miércoles, 17 de febrero de 2010

Oraciones, Cuentos, fantasmas y agüisotes : volumen 1

Les quiero dedicar un capítulo en el que muchas de las supersticiones (palabra ami modo de ver peyorativa de lo que debería llamarse práctica y saber tradicional) con las que crecí quedaran de manifiesto. Les contaré que increíblemente crecí en un universo de duendes, fantasmas, y fenómenos paranormales que posiblemente tienen una explicación racional.

Abordaremos sujetos que tienen que ver con la felicidad, la tristeza, el amor, la impotencia sexual y otros menesteres. Todo se hará de manera mas o menos seria y haciendo alusión a ciertos datos biográficos. Les advierto que toda similitud real o aparente con personas, perros y gatos vivos o muertos es pura coincidencia.

1.- Mis miedos de niñez.

No insistiré en decirles que en la montaña oscurece mas temprano que en le Puelo. Los árboles que rodeaban la casa ensombrecían el paisaje desde la puesta de sol. Mi mama nos había enseñado a tener miedo de un montón de cosas. Ella nos decía que cuando un pájaro que le decían La guía del león cantaba cerca de la casa era porque el León (jaguar) andaba cerca y que nos podía comer.

También nos hablaba del mal de ojo y a eso le teníamos un miedo horrible. Esto del Ojo es una traición muy antigua que se manifiesta de diversas maneras en la cultura latinoamericana. El Ojo puede causar mucho daño, puede matar personas, árboles, sembradíos, etc. Es provocado por el poder de la vista de ciertas personas quienes no lo usan de manera conciente.

Las personas hacen Ojo, lo hacen sobre las cosas que encuentran bonitas, o que desean. Según la tradición los niños, las plantas y los animales domésticos son los más vulnerables.

En mi aldea había una doña, Chon Merlo se llamaba y ella hacía Ojo. Y no era cuestión que sólo te guiñaba el ojo, ella tenía la reputación de poder causar estragos sobre la persona que sucumbía a su mirada.

Un macho de los de mi papa, El Tango, se salía siempre del potrero. Ese animal era indomable y hasta brujo decían las gentes que era. Ese macho lo encerrábamos en el potrero y al día siguiente lo encontrábamos en la aldea. No había cerco que lo detuviera.

Un día el tal macho fue a visitar los matones de caña piña que tenía doña Chon. Se comió toda la caña y después se echó a dormir sobre los matones. Doña Chon se levanta al siguiente día y mira los estragos que el puto macho había hecho con su caña piña. Y comienza una retahíla de insultos y maldiciones contra el Macho.

Por la sangre de cristo macho mal nacido esa caña te a de dar indigestión.

Macho hijo de la gran puta, que te dio por venir a comerte mi caña …
Y el viejo malvado de tu dueño que no te amarra. Maldito animal por que te comiste mi caña a caso la mía es mas dulce que la del cañal de Joche Izaguirre, ese viejo tiene miles de matones de caña porque te veniste a comer la mía.

El macho se levanta, con mucha paciencia, se tira unos cuantos pedos olorosos a cachaza y queda viendo a Chon.

¡Díos mío! El punto culminante de la cólera de Chon.

¡Pero que animal viejo descarado! Pedorrearse frente a mí y de ribete quedarme viendo.
Yo te maldigo macho bandido, por llagas del peregrino, por la cruz los clavos y las espinas que torturaron a nuestro señor yo te maldigo. Macho maldito, morirás flaco con la carne pegada en los huesos y por mas caña que comás nunca te engordarás.

¡Dicho y hecho!

Mi papa fue a traer el animal y después de haberle aguantado unos cuantos vituperios de la parte de doña Chon, se metió la mano ala bolsa le pago los daños y se fue. El Tango se enflaqueció y por mas inyecciones de Emicina y concentrado y todo lo que mi papa le daba, nunca engordó, se quedo flaco y murió flaco.

Esa doña era poderosa, yo le tenia un miedo Caballo.

Me acuerdo que mi mama tenía un palito de chiles bravos. Bien bonito el palito, verde bien copado y con chiles en todos los estados: verdes, maduros, sazones…
Un día, doña Chon llegó a la casa. Mi mama bien nerviosa la acogió y me dijo que tuviera cuidado de no mirarla mucho y que no me dejara tocar. También me dijo que tenía miedo por su palo de chiles. Todo el rato que Chon estuvo en la casa mi mama se las arregló para que Chon no fuera del lado del palo de chiles, lo que funcionó por un momento.

Los caminos de las tripas son impenetrables, igual que los caminos del Señor. Después de haberse bebido uno cuantos vasos de fresco de tamarindo fermentado, doña Chon decidió de ir a hacer sus necesidades fisiológicas y de paso ir a orinar.
El charral que ella escogió para tales menesteres estaba cerca del palo de chiles y….

Mi mama, se puso con los talones en la nuca. ¡Ay! San Benito, protege mi palito. San Francisquito que Chon no le haga ojito. Virgen de la valija madre de los desmallados, protege mis chiles. Bueno, la doña Virginia bajó todos los santos del cielo, pero…

De regreso, doña Chon le dice a mi mama:
“Díos mío mi lindo, que bonito palo de chiles el que tiene. Me había de dar unos cuantos chiles…”

El cielo entero cayó sobre la cabeza de mi mama: Chon, había visto y posiblemente tocado el palo de chiles.

Mi mama le dice a Chon:
coja todos los que quiera de todos modos hay bastantes.

Chon regresa al palo de chiles…

Otra angustia para mi mama por que esta vez si era cierto, Chon había tocado el palo.

Chon se fue y mi mama quedo preocupada. Eran ya como las 4 de la tarde cuando mi papa regresó de trabajar. Bien sudado venia el viejo.

Mi mama se precipita y le dice:

- José, quitate la camisa rápido.

- ¡Bueno! ¿Qué te pasa mujer?

- La Chon vino y tengo miedo que le haya hecho Ojo al cipote.

Mi papa se quita la camisa mojada de sudor, mi mama la toma y me envuelve en ella. Me restregó toda la cara, la espalda, la panza, los cañifles y al mismo tiempo rezando. Yo ni sabía que pasaba, pero me gustaba el sabor salado que dejaba el sudor de la camisa de mi papa en mi boca.

Cuando termino el ritual mi mama me dijo: Ahora si ya estas protegido, el Ojo de Chon no tendrá efecto en vos, pero quien sabe lo que va a pasar con mi palo de chiles.

Amigo, para no hacerle más larga la historia, al siguiente día, cunado mi mama fue a regar el palito de chiles en la mañana, la sorpresa no fue grande. El palo de chiles estaba marchito y todos los chiles en el suelo. Ni todas la oraciones y las candelas de mi m ama sirvieron de barricada contra el mal de Ojo de doña Chon.

Lastima que ya se haya muerto la doña, sino le hubiera pedido que fuera ha guiñarle el ojo a Micheletti o a Moncho Custodio.

¿Pero sabe qué? Uno no tenía que decir nada, ni enojarse, ni nada, porque no era culpa de la doña ella no pidió nacer con ese asunto.

Esto del Ojo es cosa seria. Si alguien le hecha Ojo usted padece de fiebres, vómito, diarrea verde, tembleque, somnolencia consecuencia de la debilidad producida por la deshidratación, etc. Ningún remedio de botica le funciona. Ni las pastillas de Halloyvan o el jarabe Gargantol le funcionan. El antídoto para la cosa es hacerse rociar con guaro y ruda por la persona que lo ojeó o por una que tenga la reputación de hacer el mismo mal.

El rociado no es nada complicado. La ojeadora o el ojeador tienen que estar en el mismo cuarto que el ojeado, con algunas personas cercanas, la mamá o el papá del niño. La rusiadora, después de haberse echado unas cuantas oracioncitas y haberle pedido perdón y encomendado el ojeado a Díos, se echa un buen pijazo de Yuscarán (Aguardiente), después mastica un pucho de ruda, se llena la boca con guaro y rosea a la victima en el pecho, en la espalda y los pies.
Si es Ojo lo que tiene el paciente, con esa roseadita se sanará; sino, el Gabriela Alvarado no esta lejos del pueblo.

La próxima les cuento otros miedos y un remedito eficaz contra las verrugas.

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