lunes, 23 de febrero de 2009

Si hay que ir, hay que ir… pero ir para nada es pendejada... ( Y0)

Aquí les va el segundo episodio de la increíble y triste historia de don Joche Izaguirre y su vida de rodadas.

El tiempo en que le robaba los nances a las Martínez había pasado… Bueno, estamos ya cerca de los años 1940. José Ignacio Izaguirre Molina, ya no se pasea cañambuco y hasta sabe leer, escribir y hacer cuentas. ¿Cómo diablos aprendió?

¡Sabe…! por allí dice Dulia (mi hemana Yelva) que fue la Madrina Colacha la que le enseñó las cuatro reglas. Él dice que llego hasta segundo grado, pero una cosa es cierta, nadia engaña a Joche Izaguirre ¡carajo! Lo importante es que no se quedo burro, ni nació para tamal, porque bien sabemos:
que el que nace para tamal del cielo le caen las hojas.

Bueno, el hombre tiene 15 años y está en Managua haciéndole la guerra a su mama para que se regresen a San Pedro.

JI.- ¡Nos vamos!

Se llegaron las cortas de café en las Sierras de Managua… ¿vos haz oído mentar vedá?

DI.- ¡aja, si!

JI.- Fuimos a cortar a las Sierras de Managua. Puesto allá pues, metiéndole manera yo allí a mi mamá para que nos viniéramos para San Pedro. Y es verdad que yo andaba allá… yo andaba a gusto, para como estaba antes allá en San Pedro.

DI.- ¿Y qué era lo que le hacia falta pues?

JI.- ¡Mi abuela!

DI.- ¿Y porqué no se la llevaban pues?

JI.- Era mi agüelita y la querencia a San Pedro. Yo a veces me deseaba ser pajarito, para venirme para San Pedro (ríe a carcajadas) ¡Jobero!

Bueno, al caso que me la traje de allá.

Cuando yo me la treigo para San Pedro… ella me tiene listo… cuando nos venimos de allá… (En esta parte trata de ordenar sus ideas antes de contar su partida hacia su pueblo. Cuenta todas las ventajas que hubiese tenido si se hubiese quedado en Managua y lo que perdió yéndose a San Pedro, y continua…)

Fijate, me metió en una zapatería, como alistador, que juera a aprender… en aquellos tiempos. Era en una Zapatería que se llamaba La
Zapatería Alemán; allí hacían zapatos para exportar, en aquellos tiempos… y casi al frente la teníamos esa zapatería. Los dueños eran parientes del papá de las muchachas, de la Linda y de la Rosa y se me ofrecía.

Había un tallercito mecánico también. Allí podía entrar a trabajar yo también. Pero la cosa es que yo tenía que venirme para San Pedro.

Y me la treigo para San Pedro a mi mama.

Mirá, me dice, te va a pesar después cuando ya estés grande esto que estas haciendo, me dice, te va a pesar.

Y efectivamente, si yo le hago caso y me quedo allá con ella no estuviera aquí… no tuviera los hijos que tengo también. Bueno, al caso que me dijo esas palabras mi mama… y me vine.

Cuando estoy en San Pedro… amigo… yo no hallo para donde coger y me voy otra vez para el interior de Nicaragua y ella se queda allí en San Pedro.

Allá yo me voy a estar como nueve años que nadie sabía donde estaba yo, cuando se dieron cuenta donde estaba yo, fueron onde mi, y me vine… me trajeron pa San Pedro. Pero mientras ellos me van a traer allá, yo ya tenía una mujer allá con un hijo (mi hermano Mayor que no conozco, José Eleuterio Carrión. Aquí no queda claro también si la señora quedaba embarazada o si ya mi segundo hermano Félix Pedro había nacido, este lo conocí en 1978. Creo que los dos aun deben vivir en Chichigalapa).

DI.- Pero ¿Cómo se dieron cuenta de que usted estaba allí pues?

JI.- Se dieron cuenta porque vino un señor y nos miró a nosotros y se dio cuenta bien donde estábamos, como vivíamos y donde estábamos pues y así vinieron directamente donde nosotros, onde yo, pues. Vino la agüelita mía, llegó la agüelita mía onde estábamos nosotros, con mi hermana la Linda (aquí quiere decir que mi tía Erlinda acompañó a mi bisabuela en el viaje para repatriar a mi papa). Allá pues, se vino ella y después fue mi mamá a buscarme y ya me vine con ella para San Pedro.

Pero esos cuatro días (3 años) que pasé en San Pedro los pasé amargos y los que anduve fuera de la casa anduve cuatro días amargos también (9 años), Pero, fijate que cuando llegué de aquí (de San Pedro) yo a ese Chichigalpa, tuve una suerte… Yo no sabía trabajar bien, y cuando vamos al trabajo… las mujeres… nos dejaban así enredados a nosotros…

Di.- ¿Y de que trabajaban pues?

JI.- Al machete, las mujeres… limpiando Maíz. Nosotros pues la manera de trabajar era con machetes pero de taco o pailas (Machete artesanal hecho por los herreros del salvador, del sur de honduras y del noreste de Nicaragua. A diferencia del machete tradicional, largo y flexible, el machete de taco se parece más a la oz. Él es corto y curvo a la extremidad distal y su hoja se acaba en un pedazo largo de aproximadamente 18 pulgadas de madera dura. De allí su nombre machete de taco. En Colombia ale llaman Calabozo)­... y esos machetes largos ni los conocíamos nosotros, allí es donde nos fregaban. Al caso que, allí me estuve yo…

Dos tipos de machete


DI.- ¿Por qué no mandaban a traer machetes tacos a…?

JI.- El hombre, el mandador de allí, me tenía lástima a mí. Porque el compañero mío era Cesar Izaguirre que decía que éramos hermanos, y mentiras…

El mandador me dice:
Hombré vos, me dice, verdad que vos no sos hermano con Cesar.


¿Porqué? Le digo yo


Es que el dice, que son hermanos…


JI.- Si somos medios hermanos, le digo yo, pero mentiras… Fijate que la suerte mía fue allí… ese Cesar era un hombre que no tenia cabida, el hombre parecía que sabia escribir que sabia todo, y no sabia ni firmar. En cambio yo ve, humildito andaba… Habíamos 40 trabajadores allí. En esos 40 trabajadores ninguno sabía leer, ni el mandador.


Di.- ¿Y usted ¿sabia leer?


JI.- Yo sabía leer… Sólo la señora de él, la señora del mandador, sabía leer. Pero la señora hacía la comida para los mozos, le llevaba las planillas al mandador… Pues un día están haciendo la planilla, discutiendo… y me arrimo y me quedo mirando yo lo que estaba escribiendo. Entonces, en una de esas, que está escribiendo la señora, por poner una cantidad, pone otra; entonces, le digo yo: mire, le digo, parece que se equivoco allí le digo, y me queda viendo (con ojos de vaca viendo pasar el tren). ¡Ah! Si es verdad, me dice. Bueno, me dice el mandador, ¿y es que vos sabes leer hombré?

¡Si! Medio puedo, le digo.


Mirá, me dice, de aquí para allá me le vas a ayudar a esta mujer…

Vaya pues, le digo yo, con tal que pueda…

Al siguiente día me dice la señora: bueno, me dice, vamos a…

Mire, le digo yo, ¿quiere que trabajemos de una manera fácil? Mire vamos a rallar un papel… así como ago las planillitas y aquí, es que yo había visto eso más antes… Ya los días miércoles y lunes y todo… y le pongo allí los números. Aquí arriba, le digo yo es el lunes, martes, miércoles, jueves, viernes y sábado y aquí le vamos a poner el total de los días trabajados.

Aquí al lado vamos a poner los nombres de cada trabajador. Ahora, le digo, aquí el fulano trabajo el lunes, el martes, el miércoles, hasta que lleguemos allá… y usted si algún mozo no viene tal día usted va saber que día fue que no vino, le digo yo. Si no vino… (Aquí la cosa se puso un poco difícil porque mi sobrina Sarela parecía que tenía hormigas en las nalgas y no nos dejaba de molestar, pero se las matamos y seguimos la cosa) pues no marca usted la casilla y así ya sabe que día no vino, por si le reclaman.

Así fue, ya empezamos. El día sábado, ya le corté la planillita, hombre ve, bien cortadita… y se van pal pueblo y le llevan la planilla al patrón, y el patrón era el Juez del crimen allí era un señor allí…

DI.- ¿Se llamaba cómo?

JI.- Andrés Sosa… ya quedó mirando aquello, el trabajo… ¿aja, y esto? Les dice…

(El mandador responde) ¡Si! Esto lo hizo un muchacho que esta allí, un catracho que está allí en la casa, le dice.

DI.- Pero usted no era catracho usted había vivido todo el tiempo en Nicaragua

JI.- Yo les decía que era hondureño, todo el tiempo anduvimos como hondureños nosotros, con Pedro (aquí habla de su hermano-tío, Pedro Izaguirre, Mantequilla y no Morola).

Ya lo quedo viendo… mire aquí está el total de cada quien y esto y esto… hombre si… miren, les dice, póngale cuidado a ese muchacho, que les ayude, esta bueno.

De allí para allá el niño bonito era yo… el sábado tenia mi bestia ensillada que me la mandaba a ensillar el mandador y ya salíamos al cerro (ríe a carcajadas) a capar novillos. En una de esas, ago una chiripa yo, (se emociona) que el hombre creyó que yo era profesional también. Mira ve, arrean una novillada, yo andaba montado y con una pialera también yo por delante. Y va de corretear un novillo y no lo podían lazar, el animal pasa cerca de donde yo, y ya la suerte para que me miraran, y le ago yo así con la pialera (hace el gesto típico del campista que laza) y ¡faa! Lo soco el animal del descuezo y pega el tironazo en el tejuelo… y yo ¡jodido! como gran… pura chiripa y fue lo único que hice (ríe y dice que no lo volvió a hacer. Pero no es cierto mi papa era un buen campista yo lo vi hacerlo). Si este jodido es uñas escondidas, dice el mandador, vos sos una fiera, dice, no jodás , me dice … (toda esa parte la cuenta entre sonrisas y carcajadas).

Pues allí me quede parte de los nueve años que anduve allí botado, Allí me estuve como cuatro años. De allí me saca el mismo Cesar, que nos fuéramos pa los Brasiles que allí estaban ganando no se cuantos cienes de pesos diarios… a comer mierda… no te vayas hombre, me decía el mandador, no te vayas hombre José, no te vayas… pues nos fuimos a llegar a ese tal Brasil (nombre de una hacienda cafetalera) a comer caca (mi hija Gabrielle de 3 años le dice: no se come caca papita jodido) pero para nada, un mal viaje que hicimos ese.

De allí me regreso, allí fue donde vine a parar a ese Torreón que le llaman (pueblito del centro de Nicaragua) donde Salomón Prío…

Algunos de los lugares donde estuvo don Joche


DI.- ¿Y porqué no regresó donde Andrés Sosa?


JI.- Por pena me dio, me dio vergüenza.


DI.- ¿Y donde los Prío, que hacías pues?


JI.- ¿Onde los Prío, que hacía…? Era chofer… chofer de carreta de bueyes por que no habían carros.


DI.- ¿Y onde aprendió a carretiar pues?


JI.- Allí donde Sosa… paradito, fijate que arreaba los bueyes parado en la carreta. Caminaban aquellas… si uno se hace profesional como dicen en las… (Quiere decir al sopapo).

Caminábamos por todo León lo cruzábamos con bueyes fíjate y dos yuntas de bueyes cada carreta. Cuando el buey…veníamos aquí ve (describe una maniobra de carretero complicada de escribir) y queríamos agarrar para allá, sólo picábamos aquel y ya daba la vuelta el buey… pero es que todo mundo parado arreando y dirigiendo los bueyes… así fue como fue patrón mío don Salomón Prío.


DI.- ¿pero dijiste que eras carretero?


JI.- yo era carretero y jefe de las carretas, nueve carretas. Iban cargadas de plátanos, arroz, frijoles, maíz y dulce de rapadura; de todo cosechaba ese hombre allí. Lo sacaban de El Torreón para León, pero nos tardábamos dos días para llegar. Salíamos a las tres de la tarde a dormir al camino… en la madrugada, salíamos otra vez íbamos llegando a León como a estas horas (6 pm). De regreso el viaje lo hacíamos en un día porque ya veníamos vacillitos… ya de regreso veníamos vacíos.

Nosotros nos ayudábamos allí cuando íbamos porque las colas (los restos, fruta o mercancía averiada) de los plátanos que íbamos a descargar, las vendíamos en el camino.

La esposa de él nos daba de comer a nosotros… ¿Sabes quien era la esposa de don Salomón?

La hermana de Leonardo Argüello el candidato que le ganó la presidencia a Somoza una vez, un período… (Leonardo Argüello Barreto - 29 de agosto de 1875 – 15 Diciembre de 1947: fue un político nicaragüense que después de varios intentos logra ganar la presidencia de Nicragua en 1947. Estuvo en el poder del 1 al 27 de mayo de 1947. A este le paso, como diría don chema Baqueano las de Sancredo Nieves (Tancredo Neves) en el Brasil, que sólo estuvo tres días en el poder y se murió del gusto)…Y esa señora nos daba la comida a nosotros. Una mujerona, blanca, bien altísima… caramba… como la tengo tan presente yo… ya a esta fecha, esa gente ya no han de existir… pero eso si que todo el tiempo les dije yo que era hondureño.


DI.- ¿Y donde fue que trabajaste en una molienda pues?


JI.- ¡Allí! Allí también me enferme del baso. Allí es donde echaba sangre de nariz yo día y noche. Y allí no tenía amparo de nadie, pro siempre Dios anda siempre con uno… estaba solo… Me mandaban a trabajar ahí, talvez a hacer un hoyo para sembrar un poste… Allí estaba la sangre. En la noche estaba dormido y allí estaba el sangre de nariz. Y estuve tan decepcionado, que decían que el dulce era malo pal baso, yo me hartaba sólo para que me muriera. Estaba panzón de comer dulce y no me morí el jodido, hombré (ríe y afirma) ¡Si!

Al caso pues que, viene y llega un indio a trabajar allí de pocero, allá los poceros les llaman a los que trabajaban con bueyes para sacar agua con malacates. Arrean aquellos bueyes y van dando vueltas… Y aquel hombre era de aquí de las Segovias, indio. Y ese hombre era tan indio, que ese hombre caminaba con la maleta cruzada, con las cobijas… nunca la dejaba donde dormía, todo lo caminaba con él y trabajando y a nadie le hablaba… un indito bajito.

Allá un día estoy yo sentado así en unos palos que habían botado, unos cocos. Yo sentado con la luna clarita yo solito allí… ¡y no es que llega el indio hombré! A sentarse allí cerca de mí, y me dice: ¡Aja hombé! ¿Estás fresqueando?

Si hombre, Y vos le digo yo, tas con ganas de… – Como allá viejos y jóvenes se tratan de vos y vos y vos. Y vos estás con ganas de fresquear, le digo.

Si, me dice, yo me parece que te miro jodido yo a vos, me dice.

Si hombre, le digo yo, paso bien mal, le digo.

¡Ah! Me pregunta. ¿Y que te pasa pues?

Padezco esto y esto y esto, así y así y así, y ya le expliqué yo el asunto de la sangre de nariz. ¡Jobero! como que Dios me lo mandó allí… me dice:

Mira, me dice, una vez un hermano mío estaba así en esa forma, me dice, ya tenia una bacinilla llena de sangre de nariz y llegó un señor, dice, y nos recetó una medicina.

¡Aja! Le digo yo, ¿y esa medicina, le digo, cual es, se puede comprar?

Si hombre, si no te va a costar nada, me dice, si la conseguís, también.

¿Cómo así?

Pues el hombre nos dijo que fuéramos a buscar una mudada de culebra…

¡Y yo les tenía asco a las mudadas de culebra!

Y ya nos dice que la fuéramos a buscar y que la empapáramos de orines de él mismo y que se la pusiéramos en la frente. Pero nos puso una condición, dice, que no se fuera a bañar tres días. Pues nosotros agarramos una escopeta y salimos… Yo tenía una idea, hombre, de adonde podíamos hallarnos una, dice, y nos fuimos y la hallamos por pura casualidad y fijate que la conseguimos, la trajimos y se la pusimos y no volvió a padecer…

¡Jodido! Y yo… al siguiente día, mirá ve, yo voy con una carreta y unos barriles de agua a regar una caña… a pura mano (ríe) ese era el trabajo que me habían dado… cuando yo voy caminando… una mudada de culebra terciada en el alambre, miré. ¡Mira! Los ejemplos como son ve… en el alambre… y la miro yo y me apello, amigo, a agarrarla y la doblo bien dobladita como que me había hallado un a reliquia y me la echo a la bolsa ¡Jodido! En la noche…

Pues al caso que, al caso que yo la llevo la mudada de culebra… la hallo ensartada en el alambre y me apello de la carreta y pan, pan, pan, la doblo y me la echo a la bolsa de la camisa. En la noche no hallaba como hacer para amarrármela, con una cáscara de guinello, la agarré y la empape de orines y me la pongo en la frente y dormí con ella. Ya en la mañana me la quité… al siguiente día ni echo sangre de nariz ¡hombré!… ¡al tercar día, no echo sangre de nariz, el cuarto día el quinto es sexto y hasta…! Ya cuando ajusté los quince días nada de sangre de nariz hasta hoy en día, hasta hoy. No volví a echar sangre de nariz.


DI.- ¿Y el indio?


JI.- Ya le platiqué yo… vedá ,no te dije, me dice, porque mi hermano así era y esa fue la medicina, me dice. Fijate, y ese hombre no le hablaba a nadie, y como fue a dar allá donde estaba yo para decirme… ¿Verdad? ¡Son casas admirables! Que poniéndoles sentido, tienen… ese hombre que no le hablaba a nadie ¡caramba! Irse a sentar…

A pues de allí para acá, yo me recuperé hombré… mas pollón­... me compuse. Así les platico a muchas gentes de esa cosa ¡es una gran medicina eso! Allí padecía de mal de orín también… ¡Ay! Si me ponía agrave… ¿y con que me curé también? Otra señora me dio otra medicina… la horchata de Guayabillo, de esas guayabas agritas que hay en los montes… la horchata de eso es bueno pal mal de orín…


DI.- Aquí el hombre se levanta y me dice: Bueno hay podemos pasar la semana platicado… y se va, hasta el siguiente día, donde cuenta su venida a El Paraíso





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