domingo, 13 de septiembre de 2009

¡Yo ya me confesé con Dios! (Juana Maria Ecalante Mondragón de Martínez)

Aquí les cuento la muerte de mi abuela. La muerte de Mamita Juana, a quien conocí apenas en 1972. Siempre acostada en una cama, como mi mama actualmente, rezongando contra el primo Gabriel que la cachaba los chelines de debajo de la almohada.

DI.- Mama, mi abuela se murió allí acostada en una cama ¿De que le vino eso?


VM.- De la artritis, de le desperfeccionaron los dedos y le agarro hasta la columna, al punto que la quijada la tenia pegada al pecho y no se podía mover le quebró la columna esa enfermedad. Las canillas se le secaron, se le pusieron bien delgaditas. Por último mi mamá se puso bien delgadita.

DI.- ¿Y a que edad le pegó eso? ¿Cuándo usted se casó ya estaba postrada ella?

VM.- No, estaba buena y sana, Le quedó ayudando a la Concha a criar los hijos. Por último hasta molía mi mamá, hacía tortillas, a veces la Concha se iba sabe para donde y la dejaba con los chigüines, y se ponía ella a moler. Cuando yo me casé mi mama estaba buena y sana. Cuando ya estaba enferma que fui yo una vez à San Pedro, me dice la Benita «Virginia pedile perdón a mi mamá, ya todas nosotras le pedimos perdón y a todas nosotras nos ha perdonado, sólo vos faltas que no le has pedido perdón».

Entonces un día yo me arrodillé a la orilla de de la cama de ella y le dije que me perdonara. «No mijita, me dijo, vos sos la única que no tengo nada que perdonarte levantate, me dijo, ya las peroné a todas y yo a vos no tengo nada que perdonarte, me dijo» y en realidad mi mamá yo la respeté como pude… Mi mamá estuvo como siete años postrada, pero de viaje postrada sólo dilató un año.

Cuando yo fui la última vez para vela a ella es porque soñé que se había muerto y me fui.

Yo le digo a José:

-Fijate José que yo soñé que mi mamá se había muerto

Y me dice José:

- Si tenés güevos te consigo unos cien pesos y te vas, me dice así.

Y me acuerdo yo que antes con cien pesos se iba uno a México. Me consiguió cien pesos y me juí. Cuando llegué al Anonal llegué de noche porque me fui a pié desde San Francisco.

Mirá como es uno vos. Fijate que, esa vez había salido un hombre del hospital, que se había fracturado una mano en el Anonal, y lo habían ido a hospitalizar a Choluteca, y entonces cuando yo llegué a San Francisco La Luvinda me dijo, hay se acaba de ir el fulano que va para el Anonal y él le puede servir de compañía. Y entonces me voy con el hombre vos.

Y me dije yo, este hombre es cierto que va enfermo de una mano pero me puede hacer algo. Entonces agarré un garrote…

DI.- Y le quebró la otra mano

VM.- No… (Ríe y continúa) no, agarré el garrote y dije yo « si algo me quiere hacer este hombre, con este garrote le pego un leñazo en la nuca y me lo vuelo y busco yo donde irme a esconder»

Pues me juí… llegamos como a las siete de la noche al Anonal con el hombre. Ya de allí me dice la Matilde: «¿Te va a ir para San Pedro vos? Me dice».

No, le digo yo, me vua quedar y mañana en la mañana, me voy. En la mañanita se fue la Matilde conmigo.

Cuando yo llegué, hacia tres días que mi mama le había dicho a la Benita que si yo había escrito que si había sabido algo de mi. Y la Benita le dice: «Nos escribió mamá, nos mandó un telegrama y nos dijo que entre tres días viene»

Ya ella alegre porque yo ya iba a llegar, y en realidad llegué.

Cuando llegué, la saludé y ella se desmayó, de viaje se quedo allí…

Entonces yo me fui a llorar a un cuarto y la Benita con la Matilde se quedaron allí haciéndole masajes y poniéndole Agua Florida en la nariz. Ya me dicen: «venite vos, ya mi mama volvió»

Ya la salude de nuevo…y alegre ella conmigo. Pero ya desde ese día, desde que llegué yo ella se empezó a agravar. Cuando… la Mausimina… por eso la Musimina a mí no me quiere, la Mausimina Corrales. Ellos iban a celebrar no se que en la casa de arriba en la casa de Facto Corrales, allá al frente de la de mi mamá… con un parlante a todo mecate y allí llegaron gente de Cinco Pinos, un hijo de don Jorge Urcuyo que era el inspector de la educación publica… Allí estaban en un solo relajo. Y la Benita allí estaba atendiéndolos porque allí llegaron onde la Benita, aquel poco de gente. Yo no me quité de la orilla de la cama, y la Matilde se fue para donde la Matildita y yo me quedé con mi mama. Y llegó la Erlinda Rivera a ver a mi mamá y se sentó a la orilla de la cama ella, y miro yo que mi mama se estaba muriendo y me voy yo en carrera y le digo a la Benita: «Benita, mi mamá se está muriendo».

Entonces la Benita les dice las gentes: «Me van a perdonar, les dice la Benita, pero yo no les puedo atender porque mi mamá se está muriendo». Cuando mi mamá oía aquellos cuetes y aquel anuncio aquel parlante ella se gravo de viaje y se murió mi mamá. Entonces, pero un día antes había venido el padre a confesarla y ella no se quiso confesar, fíjate. El padre vino parquió el Jeep frente de la casa y le dijo: «Juanita te vas a confesar», y no la hizo hablar, y ella que era tan católica… y me dice después que se fue el padre: « ¿porqué no tocaron la campanas cuando se fue el padre?» Como repicaban las campanas cuando se él se iba…

DI.- ¿Y tu mamá hablaba?

VM.- A nadie le había hablado, tenia dos días de no hablar. Pero cuando el padre llegó y se fue me preguntó: ¿Porqué no repicaron las campanas cuando se fue el padre? Me dice. ¡ah! Le digo yo:

- ¿Y usted porqué no se quiso confesar?

- ¡Ah! Me dice ella, yo ya me confesé con Dios, me dice. Yo a Dios ya le confesé todos mis pecados, yo ya me siento sin pecados, me dice, porque yo ya se los confesé mis pecados.

Y no volvió a hablar vos. Y llega la Benita y le digo yo: Fijate que mi mama me platicó, me dijo que porque no habían repicado las campanas cuando se fue le padre.

Pues al siguiente día fue cuando te digo que llegaron con esos parlantes mirá y que pusieron esa fiesta y e ese momento fue cuando ella se murió. Y all­í es cuando yo le dije a la Mausimina: Ustedes que mi mamá a sido segunda madre para ustedes, desde que ustedes quedaron si madre, la madre de ustedes fue mi mama, porque todas sus quejas eran con mi mamá, les digo yo, y como se portaron ustedes con nosotros, poniendo esa fiesta, cuando mi mama estaba en agonía. Y vos, le doy su buena a la Mausimina.

El día que enterramos a mi mama, estábamos con ella en la iglesia y en vez de irme a meter yo a otra parte… no me acuerdo que salí a hacer yo de la iglesia porque el padre estaba celebrando la misa y todas comulgamos, y no me acuerdo que se ofrecía para la caja… yo salgo, yo andaba como loca, salgo a toda carrera de la iglesia y en vez de irme a meter a la casa, me voy a meter onde las corrales, vos, Y encuentro a la Mausimina sentadota allí que ni siquiera nos acompañaron en el entierro de mi mamá.

Pues ya la enterramos a mi mama, ya quedo el padre con nosotras y ya nos dio el pésame a todas.

Así termina la vida de doña Juana Maria Escalante. Orgullosa al punto de confesarse directamente con Dios. Humilde al punto de perdonar a los que les quemaron la casa.

Entre tanto, yo y mis hermanas nos quedamos en el pueblo. Allí vivíamos en la casa de don Moisés Sosa, mi padrino, que nos la había prestado porque mis hermanas comenzaban su secundaria. Allí nos quedamos bajo los cuidados de Lupita Maradiaga, la Esposa de Don Paulino Valladares. También nos cuidaba doña Reina la señora de Chepe Lión y de vez en cuando Gloria la mujer de Carlos pedo, nos venia a ver.

En ese año fue el Huracán Fifí, uno de los más destructores de la historia de Honduras. Me acuerdo que llovió tanto que las lombrices de tierra se salieron de los hoyos e invadieron el corredor de la casa. Los caminos de la montaña estaban intransitables y mi papa no había bajado de la montaña. Cuando recibimos el telegrama que nos mandó mi mama desde San Pedro, la Yelba cogió su cara de llorona, la Flora se encerró en un cuarto y la Melba y yo no sabíamos que hacer. La Yelba tomó en mano la situación y nos dijo: Cipotes mamita Juana se murió. Vengan aquí en esta esquina, nos dijo, agarró una candela y nos pusimos de rodillas a rezar las pocas oraciones que nos sabíamos: Unas cuantas Ave Maria, unas Salves, unos credos, unos yo pecador y hasta la oración de san jorge (san Jorge bendito amarra las serpientes de pico y cola) y la de san Isidro (San isidro labrador quite el agua y ponga el sol) nos echamos. Con mucho fervor por cierto, lloramos los tres y así le dijimos adiós a mi mamita Juana.

Allí esperamos que mi papa bajara de la montaña para que respondiera al telegrama y a esperar la vuelta de mi mama. Entre tanto el profesor Moncho Díaz, había organizado un maratón radial para recaudar fondos para los damnificados de Choloma y los otros pueblos de la costa norte. Mi papa bajó de la montaña con un tercio de frijoles que dio a los recaudadores y me dio un daime (20¢) para que se los diera en mi nombre. Allí pase por primera ves en la hondas de radio Paraíso, con Amaya Flores quien tenia el Microondo como decía Cosme Mendoza.

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