viernes, 26 de marzo de 2010

Escoba lisa, camándulas, escapularios y toma tu teta que soy tu nana.

Bueno, siguiendo la misma vena de los sustos, miedos y espantos de ni niñez, les contaré una historia que es parte del patrimonio cultural mesoamericano. Se trata de la Segua.
En todos los países centroamericanos, sobretodo aquellos bajo la influencia mesoamericana circula la leyenda de La Segua. Llamada también Siguanaba o Siguamonta en Guatemala, El Salvador y Nicaragua y Costa Rica. En Honduras es conocida como la Segua o la Sucia.

A continuación les entrego el artículo de la enciclopedia en línea Wikipedia para luego entregarles la versión hondureña de la segua.

La Siguanaba, es un personaje de la mitología de Guatemala y de El Salvador (se les olvidó Honduras). La leyenda de la Siguanaba tiene un origen común y esta relacionado con la leyenda de la Cegua de Nicaragua y Costa Rica.

La Siguanaba (del quiché Siguan barranco, abismo Waná Hermana y B'a Espectro) es un ser mitológico en forma de mujer fantasma de hermoso cuerpo, que al mirarla de cerca tiene el rostro de una yegua; siendo un ser que se les presenta a los hombres que son infieles.

Según el relato cultural, aparece regularmente en las áreas donde no hay mucha infraestructura, especialmente en los basureros y barrancos, a donde lleva a los hombres enamorados de ella y los hace caer haciendo que pierdan la vida y el alma a favor de ella. Es parte importante del folklore y mitología guatemalteca y salvadoreña.

La palabra Siguanaba viene del nahuat cihua que es mujer y nahual que equivale a espíritu, fantasma, alter ego. En esta versión, la aparición se presenta como una bella joven que atrae a los hombres cerca del agua y cuando los tiene a su alcance se transforma en una visión horripilante.
Contenido

La historia

Originalmente llamada Sihuehuet (mujer hermosa), tenía un romance con el hijo del dios Tláloc, del cual resultó embarazada. Ella fue una mala madre, dejaba solo a su hijo para satisfacer a su amante. Cuando Tláloc descubrió lo que estaba ocurriendo maldijo a Sihuehuet llamándola Sihuanaba (mujer horrible). Ella sería hermosa a primera vista, pero cuando los hombres se le acercaran, daría vuelta y se convertiría en un ser horrible.

El dios la condenó a vagar por el campo, apareciéndose a los hombres que viajan solos por la noche. Dicen que es vista por la noche en ríos, lagos así como en otros lugares con agua, lavando ropa y siempre busca a su hijo el Cipitío, al cual le fue concedida la juventud eterna por el dios Tlaloc, como sufrimiento para ella.

La leyenda de la Siguanaba

Según lo que cuenta la leyenda, todos los trasnochadores están propensos a encontrarla. Sin embargo, persigue con más insistencia a los hombres enamorados, a los Don Juanes que hacen alarde de sus conquistas amorosas. A estos, la Siguanaba se les aparece generalmente en cualquier estanque de agua en altas horas de la noche, o a orillas de ríos según otras versiones. La ven bañándose con guacal de oro y peinando su hermoso cabello negro con un peine del mismo metal, su bello cuerpo se trasluce a través del camisón.

Dicen las tradiciones que el hombre que la mira se vuelve loco por ella. Entonces, la Siguanaba lo llama, y se lo va llevando hasta un barranco. Enseña la cara cuando ya se lo ha ganando, su rostro se vuelve como de muerta y putrefacto, sus ojos se salen de sus cuencas y se tornan rojos como si sangraran, su antes tersa y delicada piel se torna arrugada y verduzca, sus uñas crecen y suelta una estridente risa que paraliza de terror al que la escucha.

Protección

Para protegerse de este ser y no perder su alma, se debe morder una cruz o una medallita y encomendarse a Dios. Otra forma de librarse del influjo de la Siguanaba, consistirá en hacer un esfuerzo supremo y acercarse a ella lo más posible, tirarse al suelo cara al cielo, estirar la mano hasta tocarle el pelo, y luego halárselo. Así la Siguanaba se asustaría y se tiraría al barranco. Otras versiones también dicen que debe agarrarse de una mata de escobilla, y así, cuando ella tira de uno, al agarrase la víctima de la escobilla, ella siente que le halan el pelo. Esta última práctica es más efectiva, ya que es el antídoto propio que contrarresta el poder maléfico de esta mujer mágica.

Un método funcional al observar a una mujer en el río sin saber si es la Siguanaba, consistiría en gritar tres veces seguidas: "No te vas a ir María pata de gallina"; si es la Siguanaba se asustará y se lanzará al barranco, si no era ella solo te dirán que sos un loco.

Otro sitio interesante a consultar es, http://leyendas-nicaraguenses.blogspot.com/2007/05/la-mocuana.html. En donde Edgar Escobar Barba, un investigador nicaragüense, nos da también una descripción de la Siguanaba y la asocia a la región de Estelí sobre el nombre de la Mocuana.

La versión de Honduras

En este texto les voy a contar la historia de la Segua haciendo uso de los testimonios de personas que la ha visto y que inclusive han jugado con ella.

Primera quiero aclararles que la versión hondureña de la Segua difiere un poco de aquella propuesta en los textos de Wikipedia y otros textos en Internet. Las descripciones anatómicas de la Segua parecen más consecuentes con la realidad indígena que las descripciones propuestas anteriormente. Los lugares de aparición del espectro son también más consecuentes con las prácticas amorosas de nuestros campesinos y nuestros tunantes.

Como les decía, yo conocí tres personas que me contaron haber visto a la Segua. Los tres eran nocheadores serenateros y mujeriegos. El primero es mi papa.
Él cuenta que cuando estaba joven, cuando vivía en San Pedro del Norte de Potrero Grande, una noche se fue a serenatear, con Arnulfo Corrales, Pedro Mantequilla y otros mozos del pueblo. Por allí, ya tarde en la noche decidieron de irse por la cuesta que bajaba de donde mamita Juana a la casa de Balto Centeno pasando por la quebradita que estaba al fondo. Allí había un pozo donde las muchachas del pueblo iban a lavar ropa, nixtamal, halar agua para las cocinas, etc. Ese pozo era también el lugar donde los hombres hacían sus primeros pasos en las conquistas amorosas.

Mi papa cuenta que el método no era nada complicado. El hombre vigiaba a la muchacha, se fijaba cuando es que la marchanta iba al poso, cuando estaba acompañada y cuando iba sola. Una vez fijado el itinerario, el chavo se escondía en u matorral y cuando la muchacha llegaba al pozo, el jaño le empezaba a tirar piedritas. Si la muchacha era indiferente a las piedras el chavo insistía hasta obtener una reacción de la muchacha. Así pues, al obtener una reacción el hombre salía del matorral y comenzaba a hacharle el cuento. Si la muchacha aceptaba los avances del muchacho el jale comenzaba. La muchacha ya no iba al pozo nada más que a jalar agua.

Bueno el caso, como diría mi papa, es que los serenateros al acercarse al pozo, vieron una hermosa mujer peinándose y acariciándose el pelo en el pozo. Uno de los serenateros que tenía las hormonas en revolución decidió enamorarla y según mi papa comenzó:
¡ay amorcito que linda questas!
Mira mamacita, si aceptas mis palabras te aseguro que ya no vas tener necedad de venir al pozo. Yo te voy a pagar aunque sea las luces.
Mi encanto célico flor de palanca, no te pongas tímida, échame una miradita anque se sella.

Y seguía caminando más rápido para acercase a la muchacha.

Los otros menos excitados que el primero, se dan cuenta que hay algo que no es normal. Es tarde en la noche, las muchachas del pueblo están durmiendo y consecuentemente…

¡Hey hombré! Le comienzan a gritar
¡No te dejes engañar, que eso no es mujer, es la Segua…!


Demasiado tarde. La mujer ya había comenzado a moverse hacia los potreros de mi abuela Juana. Y el hombre comienza seguirla… y allí va…

Nosotros, dice mi papa, comenzamos a seguir al hombre gritándole, venite hombre que si segís te va a llevar putas. Y nada amigo, el hombre no se paraba y corría cada vez más rápido siguiendo al espectro.

Allá vos, dice mi papa, nos cansamos de seguirlo y nos paramos a esperarlo. De todos modos no había manera de pararlo. Y allí nos quedamos en el monte, esperando.
Allá al rato el hombre regresa, todo raspado, arañado por las espinas de zarza y de carbón y hediondo a mierda de gallina y temblando… con fiebre.

Amigo, ya lo agarramos nosotros, lo fuimos a lavar al pozo y lo fuimos a dejar a la casa. A ese lo jugó la Segua. Tuvieron que lavarlo con agua de escoba lisa y rociarlo con agua bendita.

Cuando ya se compuso, dice mi papa, le preguntamos. ¿Y diay hombré que putas te pasó la otra noche?

Y el hombre contesta. Miren hombré, yo a la que vi en el pozo fue a la fulana. Pero esa era la Segua. La seguí y cuando ustedes se pararon ella también. Ella se dio vuelta y comenzó a echar un tufo caballo, sacó una teta bien fella y comenzó a decirme ¡toma tu teta, toma tu teta que soy tu nana! Hasta allí llego el enamoramiento. Me entro un miedo de las once mil putas y me las pelo de huida y allí me agarraron ustedes.

Bueno amigo, dice mi papa, hay que tener cuidado cuando se pasa de noche cerca de los pozos, esos lugares son los preferidos de la Segua.

En esta historia no hay ninguna descripción de la Segua. El amigo de mi papa no le vio la cara solo la teta y el perfume fecal. Sin embargo ella coincide con la segunda historia la que me contaba mi amigo de infancia, Juan Cuchilla.

Juan es un hombre que ahora debe tener unos 52 años. Él creció prácticamente en la casa de mis padres ayudando en las labores agrícolas. Durante un tiempo cuando llegó a los 15 años, lo perdimos de vista. Su Cuñado y su hermana Licha se habían ido para Olancho y Juan los había seguido. Más tarde apareció hecho todo un hombre y había desarrollado otras habilidades. Se las daba de comerciante, tahúr y se conocía unas cuantas oraciones que un día se las voy contar. Alguna gente le tenía miedo porque decían que era capaz de convertirse en mono. Aunque a decir verdad no necesitaba mucho maquillaje.

Bueno, Juan, él había no sólo visto a la Segua sino que había hecho el amor con ella.
Decía que en cierto momento caminando por una montañita llego a un pozo. Y allí estaba la mujer, delgadita de cintura, abultadita del pecho, con unas caderas que para que le escribo si mañana llego, un pelo largo y negro y bueno todas las características de una mujer digna de la portada de una revista Vogue.

Pero yo no era pendejo, dice Juan, en ese verguero las mujeres eran escasas y casas no habían nada cerca. Entonces, me puse a pensar ¿Hummm..., que putas hace esta mujer aquí?
Y me acuerdo allí nomás que mi agüelito Román Ramos me había dicho que la Segua siempre les aparecía a los tunantes o a los hombres solteros y yo era los dos. Y además yo siempre andaba mi protección una oracioncita de Monserrat.

Ya me acerco del pozo.

La mujer me mira, esa mujer era fellísima.Olía a mierda de gallina de esa que parece cachaza, no tenia nariz, la boca era agujero redondo y negro y solo tenia un ojo. De remate cuando ella me vio todo lo bonito que tenía se le jué. Bajé la vista un poquito más para abajo y mire que tenia una sola chiche toda caída y floja. Iba a comenzar a decirme que ¡tomá tu teta! Cuando me tiro al suelo boca arriba. Ella se viene encima de yo y la pesco de la nagua y del pelo y la revuelco.

¡Olvídese! Hay que ser hombre para hacer eso.

Ya cuando la revolqué, se para y sale corriendo gritando ¡tomá tu teta, tomá tu teta!
Yo me quede allí aguantando aquel tufo pero diciéndome yo mismo que agora no habría mujer que se me resistiera porque me había revolcado con la Segua...


Como ven, la descripción de la Segua que nos da Juan no tiene dada que ver con la cara de yegua que propone el artículo de Wikipedia. Su carácter es más humanoide que el espectro propuesto por la versión Guatemalteca. Es de aclarar también que si la historia es de origen Nahuatl, el caballo (la cara de yegua de la Segua) viene a incorporarse como un elemento sincrético, puesto que bien sabemos que los equinos no forman parte del universo zoológico de cultura prehispánica.

La última historia me la contaba Hilario, un puntero que mi papa contrataba para hacer el dulce de rapa en la Finca. Hilario venía de la Unión, una aldea situada al noroeste de El Palo Verde. Hilario era en ese tiempo un hombre de unos 50 años, Liberal de cepa y se alardeaba de haber sido amigo cercano de los hermanos Herrera, mas comúnmente conocidos como los Piña. Él poseía un machete con la cacha de cuerno de buey que decía había pertenecido a Tulin, el menor de Los Piña.

Hilario el también había tenido su experiencia con la Segua. El escenario de la aparición es siempre el mismo. Hilario se jactaba de haber sido un buen mozo y de haber sido faldero.

Un día, nos contaba Hilario al resplandor de le chumacera del horno de cocer el jugo de caña, me voy a parrandear. Después de haber bailado y chupado cususa con güevos, me regreso pa la casa. Allí tenia que pasar por una quebradita un poco escura onde las mujeres siempre iban a lavar ropa. Dende que comencé a bajar la cuesta sentí un frillito en el espinazo. Que putas me pasa, me dije yo. Ya mestoy poniendo cagado como si no juera hombre. Y sigo bajando la cuestecita.

Cuando llego al pozo cerca de la quebrada, vello una muchachona bien bonitilla. La quedo viendo, y como estaba medio a verga me digo yo “bueno Layo aquí te toco la chance. Las mujeres que salen de noche a lavar ropa saben a lo que se atienen”

Y me voy quedito. Ella esta de espaldas sólo se le miraba la espalda, el pelo y el fundamento. Tamaño animalón el que tenia. Bueno pues hay voy despacito y cuado ya estoy cerquita le digo. ¿Entonces mamacita que decís si nos hacemos un solo bojote?
Pues, ella sigue lavando y no me contesta.
Y le digo yo ¿bueno pues, qué te pasa que no me respondes, te comieron la lengua los ratones?

Y no me contesta…

En eso se me viene pegando un frillazo en el lomo y los hijares me comienzan a temblequear. La juma de la cususa se bajó diun solo pijazo y me recuerdo que andaba en la bolsa un escapulario de la virgen de potrerillos. ¡Ay papita! Allí nomacito lo agarro y le digo a la tal mujer. ¡Vos no sos deste mundo cabrona! Pero con yo no podés.

Guarizama en una mano y escapulario en la otra le digo por el poder de Dios y el de la animas del purgatorio dejame pasar.

Aquella mujer bonita comienza a echar un tufo a puro mortorio se da vuelta y me enseña la cara que no se le miraba porque el pelo se le había hecho un solo charral y se caca la teta del vestido que ya eran puros andrajos y comienza a carcajearse y a decirme a yo : ¡Tomá tu teta, Tomá tu teta que soy tu nana!

Que te la chupe tu madre, maldecida le digo yo y le enseño mi escapulario. La maldecida cuando sintió el olor a bendito se jue corriendo y se perdió en el monte, dejando detrás aquella tufalera.

Hilario concluyo su historia diciéndonos que siempre es bueno andar un machete de buen acero y si tiene crucero mejor es. También nos dijo que no es de más andar un crucifijo una medallita o algo divino, un puño de sal, un diente de ajo o algo a lo que el malo le tenga miedo.

En cuanto a mi, que al momento del historia de Hilario tenia algo así como 15 años, les aseguro que no dormí muy bien esa noche y el medio kilómetro entre el trapiche donde dormía Hilario y la casona donde yo dormía con mi papa me pareció una eternidad. Suerte que andaba la Magnifica una oracioncita que mi mama me había comprado en El Sauce, en Nicaragua cuando había ido a ver el Cristo Negro.

La próxima les cuento el Cadejo.




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