jueves, 19 de marzo de 2015

Yucas, perras y la cáscara guarda al palo



 Hola  amigo!
¡Pútala! Hace ya raro no lo miraba, es que usté se pierde.
¡Maginese! desde que lo llevé por la ruta de las dificultades que no se asoma.

¡Celina! Mirá muchacha, andá poniendo el café y andá donde Tiódula y comprate unas rosquillas y nos pasteles de raya. ¡Ah! Y de paso le comprás un número de la Diaria aquí al amigo. Dice que soñó con un elefante rosado en bicicleta. ¿Qué crees vos que es eso, Celina?

Mire usté, yo en eso no me meto. Pero a según el esqueleto que tiene pegado allí doña Flora y lo redondo de las ruedas de la bicicleta y lo redondo del elefante, ya tenemos allí tres ceros y si le ponemos las 4 patas del elefante  y la trompa dese animal ya tenemos 5 palitos, lo que nos da 3 ceros un cinco y los dos ojos del animal otros dos ceros , tonces mire veya yo creyo, poco más o menos vaa, que si carculamos bien, así como quien dice le podríamos pegar al 55 porque los ceros no sirven solo se cuentan.

¡Va pues! Andá a ver si le das suerte aquí al amigo.

Mire amigo, esa Celina es caballa para interpretarle los sueños.

Esperemos el cafecito.

Le cuento que hemos tenido pérdidas importantes aquí en el pueblo. Perdimos a don Abelino Galindo, Anita Vallejo, don Toñito Tercero, ¡Ah! Y mi querido amigo Alexander Moncada. 

Mire, ese Alexander era hombre de pelo en pecho. Mire, yo lo conocí cuando aún era un cipote. Él era el hijo mayor de don Lucas Moncada y doña Chinda Arriaza. Con su padre aprendió a lidiar con mulas y bueyes aprendió a cultivar la caña de azúcar y a muy corta edad aprendió a darle punto a la miel y hacer buena panela. Aun me acuerdo yo tenía unos 5 años cunado Alexander tenía unos 17, mi papá lo contrató como puntero para cosechar la caña de azúcar. Mi  papá lo trató como si fuera su hijo en resumen pasamos unos momentos hermosos al lado del fuego del horno. Chande, como cariñosamente lo llamaba mi padre, fue reclutado por el ejército y obligado a hacer su servicio militar. Su disciplina y su entrega lo llevaron pronto a ser miembro de la guardia presidencial. Retirado del ejército Alexander decidió superarse y se inscribió en el colegio nocturno y creo que terminó sus estudios de Perito Mercantil y Contador Público. Creó una familia y, sin abusar de alardes, creo que fue un hombre ejemplar a pesar de los defectos que como humano pudo tener. Así lo recuerdo… ¡Un gran amigo!.

Pero bueno, Ya volvió Celina. Huele pijudo ese café de allí de donde Pedro Masa.

Hablando de Alexander, me acordé de algunas historias que pasan allí en los granadillos, la aldea donde vivían doña Chinda y don Lucas.

Mire amigo, en este pueblo en los años 30 y 40 vinieron mucha gente del sur de Honduras. Morolica, Choluteca, San Marcos de Colón, eran los pueblos de origen de muchos de los pioneros de El Paraíso. De allí venían los Molina Corrales, los Mendoza, los Rodríguez, los Rivera de Las Selvas y otras familias. De estas familias, los hermanos Mendoza (Juan Benito y Antonio Benito Mendoza) fueron personas como diría la Tina Gómez «tenían la Gran Bretaña en la cabeza».

Don Juan Benito tenía un tractor de oruga, sembró café, crio ganado y cuantas cosas más… ¡Ah!.. Puso un cine, allí donde Neto Tábora tenía su tienda, allí en frente de la escuela María Garay. Parece que se armaban unos berrinches cuando traían películas de vaqueros  y que los indios y John Wayne apuntaban hacia el público. La gente se tiraba al suelo y los que tenían pistolas agarraban a balazos la pantalla (una de la sábanas blancas de don Juan).

Don Juan Benito era el padre de un chorro de hijos. Nelly, Idalia, Mirtala, Joaquín, Julio Notier, Felipe Nery, Juan de Dios y tal vez otros que no conocí. Algunos de estos fueron políticos y según me acuerdo Notier fue uno de ellos, él fue alcalde de El Paraíso pero se vio implicado en una balacera y hubo que emigrar a Tegucigalpa. Allí lo conocí mientras yo estudiaba en los años 1985-1990.


Don Antonio, (don Toño) fue coronel de cerro en la filas de Chema Reina y tenía su esposa Doña Juana Mondragón. Estos señores, a diferencia de don Juan, eran menos acaudalados, pero tenían una fortuna de hijos. Juan, Bernardo (Nayo), Estanislao (Tano), Alduvín, Neptalí, Antonio (Toñín), Prisca, Priscila, Yolanda y Yolinda (Las Chachas) y otra que vivía en Danlí de la cual no recuerdo el nombre. Don Toño tenía sus vaquitas, su finquita de café y la señora criaba jolotes, gallinas de guinea y horneaba pan dulce. Muchos decían que doña Juana no se la comía vacía, usted entiende.

Mire compa, se acuerda que cuando fuimos por el camino de Las Selvas, le dije que era inevitable el no pasar a visitar a don Toño y doña Juana, pues así era. Desde que pude montar en ancas de una mula y que podía acompañar a mi papá al pueblo, era obligación pasar a saludar esos dones. Yo era cantador, y mi papa me ponía a cantar rancheras cuando pasábamos por allí. Pues me ganaba un pan con café y a veces un banano de los que mantenía don Toño en un bunque.

Después, ya adulto y cuando bajaba sólo por el camino de La Jilguera, siempre bajaba a saludar a don Toño. Me encantaba platicar con él, siempre tenía algo que contarte. Desde cómo hacer un látigo con una verga de toro hasta consejos para mantenerse en buena salud. Él decía que « la cáscara guarda al palo »y decía:


«  Mire mijo yo no entiendo esos que se van p'al pueblo y que comienzan a bañarse todos los días. Eso es pendejada. Mire el cabo de este machete de taco ¿lo ve? Está liso y desgastado. ¿Por qué? Pues porque de tanto joderlo se desgasta. Pues así es el cuero de uno. Más  lo restriega con el paste, más se jode. Mire yo, yo me baño una vez al año, en el verano, cuando la luna esta sazona. Si me baño en luna tierna me lleva la gran puta, paso enfermo todo el año, pero en luna sazona no. »

* Expresión popular de Honduras que  hace referencia al hecho de que la corteza protege al árbol. En ese sentido,  don Toño explica que es malo quitarse la costra muy a menudo.


¡Pues mire amigo! Ya sabe, la cáscara aguarda al palo.

Si volvemos a asunto de los dos hermanos, don Juan y don Toño, ellos tenían una característica común aparte de ser hermanos. Eran joviales, ocurrentes y tenían la capacidad de hacer reír a cualquiera. Te contaban las cosas y las exageraban de tal manera que uno se quedaba con la boca abierta. Una de las ocurrencias de don Juan Benito, es la de la vaca pintada.

Ocurre que don juan tenía una empleada doméstica, la cual no era muy productiva. Don Juan la observaba y decidió entonces ponerse manos a la obra para hacerla menear el totoposte.

Mija, le dice un día, mirá, te he visto trabajar y me parece que podrías dar más. Así que he pensado que si te levantás más temprano, si le ayudás a mi mujer a hornear, barrer y todo eso, en lugar de estar sentada pelando los dientes con don Tito, te voy a recompensar para año nuevo. Te voy a regalar una vaca pintada y allí verás vos que haces con ella.

La muchacha ante la expectativa de poder ganarse una vaca pintada se esmeró de tal manera que al final del año todo el mundo no desperdiciaba momento para elogiar sus artes en el manejo de la casa. Llegado el fin de año, el primero de enero, la muchacha se va a ver a don juan.

Don Juan, le dice, se acuerda usted que me prometió darme una vaca si mejoraba mi actitud.
¿Pues cómo no? claro que me acuerdo y lo prometido es deuda.
Diciendo esto, don Juan abre la gaveta de su escritorio y saca un papel con una vaca dibujada seguramente por una de sus hijas y pintada con lápices de color. Y se la extiende a su empleada.

Aquí tenés la vaca pintada ¿verdad que es bonita?

La muchacha creo que se llevó el chasco del siglo, pero aprendió a trabajar.

Según contaba mi papa esos dos hermanos cuando se encontraban se daban duelos de quien contaba la mentira más grande y hoy he decidido, mientras nos echamos este cafecito, de contarle uno de esos duelos entre don Toño y don Juan.

¡Pútala Juan, esto está perro de caliente! Eso me acuerda cuando freía huevos en las piedras calientes del rio Torondano allá en la Botijas. ¡Carajo! Qué tiempos aquellos…
A mí Toño, este verano cabrón me recuerda cuando iba  dejar ganado de San Marcos a la ferias de San Miguel en el Salvador. ¡Púctala! Que ganadal el que llevaba, bien me acuerdo de aquella novillada que llevé aquella vez.
¡Qué cantidad de animales! eran tantos que la fila comenzaba allí en San Francisco y no se le daba fin hasta llegar a Choluteca. Que bonito todo aquel ganado… me tomaba dos días ir a ver al puntero y regresar a la cola.

Mira Toño esa vez San Marcos de Colón se quedó vació, tuve que contratar a todos los hombres disponibles y a las mujeres para que nos dieran de comer en el camino. Hacia un solazo perro y tuvimos que pararnos allí en el rio Choluteca a aguar el ganado. Aquellos novillos comenzaron a beberse el agua… tucún,  tucún, tucún, tucún,  tucún… bebieron tanta agua que des de entonces ese río pendejo está casi seco. Y seguimos pues…

¡Mirá! vos no me vas creer, pero como decía Lencho Piojo, lo dentra… sale. Y diay pues, no ves que al llegar a la frontera había allí una cañada seca pero había una sombrita. Pues le dije al puntero. Cuando lleguemos a aquella cañada, pará la partida vamos a descansar.

Pues llegamos a la dicha cañada. Ya las mujeres se pusieron a cocinar, después de que matamos un novillo para todos.

Pues como los novillos se habían bebido casi toda el agua de rio Choluteca, allí en esa cañada pasaba una quebradita pingue,  y el ruidito de la corriente como que les estimuló las ganas de mear a los novillos. ¡Hijueputa! ¡y no ves que comienzan a mear aquellos animales!. Y mea que mea y mea que mea... y aquel joder. Mearon tanto que la quebradita comienza a hacerse más grande, más grande y más grande al punto que se hizo un rio tamaña verga. Y allí está ese rio, Guascorán le dicen ahora y sirve de frontera entre El salvador y Honduras.

Y eso es nada, cuando ya vamos llegando a San Miguel me baje del caballo para ir a pedir agua en una casa. Cuando me bajo, un perro cabrón sale corriendo de adentro de la casa para morderme y yo me quedo helado, no sabía que hacer… y lo único que se me ocurrió fue de estirar la mano. El perro venía a toda velocidad que mi mano entró hasta el fondo del animal allí le agarre las tripas hale la mano la sacudí y lo voltee al revés cono si fuera un calcetín. Casi me muerde el pendejo pero se lo llevó putas.

¡Jodás Juan! esa es cabeza que te han metido y tronco que te han dejado. Esa bruta no te la crees ni vos mismo.

¡No jodás Toño! Vos crees que son mentiras las que te cuento. Lástima que ya se murió mi abuelo y vos como estabas chiquito ni te acordás.

Mira Juan, yo no sé si es verdad, pero lo que si te voy a contar es que una gran parte de la fortuna de la familia Somoza en Nicaragua me la deben a mí.

¡Jodas Toño, y esa mierda?

Pues mirá…

Un día, por allí me dijeron que uno de los hijos de Toño Midence, tenía buena mano p'a sembrar Yuca. Y yo como no creo en eso de tener buena mano me dije. ¡Son putadas! ya les voy a demostrar yo que es lo que se debe tener para sembrar la yuca. Bueno p'a sembrar la yuca lo que se necesita es tener una rajadura para meterla, pero de la yuca que te hablo es la verdadera porque la otra yuca la mejor luna para sembrarla es la luna de miel.

Así pues, me jui al pueblo y le pedí a Joaquín Suazo un almanaque Bristol. Me puse a ver los movimientos de la luna y me dije… el mejor día para sembrar la yuca era el que escogí.
Y le digo a Juan, mi hijo, venite Juan vamos ir allí al sitio de la Danta y vamos sembrar un palo de yuca.

Y así fue...

Sembramos el palo de yuca en un plan y allí creció aquel palo… bonito con unas hojas que ¡púctala! no te podes imaginar, con una sola hoja podías envolver un queso entero. Y de las ramas secas sacamos cargas y cargas de leña para el fuego y el horno de Juana.
Pues ya vino el tiempo de cosechar la yuca. Pues comenzamos y que sorpresa la de todos… no ves que aquella yuca era enorme…. Tamaña pija era aquella yuca. Me fui al pueblo y allí donde Neto Tábora compre unas palas y unas piochas y comenzamos con los cipotes a echar verga. Lencho Molina me prestó unas mulas y con las mías comenzamos a sacar yuca… Pijazos de yuca sacamos… ves todas esa cañadas que van de allí de la Danta y esas de la Vicinia pasando por la Jilguera, San Antonio de Conchagua hasta llegar a Mozonte… pues por allí pasaba esa yuca. Les vendimos a toda Honduras y hasta a los negros de Belice. Pero el clavo fue cuando la yuca llego a la frontera. Pues que ya los mucos no querían que siguiéramos sacándola porque decían que ya eso era tierra de Nicaragua y para evitar un pijeo allí dejamos la papada. Ya Somoza se metió en el pedo y cerró la bocamina de lado de Honduras y ya puso su gente a escarbar del lado de Nicaragua y allí va aquella yuca amigo… Por allí me di cuenta después que los Somoza habían puesto una fábrica de almidón y que lo están exportando a lo Estados Unidos ¿y de donde crees vos que sacan la yuca par el almidón? Pues de mi yuca… ¡No Jodas!

¡Pútala Toño!… entonces por eso era que te miraba todo blanco. Yo pensé que era que me estabas robando la cal del potrero de los Terreritos.

¡Pues ya vez que no!

Oíme vos Juan ¿no y haz ido a tirar venados últimamente?

¡No! se han escaseado los venados. Es que ahora ay se lleva Beto pelón y Luis Coloradilla con unos galgos y se los han mamado casi todos con el tal club de caza y pesca. Pero yo he visto los animalitos que cazan… ¡Uy! ¡Si eso da lástima! Unos venaditos todos raquíticos con no más que dos puntas de ramazón.  Venados eran los que cazábamos nosotros allá en el sur. ¡Jueputa! Que animales…
¿Vos Toño, te acordás de los horcones que tenía mi casa allá en el sur?
¡Si! ¿Eran de guayacán verdad? Eran bonitos tenían un color como crema con café.
Mirá, ya te voy a contar la historia de esos horcones.

Con este Camilo el hermano de tu mujer que estaba chigüin, nos fuimos a tirar (cazar) pues allí andábamos… de arriba abajo buscando animales. Una codorniz por aquí, otra por all­á, hasta que llego el medio día. Ya nos sentamos a comer… y no ves vos que de repente unos palos secos que estaban frente a nosotros se empiezan a mover y la lomita donde estábamos sentados comienza a hacer unos ruidos fellos como de tripas pero fuerte y aquellos ruidos y los palos moviéndose…
¡No Jodás! Le digo a Camilo...esto es el puro diablo… y la loma comienza a moverse también y sentimos como que se va levantando. Y se levanta amigo y nos tira a la mierda. Caemos al suelo y nos damos cuenta que sin saberlo nos habíamos subido a almorzar en el lomo de un hijueputa venado.

Y le digo a Camilo, mirá cipote este animal.  ¡Jodido! Le digo aquí esta nuestra suerte. ¿Pero cómo lo cazamos? las balas de los rifles no le harían ni cosquillas, le digo yo…
El animal era tan grande que ni nos había visto ni sentido. Y se me viene una idea  y le digo a Camilo. ¿Camilo trajiste el hacha?
¡Si don juan! me dice.
Bueno le digo yo, mirá la única manera de que nos quedemos con este animal, es derrengándolo. Le vamos a cortar los cuerdones de las patas de atrás se va caer y allí después lo terminamos. A la cuenta de tres le das el vergazo vos con el hacha y yo con el machete.
¡Va pues! me dice Camilo.
A la una, a las dos y a las tres… y ¡guamblán! los pijazos. Y cae el animal derrengado y hecho una furia pero no podía caminar. Se cansó  ya allí lo degollamos y lo vaciamos.  Y no me lo vas a creer, pero los palos secos que se movían eran la ramazón del vanado. Y en las ramas había cinco jicotes (abejas de miel), tres suncuanes y dos jimeritos. Allí lo dejamos y me fui a traer mozos para descuartizar el animal.   Pijazos de carne la que sacamos y algo así como un barril de miel. Con la cera de las colmenas hicimos una cachimbazada de candelas. El cuero del animal era tan grueso que con una sola correa te hacías una pialera. Por último,  de las ramas del venado saque un par de horcones para la casa nueva que estaba haciendo. Así que esos horcones, de guayacán… ¡Ni mierda! De pura ramazón de venado eran

La carne de aquel animal era buenísima, sobre todo con guineos chatos o cuadrados.

¡Carajo Juan! y quien te va creer esa perra, pero ni con flores…
¡Jodas Toño y vos con tu yuca! Bien que me la querías meter ¿verdad?

Pues hablando de guineos cuadrados (chatos), te voy a contar la historia de cuando yo trabajaba en una hacienda en Nicaragua. Allí una cachimbada de trabajadores, y dormíamos en unos galpones enormes. Había allí vaqueros, cortadores de café, chapeadores, muleros, cortadores de caña de azúcar y cuantas cosas más.
En esa  hacienda había una cocina, una galera en donde comíamos la ración, que era un puño de arroz, un puño de frijoles y dos guineos cuadrados cocidos. Los tales cocineros, cocían un montón de esos guineos en unos perolones tamaña verga. Los hervían y los dejaban allí en los peroles durante varios días. Cuando los comíamos recién cocidos eran buenos, pero a veces los dejaban tanto tiempo que se ponían lisos.
Pues un día, me dice el patrón que tengo que ir a sabanear un torete que se había perdido. Entonces, paso por la cocina y la mujer ya agarró una servilleta y me puso un rimero de tortillas, un puño de sal envuelto en una tusa, un puño de frijoles, y dos guineos chatos.  Cogí la riata, llamé los perros y me fui a sabanear. Pasé toda la mañana busca que busca aquel animal y nada…
Allá al mediodía me senté en una montañita para almorzar.
Saqué el almuerzo del morral, puse la servilleta en el sombrero y la abro. Lo primero que hice fue querer agarrar uno de los guineos… ¡no jodas!  No ves que cuando lo apretó en la mano para pelarlo el hijueputa estaba tan liso que salió disparado como taco e pipa, recto abajo por aquel la cuesta. Los perros cuando oyen el zumbido que hizo aquel chato, salieron corriendo detrás de él y pelelén, pelelén… aquellos perros.
¡pútala! Digo yo, me voy a comer el resto del almuerzo y me senté a comer. Terminé el almuerzo me bebí un poco de agua del cumbo, me paré y me puse a divisar desde la loma, a ver si miraba el novillo y nada, sólo oía a los perros latir y latir y los ladridos se acercaban a mí y al mismo tiempo un zumbido.  En eso miro a los perros que venían con la lengua de fuera siguiendo al zumbido… y aquella mierda….
¡No Jodás! No ves que el tal zumbido era el guineo que venía de regreso. El pendejo chato había agarrado tanta velocidad bajando la cuesta que al llegar al barranco del otro lado de la quebrada, pegó el pijazo en una piedra, rebotó y salió disparado para arriba a toda verga.
Cuando lo vi llegar solo tuve el tiempo de agacharme y aun así me tiró el sombrero a la mierda, el chato pasó por sobre mi cabeza y comienza a caer y los perros detrás… pues en la caída el tal chato agarró más velocidad y cae, cae y de repente miro al novillo que pega el brinco y sale d'un charral dando unos bramidos perros. Y sale corriendo para la hacienda.
¡Jueputa! No ves que el chato en la caída fue a parar directamente en el culo del animal y por eso fue el toponazo de aquel novillo.
Pues yo llamé a los perros y me regresé a la hacienda. Llegado allí, el patrón bien contento me felicitó por haber encontrado el animal, pero ¡güevos que le conté la historia del guineo!

¡Jodido Toño! Anantes que no te mató ese guineo pendejo.

Pues si…

Pues, mirá Toño ya me voy. Tengo que llegar temprano al pueblo, hoy presentan una de vaqueros y a ver si no hay balacera.

¡Va pue! Saludame a la cuñada y la mujer de la vaca pintada.

Así amigo termina el duelo de los hermanos Mendoza, que en paz descansen.
¿Y a usted le gustó el cafecito?
Pues venga cuando quiera, por allí tengo otras cuestioncitas que contarle.
Espero que el número que le sacó Celina le de suerte.

Y a ustedes pues, les recuerdo que la cascara guarda al palo. 
Espero verlos pronto de nuevo.

¡Un abrazo!

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