De nuevo
les entrego otro capítulo de la vida de mi viejo. Esta tiene que ver con una cicatriz
que él tiene en el pecho. Esa cicatriz atraviesa
su pecho desde la tetilla izquierda hasta cerca del ombligo. La parte superior
tiene algo así como un centímetro de ancho y disminuye a medida que desciende
hacia el ombligo. Ese surco bien clarito
como diría Mejía Godoy, es uno de los recuerdos probablemente más negros de la
vida de mi papa, pero para mi es uno de los mas gratos. Sí, parece contradictorio, pero los recuerdos
que yo tengo de esa cicatriz es la de
las tardes en la montaña cuando después de la jornada mi padre se quitaba la
camisa y se quedaba sentado en su silla
verde en el corredor de la casona. Yo me
sentaba en sus piernas y jugaba con la vellosidad de su pecho siguiendo la huella
de esa cicatriz hasta dormirme.
Bueno pues aquí
les dejo con don Joche
Cuénteme la
historia de la cicatriz que tiene en el pecho
Esas cosas…
eso fue… ¡Mira ve! Francamente yo estoy vivo porque de verdad Dios… Pero esa
cosa que hizo ese hombre… Que en paz descanse ¡Carajo! Andar yo cubierto con
una chumpa, con camisa, camiseta y me a traspasado… Pero te voy a contar desde el principio…
Pues ese
hombre, era el mozo (peon) más de confianza que había allí. Cuando yo llegué en 1953, allí lo hallé, él y otro peón… Elías Vásquez y Colacho
(Nicolás) Mejía. Con ese Colacho Mejía hicimos ese cofre que esta allí… (
muestra el cofre de cedro del cuarto de mi mamá)
A pues
y allí se llevaba el hombre, Maximino se
llamaba, trabajando y ya cuando se llegole día de… un 19 de marzo, decidieron
de festejar ese día, no a nombre mío, hicieron un rezo porque era el día de San
José…
Bueno, yo
estaba allí viéndolos el movimiento, estaban rezando, luego comiendo y luego con unos violines tocando allí. Estaba
bien bonita la reunión. Entonces digo yo
luego… yo pues me voy a ir a acostar dije yo. Me fui para dentro donde dormía
yo. Ya me quité la faja de la pistola y
ya la puse así en la cabecera de la cama me desvestí y me acosté. Todo quedaba
en calma.
Al momento
de estar acostado se alborota aquel hombre (Maximino) y oigo la bulla… enojado
con la señora y gritando y …
¡jobero…!
¡Vaya caramba! Dije, tan bonito que
estaba eso. Yo me voy a levantar y me visto otra vez y me fajo la pistola. Entonces
salgo yo à hablarle al hombre y le digo: ¡Hombre Chimino! mirá como estaba de
bonito el rezo, Vos mismo estabas llamando a la gente que vinieran a comer… y
ahora esta corrompiendo… arruinando la fiesta…
Chimino seguía
revuelto, y en eso que yo le estoy hablando, otro bolo que venia abajo por el
camino real gritando… y se reconocen los
dos bolos y se contestan unos y otros, insultándose y aquel venía bolo también…
¡Y juep…! ¡Vaya
pues! Entonces, vengo yo y dejo de
atender a Chimino y abro el portón del camino real y salgo a hablarle al hombre
que venia, a decirle que no le hiciera caso y bueno un poco de cosas pensaba yo
decirle para evitar el pleito. Entonces detrás de mi sale Maximino también a
encontrar al otro hombre que venía por el camino real. Cuando yo siento que
Chimino se venía, entonces me regreso y ya no busco hablar con el hombre que
venía, sino que trato de atender a Chimino que venía loco buscando pleito,
volando machete.
Entonces me
regreso… yo llevaba foco también pero lo tenía apagado. Cuando me doy vuelta y
que iba a decirle ¡Hombre muchacho,
Chimino no te salgás¡ a decirle
eso iba yo cuando sentí el tarrajazo que pego en un travesaño de la puerta y a
pesar de eso me a garro el pecho la punta del machete. Me hubiera sacado el corazón
si me hubiera agarrado de lleno. ¡Ay hombre! Y me miro el chorro de sangre… ¡Ay Caramba! y le digo: ¡ya me mataste hijueputa! Y le pongo el foco y le pongo la pistola por un claro de la puerta
¡Jodido! Era un cuete que tenia yo… y el hombre se queda parado… Yo no hallaba
que hacer, mirando al hombre.
Pensando que lo iba a matar y que me iba a ir y que
mis familias en Honduras me conocían poco, iban a decir que yo era un hombre
malo y que aquí y que allá… en un momentito le di vuelta al mundo e hice
maletas, pero en segundos… hombre mira, hice maletas, y pensé todo eso…
Entonces dije yo ¡voy a pensar! Le voy a
ordenar que vote el machete si no vota el machete lo soco. Y le digo: ¡Votá ese
machete! Y lo ha votado, amigo.
¿Verdad que
no lo podía matar? Pero si hubiera sido
otro lo mata. Porque así me decían muchos… Yo lo hubiera matado…
A pues y le
digo: ¡vota ese machete! y lo ha votado
y en eso que venia el mandador que tenía yo allí que se llamaba don Salomón
Salgado y le digo: ¡Recoja ese machete y amaren a ese hombre! Y no lo podían
amarrar y así herido votando sangre tuve que ayudarles a amarrar a Chimino. En eso viene el mismo señor (don Salomón) y deshoja
una navaja y se iba ir por detrás a
degollar al hombre y le ordeno yo
¡No! Le digo yo, así herido ¡No lo mate
Jodido! No lo mate yo y usted lo va hacer ¡No! ¡Vote esa navaja! Y me hizo caso
el hombre.
Entonces
amarramos a Chimino al pie de un pilar, allí bien amarrado.
Después le
mandé hablar al alcalde auxiliar para que se hiciera cargo de él. Yo me fui a
acostar y ya corrieron y la mujeres me untaron unas cosas allí y en la mañana
me vengo, bueno me traen al pueblo… y aquella cosa y ya luego pues llevaron al juez a periciarme a mi. Y ya me inspeccionó y todo y ya le platiqué yo
el asunto que no lo había matado. Por
eso si no vota el machete creo que lo hubiera matado y a saber donde estuviera
ahora y el estuviera muerto. Pero se me vino a la mente de ordenarle al hombre
que votara el machete porque lo tenía encañonado.
Pero lo voto. El juez me abrazo y me dice: Lo felicito, me dice eso es de hombre me dice…
Imaginate,
bueno allí ya me estuvieron mediqueando allí donde mi papá y me atendieron y ya
cuando me mejoré bien mejoradito me fui
otra vez para la montaña.
Entonces el
hombre cayo preso de oficio, porque yo no pedí nada contra él (el hombre estuvo
preso varios meses). Entonces me venían a decir a mi que decía Chimino que sola
mente que no saliera de la cárcel no se desquitaba esa carcelada ¡jodido decía yo!
¿Ya me
entendés que quería decir con eso verdad?
Que
saliendo de la cárcel me iba a hacer algo…
Ah pues allí
estuvo y estuvo preso… 6 meses estuvo.
Allá al
tiempo se llego el momento que salio, y
yo no me doy cuenta. El terreadero de él era por el lado de El Chorro (otra
hacienda de mi abuelo, distante de la hacienda donde vivía mi papa).
Un día me
toca ir a ver un ganado al Chorro y miro un hombre que viene caminando a mi
encuentro. Pero antes de
toparme con el, ese día yo traía la pistola camiseada y no al cinto. La
mula se había pegado un embrocón y allí
se me cae la pistola y no me di cuenta.
Entonces acolumbro al hombre come a cien varas ¡ay
jodido! Y el hombre venia con el machete
cruzado sobre la nuca. ¡Jodido! digo yo, allí viene ese hombre y me toco la
cintura buscando la pistola y nada… Arriendo
la mula y doy la vuelta para atrás a recoger la pistola. Este jodido va decir
que me corro yo (ríe) pero yo voy a ir a
buscar esa pistola. Me regreso, y cuando
llegue el punto allí estaba la pistola. Me apeo de la mula y me la camiseo y me
regreso a encontrar al hombre. Entonces
cuando iba a cierta distancia le hablo…
Como a unas 15 varas antes de encontrarlo. Y le hablo:
- Aja
hombré y me paré. ¿Así es que ya saliste?
- Ya Salí
me dice
- Hombre
pues fijate le digo que aquí me han venido a decir, que vos decís, que solamente que no salieras no te
desquitabas esa carcelada. Pues aquí va ser el punto, le digo, que te vas a
desquitar, le digo yo. Y ay vos sabés.
Pero por
favor no te vayas a arrimar más. Aquí estamos, bueno y sano estas vos y yo también.
- No, me dice,
si yo no he dicho nada ni tengo nada pensado de malo para usted. más bien, me
dice, si me da trabajo otra vez, yo voy a trabajar para usted.
Te doy, le
digo, te doy. Si es así que lo pensás.
Pero eso si, que no te voy a querer ver bolo, con esa condición. Si eso
prometes llegue a trabajar el lunes.
Pues así
fue, llego el lunes (ríe). Y cuando
llega el lunes, lo mira mi papá y me dice:
¿Bueno, y ese hombre?
Allí, vino,
yo le di trabajo, le digo yo.
¡Jodido! Me
dice mi papá ¡Tenés güevos vos! Pero no te confiés, me dice.
No, si ya
le hablé y todo y él sabe.
Pues se
portó bien el hombre conmigo, bien pero bien, bien, bien, bien se portó
conmigo.
Pues
hombre… Allá en una de esas me fui a dar una vuelta allá por Nicaragua a ver la
familia. En esos medios le pega Chimino una cinchoneada aun cipote, jovencito aquel chigüín. Isidoro se
llamaba el muchacho. El cipote se dejo pegar
pero la cosa no se quedo así. El muchacho afiló la guarizama en una piedra y la afila bien afiladita.
Y dice el muchacho:
Hoy lo vigeo.
Y así fue.
Le salio por el camino por donde venia
Chimino, cuando lo vio le dice:
¡Aja hombré! ¿No estás enojado por lo que te hice?
¡No hombre
le dice! No estoy enojado.
Pues vení
para acá le dice vamos a echarnos un
trago.
Y agarran…
cada quien con su machete, platicando en
el camino. Aquel cipote le iba vigiando y le iba vigiando, hasta que llego al
punto. Y en un descuido de Chimino le apeo la cabeza de un solo machetazo.
Así terminó
Chimino.
A mi
regreso ya llegué donde mi papá y allí estaba la mujer de Chimino que se llamaba Chila herrera. Y le digo aja
Chila.
Pues mire
lo que nos pasó hace poco venimos de enterrar a Chimino, lo mataron.
Por eso yo
siempre les digo. Es malo maltratar a los cipotes… Con una mala mirada que le
pegue uno a un cipote, esa mirada lo puede marcar y ponerle ideas en la cabeza.
Mi abuelita
ami nunca me pego y me pego una vez, injustamente me pego. Yo tenia un compañero
y vivíamos allí cerquita, y había un muchacho
que tenia una propiedad y al pie de la propiedad había un pozo donde íbamos
a traer agua y detrás del cerco el hombre tenia una mata de maíz y esa mata de
maíz echó un elote y ese elote a saber quien se lo desgajo y se lo robó.
Entonces el propietario Juan José Macareño me echa el muerto ami que yo me había
comido el elote. Le pone la queja a mi mamita. Entonces mi mamita me dice:
Venga para acá. ¿Por qué ha hecho eso y por qué anda tocando lo ajeno? Y me
soca… injustamente…
Yo con ese
hombre nos hablamos pero todo el tiempo le tuve aquel rencorcito de esa cosa
que me arrimo, de haberme comido ese elote.
Allí pues
tienen ustedes la historia y es a
ustedes de sacar la moraleja, la mía ya la pus en el título.
Un abrazo.