martes, 5 de mayo de 2009

“A San Pedro se entra cantando y se sale chiflando” decían Los Bandoleros

Bueno. Mi abuelo se muere en 1929 o en 1930, en esos días era la guerra de Sandino.
Si hemos leído un poco la historia, sabemos que después de la muerte de Sandino hubo un período de, digamos, anarquía en Nicaragua. La represión sistemática que la Guardia Nacional desató en las Segovias, atacando las cooperativas agrícolas y los asentamientos del Estado libre de Las Segovias, desató la desbandada de los grupos que formaron parte del Ejercito Defensor de la Soberanía Nacional. Esos grupos, sabían que estaban condenados a muerte puesto que sus dirigentes, tanto políticos como militares habían sido asesinados y con ellos toda esperanza de cambio enterrada. Así pues nacen los bandoleros a los que se unieron toda clase de salteadores de camino y de hombres que se sirvieron de esa situación de desorden para satisfacer venganzas personales.

Esta parte de la historia de doña virginia, cuenta la situación de zozobra de esos años.

VM.- cuando quedaron los grupos de bandoleros allí en las Segovias, entonces fue cuando nos quemaron la casa a nosotros. Mi mama la tenía a puerta cerrada con todo: Maíz, frijoles, una olla de ese que antes la gente usaba, así unas ollas de barro para hacer jabón, ella tenía una olla de esas llena de sal que había comprado, que le habían llevado de Choluteca.

Fijate que la sal no se quema, se hace piedra y se pone rojita, rojita, rosadita de viaje se pone la sal. Las botellas no se quiebran sólo se hacen una sola maza, una sola curuncona… El maíz se hace una sola piedra, como piedra de moler, el carbón de puro maicillo, se miraban los granitos enteros pero quemaditos (el basalto, con el que se hacen los metates o piedras de moler, es negro y poroso, la textura del maicillo carbonizado tal parece que se parece al basalto). Los frijoles, sólo se queman también, no se hacen cenizas, sino que negritos, los frijoles. El maíz también, una troja de maíz y un bunque de maíz grueso se quemaron también. Teníamos… mi mamá nos había mandado a cortar guineos en las dos huertas, eran dos solares pegados y los dos estaban cultivados de guineos, y habíamos andado cortando guineos con la Cheva. Había un cuarto onde dormíamos allí lo habíamos llenado de guineos.

DI.- ¿y porqué les quemaron la casa?

VM.- Porque los bandoleros que bajaban quemaban… esa vez quemaron todo las casas del pueblo, hasta la iglesia le metieron fuego y no ardió, y no me acuerdo que otra casa también sólo un pedacito se le quemó. La de nosotros se quemó porqué había un excusado, mirá, abajo de la casa y el techo del excusado era de láminas de zinc, y el zacate que había sobrado de la troja que hicieron, mi mamá lo manda a poner sobre del techo del rancho del excusado, y la cocina, un pedazo que era de rajas de madera, y entonces andaban unos hombres que no querían a mi papá, porque mi papá fue Juez, y un hombre… mi papá había hecho justicia con él… el cuento es que el hombre se había robado un burro y lo mandó a traer mi papá y lo hizo que devolviera el burro y lo metió preso. Otro de los hombres que andaba allí, le había montado el machete a la mamá, lo metió preso también y ellos quedaron enojados con mi papá. Entonces cuando bajaron esos bandoleros, ellos iban, esos hombres. Un muchacho amigo de mi mamá que era de Cinco Pinos, que se llamaba Ramón Maradiaga, él les decía que no le quemaran la casa a mi mamá, y cuando él intentaba apagar el fuego, Ramón, vinieron ellos y le pegaron una pechada y lo volaron patas arriba, porque lo traían preso al muchacho ellos los bandoleros, ya habían pasado por Cinco Pinos. Ese Ramón Cañadas y ese Ángel Cañadas, esos fueron los que le quemaron la casa a mi mamá.

DI.- ¿Pero los sandinistas cuando pasaban molestaban a la gente?

VM.- ¡Si!, ¡No! Perate que no me acuerdo. Yo sólo me acuerdo que allí tenían un campamento en el Zacatón y allí se llevaban bailando y un día llegó la Guardia y los rodeó y les tiró una bomba y los mataron a todos. Allí se terminó la guerra mirá vos. Allí se llevaban bailando y diciendo “Que vivan los placeres de la vida” y llegó la guardia y los bombardeó.

DI.- ¿pero San pedro era mas un campamento de la Guardia?

VM.- ¡No! No había Guardia en San Pedro.

DI.- Y los gringos de los que platica usted…

VM.- Eso fue hasta después (el bombardello) eso había sido antes que estuvieron esos gringos, yo estaba chigüina. Después que estuvieron esos gringos ya llegó la Guardia y estuvo permaneciendo en San Pedro. (Según la historia los gringos permitieron la formación de una guardia nacional que les servia, durante la guerra de Sandino, de carne de cañón. Con la desmovilización de las tropas estadounidenses de Nicaragua y la muerte del general de hombres libres en 1934, la GN asalta y reprime los restos del Ejercito defensor de la soberanía nacional del cual, en su desbandada, muchos de los grupos sin dirigencia ni organización cometieron actos delincuencia que sirvieron a la GN para justificar la muerte y la persecución de los sandinistas).

Pero yo no me acuerdo si la guardia se quedo después de que pasaron los bandoleros o antes de eso. Cuando pasaban los bandoleros no había Guardia ni nada sólo la gente. Pero toda la gente andaba huyendo y sólo nosotras habíamos quedado (el tío Mariano se ponía vestidos en esos días). Mi mamá por no dejar la casa botada no nos habíamos salido, hasta un día que le mataron un tío a José (mi papa)… ¡no! Estoy mintiendo… entró un grupo mirá, de bandoleros a San Pedro, y estábamos en la novena de un hijo de doña Jacinta (mi bisabuela paterna), un tío de José, Ciríaco…llegaron esos bandoleros y nos pusieron a toda la gente que no nos dejaban salir. Cerraron las puertas y había unos cofres así como ese, llenos de hornado y allí llenaron aquellos salbeques que andaban y hicieron a la pobre viejita que les diera café con hornado…y no lo dejaban salir a uno. Este Doroteo Cepeda el hermano de Esteban (el esposo de mi tía Julia) tenía un botiquín de medicina y le robaron toditas las medicinas, cuando venían de viaje ya de Sanpedro por un lugar que le llaman el Pla... (Fin de la primera parte de la cinta) allí estaban tres hombres de apellido Soriano y yo solo del nombre de uno me acuerdo que se llamaba José Soriano, esperando a los bandolero, que eran como diez y los que los mataron eran tres y los han matado a todos y han dejado un indio todo macheteado. Ese no lo mataron y a un Téllez que infundió el terror en San Pedro una vez que estuvo de guardia allí. Allí estaba también ese hombre también macheteado… (El asunto con este Téllez, es que pasó como bandolero, y lo capturaron los Sampedranos no sin haberle hecho unas cuantas carreteras a punta de machete. Los Sampedranos en lugar de cortar el mal por la raíz, lo mandaron a la cárcel de Somotillo, donde extrañamente el hombre se hace GN y de remate lo ponen como guardia de San Pedro. Una vez allí los Sampedranos tuvieron que pagar por cada machetazo que le dieron y por cada herida que le lavaron… Bien decía mamita ¡nadie sabe para quien trabaja!)…el caso es que allí murieron, y ese indio y a Téllez los llevaron al siguiente día preso para San Pedro.

DI.- ¿Quién era ese?

VM.- Era de los de la Segovia, alsaber quien era, un indito chaparro pelo liso de bigote iriso así. Allí le estaban lavando las heridas. Salvador Garache le lavaba las heridas y mi mamá nos mando a dejarle comida. Y le decían al indio: Verdad que ustedes dijeron que a San Pedro se entraba cantando y se salía chiflando, y verdad que no era así como ustedes decían… miren lo que les pasó. Y lo mandaron preso para Somotillo pero no fue la Guardia quien lo capturó.

Después pasó otro grupo y ese fue el que quemó la casa y el pueblo. Esos bandoleros hicieron destrozos en San Pedro. Un señor que se llamaba Guillermo Izaguirre, buena gente el hombre, comerciaba con chanchos por toda Chinandega… le pusieron una tapada allá por el Zacatón al hombre. Lo capturaron y lo llevaron para allí a aquel cerro de La Gallina que queda al frente de San Pedro. Allí lo amarraron en un palo de pino, lo desnudaron y empezaron a cortarle los gonces de los dedos, dedo por dedo, los puños y así todos los miembros del cuerpo por pedazos y después cuando lo mataron lo dejaron allí tirado y le echaron un polvo negro que lueguito le estaban cayendo los Zopilotes. Pero había unos hombres que eran valientes y exponían la vida mira, se fueron a recoger los restos del finado Guillermo. Y sabe como lo recogieron, lo echarían en sacos y a saber como ellos lo llevaron para un lugar que le llaman El Plan Grande y al pié de un palo de coyol hicieron la sepultura, debajo de un palo de coyol pichón que las ramas caían al suelo, y ellos como pudieron hicieron un hoyo allí y allí enterraron al finado Guillermo, y no dejaron que se lo comieran los zopilotes hombre.

Cuando a ese señor lo mataron los Sandinistas, él tenía una hija de crianza que se llamaba Sabina y de allí le vino a ella una gravedad hasta que se murió, de la muerte de Guillermo, del pesar pué, de la muerte del finado Guillermo se murió la muchacha. Ya en esos días ya nosotros estábamos en el Atonal huyendo, ya nos habíamos salido, ya nos habían quemado la casa también. La muchacha se amusepó y se murió. Cuando ella se murió (antes de morirse) dijo que quería que la enterraran con música y que los músicos que ella quería que le tocaran eran unos sobrinos de mi mamá que tocaban el violín, ellos vivían en los Araditos ¿y cómo le iban a traer esos músicos si estábamos en guerra, si estábamos… si nadie pasaba a Nicaragua… si era un solo terror? Pero dicen que cuando la iban a enterrar la gente que vivía entre el panteón los Araditos del lado de San pedro, oían la música pero música no había, se oían los violines que iban tocando.
A los años vinieron las hermanas del finado Guillermo de Chinandega a sacar los restos del finado. Traían un ataúd bien bonito con sábanas, almohadas y todo. Ya San Pedro ya estaba en paz… el poco de gente se fueron a acompañarlas a sacar los restos del finado Guillermo, y ya los echaron en la caja y lo velaron en la casa de nosotros. En la casa de mi mamá allí velaron los restos del finado Guillermo y se los llevaron para Chinandega para enterrarlos allá.

Aquí se termina este corto episodio de la vida de mi mama. En los próximos les contará la muerte de su madre, el casorio con don Joche y una parte de su vida en Honduras. No se preocupen cuando no les escribo seguido, acuérdense que como decía mi papa: “Con paciencia y saliva, un elefante preño a una hormiga”

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