¡Adiós Pedro, las cosas no serán iguales sin ti!
Así decía un viejo anuncio de Colgate, en el que Pedro, un diente cariado (negro), se iba y se despedía de los otros dientes sanos.
Hoy, no es un diente sino un amigo, Pedro Rodríguez, que nos ha dicho adiós. El también era negro, pero su gentileza sobrepasaba la mejor blancura.
A Pedro lo conocí en 1972, cuando yo bajaba de la montaña con mi papa. Pedro manejaba en esos tiempos la volqueta Fargo, la azul de la Alcaldía Municipal de El Paraíso.
Debido al color de su piel y a mi corta edad, le tenia miedo, pero con el tiempo me di cuenta que era igual a los demás.
Preguntándole a mi papa quién era ese señor negro, mi papa decía: ese es Pedro Saranda, un buen chofer. Fue uno de los primeros chóferes de don Lencho Molina.
Jobero, decía mi papa, ese bandido le gusta el guaro pero nunca falta al trabajo y tiene más vidas que un gato.
Fijate hombré, que te voy a contar una historia.
Allá por 1968, Pedro tomó un carro y se fue para la montaña, iba bolo, bien bolo. No se como diablos hizo para pasar todas las vueltas de la cuesta de Los Robles pero las pasó.
Atravesó todas los lodazales de El Portillo, y justo antes de tomar la cuesta de la Cascada, Pedro se durmió, el perol que él conducía se desvió y se precipito en un guindo. No hubo muertos, sólo que cuando los vecinos de la cascada y otras personas se pusieron a buscar sobrevivientes no encontraron a nadie.
Pedro había desaparecido. Lo buscaron por todos lados y no lo hallaron, todo el mundo pensaba que se había dado la guinda de miedo de ser juzgado por la pérdida de carro.
Por allí, unos cuatro días después del accidente, Juancito Mondragón un vecino de granadillos, decidió ir a cusuquiar con sus cuatro galgos. Agarró su 22 y se fue. Entró por el sitio La Abisinia de don Juan Benito Mendoza, allí cerca de la casa de don Juan Sánchez. Caminó y caminó siguiendo los perros que tufeaban buscando cusucos. De repente, aquellos chuchos comienzan a latir en el fondo de la cañada. Juancito se dijo “púctala, ese cusuco debe ser tamaña verga” y comienza a correr hacia el lugar donde estaban los perros latiendo.
¡Jodido! Ese fue pedo el que se llevo juancito. Cuando llego al fondo de la cañada no fue cusuco lo que vio. Lo que vio fue un hombre negro herido, y en mal estado. Al principio le dio miedo porque pensaba que eran los Cabos Cantonales que habían hecho la cosa.
Pero agarro valor y se acercó del hombre. Lo toco, y se dio cuenta que estaba vivo y respiraba. Estaba boca abajo y decidió que le iba a dar vuelta.
¡Jodido! Antes de darle vuelta, Juancito se acuerda del accidente de Pedro y allí nomacito se dice. ¡A la gran puta, si este es Pedro hombré! Y efectivamente era Pedro.
¡Lo sacaron de allí amigo! ¡En hamaca! Pedro estaba mal herido y sus heridas habían comenzado a infectarse y en el berenjenal, había perdido algunos de los dedos de uno de sus pies.
¿Y como llego allí Pedro papa?
¡Mirá, el guaro es jodido!
Parece que cuando el carro se fue al guindo, pedro quiso salir hasta la carretera, pero como estaba bolo, en lugar de eso, caminó o se arrastro en dirección contraria y así fue como se encontró posiblemente inconsciente en el fondo de la cañada.
¡Tamaño cusucón el que se hallo Juancito!
Yo creo que después de eso Pedro paró de beber y allí continuo trabajando como conductor de la alcaldía, de don Juan Díaz, de Lencho Molina, de Roberto Martínez y de Joche Izaguirre entre otros.
Por allí en los años 1980 decidió que se iba comprar una Willis un perol viejo de los años 1950. Con ese chunche trabajó acarreando leña para las secadoras de café y leña de ocote del Aserradero Lardizabal , tierra para los viveros, barro para las tejeras, mudando vecinos y vecinas. Ese trajín duró hasta en 1989 o 90 cuando la Willis cansada y Pedro viejo, decidieron que era tiempo de pasar a otra cosa. Esto fue justo después que, bajando la cuesta de Los Tres Pasos, la caja de cambios de la Willis se desajusto y el perol comenzó a bajar la cuesta precipitadamente. Hasta que pedro y su basta experiencia lo hicieron enterrar la nariz en el puente.
En ese tiempo Omar el de Hilda era el ayudante de Pedro.
Ese fregado llego con los pelos mas parados de lo que los tiene, a decirle a Javier (Chito) Méndez, el Hijo de pedro, que había pasado un accidente y que había que ir a sacar la Willis de donde estaba. Chito vino a mi casa y con el perol de mi papa lo fuimos a sacar. Creo que fue el último viaje de café en la Willis achotada de Pedro.
Así pues, con esta anécdota le digo adiós a Pedro.
Pedro de quien yo no se que año nació
Del que no se de donde venía
El que me contó que había sido mulero de Pedro Sabla y de Abel Valladares
El que pasó de mulero a conductor
El que bebió guaro y amó el Fútbol
El padre de Juan Cuco, Toño Mogo, Chito, Chita, Franklin, Mario, Dilcia, Marta, Maritza…
El Marido de Carlota Merlo.
El hombre que siempre encontró algo que hacer de mulero a conductor y de conductor a vendedor de ropa (a bugonero como decía Carlota).
¡Adiós pedro, Las cosas no serán iguales sin ti!
Así decía un viejo anuncio de Colgate, en el que Pedro, un diente cariado (negro), se iba y se despedía de los otros dientes sanos.
Hoy, no es un diente sino un amigo, Pedro Rodríguez, que nos ha dicho adiós. El también era negro, pero su gentileza sobrepasaba la mejor blancura.
A Pedro lo conocí en 1972, cuando yo bajaba de la montaña con mi papa. Pedro manejaba en esos tiempos la volqueta Fargo, la azul de la Alcaldía Municipal de El Paraíso.
Debido al color de su piel y a mi corta edad, le tenia miedo, pero con el tiempo me di cuenta que era igual a los demás.
Preguntándole a mi papa quién era ese señor negro, mi papa decía: ese es Pedro Saranda, un buen chofer. Fue uno de los primeros chóferes de don Lencho Molina.
Jobero, decía mi papa, ese bandido le gusta el guaro pero nunca falta al trabajo y tiene más vidas que un gato.
Fijate hombré, que te voy a contar una historia.
Allá por 1968, Pedro tomó un carro y se fue para la montaña, iba bolo, bien bolo. No se como diablos hizo para pasar todas las vueltas de la cuesta de Los Robles pero las pasó.
Atravesó todas los lodazales de El Portillo, y justo antes de tomar la cuesta de la Cascada, Pedro se durmió, el perol que él conducía se desvió y se precipito en un guindo. No hubo muertos, sólo que cuando los vecinos de la cascada y otras personas se pusieron a buscar sobrevivientes no encontraron a nadie.
Pedro había desaparecido. Lo buscaron por todos lados y no lo hallaron, todo el mundo pensaba que se había dado la guinda de miedo de ser juzgado por la pérdida de carro.
Por allí, unos cuatro días después del accidente, Juancito Mondragón un vecino de granadillos, decidió ir a cusuquiar con sus cuatro galgos. Agarró su 22 y se fue. Entró por el sitio La Abisinia de don Juan Benito Mendoza, allí cerca de la casa de don Juan Sánchez. Caminó y caminó siguiendo los perros que tufeaban buscando cusucos. De repente, aquellos chuchos comienzan a latir en el fondo de la cañada. Juancito se dijo “púctala, ese cusuco debe ser tamaña verga” y comienza a correr hacia el lugar donde estaban los perros latiendo.
¡Jodido! Ese fue pedo el que se llevo juancito. Cuando llego al fondo de la cañada no fue cusuco lo que vio. Lo que vio fue un hombre negro herido, y en mal estado. Al principio le dio miedo porque pensaba que eran los Cabos Cantonales que habían hecho la cosa.
Pero agarro valor y se acercó del hombre. Lo toco, y se dio cuenta que estaba vivo y respiraba. Estaba boca abajo y decidió que le iba a dar vuelta.
¡Jodido! Antes de darle vuelta, Juancito se acuerda del accidente de Pedro y allí nomacito se dice. ¡A la gran puta, si este es Pedro hombré! Y efectivamente era Pedro.
¡Lo sacaron de allí amigo! ¡En hamaca! Pedro estaba mal herido y sus heridas habían comenzado a infectarse y en el berenjenal, había perdido algunos de los dedos de uno de sus pies.
¿Y como llego allí Pedro papa?
¡Mirá, el guaro es jodido!
Parece que cuando el carro se fue al guindo, pedro quiso salir hasta la carretera, pero como estaba bolo, en lugar de eso, caminó o se arrastro en dirección contraria y así fue como se encontró posiblemente inconsciente en el fondo de la cañada.
¡Tamaño cusucón el que se hallo Juancito!
Yo creo que después de eso Pedro paró de beber y allí continuo trabajando como conductor de la alcaldía, de don Juan Díaz, de Lencho Molina, de Roberto Martínez y de Joche Izaguirre entre otros.
Por allí en los años 1980 decidió que se iba comprar una Willis un perol viejo de los años 1950. Con ese chunche trabajó acarreando leña para las secadoras de café y leña de ocote del Aserradero Lardizabal , tierra para los viveros, barro para las tejeras, mudando vecinos y vecinas. Ese trajín duró hasta en 1989 o 90 cuando la Willis cansada y Pedro viejo, decidieron que era tiempo de pasar a otra cosa. Esto fue justo después que, bajando la cuesta de Los Tres Pasos, la caja de cambios de la Willis se desajusto y el perol comenzó a bajar la cuesta precipitadamente. Hasta que pedro y su basta experiencia lo hicieron enterrar la nariz en el puente.
En ese tiempo Omar el de Hilda era el ayudante de Pedro.
Ese fregado llego con los pelos mas parados de lo que los tiene, a decirle a Javier (Chito) Méndez, el Hijo de pedro, que había pasado un accidente y que había que ir a sacar la Willis de donde estaba. Chito vino a mi casa y con el perol de mi papa lo fuimos a sacar. Creo que fue el último viaje de café en la Willis achotada de Pedro.
Así pues, con esta anécdota le digo adiós a Pedro.
Pedro de quien yo no se que año nació
Del que no se de donde venía
El que me contó que había sido mulero de Pedro Sabla y de Abel Valladares
El que pasó de mulero a conductor
El que bebió guaro y amó el Fútbol
El padre de Juan Cuco, Toño Mogo, Chito, Chita, Franklin, Mario, Dilcia, Marta, Maritza…
El Marido de Carlota Merlo.
El hombre que siempre encontró algo que hacer de mulero a conductor y de conductor a vendedor de ropa (a bugonero como decía Carlota).
¡Adiós pedro, Las cosas no serán iguales sin ti!