lunes, 15 de diciembre de 2008

¡Adiós Pedro, las cosas no serán iguales sin ti !

¡Adiós Pedro, las cosas no serán iguales sin ti!

Así decía un viejo anuncio de Colgate, en el que Pedro, un diente cariado (negro), se iba y se despedía de los otros dientes sanos.

Hoy, no es un diente sino un amigo, Pedro Rodríguez, que nos ha dicho adiós. El también era negro, pero su gentileza sobrepasaba la mejor blancura.
A Pedro lo conocí en 1972, cuando yo bajaba de la montaña con mi papa. Pedro manejaba en esos tiempos la volqueta Fargo, la azul de la Alcaldía Municipal de El Paraíso.
Debido al color de su piel y a mi corta edad, le tenia miedo, pero con el tiempo me di cuenta que era igual a los demás.
Preguntándole a mi papa quién era ese señor negro, mi papa decía: ese es Pedro Saranda, un buen chofer. Fue uno de los primeros chóferes de don Lencho Molina.
Jobero, decía mi papa, ese bandido le gusta el guaro pero nunca falta al trabajo y tiene más vidas que un gato.
Fijate hombré, que te voy a contar una historia.
Allá por 1968, Pedro tomó un carro y se fue para la montaña, iba bolo, bien bolo. No se como diablos hizo para pasar todas las vueltas de la cuesta de Los Robles pero las pasó.
Atravesó todas los lodazales de El Portillo, y justo antes de tomar la cuesta de la Cascada, Pedro se durmió, el perol que él conducía se desvió y se precipito en un guindo. No hubo muertos, sólo que cuando los vecinos de la cascada y otras personas se pusieron a buscar sobrevivientes no encontraron a nadie.
Pedro había desaparecido. Lo buscaron por todos lados y no lo hallaron, todo el mundo pensaba que se había dado la guinda de miedo de ser juzgado por la pérdida de carro.
Por allí, unos cuatro días después del accidente, Juancito Mondragón un vecino de granadillos, decidió ir a cusuquiar con sus cuatro galgos. Agarró su 22 y se fue. Entró por el sitio La Abisinia de don Juan Benito Mendoza, allí cerca de la casa de don Juan Sánchez. Caminó y caminó siguiendo los perros que tufeaban buscando cusucos. De repente, aquellos chuchos comienzan a latir en el fondo de la cañada. Juancito se dijo “púctala, ese cusuco debe ser tamaña verga” y comienza a correr hacia el lugar donde estaban los perros latiendo.
¡Jodido! Ese fue pedo el que se llevo juancito. Cuando llego al fondo de la cañada no fue cusuco lo que vio. Lo que vio fue un hombre negro herido, y en mal estado. Al principio le dio miedo porque pensaba que eran los Cabos Cantonales que habían hecho la cosa.
Pero agarro valor y se acercó del hombre. Lo toco, y se dio cuenta que estaba vivo y respiraba. Estaba boca abajo y decidió que le iba a dar vuelta.
¡Jodido! Antes de darle vuelta, Juancito se acuerda del accidente de Pedro y allí nomacito se dice. ¡A la gran puta, si este es Pedro hombré! Y efectivamente era Pedro.
¡Lo sacaron de allí amigo! ¡En hamaca! Pedro estaba mal herido y sus heridas habían comenzado a infectarse y en el berenjenal, había perdido algunos de los dedos de uno de sus pies.
¿Y como llego allí Pedro papa?
¡Mirá, el guaro es jodido!
Parece que cuando el carro se fue al guindo, pedro quiso salir hasta la carretera, pero como estaba bolo, en lugar de eso, caminó o se arrastro en dirección contraria y así fue como se encontró posiblemente inconsciente en el fondo de la cañada.
¡Tamaño cusucón el que se hallo Juancito!

Yo creo que después de eso Pedro paró de beber y allí continuo trabajando como conductor de la alcaldía, de don Juan Díaz, de Lencho Molina, de Roberto Martínez y de Joche Izaguirre entre otros.
Por allí en los años 1980 decidió que se iba comprar una Willis un perol viejo de los años 1950. Con ese chunche trabajó acarreando leña para las secadoras de café y leña de ocote del Aserradero Lardizabal , tierra para los viveros, barro para las tejeras, mudando vecinos y vecinas. Ese trajín duró hasta en 1989 o 90 cuando la Willis cansada y Pedro viejo, decidieron que era tiempo de pasar a otra cosa. Esto fue justo después que, bajando la cuesta de Los Tres Pasos, la caja de cambios de la Willis se desajusto y el perol comenzó a bajar la cuesta precipitadamente. Hasta que pedro y su basta experiencia lo hicieron enterrar la nariz en el puente.
En ese tiempo Omar el de Hilda era el ayudante de Pedro.
Ese fregado llego con los pelos mas parados de lo que los tiene, a decirle a Javier (Chito) Méndez, el Hijo de pedro, que había pasado un accidente y que había que ir a sacar la Willis de donde estaba. Chito vino a mi casa y con el perol de mi papa lo fuimos a sacar. Creo que fue el último viaje de café en la Willis achotada de Pedro.

Así pues, con esta anécdota le digo adiós a Pedro.
Pedro de quien yo no se que año nació
Del que no se de donde venía
El que me contó que había sido mulero de Pedro Sabla y de Abel Valladares
El que pasó de mulero a conductor
El que bebió guaro y amó el Fútbol
El padre de Juan Cuco, Toño Mogo, Chito, Chita, Franklin, Mario, Dilcia, Marta, Maritza…
El Marido de Carlota Merlo.
El hombre que siempre encontró algo que hacer de mulero a conductor y de conductor a vendedor de ropa (a bugonero como decía Carlota).

¡Adiós pedro, Las cosas no serán iguales sin ti!

miércoles, 3 de diciembre de 2008

¿Un cuentecito antes de irnos?

Venga hombre, hágase para acá…

¡Mirá chigüina! Anda comprate un pan cuco y decile a tu tía que ponga el café.

Este mi alero, tiene que probar la invención de Juan el de Carlota Merlo.

¡Andá, apurate!

Ya va ver, una buena tasa de café caliente y unos cuantos panes de la panadería Tábora “onde el pan es más mejor” le va a caer bien. Eran caballos esos locutores de la Paraíso para decir pencadas.

¿Entonces primo?… ¿Nos peinamos o nos hacemos rulos?

Espero que no esté cansado de tanto caminar y que haya disfrutado del trayecto de la carretera de Las Selvas.

Lo llevé rápido, y no tuvimos tiempo de visitar a Nayo y doña Rosa. Otra vez que vayamos lo voy a llevar por allí.

También espero que el perro de doña Tona no lo haya visto pasar. Ese chucho hijo de 70 mil pares de zapatos es feróstico, como decía Tunino Merlo.

Ahora que está de regreso en el pueblo y que sus pulmones comienzan a estar llenos de polvo, le propongo que vayamos mañana a dar una vuelta por el lado de Las Dificultades. ¡Lindo nombre!...

Ese nombre, viene posiblemente de la dificultad de acceso que otrora experimentaba esa región de Honduras. Es un terreno quebrado de tierras arenosas, poco fértiles y aptas para las actividades silvícolas.

¡Putala! No le digo pues, a veces me da por hablar como Petilla Martínez.

Como le iba diciendo…

El paisaje es diferente al de Granadillos, hay mucha más vegetación, las cuestas son menos inclinadas y hay menos casas a la orilla de la carreta.

Mi papa y mi abuelo fueron unos de los que llegaron un poco después de los pioneros. Mi abuelo se había comprado unas tierras al mismo tiempo que algunos de sus hermanos y amigos, allí nomás en los Volcanes, una aldeita entre Los volcancitos y Las Dificultades.

Así pues, las fincas de La Arabia, La casa de Zinc y los sitios de El Sauce, Los mangos y otros pertenecían a mi abuelo. El Brasil, pertenecía a su hermano Emilio, El plan grande a don Alfonso Paguaga y otros dominios pertenecían a hermanos o primos de mi abuelo o a otros propietarios, como don Pablo Irías, Daniel Salinas, Miguel Becerra o a la Excao entre otros.

La Finca la Esperanza, en el Palo Verde… si la misma de don Joche, mi papa, partencia à Rafael Molina, un primo de mi abuelo.

Hasta tarde en los años 1950, ninguna carretera comunicaba el pueblo con las Dificultades. La gente se movilizaba a pié o a caballo, utilizando las veredas abiertas por los Pioneros durante la primera mitad del siglo XX o posiblemente antes. Esas veredas en general eran llamadas Caminos Reales, puesto que aún si atravesaban tierras privadas, ellos no pertenecían a nadie. En general eran suficientemente anchos, donde el terreno lo permitía, y podían pasar una mula cargada y uno de a pié al mismo tiempo.

Mi papa cuenta que allá por los años 1950, en la época de lluvia, y sobre todo los sábados, mucha gente bajaba al pueblo desde la montaña. Mucha de esa gente bajaba a pié, y según dice mi papa, la gente y sobretodo las mujeres, se echaban unos tapirulazos de cususa o de chicha con puro mascado y calzón de vieja, para agarrar valor y entrar en los lodazales que habían en los caninos. Los caminos eran transitados también por recuas de mulas cargadas que hacían fangales en los senderos.

Dice mi papa que los que tenían dos mudadas ponían una limpia en el saco y se iban con la vieja para el pueblo. Al nomás llegar a los Tres Pasos, se lavaban las patas y la güevera, sacaban su mudadita limpia y se cambiaban de ropa. Así, cuando llegaban a la pulpería de doña Isaura Rodríguez o a la Fronteriza de Tito Alemán, la gente se miraba más limpia.

Las mujeres, además de llevar en el canasto calaches a vender (pollos, gallinas, huevos y otros perendengues) también llevaban sus trapitos limpios.
Los hombres que no tenían más que un chiringo, según lo que cuenta mi papa, se quitaban el pantalón, los zapatos o los caites y se metían al camino, chuña y en calzonillos (no en calzoncillos).

De regreso a la montaña, no había ningún problema. La gente, después de haber recibido el pago de la semana o de haber vendido la gallina, se guardaba un pistillo para ir a comprarse unos cuantos cachimbazos de yuscatonic donde Toña la Pelona, donde Lupe Pastor o donde Martina, allá por el barrio de los calvos. Una vez medios a maceta, tomaban el camino de regreso. Algunos, que habían empinado mucho el codo, perdían todas las compras en el camino, y los otros se decían que era la última vez que bajaban al pueblo.

¡Esos días eran perros!

Suerteros los que “eran preparados y tenían su pistola, su caballo o su diente de oro” como decía don Pedro Sosa.

Ahora tenemos suerte porque podemos viajar en carro. No se quien viaja ahora por esos lados, pero en los años 1980 se podía ir a esos cachimberos en el carro de mi Abuelo, que conducía Moncho el de Chon, o en el Kiamaster achotado de Rafael el Muco, o en el Daihatsu con retorno del agua de Adán Pimpinela, o en la Toyota de Loño Rodríguez el hermano de Marcos Escoba, o en el Ford de Rosona, o en el GMC rojo de don Canacho Sosa, o en el camión de Manuel Calunga.

La última vez que fui por esos lados en 2005, el único chunche que ví, fue el de Juan Gallina el hijo de Coloradilla.

Pero le aseguro que la única manera de apreciar mejor la papada, es caminando y “gastando… gastando plantilla de zapatos” como decía Toñito Tercero…

Bueno, ya no lo molesto más. Tómese su cafecito y haga sus maletas, que mañana me lo llevo por la ruta de Las dificultades.

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