La carretera de la montaña es el único camino para comenzar este viaje. Esta ruta comienza a la salida del pueblo, allí nomás en la ENEE (Empresa Nacional de Energía Eléctrica). Sólo que en lugar de tomar rumbo a Río Arriba, agarre a la izquierda y siga derecho por los Tres Pasos, pasando por la colonia San Juan. Con seguridad pasará frente a la casa de don Emilio Zúniga y verá las ruinas de la casa de Moncho Pirilanga.
Atraviese el puente de los Tres Pasos y siga la carretera hasta el final de la cuesta de los robles.
Allí, tenga cuidado porque la cosa se pone difícil.
Justo antes de terminar la cuesta, llegue donde Juancito (el de Maria La Chaparra) y pregúntele por donde es más fácil de llegar al árbol color de clorofila. Porque, como le dije, a partir de allí puede coger la carretera que va para Las Dificultades (otro itinerario que le contare mas tarde) o la que va para Las Selvas. Si es liberal y que admira a pajarito, (Ramón Villeda Morales) seguro que se va ir por las Dificultades, pues fue pajarito quien abrió la carretera a petición, según dicen, de mi abuelo.
Hoy tomaremos el itinerario de la carretera de Las Selvas. Esta lo llevará hasta le desvió del camino construido en los años 1980, a partir de la idea de mi papa, y la colaboración de todos los miembros de la comunidad paloverdeña.
Antes de llegar a ese desvió, pasará por lugares paradisíacos, El Portillo por ejemplo, de donde puede divisar la polvareda del Pueblo de un lado, y los vestigios de la casa de Moncha la Negra y de Chelinno, del otro.
Luego, bajando la Cuesta de la Cascada, puede divisar las plantaciones de café y los destrozos que los ganaderos y los explotadores del bosque han hecho a las montañas.
Los desastres más impresionantes son los sufridos por los de los cerros que se encuentran a su derecha, en las estribaciones de la sierra de Dipilto. Algunos de ellos obra y gracia de mi querido abuelo.
Bueno, siga bajando la cuesta, después de la gran curva, y al final del plan, verá la vieja casa de doña Mirtala Mendoza. ¡Deténgase allí! Mire lejos a su izquierda y verá las casas de Lucas Moncada y de Chinda, así como la finca de don Chendo Molina.
Después de haberse refrescado la vista con tan hermosos paisajes, siga su ruta y prepárese a pasar primero por la casa de Juancito Sánchez y luego por las casas del Ojo de Agua de Beto Duarte y de Juancito Mondragón. Un poco más lejos verá la casa de Don Cayo Rodríguez. Como guía, le recomiendo que se de una pasadita por allí y talvez Polín y su hermano Blaz le interpretaran un arranca pezuñas con guitarra y mandolina.
Siga bajando la cuesta hasta encontrar la vieja casa de don Felipe Gonzáles (donde vivían Amparo, Cristina -la novia de Tano Mendoza- y sus hermanos).
Allí tiene que pararse.
Baje la cuestecita y mire a su derecha. Allí verá la vieja casa de Don Toño Mendoza y de doña Juana Mondragón, señores que son parte de mis recuerdos de infancia, y de los cuales les prometo hablar un día.
Pero lo más importante, es que de allí puede ver la Finca la Esperanza, propiedad de José Izaguirre, donde su servidor vino al mundo.
¡Oy usté, ponga cuidado!
Lo maravilloso de este viaje es que usted tiene varias vías para acceder al mismo lugar. Todas parten de un mismo punto…la hermosísima ciudad de El Paraíso, fundada en el último cuarto del siglo XIX.
¡Pélele el ojo a don Tito!
Porque, desde donde don Felipe, si va a pié, puede agarrar el sendero que baja la cuesta de don Toño y seguir hasta la Jilguera y de allí hasta la casa de don Joche Izaguirre, o seguir recto por la carretera.
Bueno, digamos que se va por la cuesta de don Toño.
Después de despedirse de Godo y don Pipe, baje la cuestecita, abra la puerta de golpe a su derecha, o pásese debajo del alambrado. Siga el sendero y pase por donde don Toño… talvez le cuente una perra.
Tome nota que el sendero de la cuesta de don Toño se termina en un cruce de caminos casi en frente de la casa de Sebastián Salinas.
Fíjese bien, porque en el cruce de caminos está la cruz del descanso del muerto que no me acuerdo como se llamaba. Téngala en cuenta, porque de allí tiene que darle hacia la derecha. Camine aproximadamente medio kilómetro y gire a la izquierda. Baje hasta la quebrada y dele cuesta arriba hasta el potrero de El Barrial, y sígale hasta la casa de bloques de cemento de don Joche Izaguirre. Llegado allí, pídale agua al cuidandero y siga. De allí, le quedan dos minutos para llegar a la casa vieja que reemplazó aquella donde yo nací.
Le cuento (como dijo Anita Vallejo), que durante ese camino, al nomás bajar la cuesta de don Toño, usted puede ver la casa de Alduvín Mendoza y los vestigios del horno y de la casa de don Cornelio Bustamante. Más abajito verá los vestigios de la antigua casa de don Toño Benito Mendoza.
Después de haber pasado la cruz y la quebrada, escondidos en una meseta a su derecha, están los vestigios de la casa de Cresencio Midence, la misma casa donde uno de sus hijos murió de tétano en 1971.
En la casa de bloques hay otro monumento, el horno, que mi mujer y yo construimos en 1990 para cocer el jugo de la caña de azúcar de la pequeña plantación de mi papa.
Si quiere ponerle mas salsa a su viaje, regrese a la vieja casa de don Felipe y siga la carretera hacia Las Selvas. Eso le permitirá atravesar la aldea de Granadillos y toparse con la casa de Chelino. En esa casa, años antes, uno se podía echar una juca (Cerveza) o un pijazo de chicha o un octubre de Yuscarán, contemplando al mismo tiempo la escuela en la loma o las flores de Floricunda.
Sígale más para abajo y pasará por la casa de don Héctor Sandoval. De este punto podrá apreciar lo que queda de las viejas pinedas de don Juan Benito Mendoza. A su izquierda, levante la cabeza y mire los cerros de la Unión y de las Nubes donde, según dicen, se escondían Los Piña.
No se pare mucho tiempo, que se le va a hacer tarde y no podrá pararse donde Magín Arriola. No podrá tomarse un fresco ni contemplar, si aun esta allí, la belleza de Santos o la de su hija, ni apreciar la taciturna voz de Águeda.
La casa de Magín queda a su izquierda en un plantel en flanco de montaña, y de la carretera, sólo se le mira el techo.
A partir de allí, sólo le queda bajar un poco más… una curva a la izquierda, otra a la derecha, otra a la izquierda, y allí nomás esta el desvío hacia El Palo Verde.
Si viaja en la Toyota de Eduardo Coyote o en el Datsun de Roberto Osorio o en la Toyota de Isacio Rivas, pídales que lo dejen allí en el desvío.
Siga a pié, atraviese el puente Calzón Blanco (si aun existe), ese que construyó don Chema Baqueano. Atraviéselo y disfruté del olor de las flores de heliotropo. Si mira al suelo, tal vez verá algunas frutas de Tapaculo. No le de miedo, pruébelas… le van a gustar.
Camine un poco más y llegara a la casa de don Sixto Gaitán. Seguro que si llega allí, doña Gloria o don Sixto le ofrecerán una buena taza de café de palo.
Descase un poco, porque le queda subir toda la cuesta hasta la casa de Cariaco Merlo (hijo de la chinchirruta y hermano de Pascual), no sin antes pasar por la casa de Emilio López, que está a media cuesta. Donde Milo, si no ha vendido su cosecha de naranjas de bejuco (se les llaman de bejuco por que se venden aun antes que el árbol florezca, también hay café de bejuco), posiblemente podrá gustar las mejores naranjas de El Calentadero.
Dígale à Milo, si lo ve, que aun me acuerdo que un día me regaló un palo de naranjas cosechero y que un día, si tata Chu lo permite, iré a pedirle unas cuantas naranjas.
Dejemos las naranjas y continuemos.
Pasando por la casa de Mundo el sordo o Mundo el de Martina o Mundo puto, en fin, Raymundo Segura Maldonado, sígale recto y no se pare. No coja a la izquierda, siga recto. Posiblemente que el perro de Ciriaco le va a ladrar y que doña Petrona va a gritar… ¡y diay chucho hijo e la madre! Y el perro va a parar o se sentirá tan insultado que lo va a morder. Sobre todo… ¡no corra!
Siga su canino por una carretera plana hasta la esquina del limite entre las tierras de mi papa y las que antes eran de Toñito Tercero. Párese un rato, mire hacia abajo del cerro y verá las ruinas de la casa de los Aguilar, y las de la casa de Moncho Castro. Si ve para arriba del cerro, vera el lugar donde se encontraba las casas de Santos Oliva y de Tina, al mismo tiempo que el lugar donde existió la casa de Pedro Oliva.
¡No se raje! Ya casi llega.
De allí donde está, métase por el pasadero de la finca de café, siga la vereda, baje la cuesta hasta la quebradita, tómese un poco de agua en un cartucho de hoja de malanga y comience a silbar para que la gente sepa que esta llegando.
Al salir de la finca verá la casa que remplazó aquella donde nací el en 1966. Verá el patio de cemento para secar el café, la tolva y las pilas del beneficio de café…
Vaya a la llave, ábrala, mójese la cara y dele gracias a Dios por haber llegado.
Próximo itinerario… la carretera de Las Dificultades