Fernando
Fernando Rivas, un
ex guardia Somocista que llegó al pueblo desde los refugios de Danlí. Era de
regular tamaño y musculoso con facciones indígenas bien pronunciadas. Era el
hombre de Juana, la trabajadora de mi casa, otra nicaragüense hija de un viejo
trabajador de mi papa, don Beto Carrasco. Fernando se metió a vivir con Juana y
se hizo cargo de sus tres hijos Jorge, José y marta a quienes trataba como sus propios
hijos. Fernando trabajaba de lo que le saliera para llevar comida a la casa.
En esos días la
casa de la montaña estaba sola, casi en abandono y mi papa le propuso a Fernando
y a Juana si se querían ir a vivir allá.
Mirá le dijo a Fernando,
si te vas a vivir allá podrás trabajar conmigo, sembrar para vos en las tierras
y tu mujer puede criar animales. Allí hay un horno de hacer pan que tu mujer
puede usar y ayudarse en lugar de estar aquí esperando que te salga algo de
trabajo. Yo les voy a ayudar.
Pues, se fueron a
vivir a la Montaña.
Fernando, inspiraba
miedo. Los domingos se vestía de negro y en la mula negra de mi viejo se iba a pasear
a la aldea. Ya estaba agarrando fama de pautado. Pero en el fondo era un hombre
bueno.
Me contó que venía
de Cébaco y que allá había dejado un hijo que tenía mi misma edad. Yo le hacía
preguntas sobre la guerra las que siempre evadía y su cara cambiaba y terminaba
diciendo: nunca se vaya a meter a soldado o a guerrillero, esa no es vida,
aproveche sus estudios y hágase un buen hombre.
Nunca supe por lo
que había pasado. Pero a pesar de su seriedad deduje que no la había tenido fácil,
como muchos soldados de tropa de la guardia quienes vivían en condiciones
precarias y obedeciendo ordenes de los oficiales sanguinarios. Como siempre le
andaba preguntando babosadas sobre armas y m anejo de armas y otras pendejadas,
un día me dijo que ya dejara de preguntarle cosas que si seguía le iba a decir
a mi papa para que comenzara a ponerme cuidado en lo que andaba metido.
Entonces me calmé y comencé a preguntarle sobre sus orígenes y otras cosas mas
relacionadas con el trabajo.
La Juana comenzó
a criar gallinas y a hacer pan. Fernando en el periodo en el que no había trabajo
en la finca se dedicó a plantar hortalizas. Plantó tomates, chiles, cebollas y repollos.
Y su vida parecía empezar de nuevo se miraba feliz, Sobre todo porque la Juana
dio a luz a su hijo Fernandito.
Pero la felicidad
dura poco.
Por allí comenzaron
a rondar los cuervos de la Contra. Un tipo, originario de San Pedro del Norte y
al que apodaba “Carga ayotes” se había convertido en miembro de la inteligencia
de la contra. Su función era la de llevar un censo de los hombres en condición para
el combate y reclutarlos para llevárselos a los campamentos de la contra. Así
fue como el flaco se vio enrolado en la contra. Ese esbirro de la contra
comenzó a visitar la montaña y a acosar a Fernando quien se negaba a combatir.
Lo acosaron tanto y él se negó tanto que un día un comando armado de la contra
llegó a la montaña y se lo llevaron reclutado.
Allí quedó Juana
con cuatro chavalos y un marido ausente. Al principio en tal Carga Ayotes le
daba noticias de él. Pero un día llegó
la noticia de que Fernando había muerto en combate. Su cuerpo posiblemente
quedo en las montañas de Nicaragua y su hijo quedó huérfano gracias a la
impunidad con la que la contra operaba en Honduras.
Fernando Rivas, 1984.
El Chele Romero.
Hijo de un primo
de mi mama que vivía en Dipilto, en Nicaragua, este Chele, lo conocí en tiempos
de la Guerra revolucionaria. De vez en cuando atravesaba la frontera con su
padre, Don Tito y venía de visita a El Paraíso.
Siempre fue un
poco raro. Tenía la mirada profunda y aire de malevo, era fuerte fornido de
mediana estatura, blanco y rubio y hablaba poco.
Durante el período
de la contrarrevolución su padre fue asesinado y él herido por elementos
posiblemente de la contra que incursionaron en Dipilto. El Chele se recuperó de
las heridas y comenzó el servicio militar en Nicaragua. Como miembro del
Ejercito popular sandinista, el Chele conducía un comando y transportaba
tropas. Un día le pasó un accidente y en el accidente murieron varios soldados
del EPS. Lo que le costó el encarcelamiento por negligencia y no sé cuántas
pendejadas más. Estaba purgando su pena en la prisión de Ocotal cuando decidió
fugarse. Se fugó ¿y donde fue a parar piensan ustedes? Al refugio dilecto de la
familia, mi casa.
Los Romero
No se asusten que
aquí no voy a hablar de mis amigos queridos de la Familia Romero, la de
Panchito, se trata de otros Romero.
Los viejos eran
tres, cuatro con doña Meche la mamá del Chele. Ellos eran originarios de Güinope.
Ellos, los varones, eran Don Chilo el papá de Miguel Romero el mecánico y de
quien no hay mucho que decir puesto que murió mucho antes de este bochinche. Los
otros dos eran Don Amado y Don Rafael.
Don Amado hizo
plata en Nicaragua y era somocista de cepa, buen amigo del Capitán Garrobo
famoso por sus buenos métodos de represión en la región de la Segovia. Con la colectivización
de las tierras en Nicaragua, don Amado se vio obligado a salir del País con sus
hijos y se establecieron en el paraíso en donde se dedicaron al comercio de
granos y café y por supuesto a colaborar de manera descarada con la Contra. De
la bodega de los Romero salían las camionadas de maíz, arroz, frijoles y cuanto
mas quiera hacia los campamentos de la contra. Su casa era como el cuartel
general de la contra en el pueblo.
Don Rafael por su
parte, la tenía sus bienes en Las Manos en Honduras y otra parte en Nicaragua. Estos
los perdió durante el periodo de colectivización de tierras. Lo que hizo que él
también se convirtiera en colaborador de la Contra, aunque de una manera mas
discreta que su hermano Amado y sin temor a equivocarme él salió mas jodido que
beneficiado de esa colaboración.
Doña Mercedes,
era la madre del Chele, la esposa del tío Tito y la madre de nuestra querida
Gloria, Neco, Consuelo y dos otros mas que se me escapa el nombre.
Doña meche era un
pan de Dios. Buena, paciente y querendona. Era miope y su miopía la hacia hacer
cosas chistosas como colar el café fuera del búcaro. Pero siempre estaba lista
a servirte un cafecito caliente.
Con la muerte de
su esposo doña Meche se las vio tile como diríamos en el pueblo. Se quedó sola,
pues Gloria se vino para Honduras, Los otros hijos casados ya se habían ido de
la casa, Noe estaba cipote y el Chele en el mamo, pero ella siguió la lucha
haciendo producir la finquita de don Tito y sobreviviendo sin la ayuda de nadie
mas que su familia cercana.
Como pueden ver
el contraste familiar es interesante.
El Chele Romero segunda toma
El Chele se fuga
de la prisión en Nicaragua le pide refugio a su tío Rafael en Las Manos y este
le dice que se puede quedar una noche pero que después se va, que no lo puede
tener allí.
El Chele llegó a
la casa con lo que tenía puesto, mas nada. Le contó a mi papa lo que le había pasado
(conste que lo que le contó a mi viejo fue su versión de las cosas y no hay
manera de corroborarla). El hecho es que El Chele llegó.
MI papa lo acogió
y se quedó viviendo unos días en la casa. Allí trabajaba con nosotros y mi
viejo lo dejaba manejar la camioneta Jeep con la que transportábamos madera
para las secadoras de café. Con el salario que le pagaba compró ropa. Yo le
regalé un sombrero forrado de tela verde que mi hermano me había dado ante de
irse para Nicaragua y al que le había puesto unas alas de paracaidista del
ejercito gringo que me encontré en la basura (pendejadas de Cipote) y la vida
siguió sin más escándalo. No puedo negarlo, me divertía con ese loco pues tenía
sus lados chistosos.
El Chele no salía
mucho pues no tenia papeles y mi papa, sabiendo que los Romero eran de Güinope,
se las arregló para conseguir una partida de nacimiento de doña Meche para
tramitarle una reposición de Tarjeta de identidad al Chele. Mientras, el Chele
se la pasaba de la casa al trabajo y del trabajo a la casa.
Pero… Y aquí fue
onde la burra botó a Genaro.
El fantasma de la
contra comienza a planear sobre la cabeza de El Chele. Un Dia estábamos reparando
un diferencial de la famosa Camioneta Jeep, cuando un denominado Irías, un
esbirro de la DIN o del G2 que tenía un chocoyo en la barbilla entra a la casa
y pregunta por mi papa. A mi corta edad ya sabía quien era ese individuo y se me
dije esto no trae nada bueno. Me salí a la calle y constaté que había un Toyota
propiedad de los Romero con militares del ejército y de la Chepa (FUSEP) y policías
de civil apostados alrededor de la casa. Entre de nuevo y me puse al lado de mi
papa quien hablaba con el tal Irías.
Pues Irías comienza
diciéndole à mi papa, que el sabe que mi viejo es una buena persona respetada
en el pueblo y bla, bla, bla… pero que tiene en su casa un elemento peligroso.
Mi papa se rió y
le dijo ¡no hombre! ese perro que ve allí hasta caratoso está, señalando a Randú
el perro de la casa, como diciendo “jódase aquí no hay nadie peligroso”.
Irías le dice, la
cosa va en serio don José usted le da refugio a un nicaragüense sandinista que tiene
por misión matar a Don Amado y a Don Rafael Romero.
A mi viejo se le cayeron
los cachetes.
Irías le dice que
si quiere tener problemas que deje que se lleven al Chele.
Mi viejo viendo
las cosas feas la dice al esbirro. Pereme un poquito ya se lo mando.
Se fue a hablar
con el Chele y le dice.
Mira Hombre, te vienen
a llevar preso acusado de querer atentar contra tus tíos.
Te vas a tener
que entregar, este cipote dice que la casa esta rodeada y que hay un carro con
chafas allí afuera.
El Chele se
levantó, se puso el sombrero, suspiró y se fue hacia el portón de la casa con
mi viejo, quien le dijo al Chele, no te preocupes que vamos a probar que esta
es pura pendejada. Le voy a avisar a tu mama y te vamos a sacar.
Bueno tío, le
dijo el Chele, a quien los chepos se apresuraron en esposar y a empellones lo
sacaron de la casa y lo tiraron como saco de malangas en la paila del carro.
MI viejo se las
arregló para avisarle a doña Meche quien arriesgándose morir pisando sobre una
mina, atravesó la frontera por un punto ciego. Llegó al pueblo y mi papa la
puso al corriente de lo sucedido. Los dos comenzaron a movilizarse.
Primero fueron al
cuartel de la Chepa para preguntar por El Chele ¡Sorpresa!
¿Cuál Chele? Aquí
no hay nadie con ese nombre.
Y el chafita
encargado de la lista de presos se hace el maje empezando a buscar en los
papeles y nada.
Detrás del
escritorio en la pared un afiche con mala ortografía que decía: “El hunico
comunista vueno es el cominista Muerto” con una cruz y calavera abajo.
-
No don
Joche en mis ducumentos de aquí de la comandancia pues, no aparece el isofacto
que usté busca, disponga que tengo que hacer.
- Pero
hombre si antier se lo llevaron de la casa y un montón de gente lo vio y el
agente me dijo que lo traían para acá, mire aquí esta la mamá del muchacho.
- Disponga,
disponga o lo meto preso por ostucción a la autoridá.
Mi viejo se fue
con doña Meche. Ahora al cuartel del ejército.
La misma pendejada, nadie sabía dónde estaba el Chele.
Mire doña Meche le
dice mi papa, aquí no hay otra que ir a hablar con sus hermanos, ellos
colaboran con la contra el carro en que se lo llevaron es de Don Amado. Ellos
deben saber algo. La doña lloraba unas lágrimas de amargura, lágrimas de madre.
Allá va mi viejo y
la señora a platicar con don Amado.
El viejo dientes
de oro con una sonrisa hipocrática que siempre manejaba en su cara, recibió a
mi viejo.
¿En que podemos
servirle Don Joche?
Pues mire Don Amado,
a mi me puede servir de poco, pero a su hermana la puede ayudar en mucho.
El viejo le
dirige una mirada a doña Meche y le dice haciéndose el maje: ¿Y vos en qué vueltas
andás?
La viejita humilde y con los ojos aguados le dice.
Mirá hermano vos sabés que hace unos días sacaron de la
casa de Don Joche a mi hijo el Chele. Se lo llevaron preso en un carro tuyo y
no lo tienen en los cuarteles. Nadie me dice nada.
¡Ah! Por ese pendejo te andas jodiendo la vida. Ese
jodido vino a Honduras para matarme a mí y a mi hermano Rafael. Nosotros lo
denunciamos porque uno de la inteligencia de la contra nos lo dijo. Y si se lo
llevaron pues bueno está.
La doña, le dice que como podía decir eso, que al Chele
lo andan buscando también en Nicaragua porque se escapó de una cárcel. Yo no
entiendo cómo puede venir a matar gente aquí y la familia además. Si sabes algo,
sácalo y mándalo de regreso a Nicaragua allá también lo van a meter preso, pero
por lo menos lo voy a poder ver.
No Mercedes, le dice don Amado, no te puedo ayudar.
Salen de nuevo mi viejo y la doña hacia donde el otro
hermano. Aquel, mas pausado que don Amado le dice que el sabe que el Chele venía
a matarlo. La misma paja del otro. Pero que él no tiene nada que ver con la
captura de el chale pero que tampoco la puede ayudar.
Las cosas se ponen difíciles para la señora.
Mi padre nunca fue un lame botas de los chafas y dentro
de sus amistades no me acuerdo haber visto un tan solo hombre de uniforme. Sin embargo,
otros de sus amigos si tenían amigos militares y se dedicó a visitarlos para
ver si se podía saber algo de el Chele. Todo intento fue infructuoso, al Chele
se lo había tragado alguna de las cárceles clandestinas de Gustavo Álvares Martínez.
En la desesperación la señora se regresó a Nicaragua para
conseguir dinero y empezar la búsqueda de el Chele en las cárceles de Honduras.
Regresó al pueblo y con mi papa comenzaron a buscarlo luego mi papa hubo que
dejar la búsqueda para ocuparse de sus trabajos, pero seguía moviendo las
palanquitas que podía y nada.
Doña Meche se gastó sus reales y se tuvo que regresar ya resignada.
El Chele había desaparecido.
Aquí los dejo por ahora y les cuento la continuación de
la historia del Chele en un próximo capitulo.