jueves, 23 de enero de 2014

¡Pun!! Pun! ¿Quién es? ¡Un machete y un Fusil


Los hechos relatados a continuación llegan un poco tarde y con algunas deformaciones debido al paso del tiempo.


Nadie, o casi nadie, ha enfocado la década de los 1950 y principios delos 1960 en Honduras desde el puto de vista de los pobladores y de los opositores al régimen  de la época.

Miles de páginas se han escrito sobre la dictadura de Carias y las guerras civiles que precedieron la dictadura. Los nombres de los líderes «Revolucionarios» son conocidos. Pero como siempre, el actor y autor anónimo de la historia queda tras bambalinas.


Aun ciertos documentos que enfocan el origen de los movimientos de izquierda en Honduras y que denuncian la represión  y la impunidad en ese pequeño país de C.A., no enfocan esa represión y esa impunidad  reinantes antes y después de los años  1950  (ver para el caso: Kirk Bowman (1998) : Militarization and Democracy in Honduras 1954-1963, Georgia Institute of Technology, Atlanta).  Represión que es abonada por las rencillas políticas entre los caudillos locales y que, en la mayoría de los casos, degenera en pura vendetta personal.


Honduras entre  1936  y 1949, vive un periodo de dictadura liderada por el General Tiburcio Carias Andino, el último de los generales de cerro que gobernó al país en representación del Partido Nacional  con la bendición de los EE UU y las compañías bananeras. Es de hacer notar  (Según mi tesis de licenciatura en Historia «En torno a los origines de los partidos políticos en Honduras») que hasta la época los partidos como verdaderas organizaciones políticas,  no existían en Honduras. Había pues, una serie de facciones políticas y partidos de patronazgo que tenían por práctica el caudillismo y el clientelismo político.

La dictadura de Carias se caracterizó por una paz envidiable por otros países según los viejitos. Pero esa paz era un estilo de pax romana: o estas con Roma o contra Roma. Entonces en  honduras se estaba con Carias o contra Carias. Un líder Liberal de la época acuñó la frase que decía que la fórmula de la dictadura era «destierro, encierro o entierro». 


Pasan los años, la experiencia de Nicaragua y su guerra Civil, liderada por Augusto Calderón Sandino, el levantamiento comunista liderado por Farabundo Martí en el salvador en 1933 y otros eventos que hacían reflejar un cierto despertar de los sectores desposeídos, hizo que la  dictadura apretara las tuercas de la represión y aplicara  penas capitales atroces que serán temidas por todos.


Pero como dicen en mi pueblo, a todo chancho le llega su sábado… Y si no pregúntenle a Joaquina.  La dictadura llega a su fin.  Carias, ya cansadito de tanto control y con nostalgia de los berrinches de los años que precedieron su ilustre gobierno,  decide convocar a elecciones.  No sin antes asegurarse una continuidad disfrazada en la persona del Señor Juan Manuel Gálvez.  Pero le salió la venada careta al general La Buchona.  Gálvez se perfiló rápidamente como un gobernante reformista.  Dando origen, a mi modo de ver, al incipiente nacimiento de verdaderos partidos políticos. No sin arrancarse por supuesto, los tintes caudillistas de las facciones del siglo XIX.


La transición entre el periodo de dictadura y el de la nueva época se  ve marcada por una época de calma relativa y de apertura política.  Juan Manuel Gálvez, ex miembro del gobierno Cariista, impulsa reformas que le dan a  Honduras un tinte de modernidad.  Funda el  banco central de Honduras, construye carreteras, incentiva la educación y promueve, con ayuda de los estados unidos,  la profesionalización del ejército, que, según ciertos autores,  hasta la época no existía en honduras.  Por otro lado se vio en el periodo de Gálvez,  un corto periodo de tolerancia política. Líderes políticos exiliados regresan del exilio, ciertos presos políticos son liberados. Así, este receso permite la emergencia de grupos organizados de campesinos, obreros y estudiantes que estuvieron bajo la bota del dictador durante varios años.  Los viejos líderes se eclipsan y nuevas caras aparecen en la arena política de los partidos tradicionales.  Gálvez, Villeda Morales, Rodas Alvarado, Gálvez Barnes, Zúñiga Agustinus, Cruz  y otros que quedan tras el anonimato. Es el caso de esos que participaron en la gran Huelga del 54 y aquellos que fueron víctimas de las venganzas personales y los abusos de poder de los esbirros al servicio del gobierno de turno.


Porque hay que decirlo. Aunque el gobierno central promueve la apertura y la reconciliación, en los pueblos aislados de casi toda comunicación y acostumbrados plegarse a las cuatro voluntades del caudillo local, las cosas no cambiaron mucho.  La denuncia injusta, el orejeo y el chismorreo político siguieron siendo orden del día.  


Pero en Honduras, como nos gusta el pijeo y el molote,  y todos los galafates se quieren llevar un tuco de la tortilla; la relativa apertura política no la supimos aprovechar, salvo los obreros de las bananeras que le dieron una rica bofetada al poderío de estas últimas. 


En resumen Gálvez estuvo en el poder de 1949 a 1954, año en el que deja el poder después de una elección que termina en callejón sin salida.  Toma el poder el vicepresidente Julio Lozano Díaz quien queda en el poder hasta 1956  en el que fue defenestrado por una acción casi suicidaría de civiles y militares quienes toman el poder en 1956 después de poner  en jaque uno de los bastiones principales de la fuerza armada, El cuartel de San Francisco. El gobierno es ejercido desde ese momento por una junta militar que convoca a elecciones en 1957.  Esas elecciones llevan al poder a Ramón Villeda Morales quien es víctima de un golpe de estado militar en 1963.  Reanudándose así otro período de zozobra y persecución. Los antiguos seguidores de Lozano retoman poder y de nuevo todos las vendettas y los abusos continúan.


 Haciendo una lectura rápida de ciertos escritos sobre la historia de honduras de esa época, la mayoría de los autores concuerdan sobre el hecho de que el gobierno de Julio Lozano Díaz desencadenó una ola de represión sin precedentes.  Cerró periódicos, encarcelo líderes de la oposición, adjudicó poder a los cabos cantonales y a los jefes de plaza y la impunidad y la vendetta reinó en muchos lugares de Honduras.  Cosa extraña es que a pesar de sus desmanes y su paranoia política, Lozano impulsó ciertas reformas. Entre otras, permitió y legalizó el voto femenino. Por otro lado Ciertos autores lo proponen como un ferviente nacionalista y autentico defensor de los intereses del País (es el caso de Medardo Mejía quien a pesar de su conocida militancia de izquierda, fue miembro del gobierno de Lozano y redactor de su carta de renuncia en 1956). El hecho es que una cosa es la persona y otra sus acólitos y los hechos que durante su gobierno se dieron.


Ya para 1956, según Medardo Mejía (Historia de Honduras vol. VI, pp  447-448), Lozano emitió una circular que hizo enviar a todas las autoridades del país en la que se ponía termino a todas las consideraciones con los liberales Villedistas, en la que les pedía estar listos para someter cualquier movimiento que estos inicien.


 La circular tomada al pie de la letra y, es más, no se hizo ninguna distinción entre Villedistas o paracaidistas o fetichistas… todo lo que era rojo era liberal.  La justificación necesaria.


MI pueblo no pasó al lado de esos avatares provocados por la sed de poder y en ciertos casos de sed venganza. La cizaña personal se convertía en deber hacia el estado.


Cuenta mi padre que recién llegaba de Nicaragua a vivir en las plantaciones de mi abuelo en 1953, que por ejemplo los liberales, no tenían casi acceso a los puestos públicos. Él fue testigo de las elecciones de 1954, en las cuales no votó pero fue testigo de cómo los liberales que bajaban de las montañas, para ejercer el sufragio eran detenidos y encarcelados o retrasados para que no votaran  y también fue testigo de ciertos abusos de la parte de los militares hacia las propiedades de mi abuelo en donde buscaban armas que supuestamente ni abuelo escondía para promover un levantamiento.  Ya  en las elecciones de 1957 mi papa pudo obtener su tarjeta de identidad que le permitía votar. Bajo al pueblo y se coló en las filas y a pesar de los empujones y el intento de decomiso de su cedula de identidad logro hacerlo.  Mi padre se forjó en ese ambiente de incertidumbre y de agitación  política caudillista. 


1957- 1963 Periodo de gobierno de Ramón Villeda Morales.



Pajarito llega al poder y reestructura el aparato represivo del estado. Separa el ejército de la Policía y crea La guardia Civil. Nombra jefes de guardia a personas que no vienen de las localidades reduciendo así el exceso de poder de los esbirros locales de cualquier color.  Es un periodo de relativa paz en el país con ciertos tintes Reformistas (Instituto Hondureño de seguridad Social, código del trabajo, Reformas al código Civil, Ciertos impulsos de Reforma agraria y otras reformas menores a la estructura social y económica del país). Estas reformas son vistas como demasiado progresistas. En un periodo en el que el fantasma de Cuba, el intento fallido de Arbenz en Guatemala y la proliferación de focos guerrilleros en otros países de América Latina  hacen sonar las campanas del anticomunismo.  Y no se hace esperar la reacción de las capas conservadoras  que ven en la persona de Modesto Rodas Alvarado, candidato predilecto de los hondureños es esa época, una amenaza a sus intereses. Rodas un joven líder liberal impetuoso, mantenía un discurso radical y mal bozaleado que le jugó sucio.  Al punto que el gobierno de Villeda fue víctima de un golpe de estado de la parte del ejército, justo antes de las elecciones, llevando al poder al General Oswaldo López Arellano.

El testimonio de don Joche


Este es el periodo en el que se desata una nueva oleada de represión en contra de los liberales. Desarme selectivo. Encarcelamientos, exilio y zozobra. Esta etapa mi padre la vivió con todos los condimentos y su testimonio el que les quiero regalar hoy.


Como de costumbre, se trata de una entrevista con mi papa (2010) en la que cuenta ciertas anécdotas de ese periodo.  Y como de costumbre también, cada entrada será identificada con una J y una I cuando es mi papa el que habla y con na D y una I cuando es su servidor.


He aquí la entrevista.



DI.- Don Joche cuénteme la historia de los Cabos Cantonales.


JI.- Eso… de eso no hay ni siquiera que acordarse…


Di.- ¿Cómo no? ¡Hay que acordarse!.


JI.- ¡Bueno! ¡Mirá ve!  Primeramente cuando yo vine aquí habían unas elecciones que eran entre Zúñiga Huete (aquí se confunde porque el candidato de las elecciones del PL en el 54 fue Ramón Villeda Morales) que ganó las elecciones pero otro fue el presidente. Julio Lozano Díaz no le dio la presidencia y le dio Golpe allí nomasito, y se apodero Julio Lozano y empezó ¡jodido! a perseguir liberales  y aquella cosa ¡jodido! … un desastre… macaneando liberales… Pero entonces las mismas fuerzas armadas le dieron golpe de Estado,  cuando formaron la Junta militar de gobierno: Roberto Gálvez Barnes, Héctor Caraccioli y Roque J. Rodríguez. Estos le dan paso a la política y convocan a elecciones. Sale candidato (del PL) Ramón Villeda Morales  y gana las elecciones. Empezó Villeda Morales a trabajar con su gabinete. Él lo instaló con Nacionalistas, liberales y de todo.  En Honduras no había código de trabajo, Villeda Morales lo fundó, trajo más hospitales  y muchas de las cosas buenas que hay en Honduras ahora, fueron puestas por Villeda morales y  allí lo han seguido otros. 


Pues, Villeda Morales estaba actuando bien… Se rompen las nuevas propagandas (campaña electoral) y sale… Modesto Rodas Alvarado, pero Villeda tuvo miedo de que mandara Modesto porque en unos discursos, Rodas había dicho que los pinos iban a faltar en Honduras para colgar cachurecos. Y los babosos se la tragan que iba a ser cierto y no… ¡Mentira!  Como iba a ser eso. El hombre era así, impulsivo.


¡Pues hombre! Cuando ya está lista la elección el mero 3 de octubre (de 1963) cuando ya Rodas era ya casi presidente, entonces, se dice: que Villeda Morales aceptó el golpe de estado porque tenía miedo que llegara Modesto Rodas al poder. Eso se dice, a mí no me consta, pero eso se dice. Entonces pidió el golpe de Estado Villeda Morales. Villeda comienza a desarmar a la Guardia Civil para facilitar el golpe de estado. 


¡Mire! Nosotros… Yo nunca he pensado sacar los pies de mi casa, ese día (el 3 de octubre de 1963) los saqué. Le eché la bendición a ustedes, bueno, vos no habías nacido. Entonces se las eché a los demás cipotes y me vine dispuesto a ver que decían aquí (a la ciudad). Porque de todas maneras van a venir aquí y me van a hacer a saber cuántas cosas y allá pues las voy a sufrir con todos los liberales. Nos venimos… nos ajuntamos con el compadre Moisés Sosa y con don Pedro Sosa los tres veníamos dispuestos a quedarnos. Pero ya cuando llegamos, aquí ya habían desarmado a los civiles y a la casa de mi papá la gente llegaba y le decía:


-  Bueno don Lencho, le decían, ataquemos estos pendejos, no nos dejemos

- ¡No! Contestaba mi papá. Aquí nadie se mueve. Esperemos la orden de nuestro jefe que es el presidente, esperemos

- Arriémole, don Lencho, montémoles verga… y ríe

- ¡No, no, no! No vayan a hacer eso…



Y el jefe de la Guardia Civil también era buena gente y les decía también:


- No muchachos, hay que atender,  yo de parte mía ya estuviera volándoles maceta a estos jodidos pero tenemos que esperar. 


Al caso es que ya luego Villeda Morales ordenó que todos nos quedáramos tranquilos y hasta allí nomás, y ahora pues cada quien a su casa y a ver que va a pasar. Y quedan los militares persiguiendo a los liberales. Dando órdenes de que todo el que tuviera su pistola su rifle que lo vinieran a entregar inmediatamente. Yo tenía dos pistola y un rifle. 


¡Jobero! Y entonces, la casa en El Palo Verde, en la casa vieja, llenita de nacionalistas oyendo… que los radios eran escasos y nosotros teníamos uno. Y aquel poco de gente pegados allí oyendo las ordenes.  Entonces, le digo yo a Virginia:  


- Virginia (delante de aquella gente) yo me voy a entregar estas armas. Yo no quiero que vayan a venir a molestarnos aquí por estas armas.


- No don José, me decían, no las lleve ¡hombre! nosotros se las vamos a tener no se preocupe.


- ¡No hombre! Es que yo no quiero que les vayan a hacer problemas a ustedes por culpa mía, mejor las voy a dejar y vamos a quedar tranquilos. Yo soy amigo de ustedes y ustedes también y me lo están demostrando, les digo yo, puesto que quieren que yo deposite mis prendas en poder de ustedes.


- ¡No, pero que mire don José….!


- ¡No! Ya me voy….



Y hago viaje para entregarlas aquí al pueblo. Pero en solo la salida en aquel robledal allá cerca dela quebrada de la jilguera, habían unos horascales tremendos…  allí las metí, las escondí bien. Meto el rifle, las pistolas y todo y me vengo pa’l pueblo.


Pero ve hombre, Cuando y salgo allí a Granadillos, allí donde don Felipe González, ¿Ya conocés verdad?  Allí, encuentro una patrulla Jodido… y  ¡ras!


-  ¡Párese allí! ¡A ver! ¡Sus armas!


-  ¡No! Si a mí ya me las quitaron, les digo yo


-  Ah vaya pues 


Y me dejan pasar.


Cuando llego onde mi papá me dice el jefe de la Guardia Civil:


- Hombre, me dice, verdad que ya lo jodieron. Ya se las quitaron sus pistolas, me dice. Aquí ya nos desarmaron a todos.


Y le platico: Mire yo hice esto y esto y así y asa… Y me vine y allí  las tengo, le digo yo. Y suerteramente encontré una patrulla y les dije que ya me las habían quitado.


- Jodido me dice, ta bueno allí téngalas.


En la tarde que vengo, allí estaban los hombres, los nacionalistas y me dicen:


-¿Y entonces don José?


-¡Ay! Les digo yo, en solo la entrada al pueblo, allí nomas me las quitaron, allí las dejé les digo. Ya estoy tranquilo ya nadie me va andar molestando.


Cuando ya se fueron, en la tardecita, ya me vengo a sacar las papadas que había escondido y las escondí en la troja de maíz. Allí me quedé armadito.


Pero siempre hay amigos que dicen que lo son y mentiras, no lo son. Fijate que Norman Molina me pide el rifle, que allí me lo iba a tener porque él era nacionalista, y como era el hijo de Chendo, se lo di que me lo tuviera. Me lo dio por perdido el rifle. Y el rifle yo lo hubiera salvado de todas maneras, porque cuando yo lo tenía en poder mío, yo se los prestaba, y eso me valió de mucho, a los nacionalistas se los prestaba yo el rifle. Por allí andaban tirando y cuando acordaba, allí me traían pedazos de venado y comida así pues. Y los Aroca Henrique Aroca y a los Hernández que tenían pul en el partido nacional, allí se los prestaba. Allí también se los prestaba en el palo verde. A los Aguilar, a Goyo González. Eso me valió de mucho. 


Bueno, allí quedamos amigo. Allí se forman los cantonales. Y comienzan a molestar gente y allí andaban para arriba y para abajo. Allí pasaban por ese Sauce (un potrero enorme en unos cerros que pertenecían a mi abuelo, ahora a Nelson Paguaga). Los niños de escuela, allí los miraban a los cantonales, escondidos en las zacateras. A mi papá lo vigiaban y a mí. A veces me mandaban a avisar a mí que me andaban preguntando por mí. Y aquel Ángel Barahona del Palo Verde, que en paz descanse, me mandaba a avisar.  Don Joche no salga a tal lugar que lo están vigiando los Cantonales. Y como él estaba casado con Chila Merlo, y los Merlo, eran los líderes de los nacionalistas, de seguro ella le decía a Ángel. Porque los hombres, los Merlo, Rogelio, Tunino,  se llevaban bien conmigo, entonces me avisaban.


Y había un hombre, que en paz descanse, me decía:


-Don Joche, me decía, vamos a encajarnos en un palo y los venadeamos esos jodidos, me decía. Y ríe.

Era don pedro Sosa, pero yo no le acepté y él tampoco lo hizo. Era  un buen amigo don Pedro, todos esos Sosa, Bacho, Tulio, Lencho. 


DI. Paréntesis. Aquí cuenta una anécdota de las sacadas de don Pedro Sosa. Don pedro era cómico dulce y juguetón. Yo lo conocí muy bien porque cuando me llevaba con los hijos de mi padrino, Moisés y Julián, don Pedro siempre andaba por allí vigilándonos y ayudándonos a salir de malos trancos. Recuerdo que una vez, Moy tenía un rifle 22 y le dice a don Pedro: 


- Tío Pedro yo pego con este chopo. 


Don pedro le dice: 


- Que vas a pegar.  


Estaban en una loma donde mi padrino tiene un beneficio de café en las Champas. De allí se miraba el campo de pelota de El Palo Verde, una meseta intramontana en uno de los potreros de mi abuelo. Allí había unos burros y machos y palenques probablemente de mi abuelo. Entonces don Pedro le dice a Moy:


-Si es cierto que pegas con ese rifle, miras aquel burro que esta allá (a unos 200 metros)  si es verdad que pegas, bájatelo, le dice.


Todo esto creyendo que dos cosas: primero que Moy no lo iba a hacer y segundo que si lo hacía Moy no tendría la puntería para bajárselo.


Antes de que don Pedro terminara,  Moy apunta y deja ir el balazo. Coincidencia o realidad el burro cayó muerto. Don Pedro se puso bravísimo por que ahora había que pagar el burro y  porque Moy no había esperado que terminara la broma. Pero cerró su arrechura diciendo: “es vegdad que pegás pego agoga le debes un un bugo a don Gencho” 


Bueno, otra sacada don Pedro la cuanta mi papa en su entrevista:


JI.- Cuando se murió Lencho el hermano de don pedro, porque le cayó un palo encima. Allí fuimos a enterrarlo a Los Hurracos (el cementerio comunal de las aldeas de San Antonio, Granadillos, Las Flores y Palo Verde) pues que llegados allí don pedro no quería que enterramos a Lencho.  Y como andaba bolo, no paraba de decir:


- Yo me quiego ig ag goyo con mi hegmano (don Joche lo imita)


- Yo me quiego ig ag goyo con mi hegmano


- Yo me quiego ig ag goyo con mi hegmano


Y aquel joder, desde que agarramos la pala para echarle tierra a la sepultura don Pedro empezaba.


-Yo me quiego ig ag goyo con mi hegmano, jogigo, déjenme igme ag goyo con mi hegmano.


Entonces le digo yo a Goyo González y a Mundo Sevilla


- Agarremos este hombre y démole Gusto.


-A ver don Pedro, venga para acá.


Y les digo a los hombres “a ver muchachos démosle gusto a don Pedro, y lo agarramos y hacemos como que lo vamos echar en la sepultura. Cuando don Pedro siente que la cosa va en serio comienza a gritar.


-No honbgre, mejor después. Ya no quiego igme ag goyo con gencho. 


Y lo enterramos a Lencho, amigo…Buena amigo mío fue don Pedro.


DI.- Luego de esta anécdota don Joche hace un resumen de los procesos electorales hasta los ochenta, pero eso es historia conocida y  se desvía de muestro sujeto principal. Momentos después  lo hago retornar al punto donde don pedro quería venadear a los cantonales.


JI.- Allí anduvieron esas manchas bravas. Les decían así porque a cualquiera mandaban a la chingada, maltrataban la gente, o mataban y ellos eran los….


DI.- ¿Y porque les decían La Mancha Brava?


Porque se organizaban en bandas y al que les caía mal le echaban la vaca, lo golpeaban o lo asesinaban. Cualquier cosa hacían.


Yo caminaba con los pelos dela espalda irizos. Porque parecía que iban a hacer algo. Cuando iba a ordeñar mi vaquita yo estaba mirando para allá y para acá y aquella cosa. Pero no, a mí nadie me molestó pero me asustaron sí. Y cuando uno está nervioso hasta una hoja seca lo pone del güevo y lo asusta a uno.

Fíjate que a mí me llegan a decir que me alistara que iba a llegar. Pero no me salí me quede en la casa.  Pues una noche, tarde en la noche, llega un hombre a buscar cuajada a la casa. Yo conocí la voz del hombre, y ya le dijimos que no había. 


- Si es que mire que tenemos un enfermo y necesitamos..

- Si pero no hay. Y si hubiera pues te venderíamos o te la regalábamos, pero no hay.

Se fueron no les abrí. Era  que andaban el hombre de cebo. Porque no rompían las casas hacían salir la gente y los mataban así podían decir que había sido la culpa delos ocupantes de la casa pero si rompían no podían justificar. Así Mataron a mi compadre Pedro Soriano en Jamastrán. Pero no le hicieron nada a la comadre Cándida.


Otra vez estamos acostados, toditos durmiendo ya. Y a media noche oímos la puerta: Tan, tan, tan. ¡Puta! Tan, tan, tan. Pero clarito como si estuvieran tocando la puerta.

- Hay madre, le digo a Virginia, vienen por nosotros. Ahora sí.


Pero yo me resolví, entonces le digo. 


- Meté a los cipotes allá.


Y los enchurucó detrás de un bunque. 


-Y vos también te metés y aquí me voy a poner al lado de la puerta con la pistola en la mano. Aquí me voy a morir. De todas maneras me van a matar y si me matan pues tal vez no me voy solo ¡jodido! 


-¡No! Me dice Virginia, yo aquí estoy con vos también…


¡Fijate hombré!  Las palabras de esa mujer.


Pues me arrimo a la puerta con la pistola en la mano y Virginia con un machete de taco.


¿Y qué había de ser pues? No contestaban cuando les preguntábamos quien era. Solo tocaban la puerta. Entonces me decido y abro la puerta ¿y qué era, crees vos?


Un perro que estaba dormido rascándose las pulgas y golpeaba duro la puerta como si le dieran patadas en lo bajo.  Y le digo a Virginia


- Si es Terri, el perro tarantoso. Anda trae los chigüines y sigamos durmiendo (y se rie)


Y eso siguió, los cantonales solo orejeando, a ver quién tenía un rifle, una pistola y denunciando matando y aquel joder y ellos mandaban. Pero sin buscar el progreso de la comunidad. 


Bueno una pausa en los avatares de don Joche espero les guste este retazo de historia que les he regalado.  Dentro de poco, otras anécdotas de don joche sobre del mismo tema.






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