sábado, 26 de diciembre de 2009

Si me ven, si me ven voy camino de Belén o navidad en la montaña

En algún lugar de este Blog les dije que nací en una aldea del municipio de El Paraíso. El Palo Verde se llama esa aldea. Allí crecí hasta los 7 años cuando mis padres decidieron que tenían que irse al pueblo porque mis dos hermanas mayores tenían que ir a la escuela secundaria.

Mis dos hermanas mayores Flora y Yelba vivían parte del año en el pueblo donde iban a la escuela, pero durante los meses de octubre, noviembre, diciembre y enero la familia se encontraba toda reunida en la casa de la montaña. Es de aclarar que en esos meses se desarrolla la cosecha de café. Esa actividad hace que los campesinos manoseen un poco mas de dinero que el resto del año y se permitan ciertos lujos.

Así pues, en diciembre estamos en plena cosecha de café, pero ya des de el mes de septiembre aproximadamente los preparativos para la fiesta de navidad comienzan ha hacerse sentir.

Uno de los platos típicos de Navidad son los tamales o nacatamales (http://www.tutifruticonmistela.blogspot.com/) y había que prever ciertos ingredientes desde los meses antes. Así, mi mama le decía a mi papa: Mirá José, cuando pases por donde doña Juana proponele un chumpe pichón. Lo vamos a engordar para los tamales de Noche buena.

Si no mi mama reservaba unas dos gallinas que llegado el tiempo de Navidad estaban suficientemente gordas. La otra alternativa era de verificar quien iba a matar chancho y encargarle la carne de antemano.

Los meses trascurrían y todos teníamos ganas de que la navidad llegara. Todos sabíamos que Navidad era sinónimo de estreno, de melcochas, de confites, tamales, torrijas… Para otros Navidad era el tiempo de ponerse a pichinga gratis, sea con rompopo, mistela, guaro o chicha.

Llegado el mes de diciembre las cosas se ponían mas calientes. Me acuerdo que mi papa me decía: vallase a cortar café con la negrita (mi hermana Melba). Si llena cuatro cumbos diarios le voy a comprar una papada para nochebuena.

Yo agarraba mi cumbito me iba a cortar café con mi hermana Melba y con los mozos. Allí andaban Sofía Moncada con sus chigüines, Santos Hernández y su familia, Zacarías Gutiérrez y su mujer, Felícito, Toño Flores, Pantaleón Mendoza, y otros queridos y recordados viejos. Yo me iba con mi cumbito pero más que cortar café me la pasaba jugando con los cipotes de los trabajadores. Y de vez en cuando le ponía café al cumbito, y llenaba uno o dos. Después me ponía a cantarles canciones rancheras a los mozos quienes me daban una puñada de café y de puñada en puñada llenaba mis cuatro cumbos.

El 23 de diciembre en la mañana mi papa reunía a todos los trabajadores y les decía. Mañana es nochebuena y vamos a tener que parar la corta. Mañana vos Licho y vos Toño se vienen conmigo al pueblo, Vamos ir a dejar un flete de café y vamos a traer provisiones para festejar nochebuena.

Usted Panta, antes de irte a cortar café quiero que valla a cortar hojas de guineo chato y cáscaras de guineo para los tamales de Virginia. Corte bastantes porque la vieja dijo que iba a llenar las tinas para todos.

El 24 de diciembre en la madrugada estábamos ojo al cristo para saber donde chillaba el chancho. Ya mi papa agarraba su mula y se iba a buscar la carne para los tamales. Desde que las gallinas se tiraban del palo mi mama agarraba las gallinas gordas, les retorcía el pescuezo, las metía en agua hirviendo y las desplumaba.
Al regreso de mi papa le daba la carne a mi mama que comenzaba a adobarla y prepararla para los tamales. Mi hermana Melba y yo nos levantábamos e íbamos a buscar los terneros y mi hermano las Vacas. Mientras tanto mi papa se ponía a lavar el café para prepararse para ir al pueblo.

Hacia las ocho de la mañana, después de haber comido, mi papa llenaba los sacos de café (aproximadamente 120 libras de café húmedo por saco) y mi hermano con Licho y Toño preparaban las mulas para ir a dejar el café al pueblo. Cargábamos las mulas (los nombres de las mulas eran : El chingo, el Tango, el renco, el chilindrín, La mula Rocía y otras mulas que le prestaba el compadre Toño Tercero) a veces partíamos con 8 mulas cargadas de café. Mi papa se iba con dos trabajadores y no regresaba hasta la tarde, hacia las 4 de la tarde.

En la cocina era un sólo cachimbello. Las mujeres moliendo el maíz para los tamales, colando la masa, friendo el arroz, cortando las papas, haciendo los tamales y poniéndolos en las tinas a cocer. Eso duraba todo el día. Me acuerdo que ponían a cocer los tamales como a las doce del mediodía para que estuvieran listos cuando todos mozos regresaran del trabajo.

Nosotros con otros cipotes no íbamos a buscar hojas de pacaya y espinas de pino para preparar el Nacimiento. Doña Caya nos hacia unos monigotes de barro que representaban La virgen María, José y los reyes Magos. Y allí poníamos todos los juguetes que teníamos para adornar el nacimiento. La casa olía a pino fresco y a comida.

En lo que menos acordábamos el día había pasado. A las cuatro los primeros trabajadores comenzaban a salir de la finca cargados con sus sacos de café. Comenzábamos a medir el café y a bromear sobre lo que iba pasar después.

- Jodido, decían, hoy si nos ganamos el tamal de la patrona.
- Puta, decía, otro si don Joche no me da una juca (cerveza) hoy, no vuelvo trabajar con él.
- Y para que querés una juca, le contestaba otro, no tenés suficiente con la Marta.
Y todos reían.

Cuando todos los mozos habían terminado de medir, mi mama pagaba las planillas y contrariamente a lo que ocurría todos los días cuando todos los trabajadores se iban a sus casas, el 24 de diciembre todos se quedaban esperando algo.

De repente oíamos un chiflido agudo a unos kilómetros de la casa. Mis hermanas y yo nos poníamos excitados por que sabíamos que mi papa regresaba del pueblo y traía cuetes y chifladores.

Llegaba el patrón con los frescos y la cerveza y el jolgorio comenzaba. Las tinas de tamales se destapaban y mi mama les daba de comer a los mozos mi papa les daba frescos a los chigüines y los viejos una cerveza. Hacia las cinco de la tarde todos se iban y sólo quedábamos en la casa la familia y los trabajadores que vivían con nosotros.

¿Y que me trajo papa? ¿qué me tajo? le preguntábamos todos.
Ya mi papa abría las arganillas y sacaba los estrenos…
Un pantalón y una camisa para mi, zapatos para mis hermanas, cuetes, una pistola de hulea para mi y bueno… un montón de perendengues.

Y bueno, a bañarse con agua tibia para ponerse chulo.
Mi hermano y los hombres mayores se preparaban para ir a bailar al valle.

Valla mijo, me decía mi papa, vengase que nos vamos para donde el compa Moisa. Yo me ponía contento porque me iba con mi papa donde mi madrina Cristina a dejarle tamales y yo sabia que mi madrina me iba a dar un regalito. Llegábamos donde mi madrina y después de jugar con los cipotes (Reinelda, Moisés y Julián) mi madrina me llamaba y me daba algo, a veces cubos de hielo, galletas saladas, confites, tabletas, rosquillas… ya nos montábamos en las mulas… y de regreso a la casa.

En la casa también había vista, doña Emilia Rugamas venía a dar una vuelta, las Moncada, doña Luisa Mendoza, Chinda Arriaza y otra gente que se iban como a las 7 de la noche porque vivían un poco lejos de la casona.

Después cuando todo el mundo se iba, volvíamos a quedar solos. Mi papa prendía su cigarro junto con mi mama, y mi hermana flora prendía el radio para oír música o las aventuras de Kalimán el hombre increíble que pasaba a las ocho y media en radio Paraíso.

Ya como a las nueve y media nos íbamos a acostar, pero seguíamos oyendo, a lo lejos, la música del trocaviscos de las Moncada. Los jóvenes nos dormíamos. Allá como a las once y media oíamos las guitarras y las mandolinas de los Midensce que venían a darnos serenata. Allí oíamos a Cresencio, a Gilberto, a don Goyo… dándole mejengue y cantando.

Titundi, titundi, titundi, tundi, tundi…

Dispertate vida milla dese sueño tan projundo
Quelque te viene a cantar es el que tiama en este mundo…

Titundi, titundi, titundi, tundi, tundi…

Ya oíamos a mi papa que le decía a mi mama: Levantémonos Virginita vamos a tener que recibir la serenata.

Ya mi mama se levantaba y nosotros también.

A comer tamales y dulces y a oír las canciones de los Midence.

A las doce de la noche los cuetes comenzaban a oírse. Ya nosotros sacábamos los nuestros y los reventábamos. Cuando mi papa tenia pistola la sacaba y tiraba unos cuantos tiros al aire y así recibíamos el Nacimiento de Jesús. Felicidades, felices Pascuas, feliz Navidad… Los Midence se iban con sus guitarras cantando y nosotros nos íbamos para la cama.

Al día siguiente mi hermana Griselda nos levantaba un poquito mas tarde y la rutina comenzaba de nuevo… los terneros, las vacas el café… Pero ese día era diferente de los otros, todos teníamos una anécdota que contar y un nuevo recuerdo que conservar como el que les vengo de contar.

Feliz Navidad

viernes, 25 de diciembre de 2009

El Amador se me Rugama de ternura, se Guatemala todo y se me Honduras.... (Daniel Viglietti)


El último episodio de la entrevista de mi mama. En este pedazo de biografía mi mama nos cuenta dos hechos históricos que marcaron la vida de Honduras y Nicaragua.
Los hechos pasan entre 1959 y 1963, en Centro América los primeros brotes revolucionarios organizados comienzan a tomar forma. Así en nicaragua el Partido Socialista Nicaragüense organiza una brigada de guerrilleros que ingresan a honduras por la frontera sur oriental entre Honduras y Nicaragua. En esa brigada se encontraba Carlos Fonseca Amador, fundador del FSLN. Tal parece que mi abuelo los escondió en la casona de La Arabia. Estos guerrilleros fueron emboscados en un punto conocido como El Chaparral. En ese lugar los ejércitos de Honduras y Nicaragua emboscaron los guerrilleros, mataron un buen número de ellos y capturaron a Fonseca. http://en.wikipedia.org/wiki/Carlos_Fonseca

Los cambios políticos en Honduras llevan al poder en esos años al Dr. Ramón Villeda Morales quien impulsó un cierto número de reformas bajo la presión de movimientos sociales hondureños. Estas reformas socializantes constituían un peligro para los grupos patronales de la época. De esta forma en 1963 el ejército da un Golpe de Estado que genera una ola de represión contra los miembros del partido Liberal y de los sectores organizados de Honduras. Es el nacimiento de Los Cabos Cantonales que sembraron el terror en la campiña hondureña.

El pasaje de los guerrilleros de El Chaparral y el golpe de Estado de 1963, son abordados por la doña. Aquí pues les dejo este ultimo capítulo de esta entrevista.

DI.- Yo quiero que me cuente una pasada cuando pasaron unos guerrilleros por allí

VM.- ¡Si! Pasaron, con armas unos rifles llevaban… Los encerramos… los tuvimos encerrados allí en una pieza, escondiéndolos.

DI.- ¿Quienes eran esos hombres?

VM.- Fijate vos que de los nombres de esos hombres no me acuerdo. Pero me parece que uno de ellos era Fonseca. El clavo es que no era yo quien lidiaba con ellos, era más José quien se ocupaba de ellos. Yo lo único que hacia era la comida. Uno de ellos salía y les llevaba la comida a los que estaban adentro. Allí estuvieron dos días y dejaron un poco de rifles.

DI.- ¿Quién fue el que le regaló a usted un estuche de cirugía pues?

VM.- Un doctor que iba allí con ellos, pero yo no se como se llamaba ese doctor, era un gringo, era blanco y no hablaba bien el español y el me regaló el estuche con unas jeringas de vidrio, agujas, unas tijeritas y un poco de gasa y unas ristrotas de pastillas sulfatiacinas (chumpinas) sulfatiasol y una caja de penicilinas. Y se fueron.

DI.- ¿Y para donde se fueron?

VM.- Ellos la salida que dieron fue para ese chaparral (región montañosa del municipio de Las Trojes). Ellos dijeron que se iban para Nicaragua, pero luego dijeron en las noticias que los habían matado a todos allí en el Chaparral.

DI.- ¿Y los rifles que dejaron?

VM.- Los rifles que dejaron los enterraron allí adentro de la casa. José los enterró adentro de la casa en la pieza donde dormían los hombres, a la orilla de la pared. Como el piso era de ladrillos de barro, sacó los ladrillos, hizo el hoyo y allí los enterró. Luego puso el ladrillo de nuevo y no había ni seña de que había algo enterrado allí.

Cuando los militares llegaron las armas ya no estaba allí. Don Lencho las había sacado. De noche los sacó don Lencho.

DI.- ¿Quien le ayudó a mi Abuelo a sacar los rifles? Por que yo me acuerdo que una vez mi papa contó esa historia y contó que otro hombre de allá de la montaña que era amigo de él le ayudo a transportar los rifles. Cubierto con hojas de pacaya.

VM.- Si las sacaron en mulas con angarillas tapadas con hojas de pacaya, para una navidad, y las habían escondido en unos escaños que había donde don Lencho que tenían como una gaveta, allí los escondieron. De allí a saber que hizo tu Papita con ellos.

¿Y cuando fue que usted mando a buscar a los militares debajo de las cacas de gallina?

VM.- Eso fue otra vez, cuando llegaron a rodear la casa, eso fue cuando el golpe de Estado (1963 golpe militar contre Ramón Villeda Morales). Eso fue cuando el golpe de pajarito. Allá estábamos en la Arabia cuando el golpe.
DI.- ¿Ustedes no vivían todavía en el Palo verde?

VM.- No, allí estábamos en La Arabia para el golpe de Estado, y llegaron los soldados y rodearon la casa. Allí llevaron a don Lencho con ellos. Y ya se puso don Lencho recostado en la mula que tenía porque no llegaban carros todavía.

Eso tronaba el tropel de los militares en el contorno de la casa. La mula de don Lencho se metió al corredor de la casa y él se puso a ver los militares lo que hacían en su casa.

Y veo que están desarmando a don Lencho. Entonces me voy por una puerta que daba por detrás hacia la finca, para ir a esconder la pistola de José y metérmela yo en la bolsa del delantal porque la pistola era chiquita.

Yo que entro por la puerta del lado para sacar la pistola de debajo de la almohada y José que sale por la otra puerta para dársela a los militares. Mirá vos ese José a sido miedoso. La perdió la pistola. Si yo la hubiera agarrado no la pierde.

Y entonces registrando todo aquello, levantando cajones, abriendo los armarios, los bunques de maíz que tenia don Lencho. Y me dicen a mí ¡abra ese cofre! Y les digo yo: aquí no les tengo nada yo, aquí sólo cosas privadas tengo yo… mi ropa… y yo no tengo nada… y además aquí no hay adelitados y aquí no hay nada de lo que ustedes buscan. Y entran a la cocina y tratan de abrir un bunque que había allí… uno entra con el rifle y otro lo seguía con una pistola y les digo yo: Allí en ese bunque no hay nada, saben onde hay, les digo yo, Allí debajo del tambo de esta cocina, allí hay algo. Y se van en carrera a buscar debajo de la cocina… y allí sólo mierdas de chancho había… (nos reímos). Y salen los soldados todos llenos de mierda, y les digo yo: Verdad que encontraron lo que buscaban. Mierda buscan, mierda encontraron… Y aquellos hombres bravísimos, se van a registrar la casa de don Alfonso Pagoada…

Allí le rodearon la casa a don Alfonso… y le dicen allí en esa casa de Lorenzo Molina hay una mujer arrechísima que si hubiera tenido rifles se agarra con nosotros.

DI.- Mi papa me dijo que ese do Alfonso fue quien le ayudó a bajar las armas de los guerrilleros a mi papa. El era nicaragüense verdad.

VM.- Si de allí de la Segovia, de Ocotal. El papá de Isacio Pagoada.

Aquí termina esta entrevista con doña Virginia Martínez. Una serie de anécdotas que nos ha llevado por el mundo cambiante de una gran parte del siglo XX. Espero que las historias contadas, tanto por mi padre como por mi madre sirvan a las nuevas generaciones a conocer mejor los orígenes de nuestra familia. Es posible que las historias también tengan parecido con las vividas por otros abuelos y abuelas de otros lectores. Si es el caso compártanlas y coméntenlas.

martes, 22 de diciembre de 2009

El casado, a su casa o a la casa de los suegros.

Pues la Manina que seguimos des de San Pedro del Norte de Potrero Grande, se nos casó. Y se vino para Honduras.
¿Como llegó a pasar este asunto?
Según el testimonio de mi papa, el dandi del pueblo, lo que paso es que a la virginia todos le tenían miedo. Ningún hombre se atrevía a proponerle nupcias. Era un poco como la beata del pueblo. Ella tenia ya como 32 años y nadie se atrevía a echarle el cuento. Si que dice mi papa que se dijo: ¡Que jodido! no debe picar esa culebra, y si pica no mata. Yo me aviento. Y en una desas que voy a San Pedro, en un baile que hicieron la saco a bailar y comienzo a decirle ¡que negros tenés los ojos! (los ojos de mi mama son cafés), y comienzo a contarle de la vacas que no tenía; y a decirle que ya no le robaba los nances porque allí donde yo vivía ahora un solo nance era suficiente para comer una semana.

Le dije que bueno que me gustaba pues, y le dije que si ella me gustaba y yo le gustaba entonces que anduviéramos y así comenzamos a jalar. Comenzamos a jalar hasta que se reventó el mecate y nos casamos y nos venimos para Honduras.

El texto que les entrego cuenta la llegada de mi mama a El paraíso, El Paraíso, Honduras.

DI.- Ahora quiero que me cuente una anécdota. Usted se vino para Honduras, usted se fue a meter a La Arabia (hacienda de mi abuelo)…

VM.- ¡Si! El mismo día que me vine casada… Yo me casé un dos de mayo, del año no me acuerdo. Estuve un mes casada allá ( en San Pedro) antes de venirme. Cuando me vine llegamos aquí temprano (a El Paraíso) y le dice Chepita a José: Dejá a Virginia aquí José, le dice, y mañana en la mañana la venís a llevar, le dice, si no se quedan los dos y se van mañana.

¡Ah, No! Le dice José, es que hoy tengo que estar y allá.

Y nos vamos. Mirá vos, íbamos para La Arabia, allí era donde estaba José, no había carretera, no había nada… Nos fuimos a caballo. Había una bajada donde tenían marcadas las bestias los cascos así ve, como una escalera ve… chacas, chacas, chacas, las mulas en el lodo, en un guindo así paradito como esta pared.
Bueno pues, allí llegamos. Allí estaba Chila Herrera, allí en la casa…bien alegre Chila cuando nos vio. Ella nos dio de comer y todo. Pero la cosa es que Chila no quería que hiciera nada yo. Y que iba a ser eso, yo de niña bonita allí, y Chila dándonos de comer a los dos yo sin hacer nada y dándonos de comer allí a los dos.

Entonces le digo yo a José: Mirá José, yo no estoy acostumbrada a que me den de comer en la mano. Yo voy a comprar la provisión y yo voy ha hacer mi comida… la comida de nosotros los dos, le digo.
Entonces compró la provisión y cuando ya compró la provisión, le digo yo: Y quien nos va a mantener aquí… porque a el no le daban nada. En la planilla de la semana no se ponía ni tres Lempiras peor treinta, a que le saliera a lempira el día de trabajo, nada se ponía en la planilla… No le daba nada don Lencho… Bueno yo voy a cuidar gente le digo yo. Decile a Chila que me de unos tres de los que ella cuida… unos tres o cuatro para darles yo la comida.

Entonces les dice José: ¿Quién de ustedes quiere comer aquí?

Porque Chila cuando llegué yo se apartó a la casa de los trabajadores y a mí me dejaron en la casa grande.

Entonces dijo Santos Zelaya: ¡Yo!
Entonces dijo Luis Lobo: ¡Yo!
Entonces dijo Pedro Cruz: ¡Yo también que me de de comer Virginia! Y del otro no me acuerdo, el caso es que eran cuatro.

Ya me puse a moler yo, a pura piedra, y a puro molino, para darles a comer a aquellos hombres. A cincuenta centavos el día mijito. Y los domingos comían y ese día no me lo pagaban porque así los tenían acostumbrados. Ya a la semana salía yo con 14 Lempiras y con 5 compraba yo la provisión de la semana.

Y así nos fuimos llevando. Luego ya cuidaba más y más hasta que hubo tiempo que cuidaba 30 mozos (trabajadores Agrícolas) a pura piedra y molino. Sin trabajadora, porque las trabajadoras que llegaban allá no aguantaban cando miraban aquellos tonelotes de maíz… que había que molerlos. Eran tres canastos de tortillas los que había que llenar.

Esa historia duró hasta 1962 cuando los viejos decidieron de irse a vivir a El Palo Verde donde habían comprado unas tierritas. Allí fue donde nació su servidor en 1966.

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