La doña que no tenía más que contarnos, nos regala aquí una de sus primeras aventuras en oposición a la autoridad militar. Una anécdota que tiene como protagonista a mi tío Mariano y a Benigno Rodríguez.
Por ay dicen que mi tío era mosquita muerta, pero parece que con unos buenos tapirulazos entre pecho y espalda le daba por hacer travesuras. Bien sabemos que le gastaba los cerillos a mi abuela matando sapos con Chente Izaguirre, pero esa es otra historia…
DI.- ¿Y que más tiene que contarme pues?
VM.- Nada, ya te las conté toditas.
DI.- ¿No se le olvida nada?
VM.- ¡No!
DI.- ¿No se le olvidan ni las putiadas que les pegaba a los guardias?
VM.- ¡Ah! (nos reímos a carcajadas y continua) Bandidos que traían a Mariano preso. Era el entierro de no me acuerdo quien, no me acuerdo quien fue, y andaban ellos en el entierro y de allá venían y se embolaron. Entonces encontraron a Salomón Cañadas y Benigno lo agarró de una canilla, lo bajó del macho y lo tiró al suelo y se fue corriendo y Mariano iba con él. Entonces salieron corriendo con Mariano huyéndole a los guardias.
Di.- ¿y porque andaban huyéndole a los guardias?
VM.- porque los iban a capturar, porque los iban a echar presos porque andaban bolos.
Benigno se logró pasar allá por el lado de la Montaña de la Olla para Honduras, y el Mariano como iba tan bolo, se cae debajo de un palito que había así, de uva. Allí se metió el y se durmió.
(De repente la historia no esta completa. Es de notar que el contrabando de Cususa entre San Pedro y Honduras era fuerte. Y es por eso que los guardias eran poco tolerantes. Por allí cuentan que don Esteban Cepeda, el marido de mi tía Julia, se dedicaba de vez en cuando a estas actividades. Un día, lo agarraron los Guardias en una tapada, con la arganillas llenas de botellas de cususa. El guardia que lo paro lo conocía, y le dice:
- ¡Parece allí don Esteban!
Don Esteban asustado no encontró otra solución que hacerse el loco y se paró. Aquí el dialogo entre don Esteban y el Guardia:
GN.- ¡Parece allí don Esteban!
EC.- ¡Parece allí don Esteban!
GN.- ¿Para donde va don Esteban?
EC.- ¿Para donde va don Esteban?
GN.- ¿Qué lleva allí don Esteban?
EC.- ¿Qué lleva allí don Esteban?
GN.- ¿Cususa verdad?
EC.- ¿Cususa verdad?
GN.- Bueno don Esteban lo vamos a meter preso
EC.- Bueno don Esteban lo vamos a meter preso
GN.- Bájese de la mula
EC.- Bájese de la mula
GN.- Este viejo baboso está loco
EC.- Este viejo baboso está loco
GN.- Quítenle las arganillas y déjenlo ir
EC.- Quítenle las arganillas y déjenlo ir
GN.- Esta vez lo vamos a dejar ir, pero si lo volvemos a ver con esa mierda, lo vamos joder don Esteban
EC.- Esta vez lo vamos a dejar ir, pero si lo volvemos a ver con esa mierda, lo vamos joder don Esteban
El tío Esteban creo que no volvió a contrabandear con Gato de monte)
VM.-… y cuando los guardias pasan ¿verdad? Detrás de Benigno, no lo agarraron, de regreso hayan a Mariano dormido y nosotras íbamos detrás, yo y la Benita como que era la otra o la Cheva, no me acuerdo bien… al caso que cuando lo estaban sacando a Mariano de debajo del palo de uva, bien bolo. ¿Qué es lo que pasa pues? Les dice mariano bien bolo ¿Qué es lo que pasa pues? ¿Qué es lo que pasa pues? ¿Qué es lo que pasa pues?
¡Eh! Tal por cual (hijo de puta) no sabes todavía lo que pasa, ustedes acaban de escapar de matar un muchacho, ay lo bajaron de la bestia y lo mal mataron y todavía no te das cuenta de lo que pasa.
Entonces nosotras agarramos a Mariano y les decimos a los guardias.
- Ustedes no se llevan a Mariano preso.
- Como que no lo llevamos preso, aquí no lo llevamos pues. ¿Quién manda aquí?
- Pues nostras lo llevamos ustedes no lo llevan, ustedes no lo van a tocar a Mariano
Y lo agarramos de un brazo y de otro y ya nos lo llevamos a Mariano. Cuando íbamos a llegar a la fortaleza porque según ellos eran ellos quienes lo llevaban pero éramos nosotras la que lo llevábamos y según ellos nos llevaban presas a nosotras también.
Al llegar a la fortaleza, nos dice Facto Corrales que era el alcalde:
- ¿Qué es lo que pasa pues?
- Que estos hombres traen a Mariano preso, le decimos nosotras, y a Mariano no lo estan echando preso.
Entonces nos dice él:
- Lleven a acostar a mariano y déjenme a mi arreglar este asunto.
Pero en todo el trayecto nosotras les habíamos dicho negruras a los soldados. Que no les dijimos: Bandidos, perros viejos… y cuando llegamos a la fortaleza les dijimos: Se acordarán que a Mariano no lo van a echar preso ustedes. Y en realidad… allí estaba Fausto Corrales y nos fuimos con Mariano y allí se quedo él con los guardias.
Notas anecdóticas y biográficas de un caitudo y otras hierbas. Se hablará de miedo, de fantasmas, de política, de música... Pero sobre todo de de mi pueblo, de mi barrio y posiblemente de usted...
lunes, 21 de septiembre de 2009
miércoles, 16 de septiembre de 2009
Por no conocer la letras algunos me han criticado (José de Molina)
Hay algunos que no conocen ni la O por lo cuadrado. Pero parece ser que en la familia de mi mama las cosas eran diferentes. En estas líneas la Manina nos cuenta un poco de su grado de educación y el de sus hermanas y hermano. Así pues, ella relata como aprendió a leer y a escribir silabeado y como se convirtió en institutriz a temprana edad.
DI.- ¿Y usted fue a la escuela?
VM.- Yo estuve en la escuela con una profesora que se llamaba Nicolasa Briceño. Después ella fue mi madrina, porque ella fue madrina de confirma mía. Ella no era una profesora titulada sino una profesora que talvez había pasado la primaria, mejor dicho. Así pues, esa era la profesora que teníamos nosotros. La asistencia de alumnos que ella tenía eran mas de cien…
DI.- ¿Cien…?
VM.- ¡Si! Y ella solita… Y entonces las que aprendíamos primero, por ejemplo, a leer y a escribir… venia ella y nos ponía a nosotros a que les enseñáramos en una pizarra a los que no sabían. Entonces a mí me tocaban diez. A no me acuerdo a quien era la otra, con quien aprendimos primero a leer y a escribir, le tocaban otros diez. Entonces nosotros después eramos las profesoras de de todos aquellos… No si yo solo aprendí a leer y a escribir y a conocer los números. (Según lo que cuentan los viejos los niños aprendían a leer silabeado por ejemplo, el profesor les decía: J O; jo, D E R; der = Piedra de Moler, TA, TA, SI, MI, SI, MI, SI, A, CA = Siríaco Ordóñez).
DI.- ¿Y Cuantos grados hizo usted?
VM.- Allí no le daban a uno certificados. Ya cuando uno aprendía a leer, a escribir, a sumar, restar y multiplicar, ya le decía a uno que había pasado la primaria, decían. Decían que ya tenia uno el sexto grado, que ya había pasado las cuatro reglas le decían a uno.
DI.- ¿pero usted no hizo 6 años de escuela?
VM.- ¡No!
DI.- ¿Cuántos años hizo usted?
VM.- Tres años, pero en los tres años yo no pasaba a más, sólo aprender a leer, a escribir, a sumar, restar y multiplicar eso era lo que nos enseñaban… y hasta eso que yo multiplicar no sabia, sabia más restar que multiplicar porque la tablas nunca me las aprendí. (Póngale cuidao, Cuando nosotros estábamos en la escuela doña Virginia nos arrodillaba una esquina a rescatar las tablas, y no nos levantábamos de allí hasta saberlas de memoria, si no me creen, pregúntenle a la negra que a pesar de los castigos nunca se las aprendió, yo tampoco me las aprendí)
DI.- Dígame, Y don Prudencio (Mi papa), don Joche…
VM.- Ese Nunca estuvo en la escuela hasta ya grande, tuvo un profesor que se llamaba Rómulo Sáenz que era el marido de una profesora titulada que vino de Chinandega y el les daba clases a todos los varones allí en San Pedro, en la noche. Hasta entonces estuvo el en la escuela.
Yo no se nada vos, yo solo aprendí…
DI.- ¿pero usted escribe bien?
VM.- Yo aprendí a escribir porque esa señora, esa madrina mía tenia una letra pero bonita. Los cuadernos que nos hacían eran de papel de oficio y los reglábamos para hacer la letra del ancho del espacio. Para que la letra fuera pareja, que no juera pues… así nos enseñaban a nosotros y escribir, en una pizarra también nos enseñaban.
DI.- ¿y de sus hermanas…?
VM.- La Benita fue la pasó el sexto grado con una profesora titulada que vino de Chinandega.
DI.- ¿Pero mi tía fue profesora de San Pedro?
DI.- Fue profesora y fue directora de la escuela…
DI.- ¿Sólo con el sexto grado?
VM.- Sólo con el sexto grado y tenia más de treinta alumnos y talvez de treinta alumnos talvez se le quedaba sólo uno sin pasar el grado.
DI.- ¿Pero las otras hermanas suyas saben leer y escribir?
VM.- Todas
DI.- ¿Y mi tío Mariano también?
VM.- Mariano tuvo buenos profesores, uno se llamaba Antenor Rojas, era bachiller el hombre y mi mamá le pagó para que le enseñara a Mariano a leer y a escribir.
DI.- ¿Y el hermano de mi abuelo que vivía en Tegucigalpa…?
VM.- Ese le pidió a mi papa que… Mira Juan, le dijo, yo
quiero pagarte lo que hiciste vos conmigo, le dice, que yo mi mamá me platicaba, que vos los primeros uniformes y todos mis libros y cuadernos, y todo, me los diste vos cuando empecé a estudiar, le dice, y entonces yo quiero pagarte a vos con el hijo varón que tenés, le dijo el, quiero darle la educación. Él mando tres hombres expresamente a convencer a mi papá. Primero fue don Evangelisto Arce que estaba en Tegucigalpa y lo mando mi tío a traer a Mariano. Después mandó a Polito Aguirre que vivía también en Tegucigalpa pero era sampedrano. Lo mandó para que fuera a traer a Mariano. Después mandó a Juan Capiz Mondragón, un diputado que era familia de mi mamá y que era de allí del Corpus, lo mandó a traer a Mariano. Y mi mamá no se lo quiso dar. Cuando se lo mandó mi mamá, lo mando con Benigno vos, con benigno Rodríguez, Guayabon viejo que nunca dio con la casa de mi tío Ricardo…
DI.- ¿pero ese tío Ricardo era conocido en Tegucigalpa?
VM.- Si era conocido.
DI.- ¿Y cual era su profesión?
VM.- Era abogado notario público y tenedor de libros y tenía una gran biblioteca. Era el papa de José Pineda Gómez, de Maria de la luz, de Ricardo que se murió y que tal parece diseño en los años 40 la principal calle de México. Allá murió él, en México.
DI.- ¿Y este José Pineda Gómez tuvo hijos?
VM.- Si tiene, pero a saber como se llaman. El que sabe como se llaman porque allí vivió fue Sergio, el hijo de la Concha. Bandido malilla que vieras como lo querían allí, sólo porque era hijo de una hija de mi papá, de una hija del tío de él, lo apreciaron. Lo tenia de recepcionista, recibiendo la gente que venia al consultorio de él, solo eso era el oficio de que tenia allí y el bandidísimo, bruto, no se portó bien.
Después de esta historieta mi mamá dice que no tiene nada que contarme, que ya me las contó toditas, pero no es cierto porque en la aproximas páginas verán otra faceta de la vida de doña virginia, una mujer güevona, una mujer de pelo en pecho como no la parido otra madre… bueno un poco anticomunista, pero en posición a loa chafas.
DI.- ¿Y usted fue a la escuela?
VM.- Yo estuve en la escuela con una profesora que se llamaba Nicolasa Briceño. Después ella fue mi madrina, porque ella fue madrina de confirma mía. Ella no era una profesora titulada sino una profesora que talvez había pasado la primaria, mejor dicho. Así pues, esa era la profesora que teníamos nosotros. La asistencia de alumnos que ella tenía eran mas de cien…
DI.- ¿Cien…?
VM.- ¡Si! Y ella solita… Y entonces las que aprendíamos primero, por ejemplo, a leer y a escribir… venia ella y nos ponía a nosotros a que les enseñáramos en una pizarra a los que no sabían. Entonces a mí me tocaban diez. A no me acuerdo a quien era la otra, con quien aprendimos primero a leer y a escribir, le tocaban otros diez. Entonces nosotros después eramos las profesoras de de todos aquellos… No si yo solo aprendí a leer y a escribir y a conocer los números. (Según lo que cuentan los viejos los niños aprendían a leer silabeado por ejemplo, el profesor les decía: J O; jo, D E R; der = Piedra de Moler, TA, TA, SI, MI, SI, MI, SI, A, CA = Siríaco Ordóñez).
DI.- ¿Y Cuantos grados hizo usted?
VM.- Allí no le daban a uno certificados. Ya cuando uno aprendía a leer, a escribir, a sumar, restar y multiplicar, ya le decía a uno que había pasado la primaria, decían. Decían que ya tenia uno el sexto grado, que ya había pasado las cuatro reglas le decían a uno.
DI.- ¿pero usted no hizo 6 años de escuela?
VM.- ¡No!
DI.- ¿Cuántos años hizo usted?
VM.- Tres años, pero en los tres años yo no pasaba a más, sólo aprender a leer, a escribir, a sumar, restar y multiplicar eso era lo que nos enseñaban… y hasta eso que yo multiplicar no sabia, sabia más restar que multiplicar porque la tablas nunca me las aprendí. (Póngale cuidao, Cuando nosotros estábamos en la escuela doña Virginia nos arrodillaba una esquina a rescatar las tablas, y no nos levantábamos de allí hasta saberlas de memoria, si no me creen, pregúntenle a la negra que a pesar de los castigos nunca se las aprendió, yo tampoco me las aprendí)
DI.- Dígame, Y don Prudencio (Mi papa), don Joche…
VM.- Ese Nunca estuvo en la escuela hasta ya grande, tuvo un profesor que se llamaba Rómulo Sáenz que era el marido de una profesora titulada que vino de Chinandega y el les daba clases a todos los varones allí en San Pedro, en la noche. Hasta entonces estuvo el en la escuela.
Yo no se nada vos, yo solo aprendí…
DI.- ¿pero usted escribe bien?
VM.- Yo aprendí a escribir porque esa señora, esa madrina mía tenia una letra pero bonita. Los cuadernos que nos hacían eran de papel de oficio y los reglábamos para hacer la letra del ancho del espacio. Para que la letra fuera pareja, que no juera pues… así nos enseñaban a nosotros y escribir, en una pizarra también nos enseñaban.
DI.- ¿y de sus hermanas…?
VM.- La Benita fue la pasó el sexto grado con una profesora titulada que vino de Chinandega.
DI.- ¿Pero mi tía fue profesora de San Pedro?
DI.- Fue profesora y fue directora de la escuela…
DI.- ¿Sólo con el sexto grado?
VM.- Sólo con el sexto grado y tenia más de treinta alumnos y talvez de treinta alumnos talvez se le quedaba sólo uno sin pasar el grado.
DI.- ¿Pero las otras hermanas suyas saben leer y escribir?
VM.- Todas
DI.- ¿Y mi tío Mariano también?
VM.- Mariano tuvo buenos profesores, uno se llamaba Antenor Rojas, era bachiller el hombre y mi mamá le pagó para que le enseñara a Mariano a leer y a escribir.
DI.- ¿Y el hermano de mi abuelo que vivía en Tegucigalpa…?
VM.- Ese le pidió a mi papa que… Mira Juan, le dijo, yo
quiero pagarte lo que hiciste vos conmigo, le dice, que yo mi mamá me platicaba, que vos los primeros uniformes y todos mis libros y cuadernos, y todo, me los diste vos cuando empecé a estudiar, le dice, y entonces yo quiero pagarte a vos con el hijo varón que tenés, le dijo el, quiero darle la educación. Él mando tres hombres expresamente a convencer a mi papá. Primero fue don Evangelisto Arce que estaba en Tegucigalpa y lo mando mi tío a traer a Mariano. Después mandó a Polito Aguirre que vivía también en Tegucigalpa pero era sampedrano. Lo mandó para que fuera a traer a Mariano. Después mandó a Juan Capiz Mondragón, un diputado que era familia de mi mamá y que era de allí del Corpus, lo mandó a traer a Mariano. Y mi mamá no se lo quiso dar. Cuando se lo mandó mi mamá, lo mando con Benigno vos, con benigno Rodríguez, Guayabon viejo que nunca dio con la casa de mi tío Ricardo…
DI.- ¿pero ese tío Ricardo era conocido en Tegucigalpa?
VM.- Si era conocido.
DI.- ¿Y cual era su profesión?
VM.- Era abogado notario público y tenedor de libros y tenía una gran biblioteca. Era el papa de José Pineda Gómez, de Maria de la luz, de Ricardo que se murió y que tal parece diseño en los años 40 la principal calle de México. Allá murió él, en México.
DI.- ¿Y este José Pineda Gómez tuvo hijos?
VM.- Si tiene, pero a saber como se llaman. El que sabe como se llaman porque allí vivió fue Sergio, el hijo de la Concha. Bandido malilla que vieras como lo querían allí, sólo porque era hijo de una hija de mi papá, de una hija del tío de él, lo apreciaron. Lo tenia de recepcionista, recibiendo la gente que venia al consultorio de él, solo eso era el oficio de que tenia allí y el bandidísimo, bruto, no se portó bien.
Después de esta historieta mi mamá dice que no tiene nada que contarme, que ya me las contó toditas, pero no es cierto porque en la aproximas páginas verán otra faceta de la vida de doña virginia, una mujer güevona, una mujer de pelo en pecho como no la parido otra madre… bueno un poco anticomunista, pero en posición a loa chafas.
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domingo, 13 de septiembre de 2009
¡Yo ya me confesé con Dios! (Juana Maria Ecalante Mondragón de Martínez)
Aquí les cuento la muerte de mi abuela. La muerte de Mamita Juana, a quien conocí apenas en 1972. Siempre acostada en una cama, como mi mama actualmente, rezongando contra el primo Gabriel que la cachaba los chelines de debajo de la almohada.
DI.- Mama, mi abuela se murió allí acostada en una cama ¿De que le vino eso?
VM.- De la artritis, de le desperfeccionaron los dedos y le agarro hasta la columna, al punto que la quijada la tenia pegada al pecho y no se podía mover le quebró la columna esa enfermedad. Las canillas se le secaron, se le pusieron bien delgaditas. Por último mi mamá se puso bien delgadita.
DI.- ¿Y a que edad le pegó eso? ¿Cuándo usted se casó ya estaba postrada ella?
VM.- No, estaba buena y sana, Le quedó ayudando a la Concha a criar los hijos. Por último hasta molía mi mamá, hacía tortillas, a veces la Concha se iba sabe para donde y la dejaba con los chigüines, y se ponía ella a moler. Cuando yo me casé mi mama estaba buena y sana. Cuando ya estaba enferma que fui yo una vez à San Pedro, me dice la Benita «Virginia pedile perdón a mi mamá, ya todas nosotras le pedimos perdón y a todas nosotras nos ha perdonado, sólo vos faltas que no le has pedido perdón».
Entonces un día yo me arrodillé a la orilla de de la cama de ella y le dije que me perdonara. «No mijita, me dijo, vos sos la única que no tengo nada que perdonarte levantate, me dijo, ya las peroné a todas y yo a vos no tengo nada que perdonarte, me dijo» y en realidad mi mamá yo la respeté como pude… Mi mamá estuvo como siete años postrada, pero de viaje postrada sólo dilató un año.
Cuando yo fui la última vez para vela a ella es porque soñé que se había muerto y me fui.
Yo le digo a José:
-Fijate José que yo soñé que mi mamá se había muerto
Y me dice José:
- Si tenés güevos te consigo unos cien pesos y te vas, me dice así.
Y me acuerdo yo que antes con cien pesos se iba uno a México. Me consiguió cien pesos y me juí. Cuando llegué al Anonal llegué de noche porque me fui a pié desde San Francisco.
Mirá como es uno vos. Fijate que, esa vez había salido un hombre del hospital, que se había fracturado una mano en el Anonal, y lo habían ido a hospitalizar a Choluteca, y entonces cuando yo llegué a San Francisco La Luvinda me dijo, hay se acaba de ir el fulano que va para el Anonal y él le puede servir de compañía. Y entonces me voy con el hombre vos.
Y me dije yo, este hombre es cierto que va enfermo de una mano pero me puede hacer algo. Entonces agarré un garrote…
DI.- Y le quebró la otra mano
VM.- No… (Ríe y continúa) no, agarré el garrote y dije yo « si algo me quiere hacer este hombre, con este garrote le pego un leñazo en la nuca y me lo vuelo y busco yo donde irme a esconder»
Pues me juí… llegamos como a las siete de la noche al Anonal con el hombre. Ya de allí me dice la Matilde: «¿Te va a ir para San Pedro vos? Me dice».
No, le digo yo, me vua quedar y mañana en la mañana, me voy. En la mañanita se fue la Matilde conmigo.
Cuando yo llegué, hacia tres días que mi mama le había dicho a la Benita que si yo había escrito que si había sabido algo de mi. Y la Benita le dice: «Nos escribió mamá, nos mandó un telegrama y nos dijo que entre tres días viene»
Ya ella alegre porque yo ya iba a llegar, y en realidad llegué.
Cuando llegué, la saludé y ella se desmayó, de viaje se quedo allí…
Entonces yo me fui a llorar a un cuarto y la Benita con la Matilde se quedaron allí haciéndole masajes y poniéndole Agua Florida en la nariz. Ya me dicen: «venite vos, ya mi mama volvió»
Ya la salude de nuevo…y alegre ella conmigo. Pero ya desde ese día, desde que llegué yo ella se empezó a agravar. Cuando… la Mausimina… por eso la Musimina a mí no me quiere, la Mausimina Corrales. Ellos iban a celebrar no se que en la casa de arriba en la casa de Facto Corrales, allá al frente de la de mi mamá… con un parlante a todo mecate y allí llegaron gente de Cinco Pinos, un hijo de don Jorge Urcuyo que era el inspector de la educación publica… Allí estaban en un solo relajo. Y la Benita allí estaba atendiéndolos porque allí llegaron onde la Benita, aquel poco de gente. Yo no me quité de la orilla de la cama, y la Matilde se fue para donde la Matildita y yo me quedé con mi mama. Y llegó la Erlinda Rivera a ver a mi mamá y se sentó a la orilla de la cama ella, y miro yo que mi mama se estaba muriendo y me voy yo en carrera y le digo a la Benita: «Benita, mi mamá se está muriendo».
Entonces la Benita les dice las gentes: «Me van a perdonar, les dice la Benita, pero yo no les puedo atender porque mi mamá se está muriendo». Cuando mi mamá oía aquellos cuetes y aquel anuncio aquel parlante ella se gravo de viaje y se murió mi mamá. Entonces, pero un día antes había venido el padre a confesarla y ella no se quiso confesar, fíjate. El padre vino parquió el Jeep frente de la casa y le dijo: «Juanita te vas a confesar», y no la hizo hablar, y ella que era tan católica… y me dice después que se fue el padre: « ¿porqué no tocaron la campanas cuando se fue el padre?» Como repicaban las campanas cuando se él se iba…
DI.- ¿Y tu mamá hablaba?
VM.- A nadie le había hablado, tenia dos días de no hablar. Pero cuando el padre llegó y se fue me preguntó: ¿Porqué no repicaron las campanas cuando se fue el padre? Me dice. ¡ah! Le digo yo:
- ¿Y usted porqué no se quiso confesar?
- ¡Ah! Me dice ella, yo ya me confesé con Dios, me dice. Yo a Dios ya le confesé todos mis pecados, yo ya me siento sin pecados, me dice, porque yo ya se los confesé mis pecados.
Y no volvió a hablar vos. Y llega la Benita y le digo yo: Fijate que mi mama me platicó, me dijo que porque no habían repicado las campanas cuando se fue le padre.
Pues al siguiente día fue cuando te digo que llegaron con esos parlantes mirá y que pusieron esa fiesta y e ese momento fue cuando ella se murió. Y allí es cuando yo le dije a la Mausimina: Ustedes que mi mamá a sido segunda madre para ustedes, desde que ustedes quedaron si madre, la madre de ustedes fue mi mama, porque todas sus quejas eran con mi mamá, les digo yo, y como se portaron ustedes con nosotros, poniendo esa fiesta, cuando mi mama estaba en agonía. Y vos, le doy su buena a la Mausimina.
El día que enterramos a mi mama, estábamos con ella en la iglesia y en vez de irme a meter yo a otra parte… no me acuerdo que salí a hacer yo de la iglesia porque el padre estaba celebrando la misa y todas comulgamos, y no me acuerdo que se ofrecía para la caja… yo salgo, yo andaba como loca, salgo a toda carrera de la iglesia y en vez de irme a meter a la casa, me voy a meter onde las corrales, vos, Y encuentro a la Mausimina sentadota allí que ni siquiera nos acompañaron en el entierro de mi mamá.
Pues ya la enterramos a mi mama, ya quedo el padre con nosotras y ya nos dio el pésame a todas.
Así termina la vida de doña Juana Maria Escalante. Orgullosa al punto de confesarse directamente con Dios. Humilde al punto de perdonar a los que les quemaron la casa.
Entre tanto, yo y mis hermanas nos quedamos en el pueblo. Allí vivíamos en la casa de don Moisés Sosa, mi padrino, que nos la había prestado porque mis hermanas comenzaban su secundaria. Allí nos quedamos bajo los cuidados de Lupita Maradiaga, la Esposa de Don Paulino Valladares. También nos cuidaba doña Reina la señora de Chepe Lión y de vez en cuando Gloria la mujer de Carlos pedo, nos venia a ver.
En ese año fue el Huracán Fifí, uno de los más destructores de la historia de Honduras. Me acuerdo que llovió tanto que las lombrices de tierra se salieron de los hoyos e invadieron el corredor de la casa. Los caminos de la montaña estaban intransitables y mi papa no había bajado de la montaña. Cuando recibimos el telegrama que nos mandó mi mama desde San Pedro, la Yelba cogió su cara de llorona, la Flora se encerró en un cuarto y la Melba y yo no sabíamos que hacer. La Yelba tomó en mano la situación y nos dijo: Cipotes mamita Juana se murió. Vengan aquí en esta esquina, nos dijo, agarró una candela y nos pusimos de rodillas a rezar las pocas oraciones que nos sabíamos: Unas cuantas Ave Maria, unas Salves, unos credos, unos yo pecador y hasta la oración de san jorge (san Jorge bendito amarra las serpientes de pico y cola) y la de san Isidro (San isidro labrador quite el agua y ponga el sol) nos echamos. Con mucho fervor por cierto, lloramos los tres y así le dijimos adiós a mi mamita Juana.
Allí esperamos que mi papa bajara de la montaña para que respondiera al telegrama y a esperar la vuelta de mi mama. Entre tanto el profesor Moncho Díaz, había organizado un maratón radial para recaudar fondos para los damnificados de Choloma y los otros pueblos de la costa norte. Mi papa bajó de la montaña con un tercio de frijoles que dio a los recaudadores y me dio un daime (20¢) para que se los diera en mi nombre. Allí pase por primera ves en la hondas de radio Paraíso, con Amaya Flores quien tenia el Microondo como decía Cosme Mendoza.
DI.- Mama, mi abuela se murió allí acostada en una cama ¿De que le vino eso?
VM.- De la artritis, de le desperfeccionaron los dedos y le agarro hasta la columna, al punto que la quijada la tenia pegada al pecho y no se podía mover le quebró la columna esa enfermedad. Las canillas se le secaron, se le pusieron bien delgaditas. Por último mi mamá se puso bien delgadita.
DI.- ¿Y a que edad le pegó eso? ¿Cuándo usted se casó ya estaba postrada ella?
VM.- No, estaba buena y sana, Le quedó ayudando a la Concha a criar los hijos. Por último hasta molía mi mamá, hacía tortillas, a veces la Concha se iba sabe para donde y la dejaba con los chigüines, y se ponía ella a moler. Cuando yo me casé mi mama estaba buena y sana. Cuando ya estaba enferma que fui yo una vez à San Pedro, me dice la Benita «Virginia pedile perdón a mi mamá, ya todas nosotras le pedimos perdón y a todas nosotras nos ha perdonado, sólo vos faltas que no le has pedido perdón».
Entonces un día yo me arrodillé a la orilla de de la cama de ella y le dije que me perdonara. «No mijita, me dijo, vos sos la única que no tengo nada que perdonarte levantate, me dijo, ya las peroné a todas y yo a vos no tengo nada que perdonarte, me dijo» y en realidad mi mamá yo la respeté como pude… Mi mamá estuvo como siete años postrada, pero de viaje postrada sólo dilató un año.
Cuando yo fui la última vez para vela a ella es porque soñé que se había muerto y me fui.
Yo le digo a José:
-Fijate José que yo soñé que mi mamá se había muerto
Y me dice José:
- Si tenés güevos te consigo unos cien pesos y te vas, me dice así.
Y me acuerdo yo que antes con cien pesos se iba uno a México. Me consiguió cien pesos y me juí. Cuando llegué al Anonal llegué de noche porque me fui a pié desde San Francisco.
Mirá como es uno vos. Fijate que, esa vez había salido un hombre del hospital, que se había fracturado una mano en el Anonal, y lo habían ido a hospitalizar a Choluteca, y entonces cuando yo llegué a San Francisco La Luvinda me dijo, hay se acaba de ir el fulano que va para el Anonal y él le puede servir de compañía. Y entonces me voy con el hombre vos.
Y me dije yo, este hombre es cierto que va enfermo de una mano pero me puede hacer algo. Entonces agarré un garrote…
DI.- Y le quebró la otra mano
VM.- No… (Ríe y continúa) no, agarré el garrote y dije yo « si algo me quiere hacer este hombre, con este garrote le pego un leñazo en la nuca y me lo vuelo y busco yo donde irme a esconder»
Pues me juí… llegamos como a las siete de la noche al Anonal con el hombre. Ya de allí me dice la Matilde: «¿Te va a ir para San Pedro vos? Me dice».
No, le digo yo, me vua quedar y mañana en la mañana, me voy. En la mañanita se fue la Matilde conmigo.
Cuando yo llegué, hacia tres días que mi mama le había dicho a la Benita que si yo había escrito que si había sabido algo de mi. Y la Benita le dice: «Nos escribió mamá, nos mandó un telegrama y nos dijo que entre tres días viene»
Ya ella alegre porque yo ya iba a llegar, y en realidad llegué.
Cuando llegué, la saludé y ella se desmayó, de viaje se quedo allí…
Entonces yo me fui a llorar a un cuarto y la Benita con la Matilde se quedaron allí haciéndole masajes y poniéndole Agua Florida en la nariz. Ya me dicen: «venite vos, ya mi mama volvió»
Ya la salude de nuevo…y alegre ella conmigo. Pero ya desde ese día, desde que llegué yo ella se empezó a agravar. Cuando… la Mausimina… por eso la Musimina a mí no me quiere, la Mausimina Corrales. Ellos iban a celebrar no se que en la casa de arriba en la casa de Facto Corrales, allá al frente de la de mi mamá… con un parlante a todo mecate y allí llegaron gente de Cinco Pinos, un hijo de don Jorge Urcuyo que era el inspector de la educación publica… Allí estaban en un solo relajo. Y la Benita allí estaba atendiéndolos porque allí llegaron onde la Benita, aquel poco de gente. Yo no me quité de la orilla de la cama, y la Matilde se fue para donde la Matildita y yo me quedé con mi mama. Y llegó la Erlinda Rivera a ver a mi mamá y se sentó a la orilla de la cama ella, y miro yo que mi mama se estaba muriendo y me voy yo en carrera y le digo a la Benita: «Benita, mi mamá se está muriendo».
Entonces la Benita les dice las gentes: «Me van a perdonar, les dice la Benita, pero yo no les puedo atender porque mi mamá se está muriendo». Cuando mi mamá oía aquellos cuetes y aquel anuncio aquel parlante ella se gravo de viaje y se murió mi mamá. Entonces, pero un día antes había venido el padre a confesarla y ella no se quiso confesar, fíjate. El padre vino parquió el Jeep frente de la casa y le dijo: «Juanita te vas a confesar», y no la hizo hablar, y ella que era tan católica… y me dice después que se fue el padre: « ¿porqué no tocaron la campanas cuando se fue el padre?» Como repicaban las campanas cuando se él se iba…
DI.- ¿Y tu mamá hablaba?
VM.- A nadie le había hablado, tenia dos días de no hablar. Pero cuando el padre llegó y se fue me preguntó: ¿Porqué no repicaron las campanas cuando se fue el padre? Me dice. ¡ah! Le digo yo:
- ¿Y usted porqué no se quiso confesar?
- ¡Ah! Me dice ella, yo ya me confesé con Dios, me dice. Yo a Dios ya le confesé todos mis pecados, yo ya me siento sin pecados, me dice, porque yo ya se los confesé mis pecados.
Y no volvió a hablar vos. Y llega la Benita y le digo yo: Fijate que mi mama me platicó, me dijo que porque no habían repicado las campanas cuando se fue le padre.
Pues al siguiente día fue cuando te digo que llegaron con esos parlantes mirá y que pusieron esa fiesta y e ese momento fue cuando ella se murió. Y allí es cuando yo le dije a la Mausimina: Ustedes que mi mamá a sido segunda madre para ustedes, desde que ustedes quedaron si madre, la madre de ustedes fue mi mama, porque todas sus quejas eran con mi mamá, les digo yo, y como se portaron ustedes con nosotros, poniendo esa fiesta, cuando mi mama estaba en agonía. Y vos, le doy su buena a la Mausimina.
El día que enterramos a mi mama, estábamos con ella en la iglesia y en vez de irme a meter yo a otra parte… no me acuerdo que salí a hacer yo de la iglesia porque el padre estaba celebrando la misa y todas comulgamos, y no me acuerdo que se ofrecía para la caja… yo salgo, yo andaba como loca, salgo a toda carrera de la iglesia y en vez de irme a meter a la casa, me voy a meter onde las corrales, vos, Y encuentro a la Mausimina sentadota allí que ni siquiera nos acompañaron en el entierro de mi mamá.
Pues ya la enterramos a mi mama, ya quedo el padre con nosotras y ya nos dio el pésame a todas.
Así termina la vida de doña Juana Maria Escalante. Orgullosa al punto de confesarse directamente con Dios. Humilde al punto de perdonar a los que les quemaron la casa.
Entre tanto, yo y mis hermanas nos quedamos en el pueblo. Allí vivíamos en la casa de don Moisés Sosa, mi padrino, que nos la había prestado porque mis hermanas comenzaban su secundaria. Allí nos quedamos bajo los cuidados de Lupita Maradiaga, la Esposa de Don Paulino Valladares. También nos cuidaba doña Reina la señora de Chepe Lión y de vez en cuando Gloria la mujer de Carlos pedo, nos venia a ver.
En ese año fue el Huracán Fifí, uno de los más destructores de la historia de Honduras. Me acuerdo que llovió tanto que las lombrices de tierra se salieron de los hoyos e invadieron el corredor de la casa. Los caminos de la montaña estaban intransitables y mi papa no había bajado de la montaña. Cuando recibimos el telegrama que nos mandó mi mama desde San Pedro, la Yelba cogió su cara de llorona, la Flora se encerró en un cuarto y la Melba y yo no sabíamos que hacer. La Yelba tomó en mano la situación y nos dijo: Cipotes mamita Juana se murió. Vengan aquí en esta esquina, nos dijo, agarró una candela y nos pusimos de rodillas a rezar las pocas oraciones que nos sabíamos: Unas cuantas Ave Maria, unas Salves, unos credos, unos yo pecador y hasta la oración de san jorge (san Jorge bendito amarra las serpientes de pico y cola) y la de san Isidro (San isidro labrador quite el agua y ponga el sol) nos echamos. Con mucho fervor por cierto, lloramos los tres y así le dijimos adiós a mi mamita Juana.
Allí esperamos que mi papa bajara de la montaña para que respondiera al telegrama y a esperar la vuelta de mi mama. Entre tanto el profesor Moncho Díaz, había organizado un maratón radial para recaudar fondos para los damnificados de Choloma y los otros pueblos de la costa norte. Mi papa bajó de la montaña con un tercio de frijoles que dio a los recaudadores y me dio un daime (20¢) para que se los diera en mi nombre. Allí pase por primera ves en la hondas de radio Paraíso, con Amaya Flores quien tenia el Microondo como decía Cosme Mendoza.
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