¡ay mama, ahí viene el Judío errante!
Verdad que te dije que no había que comer brejetas, ahí viene ese hombre.
Los gritos se aproximan de la casa, aquí aclaro que nadie nos había dicho que lengua hablaba el judío o que tipo de gritos hacia.
Mi papa que dormía como un trozo no se despertó hasta que mi mama lo despierta y le dice que pare la oreja.
Y ustedes cipotes cállense, no hagan bulla.
A nosotros nos tronaban las tabas del miedo.
Luego, el judío pregunta:
¿Don joche, tiene una tortila que me de?
¡Ay mamita, los tamalitos de la cocina!
¿Y quien es pues? dice mi papa, que ya había sacado su mohosa.
Papa, le decimos nosotros, no ve que es el Judío errante.
¡Hum, cuál Judío ni que mierda! dice el viejo.
¡Viva yo! gritaba el hombre afuera.
¡Viva Ramón Ernesto Cruz!
¡Muera Modestón!
¿Bueno hombré y vos quien putas sos? pregunta mi papa.
¡Soy yo Rogelio Merlo, que aquí estoy con hambre y bien mamado!
¡Yo soy hombre jodido……!
Bueno hombré, si sos tan hombre anda a la cocina. Allí en el tablón hay unos tamales, comete unos cuantos y te sentás allí en la silla del corredor y te dormís, deja de andar desvelando gente.
¡Putala jodido, si todos los liberales jueran como Joche Izaguirre yo …!
Amigo, al siguiente día nos levantamos tempranito y Rogelio aun dormía en el corredor de la casona.
Desde ese día tomábamos el ayuno más en serio porque mi mama nos dijo: Ya vieron, esta vez era Rogelio, pero nadie sabe la próxima vez.
El judío errante es una figura de la mitología cristiana. La leyenda relata que un personaje judío (su caracterización concreta varía según las versiones) negó un poco de agua al sediento Jesús durante el camino hacia la Crucifixión (como si el pobre Cristo hubiese tenido tiempo para pedir agua), por lo que Éste lo condenó a «errar hasta su retorno». Por tanto, el personaje en cuestión debe andar errante por la Tierra hasta la Parusía (la segunda venida de Cristo).
A menudo se ha visto en el judío errante una personificación metafórica de la Diáspora judía, interpretando desde el punto de vista cristiano, que la destrucción de Jerusalén habría sido un castigo divino a todo el pueblo judío por la responsabilidad que algunos de ellos tuvieron en la crucifixión de Jesús; razón por la que se considera una leyenda de origen o naturaleza antisemita.
Como pueden ver, en la introducción del vasto articulo de Wikipedia, se habla únicamente del carácter de la leyenda. Sin embargo, en la versión del Judío errante de ni niñez este individuo no tenía nada que ver con el judío presentado en el artículo. Su viaje por el atlántico le doró u poco más la piel y la convirtió en una historia sincrética donde se mezcla maíz y tradición cristiana.
En la versión de mi mama, el Judío errante se paseaba por los caminos y aparecía sobre todo en Semana Santa. Mi mama decía que era harapiento y que castigaba a los niños que no obedecían a los papás en tiempo de cuaresma y de semana santa. Si rompíamos el ayuno sin pedirle perdón al señor corríamos el riesgo de ser secuestrados y desaparecidos por el judío errante. Ahora ya nadie se acuerda de él porque su trabajo de desparecer y secuestrar lo han agarrado los chafas y los paramilitares.
Bueno, comentario aparte, cuando nosotros nos comíamos los marañones a escondidas de mi mama, le pedíamos perdón a Dios por haber caído en la tentación. Y diosito como es bien cachimbón siempre no escuchó y el Judío errante nunca vino por nosotros. Es decir, que un marañón comido con devoción en Semana Santa, no es pecado.
Mi mama decía también que el viernes santo en la noche había que dejar algo de comer en la cocina. Así, si el Judío pasaba podía comer algo y seguir su camino. Nosotros le preguntábamos:
¿y como sabe usted que es el Judío errante el que se comió la comida de la cocina? ¿Quién le dice a usted que no es Tituy Aguilar quien vino en la noche a comerse los tamalitos pizques que le dejó en el molendero?
Ustedes son unos sacrílegos, nos decía, no ven que esas son cosas misteriosas que sólo el poder de Dios puede explicar. Además, el Judío errante cuando pasa pega unos gritos que te hacen tener frío hasta en los huesos. Grita fuerte como si lo estuvieran mal matando. Esos son los gritos que le provocan el peso de los pecados que arrastra desde el principio de los siglos. No sean malcriados que si no se los lleva.
Pues nosotros en la noche ni dormíamos esperando oír los gritos del Judío errante. Teníamos miedo pero nos quedábamos despiertos para ver si oíamos algo pero nunca pasó, salvo una vez.
Un día, un viernes santo de no me acuerdo que año, nos quedamos despiertos y a eso de la una de la mañana oímos aquellos gritos.
¡Epa! ¡Yo soy hombre!
¡Yo tengo güevos de machetearme con el mero uñudo!
¡A yo me jiede la vida!
¡Viva el partido Nacional, hijos de puta!
Y aquella gritazón.
Nosotros con miedo, ¡ay mama, ahí viene el Judío errante!
Verdad que te dije que no había que comer brejetas, ahí viene ese hombre.
Los gritos se aproximan de la casa, aquí aclaro que nadie nos había dicho que lengua hablaba el judío o que tipo de gritos hacia.
Mi papa que dormía como un trozo no se despertó hasta que mi mama lo despierta y le dice que pare la oreja.
Y ustedes cipotes cállense, no hagan bulla.
A nosotros nos tronaban las tabas del miedo.
Luego, el judío pregunta:
¿Don joche, tiene una tortila que me de?
¡Ay mamita, los tamalitos de la cocina!
¿Y quien es pues? dice mi papa, que ya había sacado su mohosa.
Papa, le decimos nosotros, no ve que es el Judío errante.
¡Hum, cuál Judío ni que mierda! dice el viejo.
¡Viva yo! gritaba el hombre afuera.
¡Viva Ramón Ernesto Cruz!
¡Muera Modestón!
¿Bueno hombré y vos quien putas sos? pregunta mi papa.
¡Soy yo Rogelio Merlo, que aquí estoy con hambre y bien mamado!
¡Yo soy hombre jodido……!
Bueno hombré, si sos tan hombre anda a la cocina. Allí en el tablón hay unos tamales, comete unos cuantos y te sentás allí en la silla del corredor y te dormís, deja de andar desvelando gente.
¡Putala jodido, si todos los liberales jueran como Joche Izaguirre yo …!
Amigo, al siguiente día nos levantamos tempranito y Rogelio aun dormía en el corredor de la casona.
Desde ese día tomábamos el ayuno más en serio porque mi mama nos dijo: Ya vieron, esta vez era Rogelio, pero nadie sabe la próxima vez.