Por Dario Izaguirre
Historiador y arqueólogo.
Mi
querida tierra, mi querida Honduras, ¿Quién te mató antes de nacer? ¿Quién te
dio nombre de mujer para permitirse violarte después?
Preguntas
retoricas y talvez sin sentido, pero que igual duelen en el alma cuando ves que
tu país retrocede. Cuando ves que en Pencaligüe (Como diría Omar Aquiles) la
edad media no ha pasado. Cuando en mi Honduras, la vida de una gallina o de un
garrobo vale más que la de cuatro mujeres asesinadas en 48 horas. Eso es la
Honduras de hoy, una Nación violada, vendida o prestada en retazos, una nación
destruida por la inclemencia del tiempo y por la inclemencia de las clases que
dominan la política y la economía.
Hace
unos días me preguntaba una periodista en entrevista, que pensaba yo de la
manera de hacer política en Honduras y que por qué los hondureños, se decía,
éramos haraganes y apáticos.
Mi
respuesta fue que, desde mi punto de vista, la manera de hacer política en Honduras está desfazada y pasada de moda. Que las prácticas de los políticos hondureños
no han cambiado en casi 200 años de vida independiente. Que en nuestro país la
época de los caudillos y del personalismo no ha pasado. Que las instituciones
políticas son aun partidos de patronazgo o partidos de gobierno y me atrevo a
decir que el fondo ideológico de los principales partidos de Honduras no es tan
antagónico como parece.
Aun
los partidos más a la izquierda siguen haciendo uso de practicas electorales
gastadas y que no los diferencian en nada, en la manera de hacer campaña de los
últimos 40 años, de los cachurecos y los colorados. Se siguen practicando
elecciones internas en las cuales, al final lo que queda es una amalgama candidatos
que no son necesariamente los mejores elementos de cada corriente que participó
en el proceso sino aquellos que pusieron más plata. Las elecciones internas son
una mascarada de democracia y un desperdicio de dinero.
Según
el periódico digital Tu Nota del 21 de enero de del 2021, las elecciones
internas de 2021 en Honduras costaran 1100 millones de Lempiras, o sea, más de 46
millones de dólares gringos. En la provincia de Quebec en Canadá, con una población
parecida a la de Honduras y con una extensión territorial de 1,542,056 km², es
decir trece veces más grande que Honduras el costo de las elecciones para
primer ministro es de 74 millones de dólares americanos -1692 millones de
lempiras una vez cada cuatro años. Esa cantidad incluye el censo, los salarios
para los directores de las mesas de escrutinio y las contribuciones públicas y
privadas. Además, teniendo en cuenta el ingreso per cápita de los quebequenses,
los costos son por decirlo así normales. Pero el
costo de los procesos electorales en Honduras (primaria y generales) es de 1800
millones de lempiras (76 millones de dólares gringos) y eso son las cifras, sólo
para el TSE, eso no incluye las partidas que se invierten en el RNP ni los
milloncitos que se van por la banda como contribuciones privadas y coimas a los
candidatos. Imagínese usted que parte de esos millones desperdiciados en las
elecciones internas fuesen invertidos en aulas, libros, medicinas equipo
médico… y no en impresión de papeletas, transporte, caravanas y regalías efímeras
que no hacen más que incentivar el clientelismo y enriquecer a ciertos
candidatos. Imagínese usted la diferencia.
Honduras
es uno de los pocos países en el mundo en donde se da esa farsa (11 países son
los principales representantes de esta práctica: Argentina, Armenia, Costa Rica,
Chile, Ecuador, España, Estados Unidos, Honduras, Uruguay, Venezuela y República
Dominicana), pero es uno de los pocos también, en donde no tenemos Estado de
derecho, que se supone es la base de la democracia, he ahí una paradoja.
El
político hondureño, salvo excepciones, sólo está presente al momento de las
elecciones. Esperando unos meses antes para formarse una camarilla local que le
ayudará a formar su sequito de clientes. No clientes en el sentido capitalista
del término sino clientes en el sentido Romano. En Honduras aún se aplica la
Máxima “Pan y Circo” de la Roma antigua. Los políticos romanos ganábanse el
voto o la simpatía de la plebe por medio del clientelismo. Regalando comida
barata y entretenimiento se lograba una alienación del pueblo que lo despojaba
de su espíritu crítico mientras a la vez se sentía satisfecho por esa falsa
generosidad de los gobernantes. Esta estrategia demostró ser una forma muy
efectiva de acceder al poder en Roma y lo sigue demostrando en Honduras. Mi
padre, liberal de cepa, llamaba a los clientes “liberales de estómago” para
diferenciarlos de los liberales de convicción que eran pocos.
Las
campañas electorales en Honduras están basadas en eso. El señor diputado que llega al pueblo sacando
billete, dando burras, dando balones y uniformes de futbol. Como el mejor mago
del mundo saca conejos de su chistera, el candidato saca proyectos como por
milagro. Proyectos que nunca sacó en sus 3 años de gestión. El señor diputado o
el político de oficio a quien nadie vio abrazando a los desposeídos hoy, año
electoral, es el ser más campechano y chinea cipotes meados. Eso es la política
hondureña. Una política de clientelismo, alienante y despojada de todo sentido
crítico. No hay una sola escuela política en Honduras que esté destinada a la
formación critica de su militancia y menos aún de las bases y los que intentan
hacerlo son acusados de termocéfalos utopistas, paleadores de nubes.
En lo
de que somos haraganes, cuando me lo dijo me reí. Porque es un estigma, una
marca negativa, que nos viene desde la colonia. En las crónicas de Antonio de Herrera
en 1601 ya se decía eso de los pobladores indígenas de Honduras. El colonizador
no había comprendido que el afán de acumulación de bienes no era la prioridad
de los indígenas. Que el prestigio y la calidad de persona residía en valores
que tenían que ver con la praxis cotidiana. Ser buen cazador, ser valiente en
la batalla, saber deslizarse sobre el rio en un pipante o simplemente conocer
la montaña eran los valores que hacían de vos una persona, un lider.
Para
el colono esos valores no contaban, puesto que ellos habían venido aquí a
trabajar como mulos para ellos, para pagarle los tributos a la corona y
granjearse un estatus en la nueva sociedad. Y este estigma del indio haragán
atraviesa generaciones y muchos terminamos creyéndolo. Pero nadie nunca se ha
preguntado el papel que la dominación económica y política ha jugado en este
asunto.
¿A
quién le gusta trabajar gratis? O a quién le gusta sembrar para que al final de
la cosecha entregar el fruto del trabajo a alguien que no se ha sudado las
entrepiernas. Y eso ha sido la realidad de los campesinos, de los indios de los
negros y de los profesionales de Honduras. Ese país donde un diputado gana mas
que un médico. En donde muchos profesionales trabajan en el sector informal
porque es más rentable tener una chiclera que enseñar en un colegio privado. En
tal sentido muchos de nuestros coterráneos prefieren la mendicidad y el dinero
fácil que de una u otra manera, son trabajos también y, dicho sea de paso, más
arriesgados que un trabajo fijo, pero además exentos de toda deuda.
Ahora
bien, además de las causas mencionadas arriba, cuáles son las causas estructurales
de esa susodicha empatía, pereza, clientelismo…
No
soy sociólogo para hacer un análisis de la cosa, simplemente soy un observador
y un crítico, sin fundamentos talvez, pero consciente de los cambios y de la
involución de la sociedad hondureña en los últimos 40 años.
Desde
mi punto de vista, el nefasto papel de las sectas religiosas, las iglesias y
los fanáticos religiosos que han hecho de Honduras uno de los pueblos más
pseudofundaentalistas de América, es una de las causas. Este fenómeno de alienación
sectaria, ha hecho que los hondureños se lo dejemos todo a Dios. En el decir de
la feligresía Al chucho amarillo no lo han matado porque Dios lo protege. El
poder de Dios es el que quitará el mal gobierno. Dios nos bendice con buen
presidente que tenemos. Honduras es un estado laico, pero sacamos a la
virgen de Suyapa y al cardenal en los helicópteros del Estado a regar aceite para
protegernos del mal, se ora en el congreso Nacional y se da financiamiento a
las iglesias cristianas, los militares y policías oran al mismo Dios antes de
reprimir y matar a su propio pueblo. Dios es la causa y el efecto de
todos los bienes y los males de Honduras. El recrudecimiento de esa fe
ciega en esa entidad celeste, hace que la gente siga creyendo que los
comunistas se comen a los cipotes, que en Cuba hacen jabón con los viejitos y
que los ambientalistas niegan la voluntad de Dios puesto que el calentamiento
global es voluntad divina y no producto de la insensatez humana.
Los
pastores, curas, apóstoles, fanáticos o como queramos llamarles (evidentemente
toda regla tiene su excepción no todos son fanáticos), bajo pretexto de llevar
el pan de la divinidad y la salvación al pueblo, se convierten en cómplices de
masacres, de propagación de enfermedades, de represión, de hambre de
segregación étnica y de género, etc. Son homófobos, provida, pedófilos, abusadores,
ladrones de cuello blanco y todo eso en nombre de Dios, al igual que los
cruzados y los que en nombre de Dios exterminaron poblaciones enteras en el
pasado. Bajo el santo sudario de la divinidad, le prohíben al feligrés el
rebelarse contra un estado despótico, un Estado ilegitimo y soportado sobre la
base de la corrupción, el narcotráfico y de la impunidad. Nos enajenan y nos
vuelven máquinas de recitar versículos de la biblia de memoria. Ese es el papel
que teóricos como Poulantzas les atribuyen a los aparatos del estado de los
cuales las iglesias forman parte y en la práctica ese es el papel que juegan en Honduras.
El
otro aspecto de la susodicha empatía es el miedo. ¿Quién dijo miedo? Bueno, yo digo miedo. Porque si bien es
cierto que durante mas de 10 años un cierto número de ciudadanos ha puesto el
pecho en las calles, también es cierto que el terrorismo de estado ha sido
eficaz. Creo y sin temor a equivocarme que los hondureños en 10 años han
absorbido mas gas lacrimógeno que los salvadoreños en 10 años de revolución.
Que proporcionalmente al tipo de protesta que se ha dado en Honduras, ha habido
más muertos, presos políticos y desaparecidos que en situaciones de guerra de
guerrillas. El aparato represivo en Honduras ha sido eficaz en todos los
sentidos. Intimidación, amenaza, asesinato, violencia física, sicariato… han
sido la orden del día y lo siguen siendo. Y el miedo cala hasta al más
valiente. Entonces el miedo del común del pueblo es producto de esa campaña de
terror estatal.
Pero
también, el terror estatal nos ha empujado al desgaste político; al cansancio y
en última instancia al valeverguismo, como diría Filander Díaz Chávez. Sí, el
desgaste político ha llevado a muchos a quedarse solamente como espectadores,
como asistentes en una corrida de toros en donde raras veces el vencedor es el
toro sino el payaso con la muleta y la verónica. En nuestro caso los payasos
con uniforme y fusiles y aquellos de saco y corbata.
En lo
que concierne el clientelismo, este desaparecerá cuando desaparezca el hambre,
cuando el candidato deje de jugar con las necesidades del pueblo y se dedique
ha hacer su trabajo, servir y no robar a quien le elige. Cuando en lugar de regalar burras y piñatas, les enseñe a sus electores a salir del marasmo y a
convertirse en un elemento productivo capaz de criticar y autocriticarse. Pero
para eso el mismo candidato tiene que dejar de ser un parásito que ocupa un
puesto para ganar un salario y convertirse en represor de los mismos que lo
eligieron cuando reclaman lo que se les debe. Creo que estamos a años luz de
lograr eso.
En resumen, si Honduras está hundida no es porque el hondureño es haragán. Un colega me decia; y cito:Fijate que eso de que el hondureño es haragán es una tontera que se sigue repitiendo. Es fácil de demostrar que no lo es, por que ¿Quién ha construido las ciudades, quién ha producido en el campo durante siglos, quién construyó los caminos, los puertos, aeropuertos, edificios, puentes, etc.?
Y en verdad este colega tiene razón.
La causa
histórica del atraso de Honduras, no es una cuestión de pereza mental o ciudadana. La causa principal ha sido la corrupción de la clase política tradicional y el entreguismo. Sumado a eso, la mala distribución de los privilegios y la riqueza por miedo a perder el
poder. Nuestros ricos, como los ricos de América Latina, tienen miedo de ceder un
ápice de tierra o unos cuantos pesos para educar al pueblo, porque le tienen
miedo a una clase de obreros y campesinos educados. Idiotas, no se dan cuenta
que con un pueblo educado y con acceso a un trabajo digno, un país progresa.
Aun en eso, nuestro país en lugar de enriquecerse el mismo esta ayudando a
estimular la economía de las islas Caimán, de Barbados y todos los paraísos
fiscales existentes en el mundo.
Invertimos
en Honduras,
dicen nuestros oligarcas, pero alguno de ustedes sabe ¿cuántas cuentas bancarias
de los millonarios de Honduras están en el exterior y cuántos millones de dólares
generados en Honduras se pierden por causa de la política entreguista de
nuestra clase política?
Honduras
no se vende
(dijo por allí un político) pero la podemos prestar a largo plazo para
generar empleo. He ahí un ejemplo de
falta de visión de Nación que dista mucho de aquella del general de hombres
libres que decía, la soberanía de un pueblo no se discute, se defiende con
las armas en la mano.
Si en
realidad invirtieran no necesitaríamos las ZEDES que no son más que un ejemplo
de la entrega de nuestra soberanía. De manera empírica existen dos tipos de
inversión. Aquella en la que se pone capital en un negocio para multiplicarlo y
luego guardar el pisto en un hoyo, y la otra que implica poner pisto en un negocio,
multiplicarlo y generar otros negocios y que esos negocios contribuyan al
enriquecimiento del Estado vía la captación de impuestos que, administrados de
manera honesta y transparente, retornan a sus contribuyentes en forma de obras,
educación, salud, etc. Pero eso en Honduras es lo contrario lo que se hace. Se
exime de impuestos a las grandes empresas, el hierro, por ejemplo, no es
considerado como metal precioso y por tanto libre del pago de impuestos.
Entonces
¿estamos jodidos porque somos haraganes? ¡no! ¿estamos jodidos porque estamos
gobernados sempiternamente por ignorantes con complejos de estadistas? ¡si! ¿Estamos jodidos por el miedo que nos
infunden los pastores y los curas retrógradas que viven en el tiempo de la
inquisición, pero que se vuelven millonarios con los diezmos? ¡Si! Estamos jodidos porque como pueblo hemos
siempre confiado en los caudillos y no en los líderes surgidos del pueblo
mismo. De todas maneras, a esos los eliminan los detentores del poder y del
capital.
Tenía
razón el viejo Marx al afirmar que todo fenómeno social tiene su origen en los
fenómenos económicos.