martes, 22 de diciembre de 2009

El casado, a su casa o a la casa de los suegros.

Pues la Manina que seguimos des de San Pedro del Norte de Potrero Grande, se nos casó. Y se vino para Honduras.
¿Como llegó a pasar este asunto?
Según el testimonio de mi papa, el dandi del pueblo, lo que paso es que a la virginia todos le tenían miedo. Ningún hombre se atrevía a proponerle nupcias. Era un poco como la beata del pueblo. Ella tenia ya como 32 años y nadie se atrevía a echarle el cuento. Si que dice mi papa que se dijo: ¡Que jodido! no debe picar esa culebra, y si pica no mata. Yo me aviento. Y en una desas que voy a San Pedro, en un baile que hicieron la saco a bailar y comienzo a decirle ¡que negros tenés los ojos! (los ojos de mi mama son cafés), y comienzo a contarle de la vacas que no tenía; y a decirle que ya no le robaba los nances porque allí donde yo vivía ahora un solo nance era suficiente para comer una semana.

Le dije que bueno que me gustaba pues, y le dije que si ella me gustaba y yo le gustaba entonces que anduviéramos y así comenzamos a jalar. Comenzamos a jalar hasta que se reventó el mecate y nos casamos y nos venimos para Honduras.

El texto que les entrego cuenta la llegada de mi mama a El paraíso, El Paraíso, Honduras.

DI.- Ahora quiero que me cuente una anécdota. Usted se vino para Honduras, usted se fue a meter a La Arabia (hacienda de mi abuelo)…

VM.- ¡Si! El mismo día que me vine casada… Yo me casé un dos de mayo, del año no me acuerdo. Estuve un mes casada allá ( en San Pedro) antes de venirme. Cuando me vine llegamos aquí temprano (a El Paraíso) y le dice Chepita a José: Dejá a Virginia aquí José, le dice, y mañana en la mañana la venís a llevar, le dice, si no se quedan los dos y se van mañana.

¡Ah, No! Le dice José, es que hoy tengo que estar y allá.

Y nos vamos. Mirá vos, íbamos para La Arabia, allí era donde estaba José, no había carretera, no había nada… Nos fuimos a caballo. Había una bajada donde tenían marcadas las bestias los cascos así ve, como una escalera ve… chacas, chacas, chacas, las mulas en el lodo, en un guindo así paradito como esta pared.
Bueno pues, allí llegamos. Allí estaba Chila Herrera, allí en la casa…bien alegre Chila cuando nos vio. Ella nos dio de comer y todo. Pero la cosa es que Chila no quería que hiciera nada yo. Y que iba a ser eso, yo de niña bonita allí, y Chila dándonos de comer a los dos yo sin hacer nada y dándonos de comer allí a los dos.

Entonces le digo yo a José: Mirá José, yo no estoy acostumbrada a que me den de comer en la mano. Yo voy a comprar la provisión y yo voy ha hacer mi comida… la comida de nosotros los dos, le digo.
Entonces compró la provisión y cuando ya compró la provisión, le digo yo: Y quien nos va a mantener aquí… porque a el no le daban nada. En la planilla de la semana no se ponía ni tres Lempiras peor treinta, a que le saliera a lempira el día de trabajo, nada se ponía en la planilla… No le daba nada don Lencho… Bueno yo voy a cuidar gente le digo yo. Decile a Chila que me de unos tres de los que ella cuida… unos tres o cuatro para darles yo la comida.

Entonces les dice José: ¿Quién de ustedes quiere comer aquí?

Porque Chila cuando llegué yo se apartó a la casa de los trabajadores y a mí me dejaron en la casa grande.

Entonces dijo Santos Zelaya: ¡Yo!
Entonces dijo Luis Lobo: ¡Yo!
Entonces dijo Pedro Cruz: ¡Yo también que me de de comer Virginia! Y del otro no me acuerdo, el caso es que eran cuatro.

Ya me puse a moler yo, a pura piedra, y a puro molino, para darles a comer a aquellos hombres. A cincuenta centavos el día mijito. Y los domingos comían y ese día no me lo pagaban porque así los tenían acostumbrados. Ya a la semana salía yo con 14 Lempiras y con 5 compraba yo la provisión de la semana.

Y así nos fuimos llevando. Luego ya cuidaba más y más hasta que hubo tiempo que cuidaba 30 mozos (trabajadores Agrícolas) a pura piedra y molino. Sin trabajadora, porque las trabajadoras que llegaban allá no aguantaban cando miraban aquellos tonelotes de maíz… que había que molerlos. Eran tres canastos de tortillas los que había que llenar.

Esa historia duró hasta 1962 cuando los viejos decidieron de irse a vivir a El Palo Verde donde habían comprado unas tierritas. Allí fue donde nació su servidor en 1966.

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