Darío Izaguirre
Historiador y
Arqueólogo
Honduras es un país que alcanza más de ocho millones de
habitantes de los cuales la mayoría viven en la pobreza extrema producto de las
desigualdades sociales. Es un país con una historia convulsa en donde la
búsqueda de mejores horizontes siempre se ha visto truncada por la ambición de
un individuo o de un grupo de individuos.
Independiente de España desde 1821, este país se vio
luego enfrascado en procesos armados instigados ora por liberales en el sentido
estricto de la palabra, ora por aquellos que se obstinaban en guardar las
estructuras coloniales. Es así que, al estudiar la historia de Honduras, ella
nos pone frente a realidades que merecen un cierto análisis, teórico talvez,
pero análisis de todas maneras.
Se propone en este texto abordar una serie de realidades
históricas que ayudan a comprender la situación actual del país. Sólo se
abordarán 5 de esas realidades históricas, aunque se podrían facialmente
agregar otras.
Se escogen estas cinco por el hecho que son las que más
se ponen de manifiesto desde el Golpe de Estado de 2009, el cual, desde mi
punto de vista, sus causas fundamentales se encuentran en el hecho de querer darle
poder a la masa en la toma de decisiones de la Cosa Pública y en la actitud
valiente de un gobierno ante los intereses foráneos.
Esas realidades históricas se desglosan de la manera
siguiente:
1.- El
estilo on/off de la institucionalidad
Me permito introducir esta realidad histórica poniendo
como ejemplo el control que tenemos en esta época de electricidad y tecnología,
sobre el hecho de apagar o encender un aparato. Me explico: Si estamos en una
reunión y el celular nos molesta pues lo apagamos. En las redes sociales
podemos armar un grupo, pero si ya no nos interesa o no se apega a nuestros
intereses, pues lo borramos y ya. Así ha funcionado históricamente la
institucionalidad en Honduras.
Creo también que es necesario definir aquí lo que se
entiende por institucionalidad en una sociedad susodicha democrática.
Comencemos entonces por definir lo que es la democracia: una
democracia en el sentido clásico y literal del término es el gobierno del
pueblo. Más ampliamente, un sistema democrático implica la participación de los
ciudadanos a través de sus representantes libremente electos en la toma de
decisiones en las cosas del Estado. En principio, un representante en una
asamblea nacional debe ser portador del sentir de quienes lo eligieron y no de
sus intereses personales. Bien aclaro, en principio, porque en la praxis los
representantes del ciudadano, en el modelo pseudodemocrático de Honduras, bailan
la música de los intereses del lobby
que les permite tener el puesto.
Una democracia representativa en un sistema republicano,
como se supone es el hondureño, implica la existencia de tres poderes: legislativo,
ejecutivo y judicial, los tres con funciones que no les definiré porque ya
sabemos lo que se supone que tienen que hacer.
Esos tres poderes supuestamente representan la
institucionalidad del estado. Tres instituciones con autonomía y poder de
discernir la voluntad popular. En este escenario teórico se ha fundamentado la
historia oficial del estado de Honduras, pero en la realidad esta supuesta
institucionalidad no es más que una falacia. Desde sus orígenes la
institucionalidad del Estado de Honduras se ha apegado a la voluntad de unos
cuantos. Desde los inicios de la república,
los asaltos del ejecutivo hacia el legislativo o el judicial se cuentan por cienes.
Los actos de 1904, el autoritarismo de Luis Bográn, las matanzas de José María
Medina, el asalto del poder de Tiburcio Carias, los golpes de estado militares
y más recientemente el golpe de estado de 2009 y la reelección de Juan Orlando Hernández
no son más que algunos ejemplos.
En esos ejemplos el estilo on/off de las instituciones se
manifiesta en el hecho de que cuando un poder del Estado no hace su función la
institucionalidad se apaga se diluye en un vacío institucional y el otro poder,
en general el ejecutivo, toma por defecto las funciones de ese poder “off”
creando así un estado que reniega toda representación democrática dando origen
a gobiernos de facto. La salida a esos escoyos siempre ha sido una asamblea
constituyente que no hace más que reformar la vieja constitución revivir las
viejas instituciones con los mismos individuos que otrora rompieron la
institucionalidad.
Así pues, el estilo ON/OFF de la institucionalidad en
Honduras es una realidad histórica.
2.- La
falta de autodeterminación y la dependencia de lo que decidan los EE UU.
La autodeterminación es el hecho de que cada país debería
ser capaz de tomar decisiones por sí mismo sin la injerencia de países
extranjeros. Pero en Honduras ese principio es irrisorio. Por ejemplo, desde el
siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, los gobernantes han sido puestos y
quitados por o con el apoyo de países ajenos a la realidad de Honduras. Ya sea
Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Inglaterra o los Estados Unidos, la
intervención extranjera forma parte del menú de la clase política de Honduras.
En la juventud de la republica de Honduras, las
intervenciones extranjeras eran flagrantes. Tropas, armas y asesores
extranjeros fueron la orden del día durante el siglo XIX y en las primeras
décadas del siglo XX. Estas intervenciones se vuelven más sutiles a partir de
1960 en donde la intervención más que centroamericana, se hace a través de la
intervención económica y política norteamericana. Si bien el capital nacional ya
se había sometido se somete al capital extranjero, ahora la influencia política
sectaria y contrarrevolucionaria de los USA es la biblia de los políticos de
oficio de este país de Centroamérica. En este contexto, lo único que no cambia
son los actores políticos tradicionales que heredaron los vicios y las
triquiñuelas de sus ancestros. Carías, Gálvez, Villeda, Lozano, Cruz, Cruz
Torres, Zúñiga Agustinus, Suazo Córdova, Azcona, Callejas, Flores y cuantos más
han parido los partidos políticos tradicionales. Esos Caudillos del siglo XX no
hicieron más que vender y socavar lo poco de autodeterminación que le quedaba a
Honduras si alguna vez la tuvo.
Estos agentes históricos y sus ancestros son los
culpables de que en Honduras no haya hoy desarrollo, ellos son los culpables de
que las instituciones, que deberían responder a la voluntad de quienes los
elijen o de quienes los dejan gobernar, no sean más que títeres de intereses
mezquinos y la avaricia de los detentores del poder.
En otras palabras, el principio de la inexistencia de
autodeterminación y la dependencia es otra realidad histórica hondureña.
3.- La
idea torcida de democracia
La democracia, este epíteto con el que se llenan la boca
los políticos de oficio desde el siglo XIX en Honduras no ha sido más que una
caricatura. Si leemos rápidamente la historia de Honduras nos daremos cuenta rápidamente
que los procesos electorales, como mínima manifestación de la democracia, no han
sido respetados sino solamente algunas veces. Además, la alternancia en el
poder no ha dependido que del estado de ánimo del caudillo o de los dirigentes
del partido, sin pasar de soslayo la intervención extranjera menciona. Raras
veces o nunca se ha hecho uso de la consulta ciudadana en un referéndum o en
otra forma de consulta. Y cuando alguien que se le ocurrió llamar a una
consulta popular, le dieron Golpe de Estado y lo mandaron en pijamas a Costa
Rica.
Entonces, la idea de democracia en Honduras se ha
limitado al ejercicio del sufragio en elecciones que siempre han sido cubiertas
de un aura de vicio y chanchullo, como decimos los hondureños. La democracia en
Honduras ha sido entendida siempre como el derecho de elegir y ser electo sin
importar que los electos sean personas con un pasado o un presente digno de
representar a quien sea.
Así pues, la idea de la democracia en Honduras es torcida
y retorcida y es otra surrealidad histórica.
4.- El
vicio o la obsesión de poder
Sea impulsada por un partido o un candidato, en la
política tradicional de Honduras, siempre ha habido una tendencia abierta hacia
el continuismo. Esto se da algunas veces con objeto de proseguir proyectos de “progreso”
(Marco A. Soto, Luís Bográn), o por la simple razón de defender los intereses extranjeros
(Manuel Bonilla, Carías, Los militares, Juan Orlando Hernández) o por obsesión
personal (Terencio Sierra, Juan Orlando Hernández). Esos nombres no son más que
los ejemplos más flagrantes. Pero lo que si queda claro es que los individuos viciados
y obsesionados por el poder no tienen ni el carisma ni el temple de líderes,
sus ambiciones son mantenidas de manera artificial y con la ayuda de ciertos sectores
que ven interés en manipular el Estado y eso es el que tiene a Honduras en el
infierno de la pobreza y el descontento Social.
5.- El
poder de las armas
Vuelve la burra al trigo. Desde el principio de época
republicana en Honduras, curiosamente los jefes de estado en su mayoría han sido
militares (de academia o de cerro, pero militares igual). Los que no han sido
militares, han contado con el apoyo de éstos mientras
el mandatario y sus partidarios del congreso o de la corte suprema no atentan
contra los intereses de la fuerza armada. Aun durante la alternancia de
gobiernos civiles entre 1981 y 2009 y después de los gobiernos ilegítimos de
Micheletti, Lovo y Juan Orlando Hernández, los militares han sido quienes
deciden, tras bastidores, quién se queda o no en el poder.
Pero el hecho es, que esa fuerza armada no tiene ella
misma vida propia porque en última instancia baila la música de la embajada de
los Estados Unidos. Si no recordemos las maniobras de nuestro tristemente célebre
Gustavo Alvares Martínez o las del General Discua o más recientemente las del
General Romeo Vásquez.
En principio la fuerza armada está subordinada al poder
civil, pero ¿qué hacer cuando el poder civil no tiene el poder de las armas?
¿Paradójico? ¡NO! Si nos detenemos a ver
la situación actual del país, pareciera que Juan Orlando Hernández tiene el
control de la Fuerza Armada, pero en realidad este individuo está en el poder
porque el Departamento de Estado de los Estados Unidos le dio el visto bueno.
En el momento en que los Estados Unidos decidan que Juan Orlando Hernández ya
no es su niño bonito (como hicieron con Los militares mismos en Honduras o con
Somoza en Nicaragua), de repente lo encontraremos en pijama en Colombia o
Guatemala y Honduras volverá a la época de los militares que,
constitucionalmente, están para defender la Constitución que Juan Orlando
Hernández ha violado a diestra y siniestra. En otras palabras, los militares
tendrían toda la razón de dar un golpe de Estado. La rueda gira y el ciclo
tradicional de la historia de honduras se repite: Elecciones (democracia),
golpe de Estado (dictadura), Constituyente…
Desde ese punto de vista, el poder de las armas y no de
la fuerza armada, es más concreto que el poder civil y por tanto otra realidad
histórica.
Conclusión
Lo que se ha querido hacer en este texto es jugar a los
malabares con cinco bolas para visualizar el contexto social y político actual
de Honduras. Se aclara es un texto de opinión y que lo aquí dicho son notas
tomadas durante ciertas noches de insomnio.
Lo que trato de poner en evidencia es que la historia
oficial siempre nos ha tenido engañados haciéndonos creer que hemos vivido en
democracia. Aun durante los gobiernos militares, pocos fueron los que
condenaron estos. Sin embargo, muchos de los que se atrevieron a criticarlos o
combatirlos, se hicieron silenciar, ya sea por la fuerza o por la seducción de
unos cuantos pesos.
Otra idea que se ha
querido poner de manifiesto, es que la idea de democracia hondureña de las
últimas tres décadas es otra falacia de la historia oficial. Durante los
gobiernos civiles de Suazo, Azcona, Callejas, Flores, Maduro, Micheletti, Lovo
y Juan Orlando Hernández, los niveles de represión, de saqueo y pobreza han
alcanzado un nivel que le ha permitido a Honduras ganarle la carrera a Haití y
a Bolivia. Eso es la herencia de 30 años de democracias nutridas en esas cinco
realidades históricas abordadas aquí. Eso, sin tomar en cuenta otra realidad
subyacente, el crimen organizado. Esta última, no la abordamos
aquí por falta conocimiento, pero sin temor a equivocarme ella es la
consecuencia de ese andamiaje de corrupción e impunidad heredado de los últimos
30 años de susodicha democracia.
Pero si es fácil quejarse, más difícil es dar soluciones,
aunque ya muchos las han propuesto y en muchos casos esas soluciones han caído
en el vacío de los oídos de los sordos que no quieren oír. Es por eso que en el
momento histórico por el que pasa Honduras muchas preguntas surgen. ¿Cómo
explicar el hecho de que siendo Honduras el país más pobre de América, cuenta
con el segundo número de millonarios más grande de Centroamérica? ¿Cómo
explicarse que un rector universitario gane más que un jefe de empresa o que un
médico? ¿Cómo justificar que ese mismo rector se pasee en autos blindados y
guardaespaldas? ¿Cómo justificar que el instituto del Seguro Social sea
saqueado y que los saqueadores están en libertad? ¿Cómo explicar el cambio de
actitud de viejos radicales revolucionarios de izquierda, ahora convertidos en
expresidentes o en ministros o asesores de los gobiernos más corruptos de la
historia de Honduras?
¡Eso no se explica! porque las explicaciones son banales
o absurdas ante una sola realidad… La corrupción de la que es víctima el país.
Entonces ante esta realidad la mejor solución a los males de Honduras, es la
disolución de todas las instituciones del Estado y la refundación de uno moderno,
un Estado en donde los Ciudadanos tengan un verdadero poder. Un estado en donde
este sea un fiel interprete de la realidad histórica y de más que de eso de que
sea un buen representante y un buen representante de la voluntad del pueblo.