De nuevo al ataque.
Por allí en algún rincón de mis memorias me encontré una historia un poco polvosa, sin embargo, con la risa que me dio al recordarla, todo el polvo se fue de una sacudida.
Bueno, primero les presentare los personajes y el contexto de la perra.
En este asunto intervienen:
Don Marco Antonio Tercero Molina. Este respetable señor es oriundo de San Marcos de Colón. Hijo de Don José María Tercero el mejor amigo de mi abuelo.
Por allí entre parientes, Don Toño o Toñito, como popularmente lo llama la gente, es compadre de mi papa, varios de sus hijos son ahijados de mi papa. Don Toño, tenía unas tierritas que colindaban con las de mi papa y en tiempos de cosecha de café él venía del pueblo para hacer la cosecha. Llegaba siempre a la casona de la montaña entrada la noche y con él, ciertos trabajadores quienes en general eran parte de su familia. Así fue como conocí a Reinaldo, Santiago, Chemita, Neto y otros.
Don Toño tiene una particularidad; siempre se vistió como un verdadero paisano: Sombrero ancho de palma, pantalones amplios, camisa holgada, y un machetón tres clavos de la marca Collins en bandolera. Otra particularidad de don Toño, es su educación innata y autodidacta, su lenguaje, como dice el mismo, es humilde pero florido. Así pues desde que asomaba en la cuestecita de la casona ya comenzaba a saludar:
- Buenas nooches compadre, buenas noches comadre.
Ya mi papa decía:
Bueno mujeres pongan el cafecito que el compa Toño está llegando.
Buenas noches compadre, que sorpresa de verlo.
Y respondía don Toño:
- Bueno pues, como ve, las vicisitudes de la vida nos obligan en ciertas circunstancias a tomar decisiones que no concuerdan necesariamente con los planes establecidos con antelación. No embargante, el camino de las labores nos obliga a movilizarnos para recolectar ese grano precioso que nos permite de pasar un tiempo sin pedir los empréstitos a las instituciones de financiamiento….
- Y como quedo la familia por el pueblo, le preguntaba mi papa.
- Muchos recuerdos, muchos recuerdos. Respondía don Toño
Ya descargábamos las mulas con los calaches del compadre y las mujeres le preparaban un cuarto a él y a sus acompañantes.
Ese trajín duró desde aproximadamente 1972 hasta que Toñito vendió sus tierras en los años 1980 a Virginia Rico.
Ya en otro escrito les contare más a cerca de don Toño.
El otro personaje de la historia es mi papa. Este no necesita presentación solo tienen que leer el blog y sabrán quien es.
Neto Tercero es otro personaje que interviene en esta anécdota. Este es sobrino en segundo grado de consanguinidad de don Toño. Neto es de mi misma edad y para esa época teníamos alrededor de 16 años. Neto era un chigüin alirusado, medio chele y pelo parado, tenía los dientes medio salidos y hablaba medio chifladito y muy rápido. No se por que digo era, aun esta vivo. En todo caso, Neto era chistoso y siempre estaba listo a hace bromas. Neto es otro más, al igual que otros personajes de esta historia, que debido a los conflictos políticos en nicaragua, se vio desplazado en Honduras.
Ramón Mendoza (Monchito), era en esa época un solterón empedernido. Mi mama lo había contratado para que le ayudara ha fabricar queso en el, pueblo. Al final se encontró trabajando en la montaña donde se amachinó con Juanita la de Mingo Duarte. Moncho era otro que siempre estaba listo a hacer cualquier tontera por tal de hacer reír la gente. Al momento de la historia trabajaba como cortero de café en la plantacioncita de mi papa.
Doña María Martínez, una señora muy devota, y buena amiga de don Toño. Ella admiraba mucho à don Toño y siempre le ayudaba en la cosecha de café. Se sabía todas las novenas y los rosarios de memoria y siempre andaba con ella una camándula bendecida por el capitán Barahona.
Esa vez estaba también Eva, la segunda hija de Toñito y otros trabajadores de los cuales no recuerdo el nombre.
No podemos olvidar los personajes que dan origen a esta anécdota. Se trata de la familia Carrasco. Ellos eran: Doña Marta Bonifacia, Juana (Juanita la hija de la doña), Marta, Jorge, José y Fernandito (los hijos de Juana). Esta familia vino a honduras como consecuencia de los desplazamientos causados por los combates entre la Contrarrevolución Nicaragüense y el Ejército popular Sandinista. Doña Marta y su marido Beto Carrasco, habían sido trabajadores de mi abuelo y mi papa los conocía y es así que las señoras se encontraron viviendo en la casona de la montaña. Esas doñas eran supersticiosas y creían en todo tipo de espantos y brujerías.
Bueno Vamos a dejar las presentaciones y les voy a contar la pasada.
Durante los meses calidos, las visitas a la plantación no eran frecuentes, en todo caso para mí. Yo estaba en la escuela secundaria y era sobre todo mi papa quien iba a supervisar los trabajos. Durante esos periodos, solamente las doñas y ciertos trabajadores vivían en la casona de la montaña.
Una vez, la Juanita vino a la casa del pueblo toda asorochada y con los pelos de punta diciendo que un espíritu chocarrero no las dejaba dormir. Ella aseguraba que desde que apagaban las luces el espíritu comenzaba a tirarles piedras y terrones de adobe. Ella decía que ya no encontraban que hacer; que el ajo, el agua bendita y las oraciones no daban ningún resultado. Ella decía que posiblemente era el espíritu de su último hombre que la andaba espantando por que de repente le quería transmitir un mensaje del mas allá.
Mi papa medio incrédulo como el era le decia:
No mija, esa es cabeza que te han metido y tronco que te han dejado. No hay tales espíritus. Esos deben ser ratones. Tome estos cinco pesos y cómprese unos cubos de matarrata, y ya va ver como se le van los espíritus.
La Juana respondía:
Las tres divinas personas, sagrado corazón de Jesús y el santo niño de Atocha. No es con Matarratas que esa brujería se va a ir.
Y mi mama:
Son puras papadas esas. Yo viví en esa casa casi 15 años y nunca oí nada. El único que nos dio un susto fue Rogelio Merlo una semana santa. Esos tontos de mis hijos creían que era el Judío errante.
Bueno, si no creen decía la Juana voy a ir a ver al padre para que me de mas agua vendita y palmas ventitas para poner cruces en todas las esquinas del cuarto. Y ya se iba desilusionada porque nadie le creía su historia.
Bueno, ya entrado el mes de noviembre, cuando la cosecha de café comenzaba, Nosotros, los hombres de la casa nos preparábamos para ir a pasar los meses de noviembre diciembre y parte de enero en la montaña.
En mi caso particular, ese año, tenía unas ganas de ir solo por curiosidad del tal espanto.
Al llegar a la casona, después de haber arreglado el material para comenzar la cosecha, me dirigí a la pieza donde dormía la familia Carrasco. Mi sorpresa fue enorme cuando vi en cada esquina de la pieza, una buena cantidad de cabezas de ajo, cruces de palma bendita, vasos de agua vendita y estampas de santos con sirios encendidos al pie.
Ya entro en la cocina y le pregunto a Juana:
¿Aja Juanita, y le siguen tirando piedras?
¡Hummm...! no paran, a pesar de todos los santos y el agua bendita que les he puesto.
Así quedo la cosa.
La primera semana pasó. Yo me desvelaba sólo por ver u oír si alguien o algo tiraban piedras.
A parte la sinfonía estereofónica de ronquidos y pedos de doña Bacha y de mi papa nunca oí nada.
¿Y entonces juanita, las piedras?
Alabado sea el señor. Desde que ustedes vinieron nada de piedras.
La segunda semana pasa y mi papa y yo bajamos al pueblo el fin de semana.
De regreso a la montaña. Juanita estaba en todos sus estados.
No pudimos dormir anoche, nos dice, Viera el piedrero (sic) que nos cayó anoche.
Le digo a mi papa: ¿Usted cree en eso papa?
El viejo me responde: Mirá yo no creo ni dejo de creer, pero yo creo que son vivos los que tiran piedras. Los muertos están muertos.
Cuando mi papa me dice eso una chispita se encendió en mi cabeza de adolescente y comencé a fraguar un plan.
Allá un día en la tardecita el chuchito de Juana comienza a ladrar. Y un poco a lo lejos oímos los silbidos y los gritos de un arriero de mulas.
Mi papa que se fumaba su Royal en el corredor de la casa me dice:
Ese debe ser el compa Toño que viene a cortar su cafecito.
¡Juanita! Ponga el café por allí viene Toñito Tercero y hay que recibirlo.
Efectivamente. En pocos minutos vimos aparecer las mulas de don Toño.
Buenas noches compadre, etc., etc.
Mis ideas se volvieron mas claras cuando vi que don Toño traía con él a Neto, doña María Martínez, Eva y otras dos personas.
Le digo entonces a mi papa:
Papa, ahora que don Toño esta aquí me iré a dormir al tabanco con la mozos.
Mi cama se la puede dar a su Compadre y la otra pieza a las mujeres para que tengan mas intimidad, sobre todo ahora que Evita esta con doña Maruca.
Hombré, dice mi papa, Ta bueno así vamos ha hacer.
Ya las mujeres habían hecho el café y doña Bacha y Juana ya se habían encargado de contarles la historieta de las piedras a doña María y a Eva quienes se morían de miedo.
Pasaron así varios días. Yo continuaba durmiendo en el tabanco con los trabajadores y platicando con Neto. A veces en la tardecita nos íbamos juntos a chupar caña al cañal del viejo y en una de esas le digo:
Neto ¿usted ha oído la historia de que tiran piedras en la casa?
¡Si! me dice Neto, doña María no duerme del miedo.
Mire compa, le digo, esas son puras papadas. Yo me duermo tarde y me despierto en la noche para ver si oigo eso y yo no he oído nada. Y desde que llegamos con mi papa las doñas dicen que no oyen nada.
Yo he pensado en algo, pero si se lo digo no le diga a nadie.
Déle pues, me dice Neto.
Mire, le digo yo, yo les voy a dar un susto a esas viejas para que se les acaba la jodedera con esas piedras.
¿Y que va a hacer pues? Me dice Neto.
Hoy en la noche voy a arrancar un pucho de terrones de adobe y se los voy a tirar. Lo mas que puede pasar es que mi papa se de cuenta y me pegue una cachimbiada o que sea chistoso y que el tal espíritu desaparezca.
Los ojos de Neto brillaron de un brillo metálico, se frotó las manos y me dice:
Yo le ayudo.
El clavo, le digo yo, es que Moncho duerme con nosotros y no se si nos denunciaría.
Cuéntele a él también, me dice Neto.
Y Le cuento a Moncho.
Moncho me dice que no va decir nada pero que el no tira piedras porque no quiere perder el trabajo.
Bueno pues, esa noche esperamos que todos los candiles fueran apagados y que la sinfonía de ronquidos empezara.
Mi papa fue el primero en roncar, siguió doña Bacha, dona María y así sucesivamente.
Esperamos un poco y le digo a Neto, Hey compa ta listo
¡Si! Me responde Neto.
Bueno pues, cada uno agarramos un terrón de adobe y lo tiramos en la pared de la pieza donde dormían las Carrasco.
¡Pafff! ¡Paff! Los dos terrones que se estrellan en la pared.
Los ronquidos se paran de un solo tiro y los rezos comienzan automáticamente.
La Juana se despierta ya toca las tablas que dividían su cuarto y el de mi papa y su compadre.
Ya oimos nosotros que le dice a mi papa:
¡Don Joche, don Joche, ya oyó!
Si mija, le dice mi papa, ya oí.
Entre tanto si hacer ruido yo le dejo ir cachimbazo.
¡pafff! El terrón se estrella
Ya doña María se había despertado y unía sus oraciones a las de las carrasco junto con Eva.
El traqueteo de mandíbulas era como oír las maracas del conjunto La Escupitina.
No prendan la candiles, les susurra mi papa y luego dice:
¡Jumm, tirate otra hombré!
Yo le doy un codazo a Neto y les dejamos ir dos terrones de un solo toque.
¡Jodido compadre levantémonos! Por aquí anda un pendejo que nos quiere asustar.
Ya las mujeres habían encendido los candiles y Neto, Moncho y yo fingíamos estar asustados como el resto de la gente.
Mi papa saca su pistolita 22 y le dice al compadre de sacar su tres clavos.
Vamos a salir compadre y le vamos a dar un susto a ese condenado.
Yo voy a ir primero le dice mi papa.
Mi papa sale por la por la puerta seguido de don Toño.
Doña María, bien intencionada levanta el candil y entre dos salves le dice a don Toño:
¿Le aluzo Toñito?
Sagrada pasión de Cristo Marillita, le dice don Toño, esconda ese candil y no pare de rezar.
Ya mi papa estaba afuera disparando con su pistola.
¡pen, pen, pen! Los tiros.
Toñito detrás de mi papa con su tres clavos cinchoneando los postes ¡Chililín, chililín…!
Sígalo compadre, le decía mi papa, por allí va… y ¡pen, pen, pen! Los tiros y ¡Chililín, chililín…! El tres clavos.
Agárrelo que le pasa cerquita le decía Toñito.
Perece que estoy cargando el cuete, le contestaba mi para, dispárele usted con el machete, le decía.
Parate allí, hijo de lucifer, le decía Toñito, no nos obligés a utilizar la coerción o la premeditación y la alevosía o la ventaja. En nombre de la ley de los hombres y de la ley mosaica dictada por nuestro grande y poderos señor; transeúnte, semoviente, te ordeno que te parés o haré justicia con mi tres clavos como San Miguel Arcángel la hizo con su espada. Y ¡Chililín, chililín…! El tres clavos.
Ya mi papa había cargado su cuete y jalado los otros 6 tiros al mismo tiempo se había acercado de su compadre para calmarlo y decirle que era tiempo de entrar el ser se había escapado.
Ya entran en la casa los dos viejos, cansados con el resuello agitado de tanto correr y de tan buena actuación.
¡Jodido! Dice mi papa. Ese jodido no vuelve a venir aquí.
Toñito entra también con un puñado de terrones en la mano y dice:
Mire aquí encontré este puchito de terrones al lado del horno de hacer pan, allí agarraba las municiones para tirar, ese tal por cual.
Entre tanto neto y yo hacíamos un esfuerzo sobre humano por no reír. El plan había funcionado de maravilla y con la ayuda inesperada de los compadres.
Bueno, así pues todos regresamos a nuestros aposentos y la durmia continuó.
Allá unas tres horas mas tarde el perro comienza a ladrar, y alguien le da un puntapié.
Mi papa se despierta y despierta al compadre.
Le hace signo de no hacer bulla, toma su revolver, abre la ventana con cuidadito y se coloca al lado de la ventana. Con el rabillo del ojo hecha un vistazo hacia fuera y mira un hombre parado frente a la ventana.
Mi papa le dice al hombre:
¡No te movás, si te movés te quemo!
No, don joche le dice el hombre, no me tire, soy Venancio, hijo de don Albino.
Venancio, un esquizofrénico, que se paseaba en la noche por todas las casas de la aldea y esa noche ya cansado de su paseo nocturno había decidido de buscar un lugar donde dormir.
…y que querés, le dice mi papa.
Dormir, responde Venancio.
Bueno allí en el corredor esta el tabanco de los aparejos, subite allí y dormite deja de andar jodiendo gente.
Nancho se subió al tabanco, mi papa le quito la escalera y así termino nuestra agitada noche.
Al día siguiente don Joche y Toñito eran los héroes de la situación.
Las candelas el agua bendita, los ajos y el espíritu chocarrero desaparecieron y mi papa supo que yo había lanzado los terrones solamente en 2005. Neto y Moncho habían bien guardado el secreto.
Hasta la próxima.
Por allí en algún rincón de mis memorias me encontré una historia un poco polvosa, sin embargo, con la risa que me dio al recordarla, todo el polvo se fue de una sacudida.
Bueno, primero les presentare los personajes y el contexto de la perra.
En este asunto intervienen:
Don Marco Antonio Tercero Molina. Este respetable señor es oriundo de San Marcos de Colón. Hijo de Don José María Tercero el mejor amigo de mi abuelo.
Por allí entre parientes, Don Toño o Toñito, como popularmente lo llama la gente, es compadre de mi papa, varios de sus hijos son ahijados de mi papa. Don Toño, tenía unas tierritas que colindaban con las de mi papa y en tiempos de cosecha de café él venía del pueblo para hacer la cosecha. Llegaba siempre a la casona de la montaña entrada la noche y con él, ciertos trabajadores quienes en general eran parte de su familia. Así fue como conocí a Reinaldo, Santiago, Chemita, Neto y otros.
Don Toño tiene una particularidad; siempre se vistió como un verdadero paisano: Sombrero ancho de palma, pantalones amplios, camisa holgada, y un machetón tres clavos de la marca Collins en bandolera. Otra particularidad de don Toño, es su educación innata y autodidacta, su lenguaje, como dice el mismo, es humilde pero florido. Así pues desde que asomaba en la cuestecita de la casona ya comenzaba a saludar:
- Buenas nooches compadre, buenas noches comadre.
Ya mi papa decía:
Bueno mujeres pongan el cafecito que el compa Toño está llegando.
Buenas noches compadre, que sorpresa de verlo.
Y respondía don Toño:
- Bueno pues, como ve, las vicisitudes de la vida nos obligan en ciertas circunstancias a tomar decisiones que no concuerdan necesariamente con los planes establecidos con antelación. No embargante, el camino de las labores nos obliga a movilizarnos para recolectar ese grano precioso que nos permite de pasar un tiempo sin pedir los empréstitos a las instituciones de financiamiento….
- Y como quedo la familia por el pueblo, le preguntaba mi papa.
- Muchos recuerdos, muchos recuerdos. Respondía don Toño
Ya descargábamos las mulas con los calaches del compadre y las mujeres le preparaban un cuarto a él y a sus acompañantes.
Ese trajín duró desde aproximadamente 1972 hasta que Toñito vendió sus tierras en los años 1980 a Virginia Rico.
Ya en otro escrito les contare más a cerca de don Toño.
El otro personaje de la historia es mi papa. Este no necesita presentación solo tienen que leer el blog y sabrán quien es.
Neto Tercero es otro personaje que interviene en esta anécdota. Este es sobrino en segundo grado de consanguinidad de don Toño. Neto es de mi misma edad y para esa época teníamos alrededor de 16 años. Neto era un chigüin alirusado, medio chele y pelo parado, tenía los dientes medio salidos y hablaba medio chifladito y muy rápido. No se por que digo era, aun esta vivo. En todo caso, Neto era chistoso y siempre estaba listo a hace bromas. Neto es otro más, al igual que otros personajes de esta historia, que debido a los conflictos políticos en nicaragua, se vio desplazado en Honduras.
Ramón Mendoza (Monchito), era en esa época un solterón empedernido. Mi mama lo había contratado para que le ayudara ha fabricar queso en el, pueblo. Al final se encontró trabajando en la montaña donde se amachinó con Juanita la de Mingo Duarte. Moncho era otro que siempre estaba listo a hacer cualquier tontera por tal de hacer reír la gente. Al momento de la historia trabajaba como cortero de café en la plantacioncita de mi papa.
Doña María Martínez, una señora muy devota, y buena amiga de don Toño. Ella admiraba mucho à don Toño y siempre le ayudaba en la cosecha de café. Se sabía todas las novenas y los rosarios de memoria y siempre andaba con ella una camándula bendecida por el capitán Barahona.
Esa vez estaba también Eva, la segunda hija de Toñito y otros trabajadores de los cuales no recuerdo el nombre.
No podemos olvidar los personajes que dan origen a esta anécdota. Se trata de la familia Carrasco. Ellos eran: Doña Marta Bonifacia, Juana (Juanita la hija de la doña), Marta, Jorge, José y Fernandito (los hijos de Juana). Esta familia vino a honduras como consecuencia de los desplazamientos causados por los combates entre la Contrarrevolución Nicaragüense y el Ejército popular Sandinista. Doña Marta y su marido Beto Carrasco, habían sido trabajadores de mi abuelo y mi papa los conocía y es así que las señoras se encontraron viviendo en la casona de la montaña. Esas doñas eran supersticiosas y creían en todo tipo de espantos y brujerías.
Bueno Vamos a dejar las presentaciones y les voy a contar la pasada.
Durante los meses calidos, las visitas a la plantación no eran frecuentes, en todo caso para mí. Yo estaba en la escuela secundaria y era sobre todo mi papa quien iba a supervisar los trabajos. Durante esos periodos, solamente las doñas y ciertos trabajadores vivían en la casona de la montaña.
Una vez, la Juanita vino a la casa del pueblo toda asorochada y con los pelos de punta diciendo que un espíritu chocarrero no las dejaba dormir. Ella aseguraba que desde que apagaban las luces el espíritu comenzaba a tirarles piedras y terrones de adobe. Ella decía que ya no encontraban que hacer; que el ajo, el agua bendita y las oraciones no daban ningún resultado. Ella decía que posiblemente era el espíritu de su último hombre que la andaba espantando por que de repente le quería transmitir un mensaje del mas allá.
Mi papa medio incrédulo como el era le decia:
No mija, esa es cabeza que te han metido y tronco que te han dejado. No hay tales espíritus. Esos deben ser ratones. Tome estos cinco pesos y cómprese unos cubos de matarrata, y ya va ver como se le van los espíritus.
La Juana respondía:
Las tres divinas personas, sagrado corazón de Jesús y el santo niño de Atocha. No es con Matarratas que esa brujería se va a ir.
Y mi mama:
Son puras papadas esas. Yo viví en esa casa casi 15 años y nunca oí nada. El único que nos dio un susto fue Rogelio Merlo una semana santa. Esos tontos de mis hijos creían que era el Judío errante.
Bueno, si no creen decía la Juana voy a ir a ver al padre para que me de mas agua vendita y palmas ventitas para poner cruces en todas las esquinas del cuarto. Y ya se iba desilusionada porque nadie le creía su historia.
Bueno, ya entrado el mes de noviembre, cuando la cosecha de café comenzaba, Nosotros, los hombres de la casa nos preparábamos para ir a pasar los meses de noviembre diciembre y parte de enero en la montaña.
En mi caso particular, ese año, tenía unas ganas de ir solo por curiosidad del tal espanto.
Al llegar a la casona, después de haber arreglado el material para comenzar la cosecha, me dirigí a la pieza donde dormía la familia Carrasco. Mi sorpresa fue enorme cuando vi en cada esquina de la pieza, una buena cantidad de cabezas de ajo, cruces de palma bendita, vasos de agua vendita y estampas de santos con sirios encendidos al pie.
Ya entro en la cocina y le pregunto a Juana:
¿Aja Juanita, y le siguen tirando piedras?
¡Hummm...! no paran, a pesar de todos los santos y el agua bendita que les he puesto.
Así quedo la cosa.
La primera semana pasó. Yo me desvelaba sólo por ver u oír si alguien o algo tiraban piedras.
A parte la sinfonía estereofónica de ronquidos y pedos de doña Bacha y de mi papa nunca oí nada.
¿Y entonces juanita, las piedras?
Alabado sea el señor. Desde que ustedes vinieron nada de piedras.
La segunda semana pasa y mi papa y yo bajamos al pueblo el fin de semana.
De regreso a la montaña. Juanita estaba en todos sus estados.
No pudimos dormir anoche, nos dice, Viera el piedrero (sic) que nos cayó anoche.
Le digo a mi papa: ¿Usted cree en eso papa?
El viejo me responde: Mirá yo no creo ni dejo de creer, pero yo creo que son vivos los que tiran piedras. Los muertos están muertos.
Cuando mi papa me dice eso una chispita se encendió en mi cabeza de adolescente y comencé a fraguar un plan.
Allá un día en la tardecita el chuchito de Juana comienza a ladrar. Y un poco a lo lejos oímos los silbidos y los gritos de un arriero de mulas.
Mi papa que se fumaba su Royal en el corredor de la casa me dice:
Ese debe ser el compa Toño que viene a cortar su cafecito.
¡Juanita! Ponga el café por allí viene Toñito Tercero y hay que recibirlo.
Efectivamente. En pocos minutos vimos aparecer las mulas de don Toño.
Buenas noches compadre, etc., etc.
Mis ideas se volvieron mas claras cuando vi que don Toño traía con él a Neto, doña María Martínez, Eva y otras dos personas.
Le digo entonces a mi papa:
Papa, ahora que don Toño esta aquí me iré a dormir al tabanco con la mozos.
Mi cama se la puede dar a su Compadre y la otra pieza a las mujeres para que tengan mas intimidad, sobre todo ahora que Evita esta con doña Maruca.
Hombré, dice mi papa, Ta bueno así vamos ha hacer.
Ya las mujeres habían hecho el café y doña Bacha y Juana ya se habían encargado de contarles la historieta de las piedras a doña María y a Eva quienes se morían de miedo.
Pasaron así varios días. Yo continuaba durmiendo en el tabanco con los trabajadores y platicando con Neto. A veces en la tardecita nos íbamos juntos a chupar caña al cañal del viejo y en una de esas le digo:
Neto ¿usted ha oído la historia de que tiran piedras en la casa?
¡Si! me dice Neto, doña María no duerme del miedo.
Mire compa, le digo, esas son puras papadas. Yo me duermo tarde y me despierto en la noche para ver si oigo eso y yo no he oído nada. Y desde que llegamos con mi papa las doñas dicen que no oyen nada.
Yo he pensado en algo, pero si se lo digo no le diga a nadie.
Déle pues, me dice Neto.
Mire, le digo yo, yo les voy a dar un susto a esas viejas para que se les acaba la jodedera con esas piedras.
¿Y que va a hacer pues? Me dice Neto.
Hoy en la noche voy a arrancar un pucho de terrones de adobe y se los voy a tirar. Lo mas que puede pasar es que mi papa se de cuenta y me pegue una cachimbiada o que sea chistoso y que el tal espíritu desaparezca.
Los ojos de Neto brillaron de un brillo metálico, se frotó las manos y me dice:
Yo le ayudo.
El clavo, le digo yo, es que Moncho duerme con nosotros y no se si nos denunciaría.
Cuéntele a él también, me dice Neto.
Y Le cuento a Moncho.
Moncho me dice que no va decir nada pero que el no tira piedras porque no quiere perder el trabajo.
Bueno pues, esa noche esperamos que todos los candiles fueran apagados y que la sinfonía de ronquidos empezara.
Mi papa fue el primero en roncar, siguió doña Bacha, dona María y así sucesivamente.
Esperamos un poco y le digo a Neto, Hey compa ta listo
¡Si! Me responde Neto.
Bueno pues, cada uno agarramos un terrón de adobe y lo tiramos en la pared de la pieza donde dormían las Carrasco.
¡Pafff! ¡Paff! Los dos terrones que se estrellan en la pared.
Los ronquidos se paran de un solo tiro y los rezos comienzan automáticamente.
La Juana se despierta ya toca las tablas que dividían su cuarto y el de mi papa y su compadre.
Ya oimos nosotros que le dice a mi papa:
¡Don Joche, don Joche, ya oyó!
Si mija, le dice mi papa, ya oí.
Entre tanto si hacer ruido yo le dejo ir cachimbazo.
¡pafff! El terrón se estrella
Ya doña María se había despertado y unía sus oraciones a las de las carrasco junto con Eva.
El traqueteo de mandíbulas era como oír las maracas del conjunto La Escupitina.
No prendan la candiles, les susurra mi papa y luego dice:
¡Jumm, tirate otra hombré!
Yo le doy un codazo a Neto y les dejamos ir dos terrones de un solo toque.
¡Jodido compadre levantémonos! Por aquí anda un pendejo que nos quiere asustar.
Ya las mujeres habían encendido los candiles y Neto, Moncho y yo fingíamos estar asustados como el resto de la gente.
Mi papa saca su pistolita 22 y le dice al compadre de sacar su tres clavos.
Vamos a salir compadre y le vamos a dar un susto a ese condenado.
Yo voy a ir primero le dice mi papa.
Mi papa sale por la por la puerta seguido de don Toño.
Doña María, bien intencionada levanta el candil y entre dos salves le dice a don Toño:
¿Le aluzo Toñito?
Sagrada pasión de Cristo Marillita, le dice don Toño, esconda ese candil y no pare de rezar.
Ya mi papa estaba afuera disparando con su pistola.
¡pen, pen, pen! Los tiros.
Toñito detrás de mi papa con su tres clavos cinchoneando los postes ¡Chililín, chililín…!
Sígalo compadre, le decía mi papa, por allí va… y ¡pen, pen, pen! Los tiros y ¡Chililín, chililín…! El tres clavos.
Agárrelo que le pasa cerquita le decía Toñito.
Perece que estoy cargando el cuete, le contestaba mi para, dispárele usted con el machete, le decía.
Parate allí, hijo de lucifer, le decía Toñito, no nos obligés a utilizar la coerción o la premeditación y la alevosía o la ventaja. En nombre de la ley de los hombres y de la ley mosaica dictada por nuestro grande y poderos señor; transeúnte, semoviente, te ordeno que te parés o haré justicia con mi tres clavos como San Miguel Arcángel la hizo con su espada. Y ¡Chililín, chililín…! El tres clavos.
Ya mi papa había cargado su cuete y jalado los otros 6 tiros al mismo tiempo se había acercado de su compadre para calmarlo y decirle que era tiempo de entrar el ser se había escapado.
Ya entran en la casa los dos viejos, cansados con el resuello agitado de tanto correr y de tan buena actuación.
¡Jodido! Dice mi papa. Ese jodido no vuelve a venir aquí.
Toñito entra también con un puñado de terrones en la mano y dice:
Mire aquí encontré este puchito de terrones al lado del horno de hacer pan, allí agarraba las municiones para tirar, ese tal por cual.
Entre tanto neto y yo hacíamos un esfuerzo sobre humano por no reír. El plan había funcionado de maravilla y con la ayuda inesperada de los compadres.
Bueno, así pues todos regresamos a nuestros aposentos y la durmia continuó.
Allá unas tres horas mas tarde el perro comienza a ladrar, y alguien le da un puntapié.
Mi papa se despierta y despierta al compadre.
Le hace signo de no hacer bulla, toma su revolver, abre la ventana con cuidadito y se coloca al lado de la ventana. Con el rabillo del ojo hecha un vistazo hacia fuera y mira un hombre parado frente a la ventana.
Mi papa le dice al hombre:
¡No te movás, si te movés te quemo!
No, don joche le dice el hombre, no me tire, soy Venancio, hijo de don Albino.
Venancio, un esquizofrénico, que se paseaba en la noche por todas las casas de la aldea y esa noche ya cansado de su paseo nocturno había decidido de buscar un lugar donde dormir.
…y que querés, le dice mi papa.
Dormir, responde Venancio.
Bueno allí en el corredor esta el tabanco de los aparejos, subite allí y dormite deja de andar jodiendo gente.
Nancho se subió al tabanco, mi papa le quito la escalera y así termino nuestra agitada noche.
Al día siguiente don Joche y Toñito eran los héroes de la situación.
Las candelas el agua bendita, los ajos y el espíritu chocarrero desaparecieron y mi papa supo que yo había lanzado los terrones solamente en 2005. Neto y Moncho habían bien guardado el secreto.
Hasta la próxima.